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Real Academia
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La V es la vigésimo tercera letra del alfabeto español, vigésimo segunda del orden latino internacional y es la vigésimo primera consonante. Su nombre es femenino es denominada: ve, ve corta o ve baja, ve pequeña, ve labidental u consonante, uve etc., frente a b larga o b alta. Su plural es uves o ves. En la edición de 1947 del diccionario de la Real Academia Española podemos ver por primera vez el nombre de uve = u (que desempeña el oficio de) ve, aunque esa denominación no ha arraigado en toda Hispanoamérica. También se usó la grafía uvé con acento agudo. La denominación más recomendable es uve para permitir la distinción. Historia de sus valores fonéticosLa historia de la V está indisolublemente unida a la de la letra B. A efectos de estas grafía, importa considerar que el latín contaba con el fonema consonántico /b/ (oclusivo sonoro bilabial) y con el fonema vocálico /u/; el primero, se grafiaba con B y el segundo con V. Este fonema vocálico, siempre que precedía a una vocal en la misma sílaba, desarrolló, ya antes del siglo I adC, un alófono asilábico [w] caracterizado como fricativo labiovelar. Tras producirse determinados cambios fónicos del tipo HOIC > HVIC, la anterior situación dejó de ser predecible, por lo que ese alófono se fonologizó y consonantizó en forma de /β/ (fricativo bilabial sonoro; que sería el correlato sonoro del fonema /f/). Estos cambios provocaron que, en posición intervocálica, este nuevo fonema se confundiese con la evolución de /b/ intervocálico, un alófono también fricativo bilabial sonoro. Consecuentemente, en latín vulgar son frecuentes las alternancias gráficas de B/V en formas como VIVA/VIBA o SIVI/SIBI. Por lo que respecta a la posición inicial de palabra, y sobre todo si la palabra anterior terminaba en vocal, también se daban confusiones, aunque en menor medida. En la Edad Media, los fonemas /b/ y /β/ existían de forma perfectamente diferenciada en situación intervocálica y, menos claramente, en inicial. Según algunos estudiosos, como Alarcos Llorach, esa distinción se mantendría hasta el siglo XV, aunque en opinión de otros habría desaparecido antes. En principio, la ortografía medieval no distingue los resultados de B y V latinas en situación intervocálica, por lo que ambas se suelen escribir como V. En posición postconsonántica, el fonema /β/ se grafía como U hasta el siglo XIV y luego alterna con V: encontramos, así, selva y selua. En su evolución en determinados territorios, en el periodo que va del siglo VI al X, la V (/β/) se hizo labiodental, /v/, tal y como hoy se pronuncia en francés, italiano y en algunos dialectos catalanes (en las Islas Baleares) y en el valenciano). Sobre la naturaleza de la pronunciación de la V en castellano medieval hacia esos siglos hay muchas dudas, pues no hay pruebas concluyentes al respecto y además parece claro que hacia el siglo XI esa pronunciación ya era otra vez /β/. Mientras que para Menéndez Pidal la hipótesis es descartable, para otros autores esta V sería labiodental, como sucede en casi todas las lenguas neolatinas. Dámaso Alonso, por ejemplo, afirma que en el norte peninsular esa pronunciación labiodental no se dio por influjo del vasco y del sustrato en general, pero reconoce que sí se dio en el sur. Un hecho que podría demostrar que el castellano antiguo tenía un fonema /v/ labiodental es la situación de los dialectos de las lenguas vecinas, catalán y portugués, donde la distinción /v/-/b/ convive con su confusión, igual que en castellano. Tanto en portugués como en catalán hay dialectos que confunden B/V, mientras que los dialectos distinguidores tienen todos /v/ labiodental. Podemos constatar también que esos dialectos que confunden las grafías históricas B y V partían de una distinción previa donde una /b/ bilabial se oponía a una /v/ labiodental. Como el portugués y el catalán ocupan las áreas laterales de la Península Ibérica, podemos pensar que la existencia de la labiodental debía tener una extensión mucho mayor que la actual en territorio peninsular. Otro hecho que apoya la existencia de /v/ en castellano antiguo es la supervivencia de esa articulación en algunos dialectos del judeoespañol (en Bucarest, por ejemplo) que conservan muchos rasgos del español hablado en España en el siglo XV. ¿Por qué se perdió la distinción de las grafías B/V en español? Si suponemos que en español antiguo hubo una oposición del tipo /v/ labiodental opuesta a /b/ bilabial podemos pensar que la confusión se produjo del mismo modo que actualmente ocurre en catalán. De ser cierta esta teoría, el betacismo (articulación de /v/ como /b/) se produce en español por la conjunción de dos hechos fonéticos comunes a algunos dialectos catalanes y portugueses: una /v/ labiodental sin fricción audible, como la W del neerlandés, y una /b/ articulada aproximante o fricativa en contexto intervocálico(como la "b" o "v" actual en "pavo" o "sabor"). Como la distancia auditiva entre unas /v/ y /b/ aproximantes es muy estrecha, cuando confluyen los dos procesos mencionados el fonema /v/ desaparece absorbido por el fonema /b/. Es probable que el castellano antiguo, el portugués septentrional, el gallego y el occitano meridional compartieran ese mismo proceso que condujo a la eliminación temprana de la /v/ labiodental. Ningún dialecto español moderno conserva la antigua distinción entre las grafías B y V, pero frecuentemente hallamos una articulación labiodental /v/ en hablantes con conocimientos de lenguas extranjeras, concretamente el inglés o el francés. Esta tradición de pronunciar /v/ la grafía V tiene su origen en dos hechos concretos: la mayoría de las gramáticos españoles desde la época clásica describían una /v/ labiodental para la grafía V del español, además la mayoría de las lenguas cultas vecinas tienen /v/ por lo cual la confusión del español es vista por algunos como una pronunciación defectuosa. Este supuesto defecto de confundir B y V tuvo el amparo de la Real Academia Española, la cual aconsejó la pronunciación labiodental hasta su Ortographía de 1754. Actualmente ninguna autoridad normativa del español recomienda la distinción de B y V y se suele considerar que la articulación labiodental /v/ es incorrecta y afectada. A pesar de esta consideración, lo cierto es que muchos hablantes cultos de español, especialmente en América, producen a veces una /v/ labiodental, un hábito articulatorio que no constituye arcaísmo alguno ni responde a la pronunciación espontánea de ningún sujeto hispanohablante nativo. Como decíamos, esta distinción artificial, meramente ortográfica, de las grafías B y V se debe a la influencia de lenguas como el inglés o el francés donde sí existe una articulación labiodental para la V. Según los estudios realizados, casi todo el español habría perdido la distinción entre las grafías B y V en torno al siglo XV. La pérdida de esta distinción creó una gran confusión acerca del uso de estas dos grafías de modo que en el Diccionario de Autoridades de 1726 se modificó la ortografía de B o V en función de criterios etimológicos y no del uso que antaño distinguía, a nivel oral y escrito, las grafías de B y V. Siguiendo los nuevos criterios ortográficos la V del imperfecto de indicativo pasa a B, como en latín. Como ejemplos de la nueva ortografía encontramos que "cantava" pasó a "cantaba" y "cavallo" se cambió por "caballo" (comparar con portugués "cantava", "cavalo" y catalán "cantava", "cavall"). HistoriaSe corresponde a la letra V del alfabeto latino o romano moderno. La letra u latina proviene de la ípsilon griega, que también es el origen de la Y. La ípsilon a su vez procede del wau fenicio. La v se empleó en la época gótica, en posición inicial, cada vez con más frecuencia. Antonio de Nebrija defendió en 1492 la necesidad de distinguir en la escritura la vocal u de la consonante v, que sólo se consolidó a partir del siglo XVI. La v labiodental se conservó hasta los siglos XVI-XVII, pero ésta sólo se mantiene actualmente en el lenguaje judeo-español de Oriente. Representaciones alternativas
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Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |