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HISTORIA DE LOS INVENTOS

 

 

 

La lucha por la supervivencia

La asombrosa historia del ser humano

La revolución industrial

 

Tomado de "Historia de los inventos", de Sergio y Patricio Barros,

en http://www.librosmaravillosos.com/inventos/index.html

1. LA LUCHA POR LA SOBREVIVENCIA

En un millón de años, el hombre pasó de animal a Homo Sapiens, dominando el medio y a los demás pobladores de la tierra, pero sus triunfos mayores fueron la rueda y la escritura

Durante incontables millones de años la gigantesca esfera que hoy llamamos Tierra giró en el vacío, tu superficie cubierta de aguas y rocas. Edades sin cuento hubieron de pasar antes de que apareciese la primera célula viva, el primer pez, el ave, el insecto, los mamíferos. Entre monstruosos cataclismos nacían volcanes y se hundían mares y lagos, se elevaban cadenas montañosas y se abrían paso los ríos, rugían las tempestades y ardía el inmutable sol. El planeta giraba y rondaba al gran astro llameante, y en su superficie tomaba forma un mundo rico en especies animales y vegetales, jugosas frondas verdes y grandes saurios hambrientos, bosques espesos e inmensas llanuras desiertas.

ANTEPASADO: retrato del “Hombre de Piltdown”, denominado así en honor del antropólogo que reunió sus restos encontrados en Europa.

Después vinieron los hielos. Una y otra vez los glaciares avanzaron y retrocedieron, empujando hacia el cinturón ecuatorial la verde línea de vegetación, ligando con inmensas tundras y estepas la esbelta franja arbolada y los interminables páramos de hielo polar. Durante incontables siglos pareció que todo signo de vida moriría bajo los hielos que avanzaban implacablemente. Pero llegó un día en que los glaciares detuvieron su marcha, y nuevos milenios transcurrieron, mientras una vez más se cubría de verdor la zona temporada del globo. Y durante esa primera pausa, ese primer respiro entre la primera y la segunda invasión de los glaciares, apareció sobre la superficie de la Tierra un ser que caminaba erecto, sobre sus extremidades traseras, equilibrando apenas el tosco cuerpo velludo y la gran cabezota de mono: el Australopiteco, primer indicio de una nueva raza que dominaría la Tierra.

Desde entonces ha transcurrido un millón de años. Pero fue esa criatura tan lejana en el tiempo, ese Australopiteco a quien los hombres de ciencia no saben si definir aún como mono o ya como hombre, el que aprendió a matar a sus enemigos, los babuinos, no mediante su fuerza muscular o sus garras, sino empleando un instrumento: una piedra astillada. ¿La encontró en algún claro de la selva, o la "construyó" golpeándola con otro objeto para darle la forma requerida? No importa: el Australopiteco fue el primero de todos los seres aparecidos sobre el planeta quien, moviéndose en un universo de cosas desconocidas, vio ese objeto y decidió valerse de él para aumentar la fuerza o el alcance de su brazo. Había inventado la primera arma.

Desde ese remoto instante se inició la cadena que hoy ha permitido al hombre explorar los continentes, los mares y el espacio interplanetario; transformar la distancia y someter el tiempo; crear ciudades y navíos, aviones y armas atómicas, máquinas y herramientas, vehículos y obras de arte. La larga cadena de inventos y descubrimientos, mediante los cuales el ser humano ha plasmado para sí un mundo que se transforma vertiginosamente, se estira desde esa piedra astillada cogida por el Australopiteco hasta las últimas novedades tecnológicas de hoy.

EL HOMBRE INVENTOR

Entre todos los animales, el hombre es el único capaz de inventar, es decir, de modificar el orden de la naturaleza mediante el empleo de instrumentos.

Es verdad que los castores y las golondrinas construyen sus habitaciones con materias extrañas, que las abejas y las hormigas crean verdaderas ciudades y el gusano de seda o la araría "inventaron" la fibra textil: pero su manera de hacerlo no ha cambiado desde que aparecieron en el escenario del mundo. El hombre, en cambio, empuñó una piedra para defenderse de un animal salvaje; luego buscó mejorar ese instrumento primitivo, y terminó construyendo herramientas que le servirían para fabricar nuevas herramientas.

Además, no sólo ha inventado objetos; también ha descubierto las propiedades de los fenómenos naturales, las leyes que los rigen y los factores que los alteran. Pero ambas cosas, los inventos y los descubrimientos, le sirvieron en primer término para dar mayor potencia a su propio cuerpo, a sus manos, brazos, piernas y pies, ojos y oídos. Para golpear mejor, mazas y martillos; para coger mejor, tenazas y pinzas; para recoger mejor, redes y recipientes; para rascar mejor, raspadores, peines y rastrillos, para lanzar más lejos un proyectil, lanzas, hondas y arcos; para alargar el brazo, el hacha y la hoz; para trasladarse allí donde sus pies no pueden llevarle, la barca y el carro...

La historia de los inventos no es más que la historia del hombre y sus relaciones con la naturaleza, con todo el mundo que le rodea. Un mundo hostil al que hubo que domeñar ya en esos inimaginablemente lejanos albores de la prehistoria, en ese amanecer del espíritu humano, simbolizado en el guijarro trizado, aferrado por la mano oscura y de un ente a quien le faltaban aún incontables milenios para llegar a ser, en toda la extensión de la palabra, un ejemplar de esa especie zoológica definida por Linneo como Homo Sapiens.

LOS GENIOS OLVIDADOS

La historia, tal como la conocemos, data de menos de seis mil años atrás. Fue sólo a mediados del cuarto milenio antes de Cristo, que los anónimos habitantes de Sumer aprendieron a marcar, con ayuda de una cuña, una superficie húmeda para grabar una serie de signos permanentes, los que transmitirían su pensamiento a las generaciones futuras. Allí, entre los sumerios que habitaban el fértil valle que se extiende a los pies de las montañas curdas, entre los ríos Tigris y Eufrates, nació la escritura y con ella la historia. Casi simultáneamente, algún anónimo genio súmero descubrió que era más fácil arrastrar una carga si bajo la plataforma que la sostenía se colocaban dos discos de madera unidos con un eje, la rueda, al igual que la escritura saltó como una chispa del genio humano y ambos inventos marcaron la frontera entre la larguísima preparatoria y la acelerada marcha de la civilización actual.

Fue ese largo período que desembocó en el doble descubrimiento, ese interminable amanecer de la inteligencia humana que se prolongó hasta el año 3500 antes de Cristo, el que constituyó la prehistoria. Poco sabemos de quienes habitaron la Tierra durante esos mil milenios: pero podemos estar seguros de que hubo entre ellos genios comparables a Arquímedes y Leonardo da Vinci, Newton y Einstein. Fue durante ese millón de años ignorados que vivieron los anónimos inventores de las primeras armas, viviendas, herramientas agrícolas, vasijas y embarcaciones: los que aprendieron a cocinar el alimento, fabricar trajes de piel, arar la tierra y pintar hermosas imágenes en las paredes de las cuevas de roca.

Después del Australopiteco, el conocimiento del hombre se abre en un largo paréntesis que abarca cerca de medio millón de años. Alrededor del año 500.000 antes de Cristo aparecen el Pitecántropo, primer ser vivo considerado verdaderamente humano, y el llamado "Hombre de Java". Conoce el fuego, pero aún no lo usa para endurecer la madera ni para cocinar los alimentos; se guarece bajo rocas salientes o en el interior de cavernas naturales y se sirve de piedras astilladas como único instrumento de caza o defensa.

Las excavaciones demuestran que después de la aparición del Pitecántropo, un nuevo descenso de los glaciares apagó toda vida en extensas, regiones que antes fueron habitadas. Debieron transcurrir nuevos milenios antes de que una vez más retrocediesen los hielos y un nuevo período de clima cálido hiciera aparecer nuevas especies animales, como el rinoceronte, el hipopótamo y el antepasado de nuestro actual elefante. En esta segunda época interglaciar que se extiende aproximadamente entre los años 450.000 y 250.000 antes de Cristo, aparecen el Hombre de Heidelberg llamado así, porque parte de un esqueleto fósil de este tipo humano fue hallado en 1907 en la localidad de Mauer, cerca de la ciudad alemana de Heidelberg y el Sinántropo u Hombre de Pekín, cuyos restos fueron encontrados en un gran depósito fósil cerca de la capital china, entre los años 1927 y 1943.

El Sinántropo poseía gran abundancia de herramientas y se cree que fue caníbal: gran cantidad de los cráneos encontrados han sido rotos violentamente y los huesos largos, partidos como si antes de ser inhumados alguien hubiese tratado de extraer la médula y los tejidos cerebrales.

Tanto el Sinántropo como el Hombre de Heidelberg habían inventado las raederas o raspadores de piedra, simples trozos de roca de borde afilado con que raspaban las pieles de animales que les servían para cubrirse. Se alimentaban de la caza y de la pesca, empleando herramientas en extremo rudimentarias y toscas trampas; se cree que ya habían aprendido a producir artificialmente el fuego, golpeando trozos de sílice o pirita. Esta habilidad, que indica cierto grado de civilización, no es, como podría pensarse común a todos los pueblos, ni siquiera hoy. Cuando el antropólogo A. R. Radcliffe-Brown investigó la cultura de los aborígenes de las islas Andaman, en 1908, descubrió que no sabían hacer fuego; conservaban durante largos períodos trozos de madera encendidos y traspasaban la llama de un tronco a otro, sin permitir que se extinguiera. En cuanto a los pigmeos que habitan las márgenes del río Epilu, en el Africa Central, no saben hacer fuego basta el día de hoy: lo "compraban" forma de teas encendidas, a mercaderes congoleses que visitan sus remotas aldeas.

El Sinántropo que vivió trescientos mil años o más antes de Cristo conocía, entonces, inventos que ignoran algunos salvajes primitivos de nuestros propios días. Quienquiera fuese el genio anónimo que previera las ventajas que daría al hombre el dominio del fuego, es innegable que su brillante intuición le sitúa a la altura de todos los grandes inventores que vinieron después.

Entretanto, los habitantes de Europa habían alcanzado un nivel de desarrollo conocido como "período chelense", el que se caracteriza por el uso de la clásica piedra, amigdaloide o en forma de almendra; un trozo de sílice ovalado, astillado por ambos costados para darle filo y terminado en una tosca punta, que servía de hacha, cuchillo, raspador y punzón. Entre los años 250.000 y 150.000 antes de Cristo, el tercer período glaciar volverá a cubrir de hielo gran parte del mundo conocido, para ser seguido por un nuevo florecimiento de la civilización durante una larga época de clima temperado y veranos calurosos: el tercer período interglaciar, cuando aparece el Hombre de Neanderthal.

EL INTELIGENTE HOMBRE DE NEANDERTHAL

El tipo humano llamado Neanderthal se distingue en primer término por su gran capacidad craneana, que permite presuponer un avanzado desarrollo cerebral: aproximadamente 1.450 centímetros cúbicos, comparados con los 1.350 del hombre moderno. No es de extrañarse que entre los miembros de esta estirpe humana surgieran los desconocidos inventores que hicieron dar un gran paso adelante a la todavía vacilante civilización prehistórica.

 

PROGRESOS: Los rasgos del antropoide van desapareciendo en la medida en que su mente se desarrolla, exigiendo mayor cabida para su cerebro. Una vez armado y en poder del fuego, su predominio sobre el medio fue indiscutido.

El Hombre de Neanderthal aprende, en primer lugar, a introducir sus filudas piedras amigdaloides en mangos de madera endurecida, creando así una valiosa herramienta: el hacha.

También fabrica afiladas puntas de piedra y las amarra a largos caños de madera endurecida, obteniendo así la lanza que le permitirá cazar animales de cada vez mayor tamaño. Ha aprendido a usar el fuego no sólo para defenderse del frío, sino para cocinar sus alimentos. Cuando sobreviene el cuarto período glacial durante el lapso de cien mil años que separa la cultura musteriense (del Hombre de Neanderthal) de la auriñaciense aprenderá a refugiarse en profundas cavernas de roca y a confeccionar gruesas indumentarias de piel con hebillas de hueso.

Su sucesor será el Hombre de Cromagnon, llamado también "el Apolo de la Prehistoria": una raza humana cuyos ejemplares alcanzaban una estatura medía de 1,75 metro, caminaban muy erguidos, poseían una capacidad craneana de 1.660 centímetros cúbicos y fabricaban los bellísimos implementos de hueso característicos de la cultura auriñaciense (de Aurignac, localidad francesa donde se encontraron los primeros fósiles de este tipo).

EL Hombre de Cromagnon es, sin duda alguna, un hombre moderno, un verdadero Homo Sapiens. Durante el florecimiento de su cultura, la paleolítica superior, la población se multiplica y surgen las primeras viviendas subterráneas: nacen las cocinas que emplean carbón a leña, los primeros recipientes, conchillas de animales marinos, cráneos, piedras huecas, la aguja de hueso y el taladro.

ARMAS Y HERRAMIENTAS: La acción de coger una rama o una piedra aguzada y utilizarla para la defensa o el ataque o para remover la tierra en busca de alimento pudo ser un accidente, pero también fue el primer paso del genio humano. En el grabado, una concepción artística de ese momento decisivo.

El hombre de este período, que se extiende entre los años 60.000 y 10.000 antes de Cristo, es un artista: fabrica buriles de hueso para grabar en madera, hueso o piedra, esculpe pequeñas estatuas y figuras, adorna con dibujos y colores las paredes de sus habitaciones y el rostro de sus muertos. Ya el Hombre de Neanderthal había aprendido a sepultar a sus cadáveres con cierto ceremonial, lo que permite adivinar la existencia de algún tipo de religión primitiva; ahora, el hombre crea las primeras grutas-santuarios y celebra en ellas ritos mágicos que han de proporcionarle fecundidad y éxito en la caza. Hacia el fin de este período, aproximadamente en 15.000 antes de Cristo, las anónimas manos de un gran artista pintan los célebres bisontes policromos en las oscuras profundidades de las cuevas de Altamira y de Lascaux.

DOLMEN. En el orden cronológico, esta fue una de las segundas grandes construcciones del hombre. Una laja horizontal sobre dos pilastras verticales.

Ya no basta el humeante fuego a la entrada de la caverna: el hombre busca horadar la oscuridad de la noche, y fabrica las primeras lámparas, primitivos candiles de piedra, en las que quema trozos de sebo animal. Un trozo de sílice dentada hace de sierra; otro más arqueado le servirá de arpón. Con un trozo de roca machacará los pigmentos minerales en un tosco mortero; más tarde, el mismo principio le servirá para moler los granos, pero para que eso ocurra, para que la agricultura reemplace a la caza y a la pesca como fuente de alimento, faltan aún varios milenios.

Alrededor del año 8.000 antes de Cristo, el período paleolítico cederá a la cultura mesolítica, verdadera etapa de transición hacia las últimas edades prehistóricas. El clima templado termina de dar a la superficie del globo el aspecto que tiene actualmente; los hielos polares se han retirado por cuarta y última vez a partir del año 50.000 antes de Cristo. Paulatinamente desaparece la amenaza de nuevas invasiones de glaciares, y el Horno Sapiens se convierte en amo del planeta.

EL AMANECER DE LA CIVILIZACION

Aproximadamente 12.000 años atrás, el hombre domesticó por primera vez a un animal salvaje: el perro, quien sería su fiel compañero hasta nuestros días. Al comienzo el perro era, en primer término, un eficaz ayudante en la actividad primordial que alimentaba al ser humano: la caza. Al mismo tiempo, los milenios transcurrían acelerando cada vez más el progreso del hombre y aguzando su inventiva: el arco y la flecha con punta de piedra, así como las boleadoras le convertirán en un cazador cada vez más eficiente, mientras la canoa y el anzuelo de madera, al igual que las redes tejidas de fibras vegetales, le darán acceso a la fauna que puebla los ríos y lagos. En las regiones nevadas, el trineo ayuda a transportar todos los bienes de la tribu nómade: bienes que son mínimos y han de ser siempre livianos, porque la familia que vive de la caza ha de recorrer constantemente grandes extensiones, buscando nuevas presas. Las viviendas son transportables: carpas, ligeras construcciones desarmables le ramas o pieles que se erigen a nivel del suelo. Mientras el hombre sale a cazar, la mujer recoge semillas, frutos y raíces silvestres. Será ella quien, durante esas actividades de recolección, observará la relación entre la semilla y la germinación de la nueva planta, y creará la agricultura; y con ella, la vida sedentaria, la sociedad estable, la civilización del futuro.

 

EL PALEOLITICO: Uno de las fases del desarrollo humano en que se crearon todos los medios elementales para sobrevivir: el trabajo para convertir piedras, huesos y maderos en armas y herramientas con participación del grupo, único camino para imponerse a condiciones hostiles. Más tarde aprendió a hilar para protegerse del frío. Todo el esfuerzo desplegado lo transformó de animal en Homo Sapiens.

Los primeros agricultores aparecen en el período que media entre los años 5.000 y 3.000 antes de Cristo. El trigo se siega con hoces de sílice pulida, se trilla y tritura; más tarde surgirá el arado, apenas un bastón curvo empujado y arrastrado por varios individuos para romper los duros terrones de tierra virgen, cuya forma esencial no cambiará durante milenios. El período Neolítico trae el invento de la piedra pulida: simultáneamente aparecen las primeras aldeas, y los hombres comienzan a construir palafitos o viviendas definitivas. La artesanía progresa a pasos agigantados: la greda da nacimiento al arte de la alfarería, las fibras textiles cosechadas en los nuevos sembrados se hilan y tejen, se trenzan cuerdas, se domestican los primeros animales, y la agricultura conduce al hombre al culto de la fértil Madre Tierra y, con ello, a una estructura matriarcal de la sociedad. Aparecen las primeras piedras preciosas y joyas, aunque ya varios siglos atrás se conocían los alfileres para los cabellos, y alrededor del año 3000 antes de Cristo el hombre comienza a trabajar los metales: primero el cobre, el oro y la plata, para seguir con el bronce y el hierro.

Termina la larga y prehistórica Edad de Piedra, para dar paso a la Edad de los Metales: comienza la historia.

LAS GRANDES VARIANTES

Dentro de este esquema general, es necesario recordar que algunos términos como "Edad de Piedra", "Mesolítico", "Neolítico", '"Edad de Bronce", etc., no tienen un significado cronológico preciso: se refieren a diferentes etapas de la civilización humana, que surgieron más temprano en algunas regiones y más tarde en otras. A partir del año 10.000 antes de Cristo, el progreso varió profundamente en las diferentes regiones de la Tierra, y por eso es imposible fijar el comienzo de la Edad de los Metales en tal o cual fecha, ya que no sobrevino de golpe en todo el mundo habitado.

Es así como la Edad de Hierro se inicia en Asia Menor alrededor del año 1.200 a.C.; en Italia, en el año 1.000 a.C.; en China, en 700 a.C.; en Japón, en el siglo II de nuestra era; en las islas Fiji, en el año 1872, hace menos de un siglo.

 

LA MOLIENDA: También durante el periodo Paleolítico, el hombre aprendió a moler alimentos y tierras de colores para pintar.

Ello explica por qué se suele fijar el comienzo del Neolítico y la aparición de la agricultura en el año 5.000 a.C., pese a que ya 20 siglos antes un pueblo agrícola vivía en forma sedentaria en las cavernas del Monte Carmelo, en Wadi-el-Natuf, en Palestina. Dos milenios antes de tiempo, por decirlo así, los habitantes de las cavernas de Natuf usaban hoces de sílice pulida con mango de hueso, habían domesticado al perro y utilizaban recipientes y morteros de piedra.

Por otra parte, los arqueólogos descubrieron no hace mucho una aldea en Jarmo, en las vertientes meridionales de los montes de Kurdistán, en Irak. Quince siglos antes de la fecha aceptada generalmente como el comienzo de la domesticación de otros animales fuera del perro, los habitantes de Jarmo vivían en una aldea de chozas de barro, poseían cabras, cerdos y ovejas domesticados y cercaban sus tierras: por otra parte, sus instrumentos eran de piedra tosca y no pulida, correspondiendo así a una cultura anterior al Neolítico.

Pero tal vez el descubrimiento más asombroso, y el mejor destinado a hacernos comprender que dentro del devenir histórico siempre surgieron islas de civilización que se adelantaron a su época, fue el que realizaron los arqueólogos en 1956, al descubrir a los pies de la antigua y bellísima ciudad de Jericó una completa ciudad con casas de piedra, calles empedradas, habitaciones alhajadas con muebles de madera y lujosos santuarios, que data del año 9.000 antes de Cristo. Los 2.000 habitantes de esa antiquísima urbe se habían anticipado en varios milenios al nivel cultural de su tiempo, pero ignoraban la alfarería, típica de los comienzos del Neolítico. Sin embargo, poseían una religión compleja, en la cual se adoraban cráneos humanos, y realizaban intercambio comercial con otros pueblos que han desaparecido sin dejar huella: entre las ruinas se encontraron turquesas, conchas marinas y piedras labradas correspondientes a zonas lejanas, donde hace 11.000 años tienen que haber existido focos de civilización de los cuales no tenemos ninguna noticia.

LOS ALBORES DE LA HISTORIA

La cultura Neolítica con todas su características, agricultura, domesticación de animales, alfarería, uso de textiles, llegó al valle del Nilo hace cosa de 60 siglos. Una vasija del año 4.400 antes de Cristo nos muestra un telar idéntico al que se usó hasta la invención de telares automáticos en el siglo XIX; las fibras de lino, la lana de los rebaños de ovejas se transformaba en telas que eran teñidas y estampadas.

MENHIR: la primera construcción del hombre: una piedra vertical asentada firmemente en el terreno, anticipo de lo que serán más tarde las ciudades.

Con otras fibras se fabricaban redes, canastos, bolsas. Los rebaños eran a menudo objeto de asalto: por consiguiente, fue necesario perfeccionar las armas y dedicarlas no a cazar animales, sino a defender la propiedad amenazada. A veces, el ladrón no era muerto, sino capturado: pagaba su delito entregando su vida y sus fuerzas al servicio del ofendido. Junto a la propiedad privada nacía la esclavitud.

Plantar y cosechar, antes tarea de mujeres, se convirtió en labor varonil: ahora la tierra proporcionaba alimento y riquezas. La irregularidad del tiempo hizo que espíritus prudentes planearan guardar los excedentes de un año de buenas cosechas, para prevenir una sequía o una inundación: nacieron los graneros. Las periódicas salidas de agua del Nilo que cubrían sus márgenes de un limo fertilizante comenzaron a ser observadas y contabilizadas: apareció el calendario, y con él la división del tiempo en años y meses y las primeras observaciones astronómicas.

Mientras los valles del Nilo y de la Mesopotamia servían de escenario de un acelerado desarrollo que pronto conduciría a la invención de la escritura, numerosos pueblos dispersos en los cinco continentes continuaban llevando una vida similar a la que llevaran sus antepasados durante los incontables milenios paleolíticos: sociedades nómades en que el hombre cazaba y la mujer recogía frutos silvestres. Hasta hoy, hay sociedades que se encuentran en esa etapa de la evolución: los esquimales, los aborígenes australianos, los pigmeos del Africa Central, los habitantes de las islas Andamán, los onas de Tierra del Fuego. Estos últimos, que habitan los canales de la Patagonia austral desde 9.000 a.C., ni siquiera usan vasijas para cocinar: asan su alimento sobre un fuego abierto, como lo hiciera el Hombre de Neanderthal hace casi cien mil años.

Pero mientras el progreso se detiene en algunos rincones del globo, en otros se anticipa. Sumeria, la vieja capital del fértil valle iraquí, vive en 3.500 a.C. una verdadera revolución, de la cual nadie, ni sus propios habitantes, se percata. Un desconocido peón discurre colocar una rueda bajo la carga que arrastra mediante cables de fibra vegetal: el roce desaparece, y se ha inventado una de las bases de la civilización moderna.

Pero nadie parece captar la importancia de la rueda; sólo será conocida fuera de Mesopotamia, en la tierra de los faraones, veinte siglos más tarde, alrededor del año 1.650 a.C. La escritura cuneiforme, sin embargo, inventada en el mismo período, es rápidamente imitada y los sacerdotes del valle del Nilo inventan los jeroglíficos. El hombre registra sus pensamientos, sus ideas, su historia, en trozos de piedras indestructibles: después de un millón de años de oscuridad viene la luz.

Y con ella, una nueva serie de inventos que transformarán el rostro de la Tierra y la vida de sus habitantes. Es ésa la historia que les relatamos en el presente número de nuestra revista.

Tomado de "Historia de los inventos", de Sergio y Patricio Barros,

en http://www.librosmaravillosos.com/inventos/index.html

2. LA ASOMBROSA HISTORIA DEL GENIO HUMANO

Dueño de la Tierra, el hombre prosiguió creando nuevos medios para dominar los elementos y hacerlos trabajar para él

CUATRO PAREDES Y UN TECHO

El arte de la guerra, sin embargo, acaparó sólo en muy pequeña medida la inventiva del hombre. Si bien debió defender sus posesiones, desde el nacimiento de la propiedad privada, simultáneo, como se ha visto, con el gran cambio que volvió al hombre sedentario y agricultor, fueron innumerables las generaciones que pudieron vivir en paz, dedicando sus energías a alimentar y proteger a su prole.

EL ALQUIMISTA. Antiguo taller metalúrgico donde el alquimista trató de transmutar los metales. Usaba tres fuegos: sobrenatural, natural y húmedo, conocido como "bañomaría".

Uno de los primeros frutos del ingenio humano, destinado a ponerle a salvo de los elementos naturales, fue la vivienda. En su esencia, las casas que habitamos hoy se basan en los mismos principios que las primeras chozas del Neolítico, adaptaciones, a su vez, de los refugios transportables que usaba el cazador de la Edad de Piedra cuando se alejaba de la caverna que le servía de vivienda en invierno.

FUEGO DESTRUCTOR. Con marmitas, vasijas ovoides y flechas, los encuentros armados se tornaron aun más destructores. Sustancias incendiarías redujeron a cenizas las defensas enemigas.

Para el nómade era esencial contar con un refugio cuya armazón o estructura fuera desarmable: ese "esqueleto" de su hogar transitorio lo cubría de ramas, pieles, capas de musgo o barro. También las primeras viviendas estables presentan esa armazón o estructura que rodea una excavación, generalmente redonda, en cuyo centro se situará el hogar o fogata: un techo cónico protege al habitante de la lluvia y del frío. Posteriormente, la base de la estructura vertical se reforzará con un zócalo de tierra: será el nacimiento de la pared. Al agrandarse la vivienda, el techo se hará demasiado pesado para que lo soporten las paredes, y habrá que afirmarlo con un pilar de madera interior: así se originará la columna, que también iniciará la separación de diferentes ambientes dentro la choza.

La vida sedentaria traerá consigo la construcción de habitaciones más amplias, más complejas, más resistentes: comienza a emplearse la piedra, primero para tumbas y templos, después para la vivienda de los más acaudalados.

TRIUNFO DEL INGENIO. Lo fuerza bruto es reemplazado por el ingenio. Para luchar contra sus adversarios, en un medio hostil, el hombre crea la catapulta. Trozos de hierros lanzados tras los altos murallones protectores del rival. Y, también, contra naves, causaban estragos. Un nuevo elemento comienza a emplearse en la lucha.

Por otra parte, una reunión de varias chozas rodeadas por un muro vertical y cubiertas por un solo techo dará origen a la casa formada de varias habitaciones, dispuestas en torno a un patio, forma clásica de arquitectura fue desde Grecia pasará a Roma y a toda Europa, alineándose especialmente en España y, por consiguiente, en América latina.

En una época no precisada, tal vez a fines del Neolítico, se descubrió que si el carbonato de calcio o piedra caliza se cocinaba y se mezclaba con agua, era posible obtener un producto que se endurecía irreversiblemente. Fue el origen de la argamasa o mortero, que se emplearía para unir los ladrillos, conocidos, ya desde los tiempos de Babilonia y usados también en el antiguo Egipto.

Una pintura tebana del año 1100 a.C. atestigua que en Egipto se conocía también el nivel de agua y el hilo a plomo, indispensables para las construcciones de cierta importancia. Más tarde los griegos perfeccionan nuevos instrumentos, como la roldana, para facilitar la elevación de pesados materiales; pero serían los romanos quienes innovarían decisivamente la técnica de preparación y transporte de materiales, usando montacargas, sistemas de poleas e instalaciones mecánicas hidráulicas. La unificación política del mundo antiguo bajo la hegemonía de Roma aseguró la rápida difusión de todos los nuevos medios mecánicos, que permitían economizar la fuerza muscular del hombre y reemplazarla, en parte, por los nuevos dispositivos mecánicos. La técnica de albañilería y construcción permaneció prácticamente inmutable desde los días del Imperio Romano hasta la invención del concreto armado.

También fueron los romanos los inventores de la calefacción central: en los subterráneos de edificios públicos, termas y viviendas de los más ricos, se mantenía hirviendo una gran caldera de agua cuyo vapor era repartido mediante cañerías de plomo o greda cocida bajo los pisos de las habitaciones. Asimismo, datan de este período las primeras cloacas o sistemas de alcantarillado, los primeros puentes de arco y las primeras cúpulas o bóvedas características de la arquitectura romana.

EL METAL DESPLAZA A LA PIEDRA

Alrededor del año 4000 a. de C., en plena edad neolítica, algún anónimo habitante de lo que es hoy el Irán encontró una extraña "piedra roja", que podía moldear a martillazos: un trozo de cobre metálico, como a veces se encuentra en estado puro en la superficie de la tierra. Tendrían que pasar siglos antes de que el hombre aprendiera a extraer el metal de los minerales, a fundirlo y refinarlo, a alearlo con el estaño para lograr ese material duro y relativamente indestructible, el bronce, que reemplazaría a la piedra pulida como materia prima de instrumentos y herramientas.

ESCLUSA ANTIGUA. El poder creador del hombre inventa la esclusa. Supera de esta manera, el desnivel de dos sectores de un canal, el cual queda apto para la navegación.

El uso del cobre, oro y plata primero esporádico y limitado a las regiones ricas en depósitos minerales, se extendió gracias al comercio; ya en el año 2000 a.C. el bronce, producido al comienzo sólo en aquellos lugares en que se encontraban depósitos minerales de cobre y estaño, se fabricaba intensivamente en numerosos centros de producción que empleaban estaño importado desde las lejanas islas Casitéridas o de lo que ahora llamamos el Cercano Oriente. Además de servir para la fabricación de cuchillos, lanzas, leznas, buriles y todo tipo de instrumentos, el bronce podía ser pulido, convirtiéndose así en material para hebillas, alfileres, anillos, pulseras y hasta espejos.

La extracción de los metales dio origen a la nueva ciencia de la metalurgia. Sus comienzos son materia de conjetura, es probable que para adornar su hogar, el hombre neolítico haya buscado las bellas "piedras de colores", azul, verde, rojizo, que contenían, sin que él lo supiese, una alta proporción de mineral cuprífero. Al encender una fogata encima de un piso forrado con trozos de mineral, éste se fundía y dejaba entre las cenizas una sustancia relativamente plástica, que podía moldearse a golpes, sin necesidad de astillaría como la piedra: una forma impura de cobre. Fue así como desde el comienzo el hombre adivinó que necesitaría la ayuda del fuego para extraer los metales de sus minerales.

Deduciendo y atando cabos, los desconocidos inventores del Neolítico comprendieron que era necesario encender el fuego sobre una cavidad en la cual se recogería el metal fundido, y concentrar su calor mediante un hornillo de piedras unidas con barro, para que llegase a la temperatura necesaria para fundir el mineral. Nació así el primer horno metalúrgico; pero pronto quedó en evidencia que la leña, único combustible conocido, producía sólo con mucha dificultad la cantidad requerida de calor. ¿Quién fue el artífice anónimo que descubrió que a menudo la leña semiconsumida dejaba entre las cenizas de un fuego apagado trozos de una materia negra y porosa que ardía produciendo un calor mucho más intenso? Nadie lo sabrá jamás: sólo podemos llamarle "el inventor del carbón de leña".

 

Soplando sobre el fuego era posible activar las llamas; este principio, conocido desde los albores de la Edad de Piedra, condujo a la creación de numerosos dispositivos de ventilación forzada, diseñados para producir un viento artificial que avivase la combustión. Cañas y primitivos fuelles de membranas animales sirvieron para completar el proceso de extracción mineral. Y durante los milenios siguientes la metalurgia no requeriría de nuevas innovaciones esenciales: el primitivo horno de piedra se transformó en horno de crisol, y sólo después del Renacimiento creció para tomar la forma del cubilote y del alto horno actual; el carbón de leña se reemplazó sólo alrededor del año 1700, ¡hace menos de tres siglos! por carbón de origen mineral; la introducción de la energía motriz agrandó las instalaciones, aumentó y facilitó la producción de metal. Pero, hasta hace muy poco, la metalurgia se basaba en los mismos tres principios conocidos en el Neolítico, horno, carbón, ventilación, y en la aleación, que ya conocían los artesanos egipcios y sumerios, hace más de cuatro mil años.

Muy pronto se agotaron los depósitos de minerales situados en la superficie de la tierra, y el hombre debió cavar entre rocas para buscar nuevos yacimientos, aprender a reconocer el mineral buscado, alumbrar los recovecos de sus galerías subterráneas, eliminar de ellas el agua Y sostener artificialmente el frágil techo de sus excavaciones. Nació, en suma, la compleja técnica de la minería. Intuitivamente, los primeros mineros apuntalaron las paredes de sus corredores subterráneos con sólidos maderos unidos por vigas horizontales o, a veces, curvados hacia el centro para formar una ojiva. Siguiendo la caprichosa huella de las vetas minerales descubrieron también que era más conveniente extraer el mineral por la vía más corta, o sea, la vertical, en vez de sacarlo, carga por carga, desandando el largo camino de acceso. Se perforaron pozos por los cuales subida el mineral, auxiliado por no tronco horizontal alrededor del cual se envolvía la cuerda de la que colgaba la carga: fue el primer cabrestante.

Para dar forma al metal, surgió el moldeado y la fundición. Esta última técnica, conocida ya por los caldeos, pasó a Egipto y luego se expandió por el Mediterráneo, gracias al gran centro comercial de Micenas, productor de maravillosas figuras de bronce. Después, los griegos, los etruscos y finalmente los romanos perfeccionarían el proceso, reemplazando por yeso la cera de los moldes en que se daba forma a las diversas partes del objeto, uniéndolas enseguida. Un gran progreso fue el complejo procedimiento de fundición " a la cera perdida ", inventado en Samos, en el siglo VII a. de C., al que se deben las grandes obras maestras de la escultura antigua y, más tarde, del Renacimiento.

Durante la Edad Media, los árabes introdujeron la técnica de la " forjadura en paquete ", soldando capas alternadas de acero duro y dulce, obteniendo un material muy elástico y muy resistente, que hizo famosas las hojas de espada de Damasco y de Toledo. Diversas innovaciones perfeccionaron la metalurgia del hierro, después del Renacimiento, y a mediados del siglo XIX aparecería el inventor que transformaría la artesanía del metal en gran industria: Enrique Bessemer, cuyo convertidor haría posible la producción masiva, económica y fácil del acero, material indispensable para los ferrocarriles, barcos y máquinas a vapor.

LOS TRANSPORTES: DE LA BALSA AL TRANSATLANTICO

Desde los tiempos más remotos, el agua fue, para el ser humano, condición indispensable de vida: y los primeros vestigios del hombre, siempre aparecen a orillas de ríos, lagos u océanos.

FLOTA MARíTIMA. La flota de Senaquerib, cuyo grabado fue captado de un bajorrelieve asirio, constituye un testimonio del espíritu aventurero y belicoso del hombre, incitado aún más por la navegación.

Antes de inventar recipientes para transportar el indispensable liquido, Homo Sapiens no podía alejarse de sus fuentes; pero como sus cacerías le obligaban a recorrer grandes distancias, comenzó a utilizar los propios ríos como vías de comunicación.

Los comienzos de la navegación se pierden en las oscuridades de la Prehistoria. El hombre del Paleolítico conocía ya el bote formado de un tronco, la balsa, y también el primitivo kayac de cuero usado hasta hoy por los esquimales. Más tarde aprendería a cavar con el hacha o mediante el fuego el tronco del árbol, dando nacimiento a la canoa.

Restos de remos y balsas anteriores al Neolítico se han encontrado en depósitos fósiles, cerca de Lübeck, en Alemania, y Perth, en Escocia. Además, el hecho de que desde tiempos muy remotos estuviesen habitadas islas y archipiélagos a menudo alejados del continente, Creta, Cerdeña, las Islas Británicas, Heligoland, sugiere la existencia de sólidas balsas, capaces de afrontar el oleaje marino.

Por otra parte, ya en el cuarto milenio precristiano, Egipto conocía la barcaza, usada para el tráfico fluvial por el Nilo, y junto con los primeros faraones apareció el velamen sobre estas embarcaciones. Alrededor del año 2500 a. de C., numerosos navíos de carga surcaron el Mediterráneo, iniciando así una época de exploración e intercambio comercial que daría nacimiento a la civilización.

CANOAS. El hombre al horadar con fuego o cavar con hacha un tronco, creó la primera canoa. Al reemplazar los remos por la vela, comenzó a aprovechar las energías naturales. Posteriormente se resolvieron los problemas de equilibrio, resistencia y velocidad

Hasta el siglo XIV a.C. predominó la potencia naval cretense; más tarde, los fenicios le arrebatarían su antigua hegemonía.

El primer navegante fue, sin duda, un hombre aferrado a un madero. Más tarde comprendería que era más cómodo viajar a horcajadas sobre su "embarcación", y que mediante una gruesa rama que tocara el fondo podría acelerar o cambiar de dirección. Después aplicaría sus conocimientos de fibras vegetales y mimbres, que ya le servían para forrar, entretejidas, el techo de su choza, y con ellos ligaría varios troncos construyendo una balsa. Muy pronto descubriría, sin embargo, que el ancho de la proa encontraba resistencia en el agua, y daría a su bote la clásica forma de huso, para aumentar la velocidad.

Hacia el año 1500 a.C. aparece el timón, que al comienzo no fue más que un remo fijo a la popa; en el siglo VI a. de C., el marino griego Eupalamos inventa el ancla de un solo brazo, la que es perfeccionada algunos decenios más tarde por el escita Anacarsio dándole la forma que conserva hasta hoy. Ya desde el siglo anterior han aparecido en el Mediterráneo naves que agregan a la vela una hilera de remos, y alrededor del año 700 a.C. un estratega anónimo inventa el navío de guerra impulsado por 200 remeros dispuestos en tres filas: el trirremo.

Bordeando las costas, sólo los fenicios osaron afrontar el mar abierto, los navegantes de la Antigüedad exploran un mundo desconocido, entran en contacto con pueblos lejanos, transmiten conocimientos insospechados, buscan nuevas fuentes de riqueza, crean el intercambio y el comercio internacional. Vasijas y copas, joyas y esclavos, telas fenicias y ungüentos egipcios, vino y aceite, ánforas de greda y jarras de cristal atraviesan el mar para ser canjeados por trigo, minerales, lana y cuero. Técnicas y conocimientos se expanden por las márgenes del Mediterráneo, y la proa de las galeras avanza, cual vanguardia civilizadora, desde las costas palestinas y los archipiélagos egeos, hasta Gibraltar, tejiendo una nueva red comercial que unirá el mundo.

DE LA RUEDA DE UR AL ANTEPASADO DEL AUTOMOVIL

Del reloj a la turbina, de la locomotora al monopatín, la rueda y el engranaje rotatorio forman parte tan intrínseca de nuestra vida que resulta difícil pensar en la existencia de una civilización que desconociera el principio de este instrumento esencial del movimiento. Y sin embargo, muchas grandes civilizaciones indoamericanas jamás llegaron a descubrirla y son innumerables los inventos, el arco, el tomo, el telar, el horno, el barco, el taladro, el trineo, el arado, creados por el hombre antes de la rueda.

LA RUEDA. Apareció alrededor del 3500 a.C. Los grabados muestran la evolución de una rueda del 700 a.C. (Asiria), la rueda acampanada de Leonardo y un neumático con clavos de comienzos del siglo XX

¿Cómo se las ingeniaba el hombre para transportar objetos pesados antes de que el desconocido filósofo súmero utilizara por primera vez la moda? Comenzó llevándolos sobre sus espaldas, para emplear más tarde cestas o angarillas que permitían repartir el esfuerzo entre dos o más pares de brazos. Ya alrededor del año 2500 a. de C., los pueblos primitivos de Escandinavia conocían el trineo, empleado también, mucho más tarde, en Mesopotamia y en Egipto, especialmente para el transporte de obeliscos, estatuas y grandes bloques de piedra. Los esquís, pese a que las primeras evidencias que poseemos datan sólo dei tercer milenio antes de Cristo, fueron, probablemente, inventados mucho antes entre los pueblos nórdicos; y los rodillos para transportar cargas pesadas, datan del tiempo de las pirámides. Pero la rueda, que aparece alrededor de 3500 en Mesopotamia, no se emplea al comienzo para el transporte; se aplicará para "mecanizar" la alfarería y para facilitar el riego, transformándola, respectivamente, en rueda de alfarero y rueda de agua provista de cubos que recogen el agua del río y la vuelcan sobre la tierra.

Mil años después de su invención, la rueda de carro aún se compone de tres sectores sólidos, rodeados por un aro de cobre. Entre los años 2000 y 1500 antes de Cristo aparecen en Persia oriental, ruedas de rayos, que muy pronto se dan a conocer en Egipto (hay una en un bajorrelieve de una tumba tebana, del año 1600 a.C. y un siglo más tarde, en Cnossos y en Micenas. Alrededor del año 1000 a.C. ya se han difundido en toda Italia los carros de dos ruedas con el auriga de pie, y en los últimos cuatro siglos de la era precristiana aparecen carros cada vez más grandes y sólidos, para el transporte de carga y pasajeros.

En el año 45 a.C. se promulgó una ley destinada a solucionar un problema que nos parece muy característico de nuestros tiempos: el atochamiento de calles y avenidas urbanas, causado por la excesiva cantidad de carruajes que circulaban por el centro de Roma. La Lex Julia Municipalis limitó las horas en que los vehículos podían ocupar la calzada, permitiendo sólo peatones durante los períodos de mayor movimiento.

Más tarde el carro sería modificado para darle mayor velocidad y comodidad. En el siglo XIII reaparece la carroza, para uso de los nobles, mientras los constructores de las catedrales inventan la carretilla; doscientos años más tarde aparecen en Francia los primeros vehículos con la cabina de pasajeros suspendida mediante correas, primer intento de amortiguar las asperezas del camino. Pero continuamente, inventores y mecánicos buscan la posibilidad de construir un vehículo que prescinda del caballo y se movilice por sus propios medios: un automóvil. El sueño sólo se hará realidad después de la invención del motor de combustión interna.

LOCURA DE FULTON. En 1807, el "Clement" de Fulton fue echado al agua en Estados Unidos. Comenzaba de esta forma la era de la navegación a vapor. Alguien calificó este avance como "la locura de Fulton", quien era además un buen dibujante proyectista

Entretanto, sigue la tracción a caballo como principal sistema de transportes. Junto al derrumbe del Imperio Romano se inició la decadencia de las magníficas carreteras construidas por los Césares; la Edad Media significa el estancamiento de la civilización; la economía feudal no requiere contactos entre los centros poblado, ni fomenta el desplazamiento de la gente; los únicos viajeros son los sufridos peregrinos que atraviesan el continente en cumplimiento de promesas sagradas... Durante el primer milenio cristiano la evolución de los medios de transporte se estanca v retrocede: la litera desplaza al vehículo, y sólo el Renacimiento volverá a dar nuevo impulso a la inventiva del hombre en este campo. Y a partir del año 900 de nuestra era el caballo cuenta con herraduras, lo que le convierta en una máquina más eficaz, y vuelve a implantarse el uso paulatino de carros y carruajes.

EL ATAQUE Y LA DEFENSA

Si la caza era la guerra contra una especie inferior, el Homo Sapiens muy pronto concibió la lucha contra sus propios hermanos de especie como rodeada por cercos de tierra y piedras. Después vendrán las murallas fortificadas con almenas y torres de guardia, que rodean, ya sea una ciudad completa, Nínive o Babilonia, ya sea un pequeño recinto estratégico ocupado por una guarnición permanente. Paulatinamente, este último tipo de reducto fortificado se transformará en el castillo medieval.

Las armas mismas evolucionan sólo muy lentamente. El arco seguirá empleándose durante milenios; en el primer siglo de nuestra era los Romanos inventarán la ballesta, que sólo se difundirá en su forma definitiva alrededor del siglo X. Era un arco de acero, montado sobre un tronco de madera o cureña, provisto de culata para apoyarlo en el hombro: las flechas o "viritones" que lanzaba producían heridas tan terribles que el Papa Inocencio III autorizó a las naciones cristianas a emplear la ballesta únicamente contra los infieles. Ricardo Corazón de León no hizo caso de la prohibición, y en el sitio de Chalus cayó mortalmente herido por un virotón; por mucho tiempo se consideró su muerte un castigo del cielo.

DOBLE FUNCION. Piedras astilladas fueron armas y herramientas de trabajo.

La honda, también originaria del Paleolítico, daría origen ala catapulta y otras máquinas bélicas similares. Otra arma de lanzamiento, usada hasta hoy por los nativos del Amazonas, es la cerbatana: primer arma que aprovecha un impulso energético externo. Y así como en la cerbatana podemos vislumbrar el antepasado lejano del cañón, así en la flecha envenenada del pigmeo o la lanza ponzoñosa del bosquimano se adivina ya la futura guerra química.

EL AGUA Y EL VIENTO

Para el hombre primitivo, el agua no era solo bebida y medio de riego; pronto se convirtió también en necesidad higiénica y curativa, en vía de comunicación, en trinchera natural que le protegía de sus enemigos, en principio natural, que regulaba la fertilidad de sus campos- Surgieron las redes de irrigación, las cañerías bajo presión, ya se las conocía en Cnossos y en las antiquísimas ciudades del Asia Menor, los acueductos de Corinto, Sarros y Siracusa, y el famoso acueducto de Eupalino, del siglo VI a.C. excavado en roca viva a lo largo de un kilómetro revestido interiormente por ladrillos. Llegó el momento en que un total de once acueductos llevaban a la capital imperial de Roma un total de un millón de metros cúbicos (mil millones de litros) de agua al día, y la maciza instalación de Aqua Martia transportaba el líquido elemento a casi cien kilómetros de distancia. Galerías, puentes, arcadas y otros restos atestiguan la amplitud de estas magistrales obras de ingeniería en todos los rincones de lo que fue el Imperio Romano: son especialmente célebres los acueductos de Tarragona, Segovia, Nimes, Lyon, Marsella, París y Cartago. Pero ya entre los años 3500 y 3000 a.C. en vísperas del gran florecimiento de las dinastías egipcias y mesopotámicas, los habitantes neolíticos del Cercano Oriente debieron iniciar grandes labores de disecación de pantanos e irrigación, a fin de poder dedicar a la agricultura los vastos márgenes del Nilo y de los ríos Tigris y Eufrates. Fue el mismo período en que nació, en la misma región, la rueda y la escritura, y se desarrollaba la metalurgia y la navegación: fue la verdadera víspera del amanecer civilizado, el instante clave en que la construcción de barreras y diques, la excavación de canales e instalación de cañerías, el estudio del comportamiento de los ríos y sus variaciones estacionales obligaron a los clanes egipcios a aglutinarse, a consolidar una comunidad, a buscar una autoridad central que organizara la gigantesca labor: a formar, en suma, la primera nación, el primer Estado de la historia.

Los asirios y babilonios en Mesopotamia, los fenicios en Siria y Cartago, los hebreos en Palestina, construirían más tarde las densas redes de canales, diques y piletas que les permitieron fertilizar sus desérticos territorios. Más tarde, en el siglo XIII de nuestra era, vendría el primer sistema de esclusas para superar el desnivel entre dos trechos navegables de una vía fluvial: un invento que cambió el mundo moderno, permitiendo la navegación por el canal de Panamá.

UBICáNDOSE EN EL OCEANO

"Los navegantes tienen una brújula, que en el medio lleva enclavada, con un perno, una ruedecilla de papel liviano que gira en torno a dicho perno; dicha ruedecilla tiene muchas puntas y una de ellas lleva pintada una estrella traspasada por una Punta de aguja..."

Francesco de Buti y Giovanni de Ferravalle, personajes reales de la "Divina Comedia" que vivieron en el siglo XIV, nos describen así una brújula idéntica a las de hoy. Se ha dicho repetidamente que los primeros inventores del indispensable instrumento fueron los chinos, pero algunos historiadores recalcan que, si bien la vieja Catay conocía instrumentos que aprovechaban los fenómenos magnéticos, ellos eran muy rudimentarios; y que la brújula del Mediterráneo fue adaptada de inmediato por los árabes, quienes la llevaron a Oriente y posiblemente hicieron que la conocieran los propios chinos.

ASTROLABIO hecho por los árabes en el siglo XII. Está basado en el principio del cuadrante.

Para guiar a los navegantes, los árabes perfeccionaron también el viejo astrolabio o cuadrante de los babilonios, que consistía en un hemisferio hueco, en el que giraba una esfera-mapa de las principales estrellas o constelaciones. Ya Tolomeo había simplificado el artefacto, proyectando el mapa curvo sobre un plano; ahora los árabes se convertirían en los más famosos constructores de astrolabios y cuadrantes, instrumentos más complejos que resolvían numerosos problemas astronómicos y trigonométricos. En el siglo XVIII aparecería el sextante, sustituto definitivo de todos los anteriores instrumentos de medida. Su versión perfeccionada se usa hasta hoy

LA LUZ, LA OPTICA Y LOS ANTEOJOS

Para el hombre medieval, la luz y los colores violentos y puros, los contrastes cromáticos vividos de sus tapicerías y vitraux dan fe de ello, tenían un significado no sólo estético, sino místico. No es sorprendente, entonces, que en pleno siglo XII el filósofo Roberto Grossatesta elaborase una osada doctrina, según la cual la energía creadora del mundo no era otra cosa que la luz, que procede de Dios y se condensa, formando diferentes estructuras geométricas, para dar origen a las sustancias naturales o elementos: teoría que se acerca bastante a las conclusiones de la física moderna, que establece la energía como fundamento del universo y componente único, en última instancia, de toda materia.

QUEVEDOS. La forma en que el estudioso medieval tiene colocados los lentes se denomina "pince-nez" o quevedos. La fecha de la invención de los anteojos no está clarificada.

Los conocimientos medievales abarcaban tanto los descubrimientos de Arquímedes, inventor de los " espejos ustorios ", lentes potentes mediante los cuales había incendiado las naves romanas que sitiaban Siracusa, como las teorías de Euclides, expuestas en sus textos "Optica" y "Catróptica". Pero saliendo del marco antiguo de las teorías, en pleno siglo XIII, el sabio inglés Roger Bacon declara: "Esta ciencia es indispensable para el estudio de la teología y del mundo... Es la ciencia de la visión y un ciego, se sabe, no puede conocer nada de este mundo." La óptica será la base; de la nueva actitud filosófica ante el conocimiento: la que descuenta las creencias tradicionales para oponerles la experiencia del observador, quien solo afirma lo que "ha visto por sus propios ojos".

Y lo que puede ver el ojo humano constituye un campo que se ampliará gracias a ]os nuevos instrumentos ópticos: el lente, en primer término, llamado así por su forma, que recuerda una lenteja. Ese lente que, colocado en una armadura apropiada, comenzará por corregir los defectos de la visión, gracias a los anteojos...

¿Cuándo se inventaron los anteojos? La fecha exacta no ha sido determinada, pero existe un antecedente concreto en el texto de un sermón pronunciado por el fraile dominicano Giordano de Pisa, en 1306: " Aún no han pasado veinte años desde que se encontró la manera de fabricar lentes de vidrio que permiten una buena visión de las cosas... " Otras referencias, correspondientes también a las primeras dos décadas del silo XIV, permiten establecer que se trataba de lentes biconvexos para corregir la presbicia, enfermedad mucho más frecuente que la miopía. El lente cóncavo para miopes sólo aparece cien años más tarde. La armadura se colocaba a horcajadas sobre la nariz, al estilo "pince-nez" o quevedos; pero ya en el siglo XVI aparecen las armaduras de tipo moderno, que no han cambiado desde entonces.

 

TELESCOPIO. Desde GALILEO, el hombre comenzó a descubrir los secretos de la "Via Láctea" mediante el telescopio. la escena capta el perteneciente al Observatorio de Monte Wilson, ubicado en California, cuyo espejo tiene un diámetro de 2,50 metros

Los lentes permiten ver "de cerca" objetos infinitamente pequeños o infinitamente lejanos; esta propiedad de la revolucionaria invención, sin embargo, sólo será comprendida algunos siglos más tarde, cuando Galileo fabrique el telescopio, y, más tarde aun, se perfeccione el microscopio.

DEL MANUSCRITO AL LIBRO

El fin de la Edad Media coincide con uno de los grandes hitos de la evolución de la cultura humana; la invención de la imprenta, que convertiría en objeto indispensable, a la vida cotidiana, lo que antes había sido pasatiempo de los acaudalados y ociosos: el libro, el periódico, el diario.

LA IMPRENTA. Un prensista acciona el tornillo de una prensa primitiva, similar a la de Juan Gutenberg.

Como etapa previa de la generalización de la imprenta se produjo el perfeccionamiento del papel. Como en muchos otros campos del saber, también aquí los chinos se adelantaron a Occidente; en el primer siglo de nuestra era, mientras Occidente todavía escribía sobre gruesos pergaminos, los súbditos del Celeste Imperio ya habían aprendido a obtener de las fibras de la morera o el bambú una pasta que se extendía y alisaba sobre armazones de caña, formando hojas flexibles y lisas. Una vez más los árabes hicieron de transmisores de nuevos logros culturales: aprendieron la técnica china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en vez de fibra vegetal, y en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de papel en España.

Cien años después, el invento había pasado a ]os países de Occidente y en Italia se comenzaba a manufacturar un papel de excelente calidad.

LETRA K incluida en un cuadro de relaciones geométricas, que rigen la armonía del cuerpo humano.

En cuanto a la tinta, ya los egipcios usaban el negro de humo para preparar un líquido de intenso color negro-azulado, que ha resistido los milenios, sin palidecer, como lo comprueban los restos de sus papiros. Pero la "tinta china", como su nombre lo indica, fue también fruto del ingenio oriental, y se cree que su descubrimiento se remonta al año 3000 a.C. Los monjes europeos que transcribían incansablemente el texto de evangelios y sermones, también elaboraron nuevos compuestos químicos, que hacían más permanente el fruto de sus labores, y después de la invención de la imprenta en Occidente sus investigaciones servirían de base para preparar tintas tipográficas cada vez más perfectas.

La fatiga, que significaba copiar a mano, una y otra vez, los mismos textos hizo surgir, ya en el siglo III, la idea de grabar los signos sobre una plancha de madera, empaparla de alguna sustancia colorante y prensarla repetidas veces sobre hojas de pergamino. El sistema llamado xilografía fue usado por los fabricantes de paño egipcios, en el siglo VI, y por los artesanos italianos, en el siglo XII; también se utilizó para ilustrar con grabados la famosa "Biblia de los Pobres" de Heidelberg (s. XV), una especie de historieta dibujada con el texto añadido a mano. Pero el sistema requería grabar en la plancha todo el contenido de una página, y la matriz comenzaba a resquebrajarse al cabo de muy poco tiempo. El paso siguiente, tipos móviles, con los que podían formarse las palabras para después desarmar la página y volverlos a usar en otras combinaciones, sólo sería dado por Gutenberg.

Sin embargo, ya en el año 1041, un tal Pi Sing había discurrido moldear en arcilla los diferentes signos alfabéticos chinos, hornear la greda y fijarla sobre soportes de madera. Pero sus "caracteres móviles" tenían el mismo defecto que la plancha xilográfica: absorbían mal la tinta, y no soportaban un uso demasiado intensivo. Sólo a mediados del siglo XV un anónimo artífice coreano dio con la solución: caracteres móviles en metal. Casi simultáneamente, en 1440, Juan Gutenberg daba a conocer el mismo invento en Maguncia, perfeccionado gracias al uso de la prensa de imprenta, que permitía realizar el procedimiento en forma rápida y eficaz. Después de la primera Biblia de Maguncia (1445), el nuevo procedimiento se difundirá con gran velocidad por todo el mundo civilizado.

Los grandes artistas del Renacimiento, de Pacioli a Durero, diseñarán hermosos alfabetos, dando origen al arte de la tipografía; más tarde, numerosas innovaciones técnicas, la litografía, la cromolitografía, el fotograbado, unidas a la invención de nuevas máquinas, la prensa rotativa, la linotipia, darán cada vez mayor agilidad v perfección al arte de la imprenta. En los cuatro siglos y medio transcurridos desde la primera prensa de Gutenberg, hasta la linotipia automática de Mergenthale (1886), la multiplicación de la palabra impresa trajo consigo una revolución cultural de proporciones inimaginables, para quienes vivieron antes de este trascendental paso adelante en la historia de los inventos.

LA MEDICION DEL TIEMPO

La salida y puesta del sol, el ciclo de las estaciones, el ritmo de las mareas, fueron los primeros elementos que permitieron comprender al hombre primitivo ese misterioso fenómeno que es el transcurso del tiempo. En alguna imprecisa época, en Caldea o en China, nació el primer instrumento que permitía medir el largo de la jornada, largo determinado por la salida y la puesta del sol: el gnomon, consistente en un simple bastón o varilla clavada en el suelo, cuya sombra formaba una especie de aguja móvil que, al desplazarse por varias marcas dispuestas en forma de abanico, marcaba los diversos momentos u horas del día.

El progreso de los conocimientos astronómicos permitirá perfeccionar este instrumento primitivo: ya en el siglo VIII a. de C., el rey Achaz hará construir en Jerusalén un cuadrante solar, inventado por los egipcios o los babilonios, más de un milenio antes de nuestra era. Este instrumento, compuesto por una aguja rígida y una base esférica o cilíndrica, permite precisar con gran exactitud las horas del día, sea cual sea la estación del año o la ubicación geográfica; y aun después de la invención del reloj mecánico es costumbre regular el nuevo artefacto según un cuadrante, a fin de controlar su exactitud.

 

CALENDARIO: Este calendario mensual de la Isla de Sumatra es considerado como uno de los sistemas más elementales para la medición del tiempo, la que se hacía en forma manual.

CUADRANTE SOLAR GRIEGO. La sombra de la columna revela el desplazamiento del sol

Más tarde, en la Edad Media, encontramos el "reloj de cera", o vela dividida en segmentos, cada uno de los cuales requería un tiempo determinado para consumirse. También se difundieron, desde la Antigüedad, las clepsidras o relojes de agua: recipientes provistos de un pequeño orificio por el cual se vaciaba, a un ritmo constante y mensurable, el agua que contenían.

 

DESPERTADOR. Fabricado en el año 1600. Se aprecia el característico mecanismo de "verge and foliot". El reloj de la catedral de San Pablo en Londres estaba basado en ese principio.

El sencillo principio sirvió de base a aparatos más complejos y lujosos, como el reloj de agua del célebre Ctesibio de Alejandría (s. III a.C.), provisto de un sistema de ruedas dentadas, o la lujosa clepsidra de cobre y oro enviada por el califa Harun-al-Raschid al Emperador Carlomagno, que al dar cada hora dejaba caer el número correspondiente de bolitas metálicas sobre un platillo, dando así los golpes debidos. También el reloj de arena data de la Antigüedad, y siguió usándose hasta el siglo XVIII.

RELOJ DE PESAS. Representó una forma primitiva del reloj mecánico

Muy pronto, el ingenio humano comprendió que era posible dividir el fluir del tiempo en segmentos iguales, así como era posible dividir el espacio, gracias a un ritmo fijo, producido por un "organismo regulador": el péndulo o balancín. Pero el roce del aire va frenando el movimiento pendular, y es necesario proporcionarle una nueva fuente de fuerza: un peso o un resorte. Y finalmente se requiere un indicador o aguja que traduzca en movimiento espacial las mediciones temporales, recorriendo un círculo subdividido en horas y minutos; o, mejor todavía, dos agujas que se muevan simultáneamente, con diferente velocidad.

El descubrimiento de todos estos principios del reloj moderno se extendió a lo largo de varios siglos. La forma más primitiva, el reloj de pesas, primó a lo largo de la Edad Media: se le menciona por primera vez en el "Libro del Saber de Astronomía" escrito en la corte de Alfonso el Sabio, en el siglo XIII. De los primeros años del siglo siguiente datan varias referencias a relojes provistos de sistemas de ruedas dentadas, existentes en Italia y en Alemania, y ya a mediados del siglo XV aparecen los primeros relojes de resorte. El más antiguo que se conserva perteneció a Felipe III, el Bondadoso, de Borgoña, y fue construido entre los años 1429-1435, por el relojero Pierre Lombart y el orfebre Jehan Pentin; su mecanismo constituye una etapa previa para la invención de máquinas, cada vez más pequeñas, que menos de un siglo más tarde permitieron la fabricación de los primeros relojes portátiles o de bolsillo.

Alrededor de 1510, el orfebre alemán Peter Henlein creó los "huevitos" de Nuremberg, verdaderas maravillas de orfebrería: pequeños relojes, que los gentileshombres comenzaron a llevar consigo, ya que el resorte volvía obsoletas las voluminosas pesas que antes hacían funcionar los relojes de pie o sobremesa.

En cuanto a los relojes de uso público, se remontan al siglo XIV. Ya en 1324, Richard Wallingford, abate de Saint Albans en Hertford, Inglaterra, hizo construir un gran reloj astronómico con planetario, que fue llamado "Albiod". Del año 1328 data el gran reloj de pesas colocado en la torre de la iglesia de San Gottardo de Milán, por Guglielmo Zelandino, y en 1344, la ciudad de Padua hizo instalar uno semejante. La maravilla mecánica más elaborada de la época fue un reloj con carillón de campanas y figuras alegóricas, instalado en la catedral de Estrasburgo por un maestro cuyo nombre no se conserva, en el año l352.

Galileo diseñará en el ocaso de su vida, el primer reloj de péndulo, perfeccionado por e1 físico holandés Huygens, en 1558. Algunos años más tarde, el mismo inventor ideará el resorte regulador de espiral, el que sustituiría al péndulo en los relojes de bolsillo y abriría el camino a nuevos perfeccionamientos hasta que, a comienzos del siglo XIX, el relojero suizo Berthoud, inventará el cronómetro.

En la actualidad, los adelantos de la electrónica permiten fabricar instrumentos de inimaginable precisión capaces de medir el tiempo por la milésima parte de una millonésima de segundo. También se usan, en los laboratorios nucleares, relojes atómicos, que se basan en las oscilaciones periódicas que experimentan los átomos componentes de ciertas moléculas estables, como el amoníaco o el cesio. Una vez, más, la periodicidad de ciertos acontecimientos naturales, en vez de una oscilación artificialmente inducida, sirve al hombre para medir el tiempo, como antaño lo hicieran los movimientos del sol o los latidos de su propio corazón.

"LA SABIDURIA ES HIJA DE LA EXPERIENCIA"

"El espíritu no es voz. No puede existir voz donde no existe movimiento y percusión de aire; no puede existir percusión de aire donde no existe instrumento, no puede existir instrumento incorpóreo; siendo así, un espíritu no puede tener voz, ni forma, ni fuerza."

Padre de todas las invenciones hechas después de él, Leonardo da Vinci fue el primer sabio moderno, el primero que absorbió numerosos datos observados en la naturaleza; con espíritu estrictamente: científico el primero que fue, realmente, un ingeniero, constructor de máquinas e implantador de nuevas realidades en el mundo.

BOSQUEJOS DE LEONARDO. Leonardo estudió en vivo y realizó dibujos de la estructura del cuerpo humano. Hizo esquemas sobre los sistemas circulatorio, muscular y respiratorio.

Antes de su tiempo se pensaba que quien se ocupaba de teología o poesía era más admirable que aquel que pintaba, construía edificios, ideaba máquinas; fue Leonardo quien hizo comprender a la humanidad que una ciencia es tanto más admirable cuanto más exacta, sin importar su tema. Después de él, los fenómenos observados ya no se relatan ni se relacionan con posturas metafísicas: se miden, se pesan, se evalúan ella cuantitativamente, con estricto criterio científico. Y en eso reside la mayor grandeza de un genio; en esa nueva actitud frente a la Naturaleza y la ciencia, que su paso por el mundo impuso a quienes le siguieron.

TRANSFORMADOR. Por medio de engranajes, el movimiento alternado es transformado en movimiento rotatorio. Leonardo aclara así el principio del sistema de "biela-manivela"

El fabuloso alcance de su curiosidad es proverbial, como lo es la amplitud de sus intuiciones y anticipaciones: el tanque, el acorazado, el carro automotor, la máquina a vapor, el submarino, el casco de buzo, el helicóptero, la sierra hidráulica, la excavadora mecánica, la máquina fileteadora de barras metálicas, el puente parabólico, la hilandería mecánica, el avión, el paracaídas, aparecen esbozados, algunos en forma muy primitiva, pero reconocible y otros perfectamente elaborados, en sus obras.

TRANSPORTE DE TIERRA. Mediante una ruedo accionado manualmente, esta máquina transporta tierra excavado. Leonardo da Vinci lo empleó en sus proyectos urbanísticos de la época.

Pero ni esta intuición genial, ni sus asombrosos talentos como pintor, escritor, botánico, anatomista, óptico, arquitecto, técnico militar, mecánico, geólogo, cartógrafo y astrónomo, son los que le dan una posición única en la historia del progreso humano, sino su actitud filosófica, decisiva para el futuro de la ciencia: la certeza de que ningún conocimiento del hombre es definitivo y eterno, que siempre será posible descubrir hechos nuevos, someter la masa de datos a adiciones, revisiones, interpretaciones nuevas. Ya no bastará decir: "Tal cosa es así, porque Aristóteles lo dijo, o porque lo dice la Biblia"; ahora será necesario observar, ver, medir, precisar. "La sabiduría," dirá Leonardo, "es hija de la experiencia". Y tanto el arte como la ciencia no tienen por objeto encuadrar el mundo dentro de un esquema preconcebido, sino conocer la Naturaleza, conocer la verdad de las cosas.

Después de Leonardo aparecerán nuevas generaciones de ingenieros, inventores y creadores de nuevas máquinas. La humanidad progresará a pasos agigantados. En 1540, Vannoccio Biringuccio publicará su "Pirotechnia", en que describe nuevas herramientas metalúrgicas y fórmulas para preparar pólvora; en 1556, el "De Re Metallica" dará a conocer nuevas técnicas de extracción de metales; en 1588, Ranielli publicará en París una recopilación de más de cien nuevas máquinas, entre las que figuran diversos tipos de molinos, de rueda, viento y tracción animal, instalaciones de riego, bombas para secado de granos, grúas movibles, sistemas de ruedas dentadas... A lo largo del siglo XVII surgirán máquinas hidráulicas, bombas aspirantes e impelentes, máquinas textiles. A pasos agigantados, el mundo marcha hacia un futuro en que la máquina reemplazará cada vez más el esfuerzo muscular. Y muy pronto, Galileo y Copérnico, Kepler y Tycho Brahe ampliarán el horizonte del hombre fuera de los confines de su planeta, enseñándole a comprender, paso a paso, la estructura del Universo que le rodea.

LA EDAD DE LA INVESTIGACIóN

Inevitablemente, al Renacimiento siguió un período en que el hombre se esforzó por inventar cada vez mejores instrumentos que le permitieran adentrarse en los misterios de la Naturaleza. A lo largo del siglo XVII, la investigación en academias y laboratorios fructificó en la aparición de artefactos que permitían mediciones cada vez más precisas: nuevos medios de conocimiento, que no servían para "fabricar" sino para "averiguar".

 

CUERPO HUMANO. En el siglo XVI, paralelamente al conocimiento del origen de algunas enfermedades se estudió el cuerpo humano y se fabricaron los primeros útiles de cirugía.

Surgirá, en 1644, el barómetro, inventado por Evangelista Trorricelli, discípulo de Galileo; más tarde le servirá a Pascal para estudiar el comportamiento de los líquidos, la presión hidrostática, la hidrodinámica.

Otto von Guericke realizará en 1654 su experimento de "la bola de Magdeburgo", demostrando que dos hemisferios metálicos, entre los cuales se había creado el vacío, no podían ser separados ni por la fuerza de ocho caballos; la bomba neumática, que construirá para demostrar su teoría, servirá más tarde al físico Robert Boyle para estudiar las propiedades del aire, su peso y su volumen. Redi y Malpighi perfeccionarán el microscopio de Galileo; se construirán los primeros manómetros, higrómetros, termómetros; Newton mejorará otro invento galileano, creando el telescopio de reflexión, utilizará el prisma para estudiar las propiedades de la luz y la naturaleza de los colores.

Más tarde vendrán los nuevos instrumentos, que harán posible el desarrollo de la física y química modernas: los calorímetros de Lavoisier y Laplace, la balanza de torsión de Cavendish (1798) y la de Coulomb (1784) , el electroscopio la pila de Volta, el galvanómetro de Ampère, los instrumentos de medición eléctrica de Henry y Faraday. Después vendrá el aparato de rayos catódicos y el de rayos X, y, ya en pleno siglo XX, el contador Geiger-Muller, para control de radiactividad, el acelerador de partículas, el ciclotrón, la pila atómica de Fermi y otros reactores nucleares de investigación, que pronto serán seguidos por reactores de potencia usados en la industria. Cada instrumento nuevo abre nuevas perspectivas y contribuye a nuevos hallazgos: a partir de los primeros y muy modestos artefactos de laboratorio del 1600 se inicia una verdadera reacción en cadena, que remata en los satélites artificiales de hoy, verdaderos laboratorios de investigación, que dilatan las fronteras del conocimiento humano hasta el infinito.

Simultáneamente, el hombre comienza a explorar su propio organismo. La bula papal de Sixto IV, que autoriza la disecación de cadáveres, permite que, por fin, deje de ser un misterio prohibido la anatomía; se desarrolla la ciencia médica y nace la cirugía moderna. En 1543 Andrés Vesalio publica su "De humani corporis" primen texto sistemático de anatomía, disciplina que el autor enseña en la venerable Universidad de Padua. En 1571 el italiano Cesalpino aventura una hipótesis acerca de la circulación de la sangre que más tarde será confirmada y profundizada por el inglés Harvey; el trascendental descubrimiento ya había sido intuido por Descartes y por Servetus, a quien le costó la vida a manos de la Inquisición. En los siglos XVII y XVIII, descubrimientos anatómicos cada vez más precisos hacen avanzar la técnica quirúrgica, y en los anfiteatros de operaciones nacen los nuevos instrumentos que permiten salvar muchas vidas; pero sólo en el siglo XIX la anestesia y los antisépticos convertirán la sala de operaciones, de infernal antro de horribles sufrimientos, en luz de esperanza para una humanidad doliente.

LA EDAD DE LOS AUTOMATAS

Con el perfeccionamiento de engranajes y sistemas de relojería se generalizó también la afición de inventores por crear ingeniosos autómatas, "hombrecillos" artificiales y muñecas animadas.

"EL TURCO" Era un buen ajedrecista, pero poco amigo de las "trampas" en incurrían sus adversarios. Su creador fue el barón von Kempelen. El grabado capta dos escenas de la presentación hecha por su inventor antes de cada enfrentamiento de su "pupilo"

La moda de los "autómatas", que floreció especialmente en el siglo XVIII, no tendría mayor importancia si no fuese por su relación con un invento trascendental, que está cambiando muchos aspectos del mundo de hoy: la máquina de calcular, la automatización industrial, la tarjeta perforada, el comienzo de la "memoria artificial" del computador.

TELARES. Los primeros telares aparecen alrededor del 5.000 a.C. En el grabado, un telar vertical con lizos.

El primer invento de este tipo pertenece a Jacques Vaucanson, quien, después de haber construido un revolucionario telar mecánico, asombró al mundo de su tiempo con un prodigioso juguete, el que expuso en París, en 1738: el célebre ánade o pato, de tamaño, natural, que nadaba, aleteaba, se alisaba las plumas, tragaba agua, picoteaba e ingería alimento y después de algún tiempo evacuaba lo tragado, en forma de materia amorfa... ¡todo gracias a ingeniosos sistemas de relojería!

Pronto aparecieron competidores igualmente hábiles: Pierre y Louis Droz, suizos, creadores de un "escribiente", quien escribía con hermosa caligrafía unas cuantas palabras, después de mojar la pluma en el tintero, y de un "dibujante", que ejecutaba con elegante trazo un retrato del rey Luis XV, con una perfección tal que su fabricante fue sometido a un proceso por brujería; afortunadamente salió absuelto. Casi igualmente famoso fue el "Turco" construido por el barón van Kempelen, quien jugaba ajedrez y solía ganarles a sus contrincantes, volcando el tablero cuando el adversario infringía las reglas del juego.

Ninguno de estos ingeniosos juguetes, sin embargo, podía "pensar", como lo haría un hombre. El primer inventor que dio un paso en esa dirección sería Blas Pascal, quien en el siglo XVII inventó la primera máquina de calcular. Su hermana escribiría más tarde: "Este instrumento fue considerado una maravilla por haber reducido a máquina una ciencia que reside en el espíritu, transformando las formas de cumplir todas las operaciones, con absoluta seguridad, sin saber ninguna regla aritmética, sin ficha, ni lapicero, sin necesidad de razonamiento." En esas pocas palabras se define toda una revolución tecnológica: posibilidad de cálculo infalible, la sustitución de la mente humana por la máquina. El invento de Pascal fue perfeccionado más tarde por Grillet de Roven (1678), por el filósofo Leibniz y por Poleni (1709).

LOS AUTOMATAS. "El dibujante de Droz", mostrado en la exposición efectuada en París el año 1783, era tan perfecto que su autor fue acusado de "brujería". Hasta retocaba y corregía su obra levantando sus manos del papel, según rezaba el prospecto.

Un nuevo paso sería dado en el siglo XIX ' por un profesor de la universidad de Cambridge, Charles Babbage, quien proyectó un instrumento calculador y otro impresor que, mediante tarjetas perforadas, daba órdenes a la "máquina pensante analítica". Verdaderos mensajes cifrados, las tarjetas perforadas no sólo impulsan a la máquina a realizar determinadas operaciones, sino que representan una "memoria artificial", al resumir cierto numero de informaciones requeridas por el mecanismo.

Después de modelos progresivamente más perfectos, la máquina calculadora de teclado de Parmalee (1859), la de Felt (1885), la multiplicadora de Bollée (1877), el "Millionaire", de Steiger (1892 ), llegó el momento en que el hombre lograría construir un artefacto que realizara los cálculos más complejos con la rapidez del pensamiento: el cerebro electrónico, verdadera "máquina que piensa".

 

Tomado de "Historia de los inventos", de Sergio y Patricio Barros,

en http://www.librosmaravillosos.com/inventos/index.html

3. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

 

Ya en los tiempos neolíticos el hombre había aprendido a entrelazar fibras vegetales para formar rústicos tejidos que pronto embellecería mediante el tenido y el estampado. Alrededor del año 5.000 a.C. en las cunas de la naciente civilización ya se conocían el cardado y el hilado mediante husos; retorciendo y humedeciendo las hebras el tejedor formaba un hilo largo y resistente a la tensión. La idea de entretejer hilos horizontales y verticales, tal como se hacía con el mimbre y la paja en la fabricación de canastos, dio nacimiento al telar, instrumento perfeccionado más tarde por los egipcios, y manteniendo sin variaciones hasta la Edad Media.

INDUSTRIA TEXTIL. La máquina comienza a desplazar al hombre. Se aumenta la producción pero hay cesantía en las grandes urbes. Se trabaja 16 horas cada día e incluso se emplean menores de edad

En el siglo XI la difusión de ruedas hidráulicas y molinos de viento trajo consigo una progresiva mecanización del hilado artesanal.

"HUEVO ELECTRICO". Modelo de lámpara eléctrica de Davis

En los últimos siglos del medioevo eran famosas las hermosas telas de Florencia, Luca y Prato en Italia, los linos de Flandes y las lanas inglesas. Las grandes ciudades italianas importaban lana de Inglaterra y fabricaban con ella maravillosos paños; los artesanos venecianos y genoveses se distinguían por la fabricación de sedas labradas, brocatos y rasos.

En la segunda mitad del siglo XVI surgen las primeras máquinas como una respuesta a la necesidad de mecanizar el hilado y el tejido, y el trabajador independiente que hasta entonces utilizaba su devanadera casera deba convertirse en obrero, porque sólo un financista podía costear las complejas instalaciones. La industria textil nace en Inglaterra, y crece a pasos agigantados, sobre todo después de que, en 1733, John Kay inventa la lanzadera volante o telar semiautomático.

En la década del 60 del siglo XVIII nuevas hiladoras automáticas desplazaron casi por completo la fuerza y habilidad del hombre en el procedimiento textil; pronto vendría el telar hidráulico (1779), y la utilización del vapor (1785), el telar mecánico (1811) y la fusión entre hilanderías y tejedurías en una sola gran industria. El reciente descubrimiento de la ficha o tarjeta perforada para "dar órdenes' a la máquina y planificar el diseño abrió nuevo camino a la mecanización y automatización.

Junto con el florecimiento de su industria textil, Inglaterra experimentó un gran auge económico; pero bajo la superficie de su creciente prosperidad aparecían los primeros indicios de una profunda crisis social. La indignación de las masas obreras, lanzadas al hambre y a la cesantía por la aparición de máquinas cada vez más perfectas, muchas de ellas manejadas por niños menores de diez años, obligados a trabajar una jornada de 18 horas a cambio de un salario que apenas les permitía subsistir, producirá repetidos estallidos de violencia. Ya antes de Marx, quien escribirá sus primeras obras después de estudiar la vida de los obreros textiles ingleses, el industrial Robert Owen dirá, refiriéndose a los 2.500 míseros habitantes de una aldea escocesa donde funcionaba una gran fábrica textil: "La parte activa de estos 2.500 seres produce para la sociedad una riqueza real tan grande como apenas medio siglo atrás, habría podido producir una población de 600.000 personas. Yo me pregunto: ¿dónde está la diferencia entre la riqueza producida por 2.500 personas y la que habrían podido producir 600.000?"

En otras palabras, Owen descubría que estos hombres no recibían en pago por su trabajo lo que éste va lía, sino sólo una pequeña parte, y que la diferencia se acumulaba en manos del dueño, bajo la forma de capital. Reformista utópico, comprendió, sin embargo, el punto crucial que sería la base de toda lucha social hasta nuestros días. Y era lógico que así fuese, ya que en torno (le las fábricas textiles nacieron los primeros sindicatos; a partir de entonces, el desarrollo industrial y los conflictos sociales marcharían mano a mano.

NUEVAS FUERZAS AL SERVICIO DEL HOMBRE

En el siglo XVIII el hombre aprendió a servirse de una fuerza natural que hasta entonces sólo le había intrigado sin que jamás comprendiese su importancia: la electricidad. Benjamín Franklin en los Estados Unidos y Luigi Galvani en Italia dieron los pasos previos que permitirían a Volta construir la primera pila eléctrica en 1800, la que, a su vez, sería usada por el inglés Davy para inventar la iluminación de arco.

Después de que el danés Oersted descubrió en 1820 la relación de los fenómenos eléctricos con los magnéticos, Ampère y Faraday estudiando más a fondo el problema, prepararon el camino para que se iniciara, alrededor de 1840, la era de la electrotecnia. Después vendrían las dinamos, y la energía que producían alimentaría los arcos voltaicos de iluminación que comenzaron a cambiar a partir de las últimas décadas del siglo el paisaje nocturno de las grandes ciudades europeas: se instalaron en la Gare du Nord de París, en 1875, y en un teatro londinense tres años más tarde. Pero la intensidad lumínica y el alto costo de las lámparas de arco las hacían inadecuadas para el uso doméstico; antes que se generalizara el empleo de luz eléctrica, Edison tendría que inventar la lámpara de filamento incandescente o ampolleta.

Sin embargo, el verdadero símbolo del siglo XIX sería otra fuerza, hasta entonces apenas conocida, domeñada por el ingenio humano puesta al servicio del progreso: el vapor.

SUBTERRÁNEO ILUMINADO. Uno batería de pilas utilizó Humphrey Davis en la iluminación de los subterráneos del Instituto Real de Londres. Fue un experimento decisivo sobre el arco voltaico, las pilas de faroles para bicicletas y las grandes centrales telefónicas están basadas en el principio de Volta.

Predecesor del nuevo invento fue Denis Papin, quien en 1690 ideó una máquina en que el vapor de agua movía un pistón dentro de un cilindro: en forma muy rudimentaria, este "tubo" sintetizaba el principio básico de la locomoción a vapor, y el propio inventor así lo comprendió porque invirtió todos sus ahorros ea construir, en 1707, un barco impelido por una hilera de sus extraños artefactos. Embarcó en él a toda su familia y se dispuso a navegar el río Fulda, pero un grupo de remeros conscientes de que el nuevo invento los lanzaría a la cesantía, abordaron el barco y lo destruyeron, obligando a Papin a refugiarse, amargado y sin un céntimo, en Inglaterra, donde moriría algún tiempo después.

La rudimentaria máquina de Papin sería perfeccionada por Newcomen y decisivamente, por el mecánico James Watt, cuyas máquinas se usaron en minas y tejedurías de algodón. Basándose en el principio de Watt, surgirían numerosos vehículos, entre ellos la sencilla y eficiente locomotora de George Stephenson, que inauguraría ya en 1825 la era del ferrocarril, transformándose a la vez en símbolo del progreso y del avance de la técnica. Fue, tal vez, el invento que influyó más profundamente en la cultura y las costumbres del siglo. También el barco a vapor, reemplazando a los antiguos y románticos veleros, dio un nuevo rostro a ríos, lagos y océanos, acortando las distancias y creando nuevas relaciones, costumbres e direcciones de la historia.

La fuerza del agua, la energía hidráulica conocida ya por Vitruvio y Plinio, también cambiará de envergadura en el transcurso del gran florecimiento tecnológico. En 1750 aparece la primera turbina de reacción, 1a famosa rueda de Segner, que aprovecha mejor que ningún otro modelo antes conocido la fuerza del agua como fuente de energía. En 1810 se obtendrán las primeras turbinas de tipo moderno, ideadas por James Francis, y apenas doce años después Thompson perfeccionará la turbina de hélice. En 1884 Charles Parsons producirá la primera turbina a vapor, destinada a la producción de energía eléctrica, pero pronto adaptada a la navegación; a comienzos del presente siglo empiezan a surcar los océanos los grandes transatlánticos impulsados por turbinas de vapor.

También es el siglo XIX el que incorpora al acervo del hombre moderno una nueva materia prima: el petróleo, cuya fecha "oficial" de nacimiento corresponde al año 1859, pese a que el acontecimiento en cuestión, el primer chorro de petróleo surgido de las profundidades subterráneas de Pennsylvania, pasó prácticamente inadvertido.

La explotación del petróleo se inició lentamente: en 1380 no llegaba a los 4 millones de toneladas en todo el mundo, y en 1910 apenas sobrepasaba los 20 millones. Pero después de la Primera Guerra Mundial se desarrollan el automóvil, el motor Diesel, la aviación... En 1920 el mundo producirá 100 millones de toneladas del precioso "oro negro": en 1959, al cumplirse un siglo de su aparición, ya serán mil millones. El cincuenta por ciento del tráfico sobre la superficie del globo se deberá al transporte del petróleo, y su control se convertirá en uno de los factores primarios de guerras, secretos acuerdos internacionales, exploraciones y conquistas.

Los pozos, las flotas petroleras, las refinerías y las redes de distribución están en manos de un gigantesco cartel mundial formado por "las siete hermanas", las sociedades Socony-Mobil, Standard Oil de Nueva Jersey; Standard Oil de California, Gulf Oil, Texaco (norteamericanas), British Petroleum (inglesa) y Shell (anglo-holandesa). Son numerosas las fabulosas fortunas creadas gracias a1 valioso oro negro, en especial la de la familia Rockefeller.

EL MUNDO DE LA MAQUINA

La idea de un motor de combustión interna es más antigua que la de la máquina a vapor, pero fue necesario que la técnica progresara hasta los niveles alcanzados a fines del siglo XIX para que se dieran las indispensables condiciones previas.

CAMPO MAGNETICO ROTATORIO. Invento de Galileo Ferraris. Facilitó la construcción de alternadores

Pero en 1877 aparece el motor de Otto, el primero que funciona en un ciclo de cuatro tiempos, y una vez que el petróleo proporciona, al ser destilado, el carburante ideal, se suceden con vertiginosa velocidad los primeros automóviles. Entre 1883 y 1885, Daimler realiza los primeros experimentos usando bencina como carburante, y muy pronto surgen otros nombres de pioneros: Benz, Peugeot, Panhard, Renault, Ford... Se perfeccionan los sistemas de transmisión, los frenos, los mecanismos de arranque, y a partir de la década del 20 el automóvil se convierte en parte de la vida cotidiana en todas las latitudes del globo.

Al ser recorridas en menos tiempo, las distancias disminuyen; en general, el mundo parece achicarse. También contribuye a ello el telégrafo, que permite transmitir mensajes en forma casi instantánea; el teléfono, que permite hablar directamente con una persona que se encuentra al otro lado del mundo; el teletipo y la telefoto, que anulan las distancias en forma mucho más asombrosa aún. La información rápida, casi instantánea, hace nacer el concepto de "noticia" y el periodismo moderno: los acontecimientos se captan apenas ocurren, la curiosidad y el ansia de saber se agudizan, las nuevas técnicas de la información contribuyen, de una y mil maneras, a la cultura moderna.

    

   

CUATRO INVENTORES. Los nombres de Daguerre, Lumiére, Niepce y Edison constituyen personalidades vastamente conocidas en el mundo entero y sus inventos están ligados a la vida cotidiana, ya sea en el trabajo o la diversión, el estudio o la investigación.
Niepce y Daguerre inventaron la fotografía, y poco más tarde, Edison y los hermanos Lumiére crearon el cinematógrafo.
Millones de personas, diariamente y en alguna forma son afectadas por las creaciones de estos cuatro hombres, cuya obra derivada de prolongadas observaciones e investigaciones habría de dar al mundo un medio de comunicación masivo y un nuevo arte.

También en otros aspectos el rostro del siglo XX es cualitativamente diferente al que el mundo del ayer ofrecía al hombre de antaño. El desarrollo de la metalurgia fomenta una evolución de la arquitectura: el concreto armado, el hierro, el cemento, el cristal cambian el paisaje urbano, mientras que al pueblo y a la aldea llegan los cables eléctricos y telefónicos. El esqueleto metálico permite construir edificios cada vez más altos; la torre Eiffel o el Crystal Palace londinense, ayer asombro de multitudes, hoy se han vuelto nostálgico símbolo de épocas pasadas. Una nueva estética, funcional, rigurosa, de líneas limpias y estructuras abiertas a la luz, comienza a dominar la construcción de viviendas y edificios públicos.

PLANTA SIDERURGICA. Importante estructura totalmente metálica qie se alza como testimonio del avance técnico

Y junto con el siglo XX nace un arte-industria que será espectáculo de masas, reflejo de su tiempo, elemento social de imprevisibles alcances: el cine. La fotografía, creada en la década del 30 del siglo pasado, por Daguerre y Niepce, hará realidad un fenómeno ya observado por Arquímedes y estudiado por Leonardo; en 1869 se inventará el celuloide, y en 1882, George Eastman lanzará la primera Kodak, convirtiendo el nuevo invento en hobby de multitudes. Pero las figuras fijas en la placa adquirirán movimiento, vida y voz una vez que los hermanos Lumiére inventen el cinematógrafo y abran el camino para el cine sonoro, el cinemascope, el cinerama, la pantalla de 360° numerosas otras innovaciones que, sin duda alguna, aún vendrán. Y en el transcurso de apenas medio siglo, el cine se vuelve importante factor sicológico y social de toda la humanidad: es difícil pensar en otro invento que haya influido tan profundamente en nuestra vida, nuestros actos cotidianos, nuestra manera de pensar y ver el mundo.

A lo largo del siglo XIX y XX se multiplican vertiginosamente máquinas e inventos. Surgen herramientas cada vez más complejas y Perfectas: la sierra circular, el torno automático, el martillo neumático, fresadoras, cepilladoras, soldadoras... La agricultura también se mecaniza: sembradoras y segadoras mecánicas, tractores a bencina, incubadoras, máquinas para centrifugar y pasteurizar la leche, alambre de púas para delimitar los predios, frigoríficos y congeladoras hacen variar los sistemas de producción y distribución de los frutos del agro. A la vida cotidiana se introducen incontables artefactos grandes y pequeños, de uso general o especializado: el ascensor, la pluma fuente, la plancha eléctrica, la lavadora, el refrigerador, el timbre eléctrico, el ventilador, la aspiradora, licuadoras, cerraduras de seguridad, cierres éclair, abrigos impermeables, encendedores, alfileres de gancho, productos cosméticos, fósforos, cigarrillos, cocina a gas, duchas, instalaciones de aire acondicionado... Por las calles circulan bicicletas y tranvías, las grandes ciudades cuentan con redes de trenes subterráneos, en los talleres aparecen máquinas de coser y de aplanchar, en las oficinas se multiplican las máquinas de escribir, y los dictáfonos, Edison inventa el fonógrafo, que más tarde se convertirá en gramófono y originará la grabadora de cinta magnetofónica... En el campo médico, el siglo XIX confiere a la humanidad bendiciones sin cuento: la anestesia, la asepsia, la vacuna. Serán identificados los gérmenes que producen la tuberculosis, el tifus, la fiebre amarilla, la hidrofobia, la sífilis; y desde la aspirina hasta los antibióticos, cada día crecerá el arsenal de armas para derrotar las enfermedades. Los rayos X, la transfusión de sangre, nuevas técnicas quirúrgicas e incontables descubrimientos químicos permiten al hombre avanzar cada día más en la inmemorial batalla contra el dolor, el sufrimiento, la muerte.

CENTRAL SECUNDARIA de transformación. La corriente se reduce al voltaje normal, mediante transformadores de descenso

La química creará materiales sintéticos, que reemplacen a la seda, a la goma, al salitre natural, a los colorantes vegetales, al marfil Aparece el isopreno o caucho sintético, el celuloide, el rayón, el nylon, el perlón y numerosas otras fibras que son más hermosas, más resistentes, más durables que los textiles de origen vegetal o animal. La baquelita, el celofán, el vidrio de seguridad, una hoja de celuloide entre dos de vidrio anuncian la edad del plástico: al vocabulario se incorporan nuevas palabras, como orlón o terylén, la versátil materia artificial se introduce a la vida diaria en forma de botones, aparatos telefónicos, interruptores eléctricos, vajilla, cubierta de pisos y muebles, cuero sintético, zapatos, ropa, discos, cepillos, planchas aisladoras, pinturas...

Al mismo tiempo, la era electrónica transformará aún más la vida cotidiana. El oscilador de Hertz, la antena de Popov, los experimentos de Marconi con telegrafía inalámbrica harán que surja una nueva ciencia que ampliará cada vez más el alcance de nuestros sentidos, que nos dará la radio y el televisor, el radar y el microscopio electrónico, el radiotelescopio con su gigantesca antena en forma de telaraña abierta al universo. La radio, juguete de aficionados en sus comienzos, se convierte a partir de 1920 en red universal y medio de masas, en intangible elemento de unión que llega hasta la granja más lejana, hasta el villorrio más perdido. La celeridad de su difusión se repetirá, después de la Segunda Guerra Mundial, con la TV: la imagen reemplazará a la palabra escrita como vehículo cultural, preocupando cada vez más a sociólogos y otros eruditos.

HACIA LOS LÍMITES DEL UNIVERSO

Y sin cesar la técnica y la inventiva del hombre buscan cada vez nuevos caminos para satisfacer su innata curiosidad, esa incesante ansia de saber que le ha guiado desde los remotos tiempos del Paleolítico. Conquistador de continentes y océanos, el hombre aspiró desde siempre a competir con los pájaros y recorrer los caminos del aire; pero sólo a fines del siglo XVIII los hermanos Montgolfier, al llenar una bolsa de papel con aire caliente, descubrieron el principio de la primera aeronave: el globo.

LOS AVANCES CIENTÍFICOS llevaron al hombre a incursionar en el espacio. Un propulsor líquido impulsa al cohete hacia el cosmos, conduciendo en una cápsula al cosmonauta de EE.UU. Virgil Grissom

Durante el siglo XIX el globo evolucionaría hacia el dirigible, el fracasado planeador de Lilienthal (1895) y los primeros aeroplanos de Santos Dumont (1898). Pero sería necesario el espíritu heroico y audaz de los hermanos Wilbur y Orville Wright para concretar, por fin las aspiraciones del hombre, y permitirle recorrer los aires en un avión con motor a explosión: el primer artefacto de esta especie en la historia despegó el 17 de diciembre de 1903 para volar durante doce segundos inaugurando así una nueva era.

Pese al rápido desarrollo de la aviación, ningún aparato volador podría abandonar la atmósfera terrestre sin reemplazar la fuerza de hélice y alas, que depende del aire, por un sistema capaz de funcionar en el vacío: el de acción y reacción. Fue necesario el perfeccionamiento del cohete, usado por los chinos durante siglos, para permitir al hombre la exploración del cosmos.

Separadamente, tres grandes inventores, el ruso Tsiolkovski, el alemán Oberth, el norteamericano Goddard, realizaron, entre 1900 y 1930, las experiencias necesarias para abrir las puertas a la nueva ciencia espacial. En la década del 20, diversas "asociaciones de soñadores" se formaron en varios países europeos, a fin de intercambiar experiencias y noticias. Pero sólo después de la Segunda Guerra Mundial pudieron concretarse los programas espaciales que culminarían, el 4 de octubre de 1957, con el lanzamiento del primer satélite artificial que abandonó la superficie de la Tierra: el Sputnik, de la Unión Soviética.

Los cuatro años siguientes han sido llamados "la Edad de Piedra del hombre espacial". Numerosos satélites, tanto soviéticos como norteamericanos, familiarizaron al mundo entero con sus nombres: Sputnik, Explorer, Vanguard, Lunik... Se suceden sondas espaciales, satélites tripulados por perros y monos, hazañas como la primera fotografía de la cara invisible de la Luna (el Lunik III, en octubre de 1959). Hasta que el 12 de abril de 1961, fecha imborrable en los anales de la humanidad, el mayor soviético Yuri Gagarin vuela en torno a la Tierra en el " Vostok". El hombre abandona los confines de su planeta nativo y se inicia la era espacial, culminación de la larga cadena de triunfos logrados por la inventiva del ser humano.

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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