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CRISIS DE LA LECTURA, CRISIS DE LA PRODUCCIÓN

por Armando Pretrucci, Guglielmo Cavallo, Roger Chartier en Historia de la Lectura en el mundo occidental

El cuadro de la producción y de la circulación de los textos en forma de libro en el ámbito de la cultura escrita de tradición occidental que hasta ahora se ha construido parece dibujar un continente armoniosamente homogéneo, fundado sobre un canon uniformemente aceptado y sobre reglas de ordenación universalmente respetadas. Y sin embargo, las apariencias están desmentidas por recurrentes síntomas de desestabilización y por continuas alarmas de crisis que conciernen tanto a la editorial como a la lectura. Y en efecto, en ambos sectores las contradicciones parecen evidentes, las incertidumbres del programa son grandes y las demandas de intervencionismo estatal resultan oprimentes. ¿Existe, en definitiva, una crisis de la lectura y del libro? ¿Y cómo se configura?

También en este  caso para entender es necesario analizar y distinguir. Extrañamente, las alarmas más fuertes vienen de las áreas en que la producción y circulación de los textos impresos son más dinámicas y están más difundidas socialmente, es decir, de los Estados Unidos y de Europa, no de África y América Latina. Japón constituye un caso aparte.

En Estados Unidos, que es el país del mundo que produce más libros y papel impreso y que posee una industria editorial muy sólida y organizada, aunque obsesionada con la idea de una crisis que amenaza con aparecer en cualquier momento, los problemas de los que más se resiente son el del analfabetismo creciente en las áreas urbanas y el del progresivo descenso del nivel de preparación académica de los estudiantes medios y universitarios de las escuelas públicas: en realidad son dos aspectos diferentes del mismo fenómeno.

Según Robert Pattison, el sistema escolástico americano tiende cada vez más a separar una enseñanza de élite, instalada e impartida en los colleges más caros y más preparados, fundado en la cultura oficial y en el absoluto respeto de los usos lingüísticos tradicionales, de una enseñanza de masas, tecnicista y de bajo nivel. «Tenemos -afirma aquél- una literacy del poder y de los negocios y otra literacy, aún en formación, de la energía popular»; y concluye que si esta contraposición se transformase en un enfrentamiento violento de clases y culturas «sería el final del experimento americano». Por otra parte, Estados Unidos es el país en el cual es más clara la diferencia entre una cultura juvenil mediática, volcada en la música rock, el cine, la televisión y los juegos electrónicos y que deja en segundo plano la lectura, limitada ésta a obras de narrativa contemporánea y sobre todo de ciencia-ficción y tebeos; y una cultura juvenil tradicionalmente cultivada, que se basa en la lectura de libros, en la asistencia al teatro y al cine de calidad, en escuchar música clásica y en el uso sólo complementario de las nuevas tecnologías mediáticas.

Una vez más, en Estados Unidos, la lucha contra el analfabetismo urbano de masas ha sido planteada sobre un programa de refuerzo y de difusión social de la lectura de libros. Ya en 1966 Robert McNamara fundó una asociación llamada «Reading is fundamental», que hoy cuenta con cien mil colaboradores repartidos por todos los estados y que se dirige sobre todo a la infancia; y más recientemente Barbara Bush ha creado una Foundation for Family Literacy que ha tenido un fuerte respaldo federal. El año 1989 ha sido proclamado «Year of the Young Reader» y 1991 «Year of the Lifetime Reader»; por último, el 6 de febrero de 1990 el Senado estadounidense ha aprobado el «National Literacy Act», que crea una estructura gubernamental para combatir el analfabetismo sobre todo el territorio nacional, unificando anteriores iniciativas privadas o locales y concediendo conspicuos fondos federales.

Por otra parte, según otras fuentes, en Estados Unidos no sólo está en crisis el alfabetismo de masas, sino también la lectura de calidad, la de los lectores preparados, que leen frecuentemente y por convicción y que crean opinión. Según el juicio, completamente informal, de un experto en la industria editorial estadounidense, en todo el país (habitado por 236 millones de personas) estos lectores experimentados no suman más de 15 ó 16.000, a los cuales habría que añadir unos 500 ó 600 lectores de poesía. Esta opinión es evidentemente paradójica y no puede responder a la realidad, aunque lo comparten otros autorizados testigos con los que he tenido ocasión de hablar sobre esta cuestión. De todos modos, el hecho mismo de que esta opinión sea expresada, divulgada (e incluso compartida) demuestra que en Estados Unidos, más allá de los problemas y de las características de la realidad productiva, la llamada crisis del mercado del libro se siente como un problema inminente.

Europa presenta otra cara del problema, la de una crisis convulsiva de las empresas editoriales grandes y pequeñas, que pasan frenéticamente de una fusión a otra, de un grupo de propietarios a otro, de un aumento de capital a otro, en espera del mítico fin de la unidad continental y siempre atento a cuanto sucede en el mercado, rico y desorientado, de los países del Este europeo y de la URSS.

En Europa el libro no está aún tratado del todo como una mercancía, y sobre todo los operadores culturales y los pequeños editores se oponen a que llegue a serlo completamente. En este sentido fue lógica la polémica que surgió en Francia en torno a la liberalización del precio del libro. La Ley se promulgó en 1979 con el objeto de adaptares a las leyes del mercado y fue anulada por una ley que aprobó Jack Lang el 1 de enero de 1982, que restablecía el precio único en todo el territorio nacional.

Por su parte, si en nuestro continente, los viejos mitos son difíciles de destruir, asimismo es cierto que las editoriales europeas, siguiendo el camino de las estadounidenses, se encuentran alteradas por un fenómeno de desculturización que agrede al proceso de producción del libro a todos los niveles, del que dan cuenta la selección, la manipulación editorial, la traducción y la presentación gráfica de los textos, y que provoca la caza del autor y el libro de éxito, la frenética creación del instant book y el anclaje pasivo en autores del pasado (vid, el «re-descubrimiento» de los clásicos en ediciones modernizadas). Este cambio radical de orientación y de procedimientos, llevado a cabo especialmente por las grandes editoriales en constante transformación y desvastadas por repentinas variaciones de los equipos de trabajo y las programaciones, no consigue conquistar nuevos espacios de mercado y nuevo público, debido también al efecto de una feroz competencia, con dimensiones nacionales y continentales. En esta situación las empresas editoriales más débiles, como es el caso de la italiana, se encuentran en mayores dificultades respecto a las más fuertes y más capacitadas, como la inglesa, la alemana y la española.

A pesar de ello, en estos últimos años las editoriales europeas (incluida la italiana) publican cada vez más, diversifican los productos, traducen abundantemente, y en conjunto se muestran más activas y dinámicas de lo que eran hace algunas décadas; pero no consigue crearse un espacio de mercado seguro y en expansión; y viven (como la estadounidense) en el miedo a una progresiva (o imprevista) reducción del ya de por sí limitado público interesado.

El caso japonés es una cuestión aparte, como ya se ha apuntado, ya que los habitantes del Imperio del Sol constituyen la más grande concentración de lectores «experimentados» que se conoce, a lo que corresponde una industria editorial moderna, altamente organizada y sofisticada, que produce casi 40.000 títulos al año con una tirada total de cerca de mil millones y medio de ejemplares y que cuenta con unas 5.000 empresas.

El lector japonés lee abundantemente porque posee un nivel cultural muy elevado y porque considera un deber estar informado y formado por la cultura escrita, en un país en el que el prestigio de la escuela y la universidad están fuera de toda discusión. Los sectores de mayor éxito son los manuales, la literatura de entretenimiento y de información y los tebeos; los precios además con muy bajos. En conjunto se trata de un fenómeno de lectura generalizada de masas, con características de consumo inducido, probablemente único por la naturaleza autoritaria y jerárquica de la sociedad japonesa y por ello no es fácilmente exportable a ningún otro lugar.

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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