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LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS PERDIDOS

Stuart Kelly

 

 

 

LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS PERDIDOS 

 

 

 

Editorial Paidós

Barcelona, 2007

ISBN: 9788449319853

Titulo original: The book of the lost books

Traducción: Miguel Candel (p.1 a 208) y Marta Pino Moreno (p.209 a 388)

Ilustraciones: Andrzej Krauze

388 págs., 23,3 X 15,5 cm.

 

 

 

Peculiar e ingenioso, este libro es una curiosa mezcla de novela policíaca, ensayo histórico e informe, la primera guía sobre lo que pudo haber sido y no fue en la literatura.


Con una prosa atractiva y sugerente, el autor nos describe con detalle, desde los tiempos de las pinturas rupestres hasta finales del siglo XX, las fascinantes obras perdidas de grandes autores célebres: Heracles, el escenógrafo de Aristófanes fue una de las comedias perdidas del dramaturgo; Trabajos de amor ganados fue tal vez una continuación de Trabajos de amor perdidos, obra de Shakespeare, ¿o era quizá un título alternativo de La fierecilla domada?; la novela inconclusa de Jane Austen titulada Sandition era una crítica a la hipocondría y los tratamientos médicos recibidos cuando la autora estaba gravemente enferma; Nikolai Gogol quemó la segunda mitad de Almas muertas después de una conversión religiosa que lo convenció de que la literatura era paganismo; algunas de las mil páginas del manuscrito de El almuerzo desnudo de William Burroughs fueron robadas y vendidas por unos granujas; el viudo de Sylvia Plath, Ted Hughes, aseguró que las 130 páginas de la segunda novela de su esposa, tal vez inspiradas en su matrimonio, se perdieron tras la muerte de la autora.


Estos eslabones destruidos (el retrato de Sócrates en las Fábulas de Esopo), extraviados (Ultramarino, de Malcolm Lowry, obra que alguien sustrajo del coche del editor), inconclusos por la muerte del autor (La presa de Hermiston de Robert Louis Stevenson) o nunca iniciados (Habla, América de Vladimir Nabokov, segundo volumen de sus memorias) constituyen sin duda la historia de la literatura en un mundo paralelo. En definitiva, La biblioteca de los libros perdidos es en sí un formidable hallazgo.( en la solapa del libro)

 

 

Imagino que muchos de ustedes están al tanto de que uno de los escritores más geniales e imprescindibles del siglo XX, el checo Franz Kafka, dejó encargado a su amigo Max Brod que destruyera a su muerte todas sus páginas inéditas. Siempre he pensado que tal petición la hizo Kafka con la boca pequeña, pues si tanto interés tenía en que su trabajo literario jamás viera la luz ni estuviera al alcance del público, lo más sencillo y lógico hubiera sido destruirlo él mismo, quedándose así con la completa seguridad de que su objetivo iba a cumplirse. Pero no, efectuó un encargo que jamás fue llevado a cabo, de lo cual los lectores y la humanidad en general debemos alegrarnos, pues de otro modo obras fundamentales como América, El proceso, El Castillo o Carta al padre no habrían vivido en las páginas impresas de un libro y no formarían parte esencial de la conciencia occidental del pasado siglo.

La anécdota siempre me ha hecho pensar en la importante cantidad de títulos que sí se han perdido para los lectores por causas de lo más variopintas, obras de autores desconocidos que murieron en el más completo anonimato y sin lograr ver una sola página impresa con su nombre, o por el contrario, de autores conocidos, incluso aclamados y con una legión de seguidores esperando la aparición de cualquiera de sus escritos.


Precisamente de estos últimos casos es de lo que trata el libro del británico Stuart Kelly, La biblioteca de los libros perdidos, y que no hace mucho apareció en español gracias a la editorial barcelonesa Paidós. Kelly, nuestro autor de hoy, estudió lengua y literatura inglesa en Oxford, es crítico del Scotland on Sunday, y vive en una de las ciudades más hermosas y literarias de Europa, Edimburgo. Puedo dar fe.


A lo largo de las casi 400 páginas de este libro magníficamente editado, Stuart Kelly nos acerca a la historia de decenas de libros que nunca llegaron a serlo por diversos motivos: la destrucción (el retrato de Sócrates que debería aparecer en las Fábulas de Esopo), la pérdida (Ultramarino, de Malcolm Lowry, que fue robado del interior del auto del que iba a editar la obra), la desaparición del autor (caso de La presa de Hermiston de R. L. Stevenson, al que la muerte alcanzó antes de poner el punto final), la destrucción (Gogol arrojó al "fuego purificador" la segunda parte de Almas muertas tras experimentar una conversión religiosa que le hizo pensar que toda literatura sólo era una forma de paganismo), el robo (a William Burrouhgs le robaron el manuscrito de El almuerzo desnudo), o simplemente la no escritura (así ocurrió, por ejemplo, con el que debería haber sido el segundo volumen de las memorias de Vladimir Nabokov, Habla, América).


De todas estas obras, y de muchas más que muy probablemente formarían parte de una buena biblioteca si hubieran visto la luz, habla Stuart Kelly en este entretenidísimo y bien documentado libro en el que obra tras obras perdida, robada, destruida, no concluida y no escrita, se van llenando las estanterías de una hipotética biblioteca de libros perdidos.


¿Cuál es quizá el mayor inconveniente de este volumen? Que como suele ser habitual en los autores anglosajones, se centra en exceso en los títulos perdidos de su propia tradición literaria, y son los autores británicos y estadounidenses quienes abrumadoramente llenan estas páginas. El único español que merece la atención de Kelly es el de casi siempre, Cervantes, pero ni los franceses, ni los alemanes, ni mucho menos los italianos, por hacer algunas menciones, salen mejor parados. Sólo los libros perdidos escritos o pensados por los clásicos grecolatinos pueden competir en espacio con los escritores en inglés.


Con todo, la lectura del libro es una verdadera delicia, páginas que invitan a continuar con la aventura lectora en todo momento y en casi cualquier circunstancia. Por cierto, en estos días en los que nos enteramos por la prensa de que a Spielberg y a Coppola les han robado material básico de las que iban a ser sus próximas películas, me pregunto si podría hacerse un libro sobre las películas perdidas, y, por qué no, sobre las pinturas perdidas, las partituras, fórmulas matemáticas, descubrimientos científicos, los planos de edificios, las esculturas... ¿Cuánto material creativo y artístico de inmenso valor se habrá extraviado y destruido a lo largo de la historia? ¿Estaríamos como género en el mismo lugar en el que estamos ahora si esas obras tan diversas del esfuerzo y el talento humano hubieran sido realidad y se hubieran conservado? Vayan ustedes a saber, les dejo dedicando unos segundos a pensar en el asunto.

(Juan Antonio González Fuentes en ojosdepapel.com)

 

 

La biblioteca de los libros perdidos funciona, efectivamente, como una pequeño recinto de anécdotas, una guía de pistas, un conjunto de indicaciones y sugerencias, un recuento de fascinantes historias de autores tocados por la contradictoria fortuna del genio. Al sumergirse en sus páginas, esta “biblioteca” funciona como un hipertexto capaz de generar el deseo de investigar casi cada uno de los casos expuestos: textos literarios, como todas las obras teatrales de Agatón y alguna de Shakespeare y Molière, novelas de Malcom Lowry y Camoens, los diarios de Philip Larkin, poemas de Manley Hopkins y textos beat perdidos en el fragor de la época; y también textos teóricos, como el segundo libro de la Poética de Aristóteles (sobre el que se especula en El nombre de la rosa, de Umberto Eco) o los ensayos desaparecidos de Saussure y Bajtin.

Pero los artículos no hablan en todos los casos de libros que se perdieron, sino de libros que pudieron haber sido escritos, de libros inacabados. Estas dos últimas categorías configuran en realidad la mayor parte del libro: fantásticos proyectos literarios que nunca llegaron a ver la luz, porque las circunstancias no lo hicieron posible. «El filósofo Boecio nunca llegó a elaborar su demostración de que Platón y Aristóteles estaban en perfecto acuerdo […] y quién sabe si sir Arthur Conan Doyle no podría haber tenido la intención de revelar la verdadera historia que había detrás de “la rata gigante de Sumatra”, a la que Watson aludió en cierta ocasión mientras Holmes se hallaba ocupado en casos más inmediatos. ¿Habría sido Gaia, de Thomas Mann, la obra maestra que este creyó que podía ser?».

El estilo es concienzudamente sencillo, consigue serlo para poder insertar en sus accesibles párrafos algunos temas un poco más académicos de lo que es frecuente entre este tipo de ensayos concebidos para grandes tiradas. Consigue encontrar el equilibrio entre la lectura fluida y la aportación de datos poco conocidos respecto al devenir de los libros y los autores. La verdad es que es uno de esos libros que pueden ser agradecidos por muchos tipos de lectores, pues contiene las dosis de investigación y misterio, de historia, y de avatares literarios que forman parte de numerosos best-sellers actuales, con la diferencia de que todo lo que cuenta es verdad, o, al menos, lo parece.
Las ilustraciones de Andrzej Krauze enriquecen el texto con pinceladas de humor poético, y participan de esa rara cualidad atemporal que algunos ilustradores consiguen imprimir a sus dibujos.
Se podría emparentar este ensayo con Falsarios y Críticos. Creatividad e impostura en la tradición occidental, de Anthony Grafton (Crítica, 2001) y con Una historia de la lectura, de Alberto Manguel (Alianza, 2001). Pero, sobre todo, con la Invisible Library, un proyecto electrónico en el que se reseñan todos los libros que sólo existen dentro de otros libros.
Encuentro dos maneras de completar este libro: la primera sería incluir en él más autores procedentes de ámbitos no anglosajones, pues a pesar de que en el comienzo del libro se habla del inicio de la escritura y la literatura como algo vagamente global, después el compilador avanza muy focalmente hacia el contexto que conoce. La realidad es que sólo se recogen en el volumen literatos africanos de la antigüedad, cuatro escritores asiáticos y dos árabes. En este sentido, sería raro que un solo escritor poseyera los recursos bibliográficos de literaturas en idiomas muy diferentes, y se haría necesario un trabajo en equipo.
La segunda posible reparación me parece más necesaria, y la ausencia de este segundo grupo de escritores es menos justificable, a pesar de la disculpa que se incluye en el prólogo: «Virginia Woolf trató de imaginar a la hermana de Shakespeare, pero la naturaleza inexorable e inalterable del pasado da al traste con cualquier intento de poner un nombre a quienes se vieron privados incluso de una fantasmal existencia perdida». Stuart Kelly sólo nos habla de los libros perdidos que habrían sido más valiosos o importantes para el canon occidental, es decir, la clásica lista de los hombres, y entre casi 80 autores sólo encuentra la manera de hablar de cuatro mujeres (ni siquiera menciona la extendida teoría, que sí recoge el canonista Bloom, de que una de las primeras fuentes de la biblia pudo ser una mujer) como si no hubiera nada que decir respecto a tantas producciones literarias sistemáticamente olvidadas, desplazadas, ninguneadas por la crítica, por los antólogos, por libros excluyentes como éste.(Sofía Rhei en latormentaenunvaso.blogspot.com)

 

 

 

 

El autor

 

 

 

 

Stuart Nelly estudió lengua y literatura inglesas en Balliol Collage, Oxford, donde se licenció con honores.  Es crítico habitual de Scotland on Sunday y vive con su esposa en Edimburgo.

 

 

Stuart Kelly explica en el prólogo que desde chico fue un gran coleccionista, primero de series de TV, luego de libros. Era el clásico chico presa de la febril necesidad de poseer las obras completas de sus favoritos y los ejemplares ordenados por color de cada colección. Hasta que se dio cuenta de que el fetichismo tenía un límite, que trascendía toda persecución del libro difícil. Nunca iba a tener las tragedias completas de Sófocles ni Esquilo, por ejemplo, porque estaban perdidas para él y la humanidad. Desde entonces, cuenta, comenzó a hacer, con la misma compulsión, una lista de aquellos libros que nunca tendría, una colección sublimada de lo que nunca llegaría a leer.

 

 

 

Otras portadas y ediciones:

 

 

 

Book Of Lost Books The Book of Lost Books

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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