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ENTRE NÚMEROS Y LETRAS: INFINITO ABISMO Pablo María Sorondo
El escritor argentino más reconocido en la literatura internacional juega en el abismo infinito de números y letras. El mundo de las matemáticas, en especial, es uno de los importantes protagonistas ocultos en toda su obra. Secretos, sutilezas, enigmas, infinitos y paradojas en la narrativa de Borges.
Igual que el color negro, Borges combina bien con todo. El apellido del escritor argentino ha acompañado innumerables ediciones sobre Borges y... la disciplina que se quiera. Esta tendencia a asociar al escritor con la totalidad del universo, se ha acelerado con el centenario de su nacimiento, y se encuentran hoy miles de libros que relacionan su prosa con las más extravagantes ramas del saber. Aquí viene un ejemplo simpático: en el libro Borges y la Ciencia, Marcelino Cereijido se propone hablar de Borges y la biología. Pero pocas páginas más adelante, después de aventurar algunas hipótesis, Cereijido confiesa, derrotado: "No he sido capaz de encontrar una relación significativa entre la obra de Borges y la biología clásica". Ahora bien, de haberse dirigido hacia otros campos, nuestro científico jamás hubiera pasado por tamaña frustración. El propio escritor dio cuenta de su pasión por las matemáticas en "La doctrina de los ciclos" (de "Historia de la Eternidad"): "El indoloro y casto despilfarro de números enormes obra sin duda ese placer peculiar de todos los excesos". Borges sabía de matemática, le interesaba la abstracción filosófica fin en sí, y estaba obsesionado por muchos de sus laberintos En su carácter mixto de lógica y absurdo, las afirmaciones verdaderas inverosímiles eran una golosina bien apreciada por Borges. Muchos de sus cuentos reposan sobre alusiones a la geometría y el rigor matemático, sumado a la presencia de astutas paradojas. "La Biblioteca de Babel" es uno de ellos: "La Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira", dice el relator.
Allí se plantea un universo-biblioteca formado por infinitas salas
hexagonales, donde se encontraría el "catálogo de catálogos", cifra de todos los
demás, el origen de la Biblioteca y del tiempo: "En algún hexágono (razonaron
los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de
todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios",
describe Borges.
En su artículo "La matemática biblioteca de Babel", Claudio
Salpeter ofrece esta explicación: "Supongamos que el conjunto A es el catálogo
de catálogos y A1, A2, A3 son los catálogos existentes en la interminable
Biblioteca. Simbólicamente tenemos: A={A1,A2,A3}. Nos encontramos con un
catálogo que no está catalogado, el A. Deberíamos armar un catálogo B que lo
incluyera: B={A,A1,A2,A3}. Ahora no está el catálogo B...", y así ad
infinitum.
Otra recurrente idea borgeana es una analogía geométrica. El
símbolo del Aleph, en el relato, se asemeja a un hombre que señala al cielo y a
la tierra: el intento humano de acceder a lo infinito. Y esa es la propuesta al
describir el Aleph. De hecho, se dice: "Cómo transmitir a los otros el infinito
Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca". Entonces recuerda la esfera de
Alanus de Insilus, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en
ninguna. Lejos de ser un trabalenguas matemático, es más simple de lo que
parece. Puede entenderse así: imagine un círculo compuesto por otros círculos,
también compuestos por círculos, que a su vez contienen más círculos, y así de
forma ilimitada. Muchos de los textos de este escritor argentino poseen obvios tramos matemáticos; pero aunque no hubiera huellas, la misma prosa borgeana, por su estilo fundamentalmente ensayístico y lógico, encierra una similitud con el pensamiento matemático. Borges procede recopilando historias mediante la construcción de analogías, donde lo individual se pierde sobre lo genérico. Dice Martínez: "Borges, les gusta creer a los matemáticos, escribe exactamente como lo harían ellos si los pusieran a prueba". Aunque no demos valor intelectual a aquellas consideraciones sobre los infinitos y las paradojas, también resulta comprensible que el escritor las estudiara con gran devoción. Su vida transcurrió en un ácido sarcasmo que, pese a su implacable maleficio, no le impidió desarrollar su genio. Es lo que Borges denuncia en su "Poema de los dones": "Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche".
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Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |