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EL MANUSCRITO DE DANTE

Nick Tosches

 

 

 

 

 

LA FACTORIA DE IDEAS

Barcelona, 2007

ISBN: 9788498003253

317 págs., tapa blanda

 

 

En una cámara secreta de la biblioteca del Vaticano, aparece el objeto más extraño y valioso jamás descubierto: el manuscrito de La Divina Comedia, del puño y letra del mismísimo Dante.

 El sacerdote que encuentra este tesoro lo envía a su casa en Sicilia, donde cae en manos más terrenales. Y no mucho después, un escritor llamado Nick Tosches, ya cerca de la muerte y preparado para cualquier cosa, recibe la llamada telefónica de un amigo. Hay algo que quiere que vea, un manuscrito que necesita ser examinado para determinar su autenticidad. Tosches reconoce las páginas como lo que son... y se embarca en la aventura más terrorífica de toda su vida.

A medida que se desarrolla la historia, también lo hará un relato paralelo: la odisea, setecientos años antes, del propio Dante, un hombre que trata de tejer a partir de la crudeza de su humanidad un poema que contenga tanto la suma del saber del hombre como el mismo aliento de lo divino. Se trata de un reto tan letal como el que, siglos después, se librará por la posesión de su manuscrito.
El manuscrito de Dante es un trabajo de belleza y audacia asombrosas, la obra maestra en la que Nick Tosches ha estado trabajando durante años. Algunos encontrarán esta historia ofensiva; otros la declararán trascendente; pero todos coincidirán en que se trata, quizá, de la novela debatida con más fervor de la década.

 

[Reseña del libro en litteraemundi.blogia.com] De entrada, al ver la portada cuando recibí este libro, pensé mal: "otro intento de best-seller con una novela pseudo-histórica". Pero me equivoqué. Nick Tosches , en esta novela al menos, se amolda a lo que el editor dice de él en las solapas de la portada: "uno de los escritores más originales e individualistas en activo en nuestros días". Y resulta que sin ser una figura mediática, su obra tiene un gran reconocimiento literario, en especial sus biografías, de las que cabe destacar las de Jerry Lee Lewis y Michele Sindona, un financiero de la mafia que también aparecerá en esta novela. Por otra parte, Tosches es un escritor formado a sí mismo, procedente de un ambiente que en principio no haría posible imaginar su futuro en la literatura. Autodidacta en lenguas clásicas e italiano, es un especialista en la vida y la obra de Dante, lo cual demuestra en esta novela.

Nick es uno más de los personajes de esta historia, el protagonista junto con el propio Dante. La narración salta de un tiempo a otro y de un protagonista a otro protagonista. Y empieza fuerte. El pistolero Louie hace su "trabajo" en medio de un contexto de bajos fondos y sordidez en la Gran Manzana de Nueva York. En plan thriller psicológico, junto con la acción descarnada del asesinato a sangre fría y las relaciones sexuales apresuradas con una prostituta, las pinceladas de Louie presentan un cuadro del mafioso que disfruta con su forma de vida. Nick, también de origen italiano, tiene sus conexiones con la mafia, criado en un barrio, y una infancia, en el que la mafia es el único referente. "Tenía seis años cuando tomé por primera vez la vida de otro". "(...) Bueno, el caso es que un chaval estaba arrastrando una de esas carretillas rojas de metal, vieja y muy usada, llena de pilas de periódicos viejos y empapados. No recuerdo si lo blandía abiertamente o si lo sacó de la carretilla cuando llegué hasta él, o él hasta mí; pero recuerdo que blandí el cuchillo de carnicero en mi dirección y que me dijo: -Eh, chico, ¿tienes ganas de morir?. Sentí miedo. Pero, como comprendí después, no era el enorme cuchillo lo que me asustaba, ni tampoco el chico. Era la pregunta". "(...) Así que le di un puntapié en la espinilla con toda la fuerza de que fui capaz. Dejó caer el cuchillo de carnicero. Lo recogí. Lo apuñalé con él. El chico cayó hacia atrás (...). Salté sobre él y me puse a horcajadas sobre su vientre flaco, y le abrí la flaca garganta con la hoja del cuchillo, lo que le arrebató primero la voz y después la vida. No lo había matado a él, sino a su pregunta. Él se fue con ella".

Así de crudo, Nick Tosches confiesa su primer asesinato. No será el último. En medio, su estancia en Cayo Largo, su temor a morir por una gangrena en un nimio accidente de motocicleta y, sobre todo, sus reflexiones sobre el panorama editorial estadounidense y su papel en él. De verdad, entre las páginas 74 y 108 hace un repaso crítico de la conversión de los editores en ejecutivos comerciales que realmente merece la pena. La carta que dirige a sus editores, aunque pueda sonar populista, muy de intelectual inconsciente de la necesidad comercial para vender sus libros, es memorable por cómo pone en evidencia el desconocimiento que a menudo se tiene del "producto" que se quiere vender, atendiendo exclusivamente a sus estadísticas de venta, cifras y mercadotecnias varias. Sobre todo es interesante porque dibuja muy claramente las tendencias empresariales, totalmente ajenas a la cultura y al valor cultural de los libros, que se dan en las empresas editoriales, de medios de comunicación y de contenidos llamados culturales. Una tendencia, por lo demás, no privativa del mercado estadounidense.

En cuanto a Dante , su papel me ha resultado un poco más confuso. La novela nos acerca la vida del poeta italiano y sus tribulaciones en pos de la poesía perfecta, del verso capaz de capturar en palabras, rimas y ritmos todo el sentimiento, toda la emoción y toda la razón que quiere expresar. Casi una meta imposible que parece haber alcanzado con la Divina Commedia . Y es que la construcción de estos poemas aparece como una búsqueda vital, personal, a través de la filosofía medieval del momento, plena de simbolismos, mezcla de culturas y religiones. Ayudado por un viejo judío, custodio del códice del sello, con el símbolo de la Trinacria , el tres que está dentro del tres que está dentro del tres. En suculentas conversaciones entre Dante y el judío, conocemos buena parte del pensamiento simbólico de judíos, cristianos y musulmanes en torno a la existencia de Dios y su manera de comunicarse con el ser humano, las mezclas entre los pensadores de estas tres religiones, los misterios de la Cábala judía, las ideas aristotelianas de Tomás de Aquino o las aportaciones árabes.

En la alternancia de capítulos seguimos las peripecias de Nick Tosches, Louie, Jack el Largo y otros mafiosos, para hacerse con el único manuscrito existente, de la mano del propio Dante, de la Divina Commedia, hallado por casualidad en una cámara cegada en el sótano de la Biblioteca Vaticana; sacado a escondidas por el sacerdote responsable de la biblioteca, trasladado a Sicilia, lugar de origen de este sacerdote, y robado por Nick y Louie, un reguero de asesinatos acompaña el proceso de autenticación del manuscrito por media Italia. Y por otra parte, seguimos también a Dante, atrapado en su matrimonio mientras ama a la dama Portinari, a quien dedica sus poemas, la bella Beatriz. Condenado a muerte en sus luchas de poder en Florencia, finalmente exiliado y dependiente de los mecenas, recala en Rávena de mano de Guido Noveno da Polenta, mientras inicia la búsqueda de un sabio musulmán, de residencia desconocida en el centro de la Trinacria : el tres dentro del tres, dentro del tres, dentro del tres.

En definitiva, se trata éste de un libro muy recomendable que combina el trepidante estilo del thriller, de acción rápida y áspera, con la reposada narración y debate filosófico, al tiempo que describe la Florencia medieval y recorre el mundo occidental moderno, desde las playas de Cuba hasta los lujosos hoteles de Londres o París. Y todo en pos de un manuscrito de principios del s. XIV con la sola particularidad de contener el único vestigio del puño y letra del mismísimo Dante Alighieri.

 

El autor

nick tosches     

 

Nacido en Newark y criado en el bar de su padre, Nick Tosches es uno de los escritores más originales e individualistas en activo en nuestros días.  Aprendió de forma autodidacta griego clásico, latín e italiano medieval, y ha dedicado gran parte de su vida al estudio de la figura de Dante.

Es el autor de las biografías de Sonny Liston, Dean Martin, el financiero de la mafia Michele Sindona y Jerry Lee Lewis;  de algunos libros sobre música popular y de las novelas Trinities y Cut Numbers.  The Nick Tosches Reader recopila textos escritos durante treinta años de su carrera.

Actualmente trabaja como colaborador de Vanity Fair y vive en Nueva Cork.

 

AL FINAL DEL ARCO IRIS

Nick Tosches es uno de los mejores escritores de no-ficción del mundo anglosajón, y probablemente del mundo: ha encontrado el último fumadero de opio en China, se ha infiltrado en el Vaticano para acceder a sus archivos, ha conseguido entrevistas con mafiosos inhallables para cualquier otro, ha descifrado el misterioso manuscrito de Ezra Pound y hasta encontró gente dada por muerta durante años. Y sus crónicas, notas y libros están sobradamente a la altura de sus temas. Su última obsesión fue un idílico fondo de pantalla de Windows, y se convirtió en uno de sus casos más complicados.

 

Por Nick Tosches

Después de siete horas y casi igual número de cervezas, el técnico ha transferido todo de mi computadora vieja a la nueva. Está todo programado, sintonizado y listo para usar. El tipo de la computadora da un paso atrás, eructa y sonríe.

Yo miro desde el sillón el nuevo monitor pantalla plana análogo TFT-LCD de 19 pulgadas de alto contraste, resolución de 1280 x 1024, un ángulo de visión de 170 grados y una frecuencia de escaneo de 30-81 khz (horizontal) y 56-75 (vertical). O así me dijeron.

Lo que veo son las colinas verdes, el cielo azul y las nubes del paisaje en mapa de bits del condado de Napa, llamado Bliss (dicha), que es el fondo de escritorio por default de Windows XP. Parece una invitación al suicidio para un domingo a la tarde.

“¿Podés cambiar eso?”

El tipo de la computadora entra a las preferencias. Miro y veo un sendero rústico cubierto de hermosas hojas otoñales caídas de grandes y viejos arces que se inclinan, románticos y soñadores. Eso me gusta más. Y también es el comienzo de un cierto tipo de locura.

Me voy a Jersey, viajo a París, de ahí a la Península Arábiga, y después vuelvo a casa.

 

 

Autumn (Otoño): averiguar dónde fue tomada la foto usada como fondo de escritorio del Windows XP desató una investigación que involucró a un equipo de especialistas, magnates, bancos de datos y hasta a Bill Gates durante más de un año.

Me siento en el sillón y observo ese sendero rústico y esos viejos arces. A esta altura conozco el nombre de este fondo de pantalla, o wallpaper, o como se llame: Autumn (Otoño). Acercándome al escritorio para mirarlo con más detenimiento, veo algo oscuro, vago, al final del sendero. ¿Una cabaña? ¿Un puente cubierto? ¿Un granero? Quiero estar ahí, honestamente, en ese sendero, bajo esos arces, caminando lentamente hacia esa oscuridad, conjurando algo. Vuelvo a París, de ahí me voy a Tokio, después a Milán y al lago Como, y regreso a casa. Estoy cansado de todo y de todas partes. Sólo quiero ir a Otoño.

Es un caso sencillo, me imagino. Soy un buen detective. Encontré un fumadero de opio en Vientiane, China; me dieron entrevistas cardenales, mafiosos y sheiks; estafé al Vaticano para que me otorgara un doctorado y así poder acceder a sus archivos clasificados; descifré el críptico mensaje de Ezra Pound garabateado en su propia copia de los Cantos mientras estaba encerrado en el manicomio; encontré y entrevisté a la primera esposa de Phil Spector, dada durante años por muerta; encontré mi camino hasta la piedra sagrada de la Gran Madre, en Chipre; obtuve el número de celular de Charlotte Rampling; hasta estuve cerca de entender la segunda página de mi declaración de impuestos. Encontrar el lugar donde fue tomada una foto –una foto ubicada en millones de pantallas de computadora– parecía la nada misma. Qué tontos somos los mortales. Al cliquear sobre la foto y pedir las propiedades de la imagen, la respuesta que se despliega es: “¿qué es esto?”. Exactamente mi pregunta.

Yendo más en profundidad, un archivo llamado “propiedades de otoño” revela sólo que es un “theme file” de Windows de 5 kb. Cuando trato de averiguar qué es un “theme file”, el Centro de Ayuda de Windows sugiere: “chequee su ortografía”. Bueno, mierda, alguien en Microsoft debería saberlo. Pero de acuerdo a cómo terminaron las cosas, si lo saben, no lo dicen.

La curiosidad se vuelve deseo, y el deseo obsesión. Varios amigos se involucran en mi búsqueda. Ya no quiero meramente encontrar Otoño e ir ahí. Ahora quiero ir y buscar un pequeño lugar para vivir cerca del sendero cubierto de hojas secas. Editores de fotografía, editores de editores, chequeadores de datos, investigadores, técnicos de computadora y muñecos de computadora: todos ellos se convirtieron en mi variopinta y devota tripulación, que empezó a ser conocida como el Equipo Otoño.

Cada miembro del Equipo Otoño empieza como lo hice yo, confiado en que encontrar la locación registrada en la foto sería una cuestión rápida y sencilla. Mientras pasan los meses, varios de los voluntarios, en vez de reconocer la derrota, se escudan en la premisa exculpatoria: “A lo mejor es una imagen generada por computadora”, y vuelven a sus vidas reales.

Las preguntas a Microsoft son reenviadas a la firma de relaciones públicas Waggener Edstrom. El siguiente intercambio de mails entre un integrante del Equipo Otoño y un miembro del Equipo de Respuesta Rápida de Waggener Edstrom es representativo:

“Hola, soy un periodista que está escribiendo sobre arte para escritorios de computadora y tengo una pregunta: ¿podrían decirme el nombre del fotógrafo y la locación de la imagen de wallpaper que viene con Windows XP llamada Otoño? Envío la imagen exacta como archivo adjunto. Sé que éste es un pedido inusual; cualquier ayuda que me puedan dar será muy apreciada.”

“Me alegra recibir esta consulta. Por favor, deme la oportunidad de conectarme con colegas para transmitirles su inquietud. ¿Necesita esta información para un artículo? Y de ser así, ¿cuál es su fecha límite de entrega y cómo usará la información?”

“¡Gracias por contestar tan rápido! Sí, es para un artículo. Mi fecha límite es el 10 de julio. El artículo es sobre las maneras en que los wallpapers afectan los hábitos de trabajo de la gente. Esta fotografía en particular es mi favorita, y voy a escribir sobre las formas en que ha inspirado y estimulado mi imaginación para escribir. Averiguar quién tomó la foto y, en particular, dónde lo hizo, serán datos muy importantes para el artículo. Por supuesto voy a citar su asistencia en nombre de Microsoft y enviar copias cuando se publique. Gracias otra vez.”

“Hola. Le respondo su último email y me he conectado con colegas a propósito de su consulta. Desafortunadamente, no podremos contribuir en esta oportunidad. Le pido disculpas por los inconvenientes. Saludos.”

“¿Puede decirme por qué no? Gracias.”

“Hola. Desafortunadamente no estuve presente en el proceso de decisión sobre su pedido y no puedo comentar sobre las razones de mis colegas. Le pido disculpas por las molestias. Le sugiero que acuda a Internet para más información sobre las imágenes. Saludos.”

Veo gente con capuchas y capas negras sentadas alrededor de una mesa, atadas por un juramento de sangre: nunca divulgar la latitud y la longitud de Otoño. ¿Por qué este muro de silencio y secreto? Nunca antes supe de una compañía que se niegue tan resueltamente a la buena publicidad.

Los miembros del Equipo Otoño me empezaron a hacer comentarios raros: “Hay caballos cerca. No se los ve, pero, ahí, mirá ese corral medio derrumbado a la derecha. Es un corral para caballos”.

“Creo que es algún lugar de Vermont. Me da la impresión de que es Vermont.”

Entonces, le escribo al Departamento de Turismo del estado de Vermont y me responden: “Creemos que esta foto es de un banco de imágenes que venía con MS Windows hace unos años. En todo caso, no es de nuestro banco de imágenes... He consultado al editor de la revista Vermont Life para ver si le resulta familiar”.

En lejanos y nebulosos resultados de una exhaustiva búsqueda de imágenes en Internet, Otoño aparece casi acechante, con el nombre de “Tierno Otoño” en un sitio llamado art-screensavers.com. Despachamos una súplica: “¿Puede decirme por favor dónde fue tomada la fotografía ‘Tierno Otoño’?”. La respuesta es rápida y amigable, aparentemente desde Rusia: “Esas fotos llegan a nosotros a través de nuestros amigos, así que desconozco su origen. Pero conozco el origen de las fotos de los salvapantallas llamados Fallen Leaves. Es el Jardín Botánico de Moscú. Los mejores deseos para esta Navidad, Roman Rusavsky”.

Le pregunto al millonario S.I. Newhouse si conoce a Bill Gates. Le pregunto a la gente en los bares si conoce a alguien que trabaje en Microsoft. Mi email a Gates-bill@microsoft.com sigue sin respuesta, pero sé que él es el dueño de la imagen. Es dueño del Código Leicester de Leonardo Da Vinci. Es dueño de todo. Debe ser dueño de Otoño la foto, si no del verdadero lugar. Y al menos una de las 70 mil personas que trabajan para él –o él mismo– debe saber dónde se tomó la foto, o quién lo hizo.

Es dueño de Corbis, que alberga unos 70 millones de fotos. Resulta que la biblioteca de Corbis, a través de la que Bill Gates está dispuesto a venderme fotos de mí mismo, tiene unas 5000 imágenes archivadas bajo el nombre de “Otoño”. Comienzo una metódica búsqueda mirando cada una de ellas. Casi en la mitad de la tarea, la encuentro: CB047623 (“Hojas de otoño cayendo sobre sendero”). Otras fotos de Corbis incluyen los datos de autor, fecha de la fotografía e información sobre la locación. Es día de pago. Hago clic sobre la imagen para pedir detalles. Lo único que consigo, y nada más, es: “Fecha de la fotografía: octubre de 1999”.

“Querido Corbis...”

Encuentro una imagen del fotógrafo James Marshall, que vive en Brunswick, Maine. La foto, de arces otoñales en Hadley, Massachusetts, me recuerda a Otoño.

“Perdón, Nick –me dice–, pero ésta no es mía.”

Algunos trataron de consolarme. “Mierda, debe estar cerca de un depósito de residuos tóxicos.” Mi amigo Bruce sugiere que debe haber un elemento siniestro: “Puede ser como en Blow-Up. Algo malo puede estar sucediendo al final del sendero. Quizá por eso no quieren decirte nada”.

Pero, ya sean residuos tóxicos o cadáveres, no me importa. Otoño me espera. En algún lugar. Sí. Al final del arco iris. Sí. Y lo voy a encontrar.

Un email llega en respuesta al que le envié a Bill Gates. No es del Gran y Malvado Bill sino de alguien que trabaja en algo llamado exchange.microsoft.com. “La locación de la foto es Campbellville, Ontario, Canadá.”

¡Guau!

Ahora sólo necesito el nombre del fotógrafo para que me lleve al hogar donde nunca he estado.

“El banco de imágenes Corbis no quiere dar el nombre del fotógrafo

porque es dueño de los derechos de la imagen.”

Yo no quiero pasar sobre ningún derecho. Por favor. Sólo quiero el nombre del fotógrafo.

“Mucha suerte.”

Me dirijo a Campbellville en busca de ayuda. Sociedades históricas, la cámara de comercio, dueños de posadas, inmobiliarias, bibliotecas, estancias con caballos. Nadie puede identificar el lugar. Llamo a Graydon Carter, mi editor en Vanity Fair: “Ya sabés que estoy loco, pero...”.

Me llama Ann Schneider, la editora jefa de investigación fotográfica de la revista. Ahora me refiero a ella con otros títulos: diosa, interventora divina –porque me ofrece, recuperado por su magia, el nombre del fotógrafo: Peter Burian–.

Salgo del vaso de cristal y del whisky y sonrío ampliamente. Pero pronto la sonrisa, como el whisky, desaparece.

Peter, que vive en Milton, Ontario, dice que sí, le dijo a Corbis que la imagen fue tomada en Campbellville, pero, “cuanto más lo pienso, puede haber sido cerca de Kilbride”. Sale con el coche, busca en Campbellville y en Kilbride. “No fue en ninguno de los dos pueblos”, reporta. “Me equivoqué.” Pero “sé que está en un radio de 100 kilómetros de mi casa en Milton”. El mismo se refiere a este asunto como “una aguja en un pajar”. El hombre que encontró Otoño ha perdido a Otoño.

Pero ahora está tan obsesionado como yo. Se está yendo a París por diez días, y tiene que terminar mucho trabajo antes. “Y la nieve derretida no es buena” para vagar por caminos rurales. Pero “soy un tipo terco: vamos a encontrar la locación”.

Mientras tanto, ante la primera mención de Kilbride, yo le escribo a un puñado de gente en Burlington, el lugar más cercano a Kilbride que tiene un puñado de gente a quien escribirle. Recibo respuesta de Jane Irwin, una archivista voluntaria de la Sociedad Histórica de Burlington. “Kilbride es parte de la ciudad de Burlington, pero en el área rural del norte, accesible sólo por auto. No manejo, y no he estado allí en por lo menos diez años, pero el sendero me resulta vagamente familiar. Basándome en el corral y en el granero del fondo, apenas visible, me parece que es un camino que lleva al sur, a la vieja propiedad de los Harris.”

Aunque Kilbride ha sido descartado, le paso la sugerencia de Jane a Peter, que va a revisitar el pueblo el sábado siguiente. Esa noche, recibo de él las palabras que he estado deseando escuchar durante más de un año: “Lo encontré”.

Así que aquí estoy, sentado en una mañana de domingo de invierno, con una taza de café barata en la mano en vez del vaso de cristal, sonriendo con más serenidad. Como dijo una vez alguien más sabio que yo, nadie con un mapa decente necesita del arco iris.

 

 

 

Otras portadas y ediciones:

 

 

La mano di Dante

 

Edición italiana

 

 

 

Edición inglesa

 

 

Edición francesa

 

 

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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