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DEL TAMAÑO DE LA BIBLIOTECA

 

En el siglo VII AC, Euribio de Mileto en "Del Cielo y de la Tierra" insinuó la existencia de una biblioteca en cuyos estantes reposaría un ejemplar de todas las composiciones literarias, escritas, narradas o cantadas. Años más tarde, su coterráneo Tales narró cómo Euribio comenzó a atesorar cuanto ejemplar arribaba a sus manos, sin haber logrado gran resultado al momento de su muerte. Deplorablemente para la memoria del precursor, "Del Cielo y de la Tierra" se perdió para el mundo (Werner Godfrid, en "De pérdidas irreparables", Munich 1875, dictaminó que el último ejemplar desapareció en el incendio de la Biblioteca de Alejandría) y sólo ha perdurado la indirecta mención de Plotino citando a Sócrates quien solía citar a Euribio.

    Platón intuyó que el arquetipo del Libro carecía de sentido si se lo suponía único. Debió así imaginar un arquetipo para "La Odisea", otro para "La Ilíada", y así para cada terrestre libro. De allí a concebir una biblioteca perfecta (arquetípica a su vez) que contuviera un ejemplar de todos los libros, no solo los escritos, sino de los que se escribirían en el futuro y también de los que nunca serían escritos, no hubo más que un breve trecho. Es de lamentar que también se perdiera la parte de su obra donde describía esas elucubraciones (Werner Godfrid, op.cit.)

    El historiador romano Plinio el Viejo sostuvo -en párrafos no muy recordados- que la Biblioteca de Alejandría, torpe remedo de la biblioteca platónica, perseguía el sueño de Euribio, y que incluso en los primeros tiempos le fue consagrada y llevó su nombre.

    Hacia el año 1138 -cronología cristiana-, en Bagdad, el árabe herético Al-quasim (protegido del Califa Harum el Oman ) esbozó sus propias ideas sobre el tema. Es dudoso que conociera la conjetura de Euribio, aunque seguramente sí las ideas platónicas. Fue decapitado en el año 1139 (tres días después de la muerte de Harum), no sin antes oír de sus jueces que era injurioso para la divinidad suponer que una biblioteca universal necesitara más que un libro: El Corán.
    Johannes Gutemberg (1397-1468) de Maguncia, avanzó hacia la concreción de esos sueños, aportando la posibilidad mecánica de multiplicar con facilidad cada obra literaria.

En 1622, Paul Guldin había escrito una obra titulada Problema arithmeticum de rerum combinationibus (cf. Fichant, 1991, pp. 136-138), en la que había calculado todos los términos que se pueden generar con 23 letras, independientemente del hecho de que estuviesen dotados de sentido y fuesen pronunciables, pero sin calcular las repeticiones; el resultado era que el número de palabras (de longitud variable entre dos y veintitrés letras) superaba los setenta mil tallones (para escribirlas se necesitaría más de un cuatrillón de letras). Para podernos hacer una idea de este número imaginemos que todas estas palabras se escriben en libros de actas de mil páginas, de 100 líneas por página y 60 caracteres por línea: se necesitarían 257.000 billones de libros de registro de este formato; si hubiera que colocarlos en una biblioteca, cuya disposición, tamaño y condiciones de circulabilidad estudia Guldin por separado, y se dispusiera de construcciones cúbicas de unos 132 metros de lado, capaz de albergar cada una 32 millones de volúmenes, se necesitarían 8.052.122.350 bibliotecas de estas características. Pero, ¿qué reino podría contener tantos edificios? Calculando la superficie disponible en todo el planeta, ¡sólo podríamos colocar 7.575.213.799! 

La imprenta le permitió a Kurd Lasswitz, catedrático de Filosofía en la Universidad de Gotha, componer un texto que resumía las intuiciones de Euribio y sus seguidores, "La Biblioteca Universal" (1901). Volcó cálculos: dedujo que considerando tan solo los ejemplares que no tienen más que una letra (cualquiera de ellas) en alguna hoja (cualquiera de ellas), permaneciendo el resto en blanco, se cuentan 100 millones de volúmenes. Observó sin ironía que entre los incontables libros se hallarían muchos engañosos: "un volumen puede comenzar con las palabras “Historia de la guerra de los treinta años” y continuar “Tras las nupcias del Príncipe Blúcher con la reina de Dahomey que fueron celebradas en las Termópilas...". El número total de los textos fantasmales, calculó, es de 10 elevado a la potencia 2.000.000, o lo que es lo mismo con dos millones de ceros. Ocupan un volumen equivalente a 1.999.940 universos como el conocido.

    George Gamow, profesor de Física Teórica en la Universidad George Washington y conocido divulgador científico, en "One, Two, Three...Infinity" trata el problema de la línea impresa, imaginando una máquina puesta a imprimir perpetuamente las distintas combinaciones de los signos alfabéticos. Rápidamente revela que además de los galimatías, se hallarían todas las páginas de Shakespeare, cada línea de prosa y poesía, "cada nota de amor, cada nota al lechero". Y también lo que habrá de escribirse en los siglos venideros. "La poesía del siglo treinta, los descubrimientos científicos del futuro, los discursos que se pronunciarán en el Congreso de los Estados Unidos durante el 500° período parlamentario, y relatos de accidentes del tránsito interplanetario del año 2344". Si cada átomo del universo, especula, fuera una prensa separada trabajando continuamente desde la creación del universo, imprimiendo a la velocidad de las vibraciones atómicas, hasta ahora sólo se habría impreso ¡el 0,03% del total de combinaciones posibles!


    En el año 1941 Jorge Luis Borges, en "La Biblioteca de Babel", describió prolijamente la arquitectura, el tamaño y la ubicación de los libros, su formato, cantidad de páginas, renglones y letras. Economizó los caracteres utilizables, tan solo 25 contra los 100 empleados por Lasswitz. Señaló que casi siempre las letras en el dorso del libro no guardan relación con el contenido. Entre su prolija enumeración está el catálogo y compendio de todos los libros. Tal vez no quiso incluir el libro imposible intuido por Bertrand Russell: el catálogo de todos los catálogos que no se contienen a sí mismos.

    En "Cosmos", Carl Sagan numeró en 10 a la 80 potencia el total de partículas en nuestro universo; comprimiendo los espacios interatómicos, de 10 a la 182.

    Son magnitudes ridículamente pequeñas con respecto a las de la biblioteca total.

 

 

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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