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BIBLIOFILOS CÉLEBRES

 

 

BIBLIOFILOS ESPAÑOLES

 

 

EDAD MEDIA Y RENACIMIENTO

 

Alfonso X el Sabio

(1221-1284) Poeta en gallego y patrocinador de obras capitales en castellano: hasta nuestros días han llegado códices suyos como las Cantigas, el Lapidario y el Libro de los juegos. Muchos de ellos se conservan en la Biblioteca del Monasterio del Escorial.

Juan Fernández de Heredia

(1310-1396) Fue escritor, mecenas, político y diplomático aragonés al servicio de Pedro IV de Aragón y gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén.

Heredia fue el patrocinador de un escritorio similar al que en Castilla produjo Alfonso X El Sabio. La mayor parte de su obra manuscrita fue a parar a manos de don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, mientras que otros ejemplares recayeron en la biblioteca de Benedicto XIII, el "Papa Luna". Finalmente se conservan en su mayoría en la Biblioteca Nacional y escurialense, donde acabaron llegando desde las colecciones reales. Toda su obra fue vertida en su redacción definitiva al aragonés.

Pedro de Luna (Benedicto XIII)

(1329-1423)  Llegó a reunir 2000 volúmenes, que se dispersaron poco después de su muerte.

Iñigo López de Mendoza (Marqués de Santillana)

(1398-1458) Político, militar y poeta, hombre de gran cultura y gran admirador de los clásicos. En su palacio de Guadalajara logró reunir una importante biblioteca, parte por compra de códices procedentes de otras, y parte por encargo personal, principalmente a talleres florentinos.

Bastantes de sus libros pasaron a sus descendientes, los duques del Infantado, y desde 1886 se conservan en la Biblioteca Nacional.

Lope de Barrientos (Obispo de Cuenca)

(1382-1469) Fue uno de los clérigos más importantes de la Corona de Castilla. Mandó a la hoguera los libros de Enrique de Villena, con fama de nigromante.

Enrique de Villena

(1384-1434) Enrique de Aragón, “el nigromántico”, fue Maestre de la Orden de Calatrava y cultivó la poesía, la medicina, la astronomía y la teología. Parce ser que no perdió todas sus obras en la hoguera y pudo rescatar parte de ellas.

Pedro González

(I Cardenal Mendoza)

(1428-1495) Hijo del Marqués de Santillana. Tuvo una rica biblioteca de la que se conservan algunos ejemplares en la BN; otros los donó al Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid, con orden de que “fueran ligados con férreas cadenas”.

Reina Isabel la Católica

((1451-1504) Reina de Castilla y León, y reina consorte de Sicilia y Aragón, fue la primera bibliófila española. Formó una gran biblioteca, que se conserva en su mayor parte en El Escorial, aunque quedan algunas obras litúrgicas en la Capilla Real de Granada, y su Breviario, que está en la BN.

Rey Alfonso el Magnánimo

(1416-1458) Alfonso V de Aragón o Alfonso I el Sabio, fue rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña, Nápoles y conde de Barcelona. Fue un genuino príncipe del Renacimiento ya que desarrolló un importante mecenazgo cultural y literario que le valió el sobrenombre de “el Sabio” y que convertiría a Nápoles en el foco principal de la entrada del humanismo renacentista en el ámbito de la Corona de Aragón. Fruto de este mecenazgo fue un círculo de poetas de cancionero cuya obra recoge el Cancionero de Stúñiga.

Su devoción hacia los clásicos fue excepcional. En sus propias palabras dijo: “los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer". Se cuenta que concertó la paz con Cosme de Médicis a cambio de un códice de Tito Livio.

Hernando Colón

(1489-1539) Segundo hijo de Cristóbal Colón, fue bibliógrafo y cosmógrafo. Dedicó su tiempo y su fortuna a reunir una de las más grandes bibliotecas del Renacimiento. Así, entre 1509 y 1539 recorrió gran parte de Europa buscando obras impresas y manuscritas para su colección, una biblioteca de corte universal que sirviese de instrumento de trabajo a los estudiosos e investigadores. Pero no solamente compraba libros, sino que también los leía, los catalogaba y los resumía. Además anotaba el precio de cada uno, dónde lo compró o quién se lo regaló.

La Biblioteca Colombina –o Hernandina como quiso llamarla su creador- llegó a alcanzar los 16.000 volúmenes, de los cuales –desgraciadamente- sólo ha llegado hasta nosotros una quinta parte, entre ellos 1.250 incunables y 636 manuscritos, que se conservan en la Catedral de Sevilla. La gran colección de grabados se dispersó, posiblemente para pagar deudas.

Se calcula que llegó a poseer la mitad de todos los libros impresos hasta la fecha de su muerte.

Hernando dejó dispuesto en su testamento que todos sus libros llevasen una nota a modo de ex libris: «Don Fernando Colón, hijo de Don Cristobal Colón, primer Almirante que descubrió la India, dejó este libro para uso e provecho de todos sus prójimos, rogad a Dios por él».

Marqués de Cenete

(1470-1523) Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, hijo del Cardenal Mendoza, fue hombre de educación culta y refinada. Su biblioteca poseía en 1523 la nada despreciable cifra de 631 títulos, excepcional en la época.

Diego Hurtado de Mendoza

(1503-1575) Poeta y diplomático español. Fue cronista de la sublevación de los moriscos, y presunto autor del Lazarillo de Tormes. Durante su actividad diplomática en Italia reunió una excelente biblioteca humanística, sobre todo de manuscritos griegos. Codiciada su biblioteca por Felipe II, tuvo el rasgo de legársela a pesar de su poca simpatía por el rey.

Benito Arias Montano

(1527-1598) Fue humanista, hebraísta, biólogo y escritor políglota. Dirigió la Biblia Políglota de Amberes o Biblia Regia.

SIGLO XVII

Diego Sarmiento de Acuña (Conde de Gondomar)

(1567-1626)  Noble y diplomático español, caballero de la orden de Calatrava, Señor de las Villas y Casa de Gondomar, I conde de Gondomar y embajador de España en Inglaterra entre 1613 y 1622. Fue el más avisado y experto embajador español de la Edad Moderna, merecedor de epítetos como el "Embajador de España" y el "Maquiavelo español". Amigo personal de Jacobo I de Inglaterra, tuvo un papel muy destacado en la política inglesa del período, en especial en el mantenimiento de la paz entre Inglaterra y España, liderando la facción católica y pro-española de la Corte inglesa.

 

Erudito y bibliófilo, reunió una de las más importantes bibliotecas privadas del siglo XVII.

El conde hizo uso de comitivas para encontrar libros fuera y dentro de España. Compró mucho en el extranjero ya que estuvo varios años como embajador fuera de España. Compró muchos libros para su biblioteca sita en Valladolid.

Su colección libraria se hizo muy famosa.

Muerto el Conde, sus sucesores y los encargados de la biblioteca controlaron los fondos que eran de unos 15.000 volúmenes. A la muerte del Conde muchos libros desaparecieron aunque muchos de esos volúmenes eran repetidos. Se perdió entre 1/3 de esos 15.000 volúmenes. Conocemos este dato por un índice e inventario de la biblioteca.

Lo que quedó de los libros permaneció en Valladolid hasta el siglo XVIII. El Marqués de Malpica, sucesor del título vendió la biblioteca a Carlos III y los fondos pasaron a la Biblioteca de Palacio. Otra parte del fondo fue a parar a la Biblioteca Nacional y otra pequeña parte a la Real Academia de la Historia.

 

Actualmente se encuentra en la Real Biblioteca un fondo de impresos y manuscritos del que forma parte también una colección de más de dieciocho mil cartas privadas con noticias valiosas sobre vida cotidiana y relaciones internacionales europeas en la primera mitad del XVII. Bien representadas materias como historia, poesía (con valiosísimos cancioneros manuscritos), teoría política y antigüedades. Piezas manuscritas emblemáticas, como el fragmento de La Celestina, el fondo de manuscritos teatrales del Siglo de Oro y la Anacephaleosis ilustrada de Alonso de Cartagena. Entre la colección de impresos es notable la presencia de libro inglés antiguo, poco habitual en las librerías nobiliarias españolas del XVII.

Gaspar Galcerán de Pinós y Castro (Conde de Guimerá)

(1584-1638) Historiador y anticuario español, fue un erudito y coleccionista aficionado a las monedas y las antigüedades como Vincencio Juan de Lastanosa , en cuyo círculo de intelectuales se movió. Entró en contacto con él con poco más de 20 años (se conservan una cincuenta cartas escritas por Guimerá al joven Lastanosa). Juntó una importante biblioteca y una gran colección de manuscritos, medallas e inscripciones. Tras la muerte del Conde, el mecenas oscense heredó algunos de sus valiosos manuscritos.

Conde-duque de Olivares

(1587-1645) Gaspar de Guzmán y Pimentel, noble y político español, fue válido del Rey Felipe IV. Reunió la más importante biblioteca privada que ha existido en España, en parte por la compra y en parte también por medios poco honrados.  Poseyó, entre otros ejemplares célebres, la Biblia de Alba y el Códice Chacón (el mejor manuscrito de Góngora, hoy en la BN).

La parte de manuscritos pasó a ser heredada por su sobrino Luis de Haro que la legó a su hijo Gaspar que donó buena parte de los fondos ( más de 1000 ejemplares) a Felipe IV por lo que las obras fueron a parar al Escorial. Otros manuscritos fueron malvendidos,  el Códice de la Casa de Alba fue recuperado por sus dueños legítimos, y otros ejemplares viajaron al extranjero.

Vicencio Juan de Lastanosa

(1607-1681) Anticuario, erudito y mecenas oscense. Amante de las ciencias y erudito políglota, se interesó por el estudio de la alquimia, su lado más desconocido. Contacto con un gran número de eruditos científicos internacionales, algunos de los cuales se desplazaron hasta su casa.

Hizo de su casa un auténtico museo, hasta el punto de que llegó a acuñarse en Aragón la frase proverbial de Quien no ha visto la casa de Lastanosa, no ha visto cosa. La llenó de obras de arte (cuadros de Rubens, Tintoretto, Ribalta, Caravaggio, Ribera o Tiziano), armas antiguas y una notabilísima colección de diez mil monedas griegas y romanas que le dio para siempre fama de experto numismático. Construyó jardines exquisitos donde cultivaba especies extrañas, dignas de aplicado botánico, en medio de estatuas paganas, estanques y canalillos, y junto a ellos fundó también un museo de ciencias naturales, donde guardó y clasificó fósiles del Pirineo y del Moncayo y piedras preciosas de tierras exóticas.

Pero lo mejor fue la biblioteca de siete mil volúmenes escogidos que llegó a acumular, sobre matemáticas, astronomía, literatura, botánica, historia, etc. A ella acudían con devoción los amigos de su tertulia: el historiador Juan Francisco Andrés de Uztarroz, el poeta y traductor Manuel de Salinas, Gaspar Galcerán de Pinós, Conde de Guimerá; los cronistas Francisco Ximénez de Urrea y Diego José Dormer, el pintor Jusepe Martínez, el pintor, grabador y escritor Francisco de Artiga, fray Jerónimo de San José, la abadesa escritora Ana Francisca Abarca de Bolea, el jurista Juan Francisco Montemayor, el escritor Baltasar Gracián y tantos otros. Generoso en lo intelectual y en lo material, fue mecenas y editor de algunos, además de crítico paciente. Gracián dejó en El Discreto testimonio de todo ello.

Todo se destruyó o disgrego tras su muerte. Podemos encontrar algunos de los libros de su propia biblioteca esparcidos por toda Europa, principalmente en las ciudades de Estocolmo, Praga, Madrid y Londres.

Juan de Espina

(¿?-1642) Clérigo, científico, musicólogo e intérprete virtuoso de la lira y la vihuela. En su vivienda de Madrid formó una esplendida biblioteca, reunió obras de arte y confeccionó una típica colección de rarezas típicamente renacentista (Wunderkammer), que, según testimonios de época, incluía muñecos articulados, espejos deformantes, maquetas de barcos, instrumentos musicales etc. Su colección de objetos preciosos fue alabada entre otros por Gracián y Quevedo.

Este excéntrico personaje, con fama de hechicero porque se decía que practicaba la nigromancia, fue protagonista de las comedias de Cañizares: Don Juan de Espina en su patria y Don Juan de Espina en Milán. Fue amigo del poeta Quevedo.

Gracias a ese afán de coleccionismo es lo que ha permitido que la Biblioteca Nacional de Madrid cuenta con dos códices de Leonardo que se creían perdidos. El pintor Vicente Carducho da a conocer en un texto, la presencia de dibujos de Leonardo da Vinci entre las obras reunidas por Juan de Espina.

Espina murió en 1642 y legó sus bienes al rey de España, entre ellos, los libros de Leonardo, que integraron la biblioteca del palacio real hasta 1830, fecha en que pasaron a la Biblioteca Nacional, donde permanecieron ignorados por un siglo y medio.

Nicolás Antonio

(1617-1684) Escritor, bibliógrafo y erudito español. Nació en Sevilla. Se cree que su biblioteca personal llegó a tener 30000 volúmenes. El primer intento serio de documentar todos los libros escritos en España, desde tiempos romanos hasta 1500, aparece con su obra Bibliotheca hispana vetus publicada en Roma en 1672. Su Bibliotheca hispana nova, publicada póstumamente en Roma en 1696, llega hasta 1670. La obra de Antonio fue corregida y aumentada por Pérez Bayer (1783-1788).

Juan Lucas Cortés

(1624-1701) Jurista autor de una obra titulada "Sobre los orígenes del Derecho en España”. Se considera como la primera historia del Derecho español.

Fue dueño de un códice de las Cantigas de Alfonso X y de un Beato hoy conservado en Roma.

Marqués de Modéjar

(1628-1708) Gaspar Ibáñez de Segovia Peralta y Mendoza fue un historiador y erudito español. Precursor de la escuela crítica e historicista del s. XVIII, centró su obra especialmente en el análisis de las fuentes históricas.

Poseyó un Beato (el de Fernando I).

Luis Salazar y Castro

(1658-1734)  Llamado por algunos el príncipe de los genealogistas, es uno de los más citados cronistas españoles. La colección de documentos que reunió a lo largo de toda su vida, conservada en la Real Academia de la Historia de España, es una de las fuentes básicas para la investigación de los linajes ibéricos.

A lo largo de toda su vida archivó meticulosamente tanto los documentos originales que pudo conseguir como transcripciones de los que pasaron por sus manos, a muchos de los cuales tuvo acceso cuando era informante para los expedientes de designación de los caballeros de la Orden de Calatrava. Estos documentos incluyen testamentos, fundaciones de mayorazgos, capitulaciones matrimoniales, probanzas ante órdenes militares, actuaciones gubernamentales, relaciones internacionales de los reinos de Castilla y Aragón, fueros y privilegios del Reino de Valencia, crónicas e historia de los reyes de España y muchos otros. Contiene documentos desde la Edad Media hasta 1734, fecha de su fallecimiento.

Estos documentos se encuentran actualmente archivados en la Real Academia de la Historia de España, donde su catálogo ocupa 49 tomos y contiene 78.584 entradas.

Duque de Uceda

(1649-1718)  Juan Francisco Pacheco Téllez Girón fue un erudito aficionado a la lectura.

Fue virrey de Sicilia, lo que le permitió apropiarse de buena parte del fondo que había allí para su biblioteca particular. Siguió también con la tradición de las incautaciones. Las piezas más importantes de su biblioteca fueron a parar a la Biblioteca de Palacio o Biblioteca Real.

Hay que destacar esta biblioteca por el lujo de sus instalaciones y por el lujo de las encuadernaciones de los volúmenes.

SIGLO XVIII

Gregorio Mayáns y Siscar

(1698-1781) Nació en Oliva (Valencia) y estudió gramática, retórica y poética en el colegio Cordelles de Barcelona. En 1723 consiguió una cátedra en la facultad de leyes de Valencia En 1733, Felipe V le nombró bibliotecario real en Madrid, ciudad en la que residió hasta 1739. Regresó a su Oliva natal viviendo allí hasta su muerte en 1781, pasando algunas temporadas en Valencia. Mantuvo correspondencia con la mayor parte de escritores españoles y algunos extranjeros. Produjo una formidable obra centrada, fundamentalmente, en estudios filológicos, literarios y filosóficos. De entre sus muy numerosas obras destacan: Orígenes de la lengua española, Institutiones philosophicas, Diccionario de la lengua castellana, Vida de Cervantes y un plan de reforma de la universidad (Idea del nuevo método que se puede practicar en la enseñanza de las universidades de España) encargado por el marqués de Roda.

Francisco Pérez Bayer

(1711-1794)  Fue filólogo, numismático y jurista español.

Accedió a la plaza de bibliotecario mayor de la Biblioteca Real en 1783 desplazando a su enemigo y pretendiente al mismo puesto Juan de Santander, y dirigió tan importante institución hasta 1794, emprendiendo numerosos proyectos, como por ejemplo la reedición de las importantes bibliografías de Nicolás Antonio. Fue nombrado académico de honor de San Petersburgo y Göttingen, participó muy activamente en los proyectos de la Real Academia de la Historia y realizó un interesante viaje por Andalucía y Portugal que nos dejó manuscrito. Fue autor de numerosas obras sobre temas históricos y literarios, y sobre lenguas orientales, como el hebreo y el fenicio. Entró a formar parte como socio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia en 1776.

Fue canónigo de los cabildos de Valencia, Barcelona, Salamanca y Toledo; catedrático de hebreo en Valencia y Salamanca; arabista, filólogo, helenista, latinista, arqueólogo y numismático.

Fue dueño de 150 incunables.

Fray Benito Jerónimo Feijóo

(1676-1764) Filósofo español, fundador del ensayo filosófico en lengua española. Algunos le consideran el mayor exponente del racionalismo ilustrado en España. Ingresó en la orden benedictina en San Julián de Samos (1690) y se doctoró en el convento de San Vicente de Oviedo, del que fue abad (1721-1729). Fue maestre general de su orden y Fernando VI le nombró miembro del Consejo de Castilla. A partir de 1726, inició la publicación de sus dos grandes obras enciclopédicas: Teatro crítico universal (9 volúmenes; 1726-1740) y Cartas eruditas y curiosas (5 volúmenes; 1742-1760). Sus escritos, en tanto que se presentan como discursos en todo género de materias para desengaño de errores comunes (tal es el subtítulo del Teatro Crítico Universal) son la misma filosofía académica tratando temas que involucran varias categorías, en los que nadie puede reclamar autoridad.

Martín Sarmiento

(1695-1771) Pedro José García Balboa, fray Sarmiento o Padre Sarmiento, fue un escritor y erudito benedictino español perteneciente a la Ilustración. Consagrado al estudio, alcanzó a hacer gran suma de conocimientos, sobre todo en el terreno de las ciencias naturales y la botánica. A instancias de Sarmiento se crea el Real Jardín Botánico de Madrid y desde 1743 reclama la creación de bibliotecas públicas y jardines botánicos en diversas ciudades y al estilo de los que surgen en la Europa de la época, así como la constitución de la Academia de la Agricultura y la dotación de cátedras universitarias de Historia Natural, Agricultura y Botánica.

Fernando José de Velasco y Ceballos

(¿?-1789)  Genealogista cántabro. Académico de la Real Academia de la Historia, Presidente de la Real Cancillería de Granada, Consejo de S.M en los Supremos de Castilla, Guerra e Inquisición, llegó a reunir una de las bibliotecas más selectas de su tiempo.

Parte de sus manuscritos y libros impresos están en la biblioteca de Caja Cantabria.

Campomanes

(1723-1802) Pedro Rodríguez de Campomanes fue político, jurisconsulto y economista español. Fue Ministro de hacienda, Fiscal del Consejo de Castilla, Presidente del Consejo de Mesta, Presidente del Consejo de Castilla y Presidente de las Cortes. Fue nombrado Conde de Campomanes.  A su muerte se procedió a realizar un inventario de su biblioteca, el cual reveló el interés de Campomanes en los temas relativos al continente europeo, y el conocimiento de la realidad política y social de su época.

Jovellanos

(1744-1811) Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos y Ramírez fue un escritor, jurista y político ilustrado español.

Escribió Sánchez Espinosa de él: “es más un amante de los libros a partir de la utilidad de estos, de su lectura, que un bibliófilo coleccionista empeñado en acumular ediciones raras, prestigiosas y costosas, es decir, un bibliófilo que no lee”. Su corresponsal y biógrafo Carlos González de Posada nos regala la inusual imagen de un Jovellanos encuadernador en su encierro en Bellver: “hacía venir de Madrid, Londres y París muchas remesas de libros de muchas facultades, en papel, y se entretenía en encuadernarlos… El mismo Jovellanos anota, el 10 de Mayo de 1806, en relación con una nueva remesa de libros comprados en la almoneda del canónigo Colom: yo fregué, limpié y arreglé los libros”.

Poseyó 8 incunables.

Manuel Godoy

(1767-1852) Manuel de Godoy y Álvarez de Faria Sanchez Ríos Zarzosa, noble y político español, favorito y primer Ministro o Ministro Universal durante el reinado de Carlos IV. Fue duque de Alcudia y de Sueca y Príncipe de la Paz por la negociación de la Paz de Basilea.

Acumuló una importante biblioteca, parte de la cual se conserva (armarios incluidos) en la BN.

Los libros de Godoy nos hablan del interés del coleccionista particular, que busca reunir una biblioteca de calidad para el propio disfrute, pero también del gobernante ilustrado, que promociona de diversas formas la cultura libresca y usa los libros como herramienta de elevación de las instituciones y la educación de sus súbditos.

En 1795, Manuel Godoy creó el Gabinete Geográfico de la primera Secretaría de Estado, para centralizar y custodiar las colecciones de mapas, cartas náuticas, etc., y encargó su organización a los cartógrafos Tomás y Juan López, por su experiencia y eficacia, con la finalidad de “formar y cuidar una Colección general de mapas para el servicio de la propia Secretaría, debiendo procurar que fuese igual o semejante a las que, en Francia, Inglaterra y otras naciones, existen”.

SIGLO XIX

Bartolomé José Gallardo

(1776-1852) Bartolomé José gallardo y Blanco fue un bibliógrafo, erudito y escritor español.

Su mayor aportación a los estudios bibliográficos españoles es su Ensayo de una Biblioteca española de libros raros y curiosos, obra que se comenzó a publicar en 1863 con los materiales que Gallardo dejó a su muerte y que fueron ordenados por Sancho Rayón y Zarco del Valle. De este Ensayo aparecieron cuatro volúmenes, los dos últimos dirigidos por Marcelino Menéndez Pelayo. Bartolomé José Gallardo ejerció un poderoso influjo sobre la crítica literaria de su tiempo, especialmente sobre Agustín Durán y Cayetano Alberto de la Barrera; en este terreno valoró sobre todo la fundamentación histórica del conocimiento de la literatura.

Con fama de biblio-pirata, y hombre de mal carácter, se granjeó gran cantidad de enemigos, entre ellos Adolfo de Castro y Estébanez Calderón. Este último es el probable autor de dos sonetos sarcásticos ya famosos:

 

Caco, cuco, faquín, biblio-pirata,

tenaza de los libros, chuzo, púa;

de papeles, aparte lo ganzúa,

burón, carcoma, polilleja, rata.

Uñilargo, garduño, garrapata,

para sacar los libros cabria grúa,

Argel de bibliotecas, gran falúa,

armada en corso, haciendo cala y cata.

Empapas un archivo en la bragueta,

un Simancas te cabe en el bolsillo,

te pones por corbata una maleta.

Juegas al dos, del cinco y por tresillo;

y al fin te beberás como una sopa

llenas de libros, África y Europa.

 

 

Traga-infolios, engulle-librerías,

desvalija-papeles, mariscante,

pescador, ratonzuelo, mareante,

Barbarroja y Dragut de nuestros días.

Más vejete que el viejo Matatías

murcia-murciando va mundo adelante,

de bibliotecas es el coco andante,

capeador, incansable en correrías.

Harto de hormiguear a troche y moche

y de hundir lo que birla desde mozo

en su cueva, insondable cual abismo,

en sueños se levanta a media noche,

coge sus libros y los echa al pozo,

y por garfiar, garfiña hasta a sí mismo.

 

Los libros de gallardo se dispersaron y parte de ellos están en la Hispanic Society.

Serafín Estébanez

(1799-1867)  Serafín Estébanez Calderón "El Solitario" fue escritor costumbrista, flamencólogo, crítico taurino y político español.

En 1830 marchó a Madrid e inició con el seudónimo de El Solitario en acecho, que luego abreviaría en El Solitario, sus colaboraciones en el Correo Literario y Mercantil fundó junto a Ramón Mesonero Romanos la revista literaria Cartas Españolas, donde publicaría numerosos poemas, bocetos costumbristas y reseñas bibliográficas.

Casó con la malagueña Matilde Livermoore y Salas, que inspiró su poesía amorosa posterior; de ella tuvo un hijo, Serafín, ese mismo año; este matrimonio impulsó su carrera política, pues a través de él emparentó con el famoso financiero José de Salamanca, y desde entonces fue diputado de las Cortes en diversas legislaturas y académico de la Historia, ministro, consejero de Estado y senador. Estos cargos le permitieron desarrollar también una importante faceta como coleccionista y bibliófilo.

Practicó la bibliopirateria que él atribuía a Gallardo (tuvo un Beato y varios códices visigóticos procedentes de San Millán de la Cogolla).

Adolfo de Castro

(1823-1898)  Adolfo de Castro y Rossi fue polígrafo, erudito, cervantista y falsificador literario español.

De vasta cultura y gran lector de clásicos españoles del Siglo de Oro, llegó a apropiarse el lenguaje de esa época y a elaborar complejos pastiches cervantinos que hizo pasar como obras originales, como por ejemplo la Epístola a Mateo Vázquez y El buscapié (1844); la superchería tuvo tal éxito que la obra fue traducida a casi todas las lenguas cultas y fue reimpresa innúmeras veces, hasta que Bartolomé José Gallardo hizo ver el engaño al revelar que se trataba de erudito centón de obras literarias áureas ya conocidas; él se defendió con la sátira Aventuras literarias del iracundo extremeño Bartolomé Gallardete (1851). Fue alcalde de Cádiz y gobernador de Cádiz y Huelva. Secretario del Gobierno en Sevilla, académico de la de Buenas Letras de Sevilla y de la de Bellas Artes de Cádiz y correspondiente de las Reales Academias de la Lengua, de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas.

Pascual de Gayangos

(1809-1897)  Pascual de Gayangos y Arce fue un erudito historiador, arabista y bibliógrafo español.

Trabajó en la Biblioteca Nacional y colaboró en la clasificación de monedas y medallas del Palacio Real de Madrid. También accedió a la colección de manuscritos orientales del Monasterio del Escorial y desempeñó la cátedra de árabe en el Ateneo de Madrid. En 1837 partió hacia Gran Bretaña. Allí entró en contacto con los círculos intelectuales y políticos de Holland House, donde conoció al erudito hispanista estadounidense George Ticknor, con quien trabaría una gran amistad que le puso en contacto con el historiador estadounidense William H. Prescott. Su gran obra fue la traducción al inglés para la Real Sociedad Asiática de la monumental Nafh al-tīb o Historia de las Dinastías Musulmanas en España del erudito del siglo XVII Ahmad ibn Muhammad al-Maqqari. En 1843 regresó a España y fue nombrado catedrático de árabe de la Universidad de Madrid.

Llegó a poseer el códice del Poema del Mío Cid. En 1900 los numerosos ejemplares de su biblioteca fueron vendidos a la BN por 400000 pesetas.

José Antonio Conde

(1766-1820)  José Antonio Conde y García fue un arabista e historiador español.

Es conocido sobre todo por su "Historia de la dominación de los árabes en España sacada de varios manuscritos y memorias arábigas", publicada póstumamente en Madrid en tres volúmenes entre 1820 y 1821.

De la biblioteca de El Escorial extrajo el manuscrito del Cancionero de Baena, que sus herederos vendieron y hoy es uno de los tesoros de la Biblioteca Nacional de París.

Agustín Durán

(1789-1862)  Agustín Francisco Gato Durán y de Vicente Yáñez  fue escritor y erudito español del Romanticismo, gran estudioso y antólogo del Romancero, y tío de Antonio Machado.

Nació en Madrid, pero estudió en Sevilla, donde aprovechó para iniciar su colección de romances y piezas de teatro antiguo español, de las que hizo gran copia (llegó a acumular una caudalosa y escogida biblioteca particular que a su muerte pasó a los fondos de la Biblioteca Nacional). Asimismo se inició en los secretos de la bibliofilia y bibliografía hispánicas con Bartolomé José Gallardo, a quien conoció y trató allí y de quien fue amigo hasta los años treinta, a pesar del carácter difícil del erudito extremeño. Él le inculcó el respeto a los textos originales y la crítica de la veracidad histórica de los mismos.

En 1847 fue nombrado académico de la lengua y en 1854 director de la Biblioteca Nacional. Recibió de la reina la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica y fue nombrado miembro de la Academia Greco-Latina y la Académie d'Archéologie de Belgique. También accedió al cargo de vice-presidente de la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas.

Poseyó una impresionante biblioteca de teatro español antiguo que se conserva hoy en la BN.

Juan Nicolás Böhl de Faber

(1770-1836)  Fue un hispanista alemán, padre de la novelista hispano-suiza Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero.

La hispanofilia de Juan Nicolás le hizo coleccionar literatura española y acumular una importante biblioteca. Fue uno de los precursores del romanticismo en España, y mantuvo una acalorada polémica con el ilustrado José Joaquín de Mora.

Publicó ensayos sobre Lope de Vega y sobre Pedro Calderón de la Barca y una colección de romances y de poesías populares.

Antonio Cánovas del Castillo

(1828-1897)  Antonio Cánovas del Castillo Vallejo fue un político e historiador español.

Fue una de las figuras más influyentes de la política española de la segunda mitad del siglo XIX al ser el creador del sistema político de la Restauración y convertirse en máximo dirigente del Partido Conservador, y considerado por muchos como uno de los políticos más brillantes de la época contemporánea española.

También bibliopirata, llegó a reunir 35.000 volúmenes, que resultaron dispersados tras su muerte.

José Sancho Rayón

(1830-1900) Sancho Rayón, alias “El Culebro” por sus ingeniosas tretas para conseguir libros raros, fue librero, bibliotecario, editor de los papeles de Gallardo, pionero de la fotolitografía (y a través de ella autor de diversas falsificaciones).

José Sancho Rayón, fue el organizador de los fondos de la Biblioteca de Fomento, asesor del bibliófilo Francisco de Zabalburu, editor de las Colección de Documentos inéditos para la Historia de España, y de la de Libros Raros y Curiosos, pero también fue un gran bibliófilo que poseía una biblioteca riquísima en manuscritos y primeras ediciones de los clásicos españoles.

Ya durante su vida se dispersó parte de esta biblioteca, nutriendo las colecciones de Cánovas del Castillo, Vicente Barrantes, Zabalburu, Jerez de los Caballeros, Gayangos, T’Serclaes de Tilly, Soto Posada entre otros. Cuando murió otra parte fue a parar a manos de libreros y de estos a las de José Lázaro, Félix Boil Pidal, etc. excepto la serie de pliegos sueltos, cancioneros y romanceros que fueron a parar a Sevilla a las manos de D. Manuel Pérez de Guzmán y Boza, Marqués de Jerez.
En 1902 el lote del Marqués de Jerez, fue adquirido por al multimillonario neoyorquino Archer Huntington para regalarlo a la biblioteca de The Hispanic Society of America, recién fundada por el mismo.

Decía Menéndez y Pelayo cuando se entero de la venta: “Lo que más lamento es que salgan de aquí los interesantes manuscritos de poesías varias que fueron de Sancho Rayón y que, a juzgar por lo poco que de ellos pude examinar, deben contener preciosidades.”

Francisco de Zabálburu

(1826-1897)  A finales del siglo XIX, Francisco de Zabálburu y Basabe, miembro de la elite social y económica bilbaína, construye en Madrid una casa-palacio, donde reservó una zona para la instalación de los fondos de su Archivo y Biblioteca.

D. Francisco catalogó sus fondos y los dividió en Archivo y Biblioteca. El Archivo comprende una parte, la más numerosa, que  es la mitad del primitivo archivo de la Casa de Altamira, y otra procede de la colección subastada de Juan Ignacio Miró. L a Biblioteca se formó con algunos de los ejemplares que la  familia tenía en Bilbao y con las diversas compras que surgían dentro y fuera de España.

Los primeros documentos originales del fondo del Archivo se remontan al siglo XI, llegando hasta el XIX. Abundan los manuscritos de la correspondencia entre los Reyes Católicos y el Gran Capitán, así como bastante correspondencia autógrafa de los reyes Carlos V y Felipe II, con sus secretarios, embajadores y virreyes. Las características de los documentos son la originalidad, la variedad y el interés científico.               

La formación intelectual y humanística de Francisco de Zabálburu se refleja en su biblioteca. Con ejemplares en muy buen estado, que le llevaba incluso a comprar más de un ejemplar de la misma obra, si eran mejores que los anteriores. El códice más antiguo es el del monje Leovigildo, del siglo X.

Todos los papeles y los libros fueron ordenados y catalogados por su propietario, numerados y colocados en cajas hechas a medida y depositados en armarios.

El actual Archivo y Biblioteca con servicios para investigadores se creó en el año 1969. Se trata de un archivo especial y nobiliario, surgido a partir de los objetivos de su propietario,  con un criterio absolutamente de coleccionista, tanto de libros como de documentos, movido por su propio interés e inquietud intelectual. La colección está formada por casi 18.000 libros y centenares de documentos divididos en carpetas con una media de 150 a 200 documentos, seccionadas en 522 carpetas del Fondo Altamira y 147 carpetas de la Colección Miró. El fondo está cerrado, y no se realizan compras.

Las materias que contiene la colección son: arte, arquitectura, lengua y  literatura, economía, comercio y hacienda,  derecho y administración,  iglesia,  relaciones internacionales,  genealogía y heráldica,  militar e historia de América

Vicente y Pedro Salvá

Vicente Salvá y Pérez (1786-1849) fue gramático, bibliógrafo, librero y editor. Estudió Filosofía, Teología, Jurisprudencia, Griego y Hebreo. En 1809 comenzó a comerciar con libros en Valencia y luego amplió sus negocios a la edición en Londres y, a partir de 1830, a París, adonde se trasladó ese año.

Los Catálogos de libros españoles y portugueses que publicó en 1825 y 1826 se hicieron prontamente famosos entre los bibliófilos de todo el mundo, aunque circularon poco por España. Colaboró en el Repertorio Americano (Londres, 1827) y publicó además una celebérrima y reeditadísima, con muchas correcciones y ampliaciones, Gramática de la lengua castellana, Belfast, 1827, segunda edición París 1830.

Por iniciativa de su hijo Pedro Salvá y Mallén (1811-1870), fueron quedándose con los mejores libros españoles que pasaban por sus manos y llegaron a reunir más de 4000, que incluyendo las obras menos importantes llegarían a los 6000 volúmenes. D. Pedro tenía mucho interés en publicar el catálogo completo de la colección, pero este no saldría hasta 1872.

Se intentó que la colección fuera adquirida por el Estado o la Diputación de Valencia, pero fue el industrial malagueño Ricardo Heredia y Livermoore quien la compró por 140000 pesetas.

Ricardo Heredia

(1831-1896) Ricardo Heredia y Livermoore, conde de Benahavis, estudió en Inglaterra y París, donde se hizo ingeniero.  Dedicado a los negocios metalúrgicos y navieros, fue también diputado y senador, y Alfonso XII le otorgó el título de conde en 1875.  Compró la biblioteca de Salvá y la aumentó con otros tantos ejemplares procedentes del marqués de Astorga, Juan Antonio Ramírez, Brunet, el marqués de Morance, etx., aunque él alardeaba de que “no leía, ni tenía afición a ningún libro de aquellos”.

La tradición asegura que una noche Heredia se jugó su biblioteca y la perdió, por lo que entre 1891 y 1894 sus más de 8000 preciosos volúmenes fueron subastados en París.  Los mejores ejemplares fueron adquiridos por el British Museum y las Nacionales de París y Madrid.  Diversos libreros también compraron en la subasta (Pedro Vindel: 250 volúmenes), por lo que hoy se encuentran muy dispersos y hay muchos coleccionistas que pueden honrarse con algunos de sus volúmenes.

Valentín Carderera y Solano

(1796-1880)  Pintor, arqueólogo, historiador del arte y coleccionista. Dejó una notable biblioteca y una nutrida colección de obras de arte, especialmente estampas y grabados, en parte conservados en el Museo Provincial de Huesca, del que fue su principal iniciador, y en la BN.

Serrano Morales

(1851-1908) José Enrique Serrano Morales fue un escritor valenciano muy erudito en cuestiones de imprenta y ediciones de rara selección. Poseía una biblioteca de más de 12.000 volúmenes y unas carpetas de documentos manuscritos impresionantes. Fue miembro de la Academia de San Carlos, salió distinguido de "Lo Rat Penat" y delegado real de enseñanza primaria. Las tardes de los domingos, después del almuerzo, reunía una tertulia en su casa, a la que acudían gentes importantes, como lo eran el gobernador civil, el rector de la universidad y, a veces, el obispo de la diócesis. Acudían también muchos literatos valencianos y catalanes, especialmente Vicente V. Querol, Milà i Fontanals, Vicente Boix y su medio pariente José Serrano Simón.
Donó su biblioteca al Ayuntamiento de Valencia.

Roque Pidal y Bernardo de Quirós

Heredó los libros de su abuelo Pedro José, marqués de Pidal, y acrecentó el conjunto con muy buenos ejemplares, que fueron a parar a la Universidad de Oviedo. Era dueño, junto con sus doce hermanos, del códice del Mío Cid que su abuelo había comprado a Gayangos en 1851, que desde 1960 se conserva en la BN.

En palabras de Joaquín Fernández, era Roque “un personaje inquieto, simpático, erudito, gran bibliófilo, dueño de la Librería Vetusta, que supo distanciarse del pidalismo, como bien demuestra el título elegido (El Gran Cacique) para unas memorias sobre su padre que no llegó a publicar.

Mariano Aguiló y Fuster

(1825-1897)  Durante la década de 1870 los libros editados en Cataluña solían ser novelas de folletín y obras impresas pobremente y muy barrocas. Aguiló y Fuster comienza a editar en contra de esa tendencia.

Sus principales obras son el Cançoneret de obras en catalán divulgadas en los siglos XIV, XV y XVI, estampado con letra gótica e ilustrado con xilografías nuevas de Antonio Artigas dibujadas por Leoncio Serra, y tirada a dos tintas sobre papel de hilo. También los 12 volúmenes de la Biblioteca Catalana denotan bellas proporciones de espacio, de blancos y negros, delicada composición tipográfica y papeles y tintas de calidad, respondiendo al concepto más cultural de bibliofilia sin poner excesivo énfasis en la riqueza material.

Sus libros están hoy en la Biblioteca de Cataluña.

Antonio Graíño

Librero y propietario de la mejor biblioteca de ultramar. Reunió una importante colección de libros filipinos que fue adquirida por la BN. Se identifica por el exlibris del coleccionista y está compuesta de 862 obras. Más de la tercera parte de estas obras están escritas en las lenguas indígenas e impresas por los principales impresores filipinos.

SIGLO XX

Marqués de Jerez de los Caballeros

(1852-1929) Manuel Pérez de Guzmán y Boza fue bibliófilo, bibliógrafo, editor, escritor y, sobre todo, un ser entregado, compulsivamente, a una pasión irrefrenable. Rastrear hoy aquella pasión bibliófila resulta compartir con él su pasión por los libros. Libros de literatura que no dudó en buscar no solo en España, sino en Londres o París, donde tenía sus contactos para comprar incunables, pliegos de romances y joyas del Quijote. Rodríguez Moñino, su único biógrafo, cuenta que el núcleo de aquella biblioteca le llega de Londres y de las adquisiciones que hace el marqués en la prestigiosa firma de subasta Sothebys. En 1888, según el citado Rodríguez Moñino, «iba a subastarse en Londres una de las más escogidas bibliotecas que existían en Europa, la de Samuel Turner. Sotheby, Wilkinson y Hodge circularon un catálogo que fue encanto y admiración de todos los bibliófilos del tiempo, pero más aún de los españoles por el crecidísimo número de libros de literatura peninsular que atesoraba...» El marqués acudió a la subasta, pujó como en él era costumbre y a su regreso a Sevilla cargaba con más de un centenar de libros de aquella inigualable colección.

Posteriormente, en 1900, compra los mejores libros de Sánchez Rayón.

En la biblioteca volcó la intensidad de su corazón y el no menor desprendimiento con el que tuteó a su fortuna. Cuando esta se apuró por las exigencias de su pasión, por los gastos de sus apuestas y por los reveses de la vida el marqués tuvo que vender a Huntington la biblioteca. En principio se habló de ochocientos mil francos. Por el contrario, Santiago Montoto sostiene que en realidad fueron seiscientos mil. Así también lo certifica su biógrafo Rodríguez Moñino. Cerca de un mes se tardó en empaquetar aquella magnífica biblioteca destinada a convertirse en la mejor aportación literaria a los fondos de la Hispanic Society. Rodríguez Marín, amigo del marqués, asiduo de la biblioteca y contertulio de las reuniones que casi a diario se daban cita en el número 52 de la calle Alfonso XII, la casa entonces del marqués y hoy sede del Servicio Social de la Mujer, describe en carta a Marcelino Menéndez Pidal los tintes dramáticos de la venta. «¡Qué desastre!, tener dinero es tenerlo todo, y somos pobres, y los yanquis son ricos. Se nos llevaron la tierra (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y se nos llevarán el entendimiento, los frutos del lozanísimo entendimiento español. ¡Para que no nos quede nada!». Don Marcelino, en otra carta de desengaño y melancolía, responde: «la venta de la biblioteca del Marqués significa una pérdida mayor que la de las colonias, y será de efecto desastroso para nuestro crédito en el mundo literario, hasta por la circunstancia de ser un norteamericano el comprador».

Duque de T´Serclaes de Tilly

(1852-1934) Juan Pérez de Guzmán y Boza, hermano gemelo del Marqués de Jerez de los Caballeros, llegó a tener la mejor biblioteca privada de España, con más de  15000 ejemplares, sobre todo de campos como el de los pliegos sueltos poéticos del siglo XVI, de los que poseyó al menos tantos como Salvá.  Era un mago en el arte de comprar, según Palau.

Al morir la biblioteca fue dividida en 6 o 7 lotes, entre ellos los de sus hijos los marqueses de Morbecq y de Lede.

José Lázaro Galdiano

(1862-1947)  Fue un financiero, mecenas, editor, bibliófilo y coleccionista de arte español. Miembro del Ateneo de Madrid y del Patronato del Museo del Prado, vivió primero en la Cuesta de Santo Domingo, vivienda que convirtió pronto en un museo. Al casar con Paula Florido y Toledo la importante fortuna económica de ambos cónyuges les permitió la construcción del palacete de Parque Florido, de estilo neorrenacentista que decoraron con esmero y que se convirtió en la sede de su creciente colección.

Las colecciones que fue reuniendo José Lázaro a lo largo de su vida incluyen unas 12.600 piezas de los géneros artísticos más diversos, siempre dentro del arte clásico  y muy centrado en el arte español, cuyo patrimonio luchó por mantener en España, frente a la importante presión de coleccionistas y museos internacionales.

Fundó la editorial La España Moderna que editó, además de centenares de títulos literarios, otras revistas más especializadas como La Revista Internacional, Revista de Derecho y Sociología y La Nueva Ciencia Jurídica que, como La España Moderna pretendían mejorar el acceso de los lectores españoles a lo más interesante de la ciencia y las letras.

Su faceta de bibliófilo se refleja en piezas notables de su biblioteca, como el incunable L´Antiquité Judaique de Flavio Josefo, fechada entre 1460 y 1470, el Libro de horas de Gian Giacomo Trivulzio, obra milanesa de hacia 1500, o el Tratado de la Pintura Sabia de Fray Juan Ricci, sin olvidar una de las joyas bibliográficas que reunió: el Libro de descripción de verdaderos Retratos, de Ilustres y Memorables varones, manuscrito autógrafo de Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez y uno de los grandes teóricos españoles del siglo XVI.

Eduardo Toda y Güell

(1855-1941)  fue diplomático, arqueólogo, egiptólogo y sinólogo español.

Llegó a reunir cerca de 80.000 volúmenes a lo largo de su vida, aunque de vez en cuando hacía donaciones a distintas instituciones. Su monumento bibliográfico más importante fue la “Bibliografía española de Italia”, en la que trabajó más de 40 años y publicó entre 1927 y 1931. La obra cuenta con más de 5000 libros de autores españoles que se habían editado en Italia, y Toda contaba con 2000 de ellos.

Su biblioteca fue a parar, mediante donaciones, a la Biblioteca de Cataluña, la del Monasterio de Montserrat, la del Colegio de Abogados de Barcelona, al Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona y otras.

Ramón Miquel i Planas

(1874-1950) Puede considerarse a Miquel y Planas como bibliófilo por excelencia, cuya vida estuvo dedicada exclusivamente al libro en todas sus manifestaciones: editor, traductor, empresario, ensayista, investigador, escritor, poeta, bibliógrafo, historiador de la lengua y la literatura catalanas, etc.  La edición de textos catalanes fue la labor más importante llevada a término por Miquel y Planas, que intentó crear un corpus definitivo de la literatura catalana con la publicación  de su Biblioteca Catalana.

Otras ediciones importantes sobre bibliofilia y erudición son: el primer libro de ex libris de Triadó, de 1906; Cuentos de Bibliófilo, de 1924; y la revista Bibliofilia (1911-1920), donde se recoge toda la miscelánea escrita por Miquel y Planas sobre bibliofilia y literatura.  Sus traducciones y ediciones de Apuleyo, de Longus, ediciones Perrault, de Charles Nodier, de De Bury, de Iriarte, de Cadalso, de Flaubert, le situaron como uno de los más grandes bibliófilos internacionales.

Emilio Cotarelo y Mori

(1857-1936)  Fue musicólogo, bibliógrafo e historiador literario español.

Estudió Derecho civil y canónico en la Universidad de Oviedo. Ejerció la abogacía, pero la abandonó para consagrarse a los estudios históricos y la producción literaria. Publicó diversos escritos en La España Moderna, Revista Contemporánea y Revista Crítica de Historia y Literatura, y artículos en periódicos como El Debate, El Sol y otros.

En 1897 fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua, en la que llegó a ocupar (1913) el cargo de secretario perpetuo. Editó, estudió y anotó una colección de novelas cortesanas en doce volúmenes, la Colección selecta de antiguas novelas españolas (Madrid: Librería de la Viuda de Rico y Librería de los Bibliófilos Españoles, 1906-1909). Fue premiado con medalla de oro en la Exposición Internacional celebrada en Barcelona en 1929 por sus trabajos históricos sobre el teatro español del siglo XVII.

Tuvo por hijo al también escritor y erudito Armando Cotarelo y Valledor (1879-1950).

Francisco Rodríguez Marín

(1855-1943) fue poeta, folclorista, paremiólogo, lexicólogo y cervantista español.

Fue académico de la lengua y dirigió la Biblioteca Nacional. Publicó tres ediciones de Don Quijote, las dos últimas denominadas «críticas», pero en realidad no depuraban el texto con métodos filológicos que no conocía ni había estudiado, sino que se limitaba a glosarlo documentalmente y explicarlo con notas eruditas según la metodología positivista. Sin embargo, su fama, que llegó a ser inmensa como cervantista, ha sido reevaluada modernamente.

Marcelino Menéndez Pelayo

(1856-1912)  Dotado de una inteligencia sobresaliente, el santanderino Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) consiguió en 1878, con sólo 22 años, la cátedra de Historia crítica de la Literatura Española de la Universidad Central de Madrid por la que había obtenido la licenciatura y el doctorado en Filosofía y Letras. En 1881 ingresó en la Real Academia Española de la Lengua y posteriormente entró a formar parte de las reales academias de la Historia (1883), de Ciencias Morales y Políticas (1889) y de Bellas Artes de San Fernando (1892). En 1898, en el mismo año que fue nombrado director de la Biblioteca Nacional abandonó la cátedra para dedicarse de manera exclusiva al estudio.

La rigurosa labor investigadora que Menéndez Pelayo realizó a lo largo de su vida le convirtió en uno de los mayores historiadores de la literatura española, una tarea que él abordó como la elaboración de «una obra de arte». A sus primeros años corresponden las polémicas «Ciencia Española» e «Historia de los Heterodoxos», obras de cuya impronta intransigente y tradicionalista se serviría posteriormente el pensamiento nacional-católico español. A continuación inició su labor de historiador de los criterios estéticos, con su «Historia de las ideas estéticas en España», que quedaría inconclusa. Posteriormente abandonó este aspecto para dedicarse a los trabajos de crítica literaria que le ocuparán el resto de su vida con las obras «Antología de la lírica castellana», «Antología de los poetas hispanoamericanos» –trabajo pionero en la materia–, «Estudios sobre el teatro de Lope de Vega» y su inacabada «Orígenes de la Novela».

Cerca de 42.000 volúmenes forman la colección formada por textos impresos y manuscritos. Entre estos últimos destacan la «Crónica Troyana» y el «Arte Cisoria». También abundan los escritos de los siglos XVI y XVII entre los que encontramos el autógrafo de «La virtud militante» de Quevedo o «Los melindres de Belisa» de Lope de Vega. Recientemente la investigadora Gemma Avenoza ha descubierto un escrito apologético del pueblo judío, el Yosifón en romance, muy anterior a las ediciones impresas.

De las obras impresas se conservan una serie de 23 incunables (obras publicadas antes de 1500), salidos de talleres españoles, italianos, franceses y alemanes. Entre estos textos se encuentran la «Enneadas» de Plotino, los dos ejemplares de los comentarios de Santo Tomás de Aquino a Aristóteles, el «Cordial de las Cuatro Cosas Primeras» o las «Antigüedades Romanas» de Dionisio de Alicarnaso. Además, son numerosas las publicaciones del siglo XVI.

La biblioteca ofrece un panorama muy completo al investigador y son significativos los repertorios bibliográficos de los que se custodian más de 500. Son abundantes los textos de los clásicos de los que cuenta con las ediciones griegas de Didot o las latinas de Valpy y Lemaire. La literatura refleja los gustos de Menéndez Pelayo con textos del Siglo de Oro, del XVIII y XIX.

Frederic Mares y Deulovol

Fue uno de los coleccionistas más grande de nuestro país, y se puede considerar el más universal de todos.  Desde siempre Mares fue un prolífico mecenas que puso a disposición de los ciudadanos los tesoros que iba recogiendo a lo largo de su vida.

El núcleo más importante de su colección es el que se encuentra en el Museo Frederic Mares, donado a la ciudad de Barcelona.

La colección de libros de Mares contiene tantas maravillas bibliográficas que nombrar solo algunas sería una injusticia para el conjunto, ya que toda ella representa un recorrido por la historia del libro.

Antonio Rodríguez Moñino

(1910-1970)  Fue un erudito, bibliógrafo y filólogo español.

Ingresa para cursar estudios de Derecho en la Universidad María Cristina de los Agustinos de San Lorenzo de El Escorial y allí, en su magnífica biblioteca, descubre su pasión por la bibliografía.

Fue un inteligente bibliófilo que salvó de la destrucción muchas bibliotecas privadas que, tras la guerra civil, fueron devueltas a sus dueños.

Aunque sus recursos económicos eran limitados, logró reunir importantes manuscritos poéticos y una excelente colección de cancioneros, romanceros y pliegos sueltos, además de piezas tan excepcionales como los fragmentos del Amadís manuscrito, hoy en la Universidad de Berkeley.

Como curiosidad, decir que parte de sus fondos llevaban una signatura encabezada por las letras CH, iniciales de “cuarto de los horrores”, como llamaba a una especie de trastero donde guardaba los ejemplares incompletos, maltrechos o fragmentarios.

Legó un espléndido tesoro bibliográfico (15000 libros, muchos de ellos inéditos, estampas y grabados) a la Real Academia Española de la Lengua, y unos 5000 volúmenes a la Biblioteca de Cáceres.

Antonio Pérez Gómez

(1902-1976) Nació y murió en Cieza. Fue abogado e investigador, pero por encima de todo bibliófilo de vocación. Consagró su vida a la literatura, engrosando a lo largo de cincuenta años una espléndida y nutrida biblioteca de raros ejemplares.

Movido por sus inquietudes literarias y su creciente vocación de bibliófilo, Antonio Pérez Gómez se lanzó a la labor editorial en 1949, iniciándose su larga trayectoria como coleccionista de libros raros; joyas de la literatura, valiosas y difíciles de conseguir, salvadas del ostracismo por este bibliófilo de proyección internacional.

De esta manera, Pérez Gómez funda en Cieza su editorial llamada '...la fonte que mana y corre...', nombre derivado de un verso de San Juan de la Cruz. Esta editorial, nacida con vocación de servicio a la cultura, estaba dirigida, supervisada y costeada por el propio Antonio, y en ocasiones colaboraban algunos especialistas españoles y extranjeros. Las publicaciones estaban organizadas en colecciones establecidas, siendo las tiradas extremadamente cuidadas y restringidas. Se podía acceder a ellas únicamente por suscripción directa, o bien por reserva en librerías especializadas españolas y extranjeras. Las ediciones se agotaban rápidamente y no se reeditaban.

Aunque la editorial estaba situada en Cieza, las tareas de impresión se realizaban en los talleres de Artes Gráficas Soler, S.A. situados en Valencia, con el fin de obtener la máxima calidad de las ediciones.

El 20 de septiembre de 1955 Pérez Gómez fue elegido, por unanimidad, Académico Numerario de la Academia Alfonso X el Sabio, cuya presidencia ejercería en los dos últimos años de su vida. Fue también Académico correspondiente de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, y miembro de la Hispanic Society of America.

La dilatada trayectoria como bibliófilo de Antonio Pérez Gómez le otorgó un prestigio universal y el reconocimiento de numerosas personalidades del mundo de la literatura y la investigación. Recibió el título de Mayor editor privado del mundo, por parte del Gremio de Libreros Alemanes.

Agustín González de Amezua

(1881-1956) Fue un crítico literario e historiador español.

Doctor en derecho por la Universidad Central. Ejerció la abogacía y dio conferencias en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que fue miembro de mérito y profesor doctísimo. Después se entregó de lleno a la investigación y a la crítica literaria bajo el magisterio de Marcelino Menéndez Pelayo, Cristóbal Pérez Pastor y Francisco Rodríguez Marín. La Academia Española concedió la medalla de oro a su edición crítica de El casamiento engañoso y Coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes. Académico de la Española, miembro electo de la de la Historia el 19 de junio de 1942, tomó posesión el 16 de febrero de 1944 y llegó a dirigirla. Fue además presidente de la Sociedad de Bibliófilos Españoles y Secretario del Archivo Histórico Español, así como presidente del Instituto de Estudios Madrileños.

Acumuló una impresionante biblioteca particular. En 1951 marchó a México en representación de la Real Academia Española para presidir el Congreso de Academias Hispanoamericanas correspondientes de la Española, siendo nombrado presidente y llevando a cabo una labor tan fecunda como ejemplar.

Miquel Mateu i Pla

(1898-1972) Fue un financiero, empresario y político español. Fue alcalde de Barcelona y embajador español en Francia.

En 1923 compró el castillo de Peralada, que restauró y convirtió en un museo.  Allí conservó la magnífica biblioteca de los hermanos Antoni y Tomás Rocabertí.

Cuando compró la biblioteca, esta constaba de 20.000 volúmenes. Hoy tiene 80.000, algunos de importancia inestimable, como el “Sermons de Robertus Caracciolus”, impreso por Francisco de Formis en 1472 en Venecia; el “Malleus Maleficarum” de Erich Institor, de 1494-97; el “Practica” de Savoranola (Venecia, 1497); una “Cosmografia” de Ptolomeo de 1492 y un “Tiber Chronicarum” de Hartmann Schedel, impreso en Nuremberg en 1493.

Mateu desarrolló una pasión especial por coleccionar ejemplares de El Quijote, de los que hay 1001 ejemplares (entre ellos el más antiguo que existe, de 1605).

Destacan también 200 incunables, 1300 manuscritos y 100 biblias, (entre las que destaca la poliglota de Felipe II).

Bartolomé March Servera

(1917-1998)  bibliófilo, coleccionista de arte y mecenas.

Bartolomé March desarrolló su faceta como coleccionista y bibliófilo adquiriendo dos importantes fondos documentales como eran el archivo y biblioteca Medinacelli y la biblioteca de los Duques de Gor de Granada.

La incorporación posterior de los fondos adquiridos a los bibliófilos Luís Planduria (Barcelona 1882-1956) y Pedro Sampol (Mallorca XIX-1956) parece que quiere marcar un punto de inflexión de la faceta de coleccionista hacia un mecenazgo más activo, con la creación de un centro bibliográfico con un marcado carácter especializado en temática balear, y sobre todo, porque se planteó desde los inicios como un centro de acceso público, abierto a todo tipo de investigadores y estudiosos.

Los fondos actuales están formados por manuscritos, impresos, material gráfico y otros materiales en nuevos soportes tecnológicos como audiovisuales y digitales.

En la actualidad, la biblioteca dispone de más de 2.000 manuscritos (códices, volúmenes autógrafos y documentos sueltos), 60.000 libros, 1.500 títulos de publicaciones periódicas, 600 microfilms, 1.000 separatas y otros soportes en menor número.

Su cronología abarca desde el siglo XIV hasta nuestros días y están en continuo crecimiento, ya que se procura incorporar todas las nuevas ediciones relacionadas con la temática balear.

Antonio Rey Soto

(1879-1966) Sacerdote, escritor y bibliófilo. 

Estudió Filosofía y Teología en el Seminario de Ourense. En 1901 se ordenó sacerdote y posteriormente amplió estudios en las Universidades de Santiago y Madrid. En 1920 fue elegido miembro de la Real Academia Gallega. Posteriormente se exilia y viaja a Cuba. Cuando estalla la Guerra Civil, su casa es saqueada y su importante biblioteca corre un gran peligro. Al final vuelve a Galicia y se queda en Ourense. En 1956, ya anciano, abandona Ourense y se traslada a Santiago. Posteriormente vuelve a Madrid, donde pasa los últimos años de su vida.

Alonso Zamora Vicente

(1916-2006) Filólogo, escritor, catedrático de universidad y miembro de la Real Academia. Tuvo gran relación con Dámaso Alonso y Camilo José Cela.

De 1948 a 1952 dirige el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, donde se relaciona con Julio Cortázar, Daniel Devoto, Josefa Sabor y Enrique Anderson Imbert.

En 1990 se inaugura la Biblioteca Zamora Vicente, en Cáceres, con los fondos del profesor. Se trata de una biblioteca formada a lo largo de más de medio siglo, que contiene 32.602 registros bibliográficos informatizados, de ellos 1.050 son títulos de publicaciones periódicas. Espléndida colección que califica a su dueño como un gran bibliófilo y una persona de gran formación intelectual.

SIGLO XXI

Javier Gómez Navarro

(Madrid, 1945) Presidente de Aldeasa y del Consejo Superior de Cámaras de Comercio. Fue ministro de comercio y turismo entre 1993 y 1996.

Es el mayor coleccionista privado de libros de viajes por España y de geografía española.

Sus preferencias van por los viajeros extranjeros en España y españoles por el mundo. Sus Joyas Posee más de 50 libros sobre viajeros españoles en Tierra Santa; una primera edición de “El Cronista de Indias”; numerosos atlas como el de “Ortelius”, de 1573, los mapas de “Jansonius”, de 1658, o el “Mercator”, de 1569, y los diccionarios geográficos de Madoz, Martinière o Miñano. Cultiva el coleccionismo desde 1978, cuando creó la revista “Viajar”. No acude a subastas, aunque las sigue para estar al tanto de los precios que se manejan. A veces compite con la Biblioteca Nacional que, a igual precio ofertado, tiene preferencia, aunque la lentitud de movimientos de la institución le ha permitido adelantarse cuando se trata de un desembolso alto. Su colección recoge desde los viajes de Juan de la Encina y el Marqués de Tarifa por Marruecos hasta las aventuras de embajadores en oriente y clérigos que dieron la vuelta al mundo como Pedro Cubero Sebastián, en 1688.

Enrique Múgica Herzog

 

(San Sebastián, 1932) Defensor del Pueblo.

Su biblioteca tiene 14.000 volúmenes.

Sus preferencias son el ensayo, novela, memorias, historia y poesía. Sus Joyas: Una edición de 1846 de “El Guzmán de Alfarache”, con dorados en fuego; el “Diccionario de Lengua Castellana”, en su segunda edición de 1783 y la primera edición de las “Obras Completas de Rousseau”, entre otros. No se sabe si el tejado del domicilio de Enrique Múgica está soportado por vigas o apuntalado por los miles de libros que alberga. Están por todas partes. Montañas de ellos flanquean los peldaños de las escaleras y se apilan en el salón y en el desván. Primeras ediciones de los “Episodios Nacionales” de Galdós, el Madoz completo, todo sobre Molière, Balzac o Malraux, los 45 tomos de la “Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco”... Múgica no es coleccionista, se define como lector compulsivo, víctima del mito de Tántalo, “ya que nunca dejaré de comprar libros aunque no tenga tiempo material para leerlos”. Habitual de los libreros de la Cuesta de Moyano de Madrid, donde busca, regatea y compra. “El libro más caro que tengo me costó 45.000 pesetas”. Aprovechando sus numerosos viajes, ha adquirido joyas por muy poco dinero en Estocolmo, Alemania, Francia, Rumanía, Rusia, Paraguay, EEUU... “Pregunto dónde hay librerías de viejo y me escapo”.

Joaquín González Manzanares

 

(Badajoz, 1946) Empresario inmobiliario.

Su biblioteca consta de 10.500 documentos originales, 2.500 manuscritos, reunidos en el Fondo Clot-Manzanares, adquirido por la Biblioteca de Extremadura, en 2005, y un archivo de otros 10.000 documentos relacionados con su colección que también están en manos de la institución.

Sus preferencias son la temática extremeña de todas las épocas. Sus Joyas: El códice manuscrito de “Las Capitulaciones de la Orden de Alcántara”, de 1209 a 1523. “Las Ordenanzas de la Ciudad de Plasencia”, firmadas por D. Álvaro de Zúñiga en 1461. Vivió el día más feliz de su vida hace 10 años, en Pamplona, “en una especie de subasta que se hizo de una de las mayores colecciones de manuscritos que he visto en mi vida”, en la que adquirió varias de sus mejores piezas. Estudioso de la bibliofilia, lleva Badajoz y Extremadura en el alma. No hay libro vinculado con su región del que no se incaute hasta el último documento: el discurso original de la presentación, la obra dedicada, las crónicas, reseñas... Ha comprado libros desde Londres a Lima. El año pasado la Junta de Extremadura adquirió toda su colección.

Manuel Ruiz Luque

(Montilla, 1935)  Ha reunido una de las más curiosas y singulares bibliotecas de Andalucía, con más de 20.000 ejemplares. Esta tarea de compilación y rescate de volúmenes únicos, primeras ediciones y manuscritos, incunables y códices, comprende un amplio abanico de historias locales de Andalucía: los documentos originales de concesión de títulos de los condados de Luque y de la Cortina, el manuscrito de la Historia del monasterio de Santa María de las Cuevas de la Cartuja de Sevilla, un manuscrito de Ramírez de Arellano, veinte historias también manuscritas e inéditas de la ciudad de Montilla, primeras ediciones de historia local de las ocho capitales de provincia andaluzas, las primeras publicaciones de Montilla en el siglo XVII, así como toda la colección de la prensa local.

Entre otras obras de su biblioteca se pueden destacar: Estatutos de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba (Antequera, 1577); Constituciones Sinodales del Obispado de Córdoba (Sevilla, 1525); Antiguo Principado de Córdoba por Martín de la Roa (Córdoba, 1636); Antigüedad de la Inclita y Patria Ciudad de Córdoba por Juan Félix Girón (Córdoba, 1686); El Arcángel San Rafael, Custodio de Córdoba por Pedro Dias Rivas (Córdoba, 1650); Saludable Introducción al Estado del Matrimonio por Vicente de Mexía (Primer libro impreso en castellano en la ciudad de Córdoba, 1566.); y Panegírico por la poesía (Montilla, 1627).

Su biblioteca ha servido en múltiples ocasiones para elaborar tesis doctorales, tesinas y otros trabajos de investigación. Manuel Ruiz Luque fue homenajeado por el Ateneo de Córdoba en 2006 otorgándole la Fiambrera de Plata.

Javier Cerezo

 

(Madrid, 1963) Abogado.

Su biblioteca consta de unos  2.500 volúmenes, entre obras modernas y antiguas.

Sus preferencias son los temas jurídicos.

Sus Joyas Un tratado de la “Regalía de Amortización”, de Campomanes, en una edición que perteneció a Carlos III; un ejemplar de “El Quijote” impreso por Ibarra en 1870, firmado por el canciller austriaco Metternich; “El Espíritu de las Leyes”, en su primera edición; un incunable, “El Ordenamiento de Montalvo”, impreso en 1484. Descubrió su pasión bibliófila en 1989, cuando se topó con una errata en un libro de texto mientras estudiaba las “Leyes de Toro” y decidió recurrir a la fuente original. En pocos años reunió una importante colección jurídica, que ha rodeado de algunas de las grandes impresiones clásicas españolas y de la Ilustración, así como de varios “Quijotes”. “No voy a la que salta, sólo tengo ilusión por tener ciertos libros y me dedico a buscar únicamente ésos”, señala. Es el caso de “Confusión de confusiones”, el primer libro conocido sobre Bolsa y que desearía añadir a su biblioteca. “Algunos bibliófilos nos reunimos de forma esporádica y comentamos los precios de un mercado cada vez más reducido”, señala.

Luis Caruana

 (Valencia, 1956) Economista, socio de la consultora Deloitte en Valencia.

Su biblioteca consta de 7.000 volúmenes, más de la mitad anteriores a 1800.

Sus preferencias son los libros españoles y franceses de los siglos XVI al XVIII.

Sus Joyas: La primera edición de “Los Trabajos de Persiles y Segismunda”, de Cervantes, impresa por Juan de la Cuesta en 1617; el “Liber Chronicarum”, “un precioso incunable de 1493, con grabados de un joven Alberto Durero”. Hijo, nieto y biznieto de bibliófilos valencianos. Describe con pasión su afición por el libro antiguo, al que dedica horas y horas de cuidados y esmeros. “Me ayuda a equilibrar mi vida personal y profesional”, explica. Se precia de poseer un exquisito repertorio de pliegos de cordel, textos impresos en dos hojas unidas por una cuerda que, en los siglos XVII y XVIII, constituían el soporte de la literatura popular. Ha documentado la trayectoria de cada una de sus adquisiciones. Recuerda la pequeña odisea que le llevó a Burdeos para adquirir la primera edición del “Persiles” de Cervantes, y otras que anhela profundamente, como la “Hypnerotomaquia Poliphili”, un incunable impreso en 1499, cuyo precio alcanza los 300.000 euros.

Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón

(Madrid, 1940)  Político y jurista español, fue uno de los siete Padres de la actual Constitución española.

Asiduo colaborador de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas desde el 9 de abril de 1991. Estudioso del derecho constitucional y las relaciones internacionales, ha publicado numerosos trabajos, colabora asiduamente en prensa y radio, y ejerce también como abogado y consultor.

Arturo Pérez Reverte

(Cartagena, 1951) Novelista, periodista y miembro de la Real Academia Española.

Viajero, bibliófilo, navegante y estudioso de la legendaria tradición heroica española.

Actualmente

Rafael Solaz

(Valencia, 1950) Escritor, documentalista y bibliófilo.

A sus once años compró ‘Las aventuras de Tom Sawyer" de Mark Twain, primero de los nueve mil ejemplares que componen su biblioteca. De vocación artística y formación autodidacta, Rafael Solaz Albert no ha parado de coleccionar y perseguir libros, como un Lucas Corso de carne y hueso. Trabajador de banca durante más de treinta años, recorrió varias ciudades españolas hasta regresar a Valencia, su gran pasión, el norte de su vida junto con su familia y los libros.

Francisco Mendoza Díaz-Maroto

(Villa de Don Fabrique, Toledo, 1948) Es doctor en filología hispánica y catedrático, pero él se considera sobre todo bibliofilógrafo, neologismo útil para designar al bibliófilo que publica la descripción de sus propios ejemplares.

Es autor, entre otros, de los libros Introducción a la bibliofilia (1995) y La pasión por los libros: un acercamiento a la bibliofilia (2002).

Julián Martín Abad

Abulense de San Bartolomé de Pinares, 1946, es Jefe del Servicio de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional de España. Ha desarrollado una intensa actividad docente en relación con el libro antiguo y es autor de repertorios tipobibliográficos como La imprenta en Alcalá de Henares: 1502-1600 (Madrid, 1991), La imprenta en Alcalá de Henares: 1601-1700 (Madrid, 1999) y Postincunables ibéricos (Madrid, 2001); de estudios sobre las colecciones españolas de manuscritos e incunables, como Manuscritos de España: guía de catálogos impresos (Madrid, 1989, con suplementos de 1994 y 1998) y Los incunables de las bibliotecas españolas: apuntes históricos y noticias bibliográficas sobre fondos y bibliófilos (Valencia, 1996); de un cuantioso conjunto de artículos sobre identificación de ejemplares de ediciones primitivas, y sobre antiguos impresores, bulas, comedias sueltas, la historia de las colecciones de manuscritos y de incunables de la Biblioteca Nacional, y sobre piezas singulares de esas colecciones.

Manuel Sánchez Mariana

Ha sido director de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense. Facultativo de Bibliotecas y conocido especialista en manuscritos y catalogación, de renombre internacional, y Jefe del Servicio de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional. A él se deben las más de las normas de catalogación que corren en nuestro país. Basten dos de sus títulos: Bibliófilos españoles: desde sus orígenes hasta los albores del siglo XX (Madrid: Biblioteca Nacional: Ollero y Ramos, 1993) e Introducción al libro manuscrito (Madrid: Arco Libros, 1994)

 

BIBLIOFILOS EXTRANJEROS

 

Nodier

(1780-1844) Jean-Charles Emmanuel Nodier fue un escritor y bibliotecario francés.

Fue filósofo, entomólogo, bibliófilo y bibliotecario de enorme prestigio en su época, dirigiendo la Bibliothèque de l'Arsenal (1824).

Por su tertulia pasaron Alfred de Musset, Alejandro Dumas, Théophile Gautier, Alfred de Vigny, etc. Apreciaba mucho los relatos fantásticos del escritor alemán E.T.A. Hoffmann. Admiraba a Goethe y a Shakespeare.

Archer Milton Huntington

(1870-1955)  Gran amigo de las artes, conocido sobre todo por sus trabajos académicos en el campo de los Estudios Hispánicos. Fundó la Hispanic Society of America en la ciudad de Nueva York en 1904.

Paul Lacroix

(1806-1884) Periodista y autor francés, es más conocido por su sobrenombre: el bibliófilo Jacob.

Mantuvo un constante interés por las bibliotecas públicas y los libros en general, y escribió obras históricas y sobre bibliografía.  En 1885 fue nombrado bibliotecario de la biblioteca del Arsenal de París.

Richard Heber

(1773-1833)  Coleccionista inglés de libros.

Como estudiante del Brasenose College de Oxford, comenzó a reunir una biblioteca puramente clásica en principio, aunque luego amplió sus gustos hacia el teatro y la literatura inglesa.

Asistía a subastas de libros en el continente, comprando a veces ejemplares sueltos, pero otras bibliotecas enteras. Walter Scott, amigo suyo, hablaba de su biblioteca como “superior a todas las demás en el mundo”, y Campbell lo describió como “el más fuerte y feroz de todos los bibliomaniacos”.

Además, no se limitaba a comprar un solo ejemplar, sino tres, ya que quería “uno para mostrar, otro para usar y otro para prestar”. De esa manera, su colección llegó a abarcar más de 150.000 volúmenes, repartidos entre 8 mansiones de su propiedad.  Se estima que se gastó en su colección la cantidad de 100.000 libras esterlinas.

J.P. Morgan

(1837-1913)  John Pierpont Morgan fue un empresario, banquero, filántropo y coleccionista de arte americano que dominó las finanzas corporativas y la consolidación industrial de su época.

En 1901 era uno de los hombres más ricos del mundo.

Legó la mayoría de su colección de arte al Museo Metropolitano de Nueva York.

Otros importantes bibliófilos extranjeros han sido o son:

El conde de Ficalho, Bollioud-Mermet, Pina Martins, Umberto Eco, James P.R. Lyell, Cyril Connolly, De la Bédoyère, Ives Devaux, Libri, René Chalon…

 

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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