PRINCIPAL

MAPA WEB

VENATOR LIBRIS

FAVORITOS DE 10 EN 10

IMAGENES

ENLACES

BLOG

                  

 

 

Buscar en:

Google

Wikipedia

Real Academia

 

 

 

 

Logo de letraherido.com:

 

 

 

 

LIBROS DE BIBLIOFILIA

 

LIBROS RAROS

LOS MANUSCRITOS

LOS INCUNABLES

LOS LIBROS ANTIGUOS

LOS LIBROS CURIOSOS

LOS IMPRESOS MENORES

LOS PRINCEPS O PRIMERAS EDICIONES

LAS EDICIONES DE BIBLIÓFILO

LAS BELLAS ENCUADERNACIONES

 

El bibliófilo ama los libros, pero no ama todos los libros igual. El bibliófilo puede poseer y leer cualquier tipo de libro, pero solo le interesan los que tengan algo especial, los que se salen de lo común: manuscritos, incunables, antiguos, raros, curiosos… A este respecto, suele asociarse libro raro con antiguo, y ambos con valioso, caro, pero son tres conceptos distintos. Hay libros muy antiguos que no son nada raros, que carecen de interés y no son nada caros (por ejemplo un sermón del siglo XVII).

Micrographia - 1665 - Hooke, Robert (author) - London - The Warnock Library

 

Los libros tienden a destruirse con el paso del tiempo, de modo que cuanto más antiguo es menos ejemplares quedan. Los libros que cuestan caros en el momento de su publicación se conservan mucho mejor que los baratos. Por ejemplo, de la Biblia de 42 líneas se imprimieron 150 ejemplares en papel y 35 en vitela, y nos han llegado nada menos que 35 en papel (17 completos) y 12 en pergamino (4 completos). Como no hay ejemplares para todos (ni siquiera para los bibliófilos multimillonarios), en 1921 y 1954 unos libreros estadounidenses desglosaron sendos ejemplares incompletos y los vendieron por hojas sueltas. De esa manera docenas de bibliotecas y coleccionistas pudieron comprar un honorable (que así se les llama a tales hojas): 643 entre los dos volúmenes. En 1985 un librero parisino ofrecía dos de ellas por 3000 euros. También las demás impresiones de Gutenberg se cotizan al alza: en 1994  un librero de París anunciaba una hoja del Catholicon de J. Balbus impreso en 1469 (supuestamente por Gutenberg) al disparatado precio de 10500 euros.

Por el contrario, uno de los incunables españoles más bellos, el Procesionarium fratum praedicatorum (Sevilla, Meinardo Ungut y Estanislao Polono, 1494), se vendía en 1913 a unas 100 pesetas porque habían aparecido más de un centenar de ejemplares  dentro de un arcón en un convento dominico.

Por lo general, cuanto más bello es un libro (y la belleza se la dan en gran medida los grabados) más se preserva, por lo que es menos raro, pero salvo casos excepcionales suelen alcanzar elevados precios. Por ejemplo, el Liber chronicarum de Hartmann Schedel (Nuremberg, 1493), del que solo en España se conservan más de 50 ejemplares, alcanza, si está completo, varias decenas de miles de euros, debido a su gran belleza.

 

Liber chronicarum de Hartmann Schedel

 

Libros raros. Concepto y tipos de rareza.

Libro raro es aquel del que se conocen pocos ejemplares. Aún así, hay que diferenciar entre rareza bibliofílica o comercial y rareza bibliográfica: pueden conservarse bastantes ejemplares de un libro en bibliotecas públicas y sin embargo ser muy raro en comercio.

La rareza de un libro puede obedecer a varias causas, voluntarias o fortuitas. Una rareza es voluntaria cuando se ha tirado un corto número de ejemplares. La rareza fortuita puede producirse por la muerte del autor, incendio, naufragio, guerra, tipo de usuarios, etc. Por ejemplo, la edición en castellano del Atlas mayor o Geografía Blaviana de Juan Blaeu (Amsterdam, 1656-1672, 10 vol.) es la más rara porque la tirada fue destruida en un incendio de los almacenes del editor. En cuanto a cartillas de lectura, libros de texto, calendarios, etc., su rareza se debe a la destrucción por el uso y el mal trato. Lo mismo puede decirse de los pliegos, folletos y libros de cordel. Especialmente devastadoras han sido las guerras napoleónicas y las dos guerras mundiales, con sus secuelas de expolios, incendios, robos, etc.

Desde otro punto de vista, hay que distinguir entre rareza absoluta (de origen) y rareza relativa. Esta última puede ser:

- temporal (también existen las modas en bibliofilia)

- local: un libro impreso en México será difícil de encontrar en España y más aún en Argentina

- de mercado: el librero no compra un libro porque no existe demanda

- técnica: muchos quieren comprar un libro del que hay pocos ejemplares

La rareza tiene mucho de ficticia cuando se debe a la opinión de los expertos (a veces interesada), que suele influir en los vaivenes de la moda. Por ejemplo, hasta finales del siglo XIX solían desecharse las cubiertas al encuadernar los volúmenes, por lo que son muy raros los ejemplares con las cubiertas conservadas.

Como la rareza viene dada por el número de ejemplares, existen libros raros del siglo XIX, como la edición del Carrascón (Madrid, 1847). Incluso hay libros raros del siglo XX como alguna destruida casi totalmente por un incendio, o la edición de España en el corazón de Neruda, impresa durante la guerra civil en un monasterio cerca de Gerona con papel fabricado a base de trapos ensangrentados (procedentes de ropa de combatientes muertos o heridos).

Otros libros son raros por su tema, que ha sido la causa de su corta tirada. Por ejemplo, La Sagrada Biblia puesta en verso castellano, debería ser solo un libro curioso, pero es un libro rarísimo, ya que solo se conoce un ejemplar en la Hispanic Society.

Grados de rareza

Nadie ha superado todavía la gradación de la rareza biliofílica establecida por Salvá hace siglo y medio, y que es la que sigue:

1º. “Son de primera rareza aquellos libros que se sabe de fijo o se sospecha que han sido impresos, y sin embargo no se tiene noticia de que exista ejemplar alguno de ellos, como sucede con la Biblia lemosina, del hermano de san Vicente Ferrer, el tomo primero de la Viciana, y el Buscapié de Cervantes”. Realmente, más raros que los libros de un solo ejemplar, son los que se ha perdido toda la tirada.

2º. “Entran en el segundo lugar aquellos otros de que no se sabe exista más que uno o pocos ejemplares, y todos aquellos a los que llamo yo rarísimos o excesivamente raros en el presente Catálogo”. Aquí engloba Salvá los únicos y rarísimos que no tienen el mismo grado de rareza, como tampoco lo tiene el ejemplar solitario de una edición única y de una obra editada varias veces. E hilando más fino, más raros que los ejemplares únicos completos son los mútilos, y más todavía los fragmentarios, como algunos de los que se ha conservado una sola hoja, caso de la citada Biblia valenciana.

3º. “Vienen en tercer grado los libros de que solo muy de tarde en tarde aparece algún ejemplar de venta, o que son muy pocos los aficionados que los poseen. Pertenecen a esta clase la mayor parte de Cancioneros y Romanceros, los Libros de Caballerías, muchos de los que tratan de Música, caza, Juegos y refranes, todas las Comedias en letra gótica, los Romances impresos en la misma letra, por lo difícil de su conservación […] he tenido cuidado de advertir en el presente Catálogo que son muy raros”. La extrema rareza de estos impresos se debe a que su mucho uso ha causado la destrucción de casi todos los ejemplares. Lo que observa Geldner de los incunables se puede aplicar al resto de impresos: se han perdido sobre todo las hojas sueltas y los ejemplares pequeños o muy pequeños, los que se leían mucho, los libros de diversión y los de devoción, los Volksbücher (libros populares), y también se han hecho raras las impresiones que por alguna razón molestaban a las autoridades estatales o eclesiásticas.

4º. “En cuarto grado de rareza deben contarse, porque efectivamente son se halla con facilidad ocasión de adquirirlas, casi todas las ediciones de nuestros Poetas, Novelistas y Autores Dramáticos posteriores a 1560 y anteriores a 1610”. A estos los llama simplemente raros, y en nuestros días lo son más.

5º. “Se reputan como escasos los libros cuyas ediciones, aunque más recientes, o se han tirado en corto número o se hallan del todo agotadas, y por consiguiente suelen encontrarse por casualidad”.

6º. “Tienen un valor 8 o 10 veces mayor comparativamente los ejemplares impresos en vitela o pergamino, y del doble por lo menos los de gran papel”.

7º. “En todas estas clases, también respectivamente, gozan de mayor aprecio bibliográfico los libros en lemosín y vascuence, o los escritos en alguno de los dialectos de América”.

Matiza a continuación Salvá que el precio de un libro depende de su rareza respecto de otro de sus clase, o de su rareza combinada con el interés que inspire el contenido de una obra si la comparamos con otra, de modo que se aprecia más un tomo de Poetas, de mediana rareza, de 1610, por ejemplo, que el Regimiento de príncipes de 1494, los Cinco libros de Séneca de 1491, etc.

 

El ejemplar único

El término ejemplar único debe usarse con cautela, ya que en cualquier momento puede aparecer otro idéntico, por lo que sería más prudente utilizar la expresión ejemplar único conocido. Cuando un ejemplar, en un área muy controlada bibliográficamente, lleva mucho tiempo pasando por único, es poco probable que aparezcan más, pero siempre es posible.

Aún más raro que un ejemplar completo único es aquel del que solo se conserva un fragmento, a veces una sola hoja.

El libro más raro

Ante la pregunta ¿Cuál será el libro más raro del mundo?, Francisco Mendoza nos da como firme candidato las Tablas de la Ley que Yahvé entregó a Moisés en el Sinaí, ya que lo reúne todo:

- la importancia del autor, que no admite competencia

- la transcendencia del texto, ley moral de gran parte de la humanidad

- la antigüedad suma

- su brevedad (dos hojas)

- la materia escritoria (piedra)

- su carácter de ejemplar único

- el hecho de haber sido destruido (Ëxodo 32, 19), aunque luego Yahvé mandó a Moises que labrara otras dos tablas y reescribiera el decálogo.

 

Los manuscritos

Manuscrito es todo escrito a mano del pasado y del presente, por lo que existen manuscritos anteriores y posteriores a la imprenta.

Ya en Roma se cotizaban mucho los esclavos litterati, dedicados exclusivamente a la copia de obras literarias. Estas se elaboraban por partes o pecia.  La esticometría era un método de calcular el trabajo del copista y establecer un precio por el número de líneas (de un hexámetro dactílico cada una equivalente a 34-38 letras o 16 sílabas).

A veces, por carencia de material escritorio, un manuscrito era borrado y se escribía encima, lo que da lugar a los palimpsestos o códices rescripti.

El palimpsesto de <a href="http://ciencia.astroseti.org/matematicas/articulo.php?num=3499">Arqu�medes</a>

Palimpsesto de Arquímedes

En muy difícil que un manuscrito de la Edad Media caiga en manos de un bibliófilo corriente de hoy en día. Los conservados en España se inventariaron por Sánchez Bordona antes de la Guerra Civil, y entre ellos había muy pocos en manos privadas. Aún así, de vez en cuando aparece uno, como el hermoso libro de horas manuscrito del siglo XV vendido en subasta en febrero de 2001 por 28 millones de pesetas.

Un tipo de manuscrito muy apreciado son los privilegios rodados y las ejecutorias de nobleza e hidalguía, sobre todo si presentan miniaturas.

Los más abundantes son los posteriores al siglo XV, y su número aumenta de manera vertiginosa, aunque hay que distinguir entre originales (autógrafos o no) y copias (de otro manuscrito, memoria o impreso), y además entre manuscritos unitarios y misceláneos, diferentes de los tomos facticios o de varios.

Tienen  más interés los manuscritos literarios, en castellano, que los teológicos, en latín. Especialmente apreciados son los poéticos y los teatrales, pues la poesía de los Siglos de Oro se difundía por copias manuscritas. También se cotizan mucho los manuscritos de obras literarias importantes, como el Ulises de Joyce o El proceso de Kafka, y más si son de autores norteamericanos del siglo XX: el record lo tiene En el camino, de Jack Kerouac, vendido por 2.880.000 euros.

Existen también muchos documentos en parte impresos y en parte manuscritos, como la mayoría de los incunables, en los que se dejaba el hueco para luego dibujar las capitulares; también es el caso de las bulas, impresas con espacios en blanco para poner el nombre de la persona. Hay que añadir los muchos tipos de formularios (cartas de venta, de alquiler, de poder y procuración, instancias, certificaciones administrativas, etc.) y los álbumes de contenido misceláneo (poemas, partituras, dibujos, grabados recortados de libros, etc.).

Cercanos al manuscrito están los escritos a máquina, los mecanoscritos, que a veces presentan correcciones a mano. Así está por ejemplo el original de Poeta en Nueva York de Lorca.

También pueden considerarse manuscritos interesantes  las galeradas o pruebas de imprenta con correcciones del autor.

 

Los incunables

Son los impresos entre la invención de la imprenta y el 1 de enero de 1501. Se emplea el término post-incunable para los posteriores a esta fecha hasta (según distintos estudiosos) 1520 o 1550.

Hay dos rasgos que podrían distinguir los incunables de los libros posteriores: la imitación de los modelos manuscritos y el carácter artesanal de la imprenta. Sin embargo la fecha de aparición de imprentas industriales varía mucho de unos lugares a otros, por lo que no hay más remedio que aceptar los límites convencionales.

Algunos incunabulistas admiten la existencia de incunables americanos (estrictamente no lo serían pues la imprenta llega a América en 1539) como los impresos en aquellas tierras hasta 1550, aunque solo quedarían incluidas una 2º ediciones y todas de México. Parecería más razonable extender el límite hasta final del XVI, por lo que quedarían incluidos los impresos de Lima entre 1584 y 1600.

Los incunables son los libros antiguos mejor estudiados desde Hain (con sus continuadores Copinger y Reichling), pasando por Haebler, hasta el Gesamtkatalog der Wiegendrucke (GW) que aún no ha llegado a describir la mitad de todas las ediciones existentes. Los incunables conservados en España están recogidos en el Catálogo general de incunables en Bibliotecas españolas (IBE) de la Biblioteca Nacional.

 

Se han calculado en unas 27.000 las ediciones conocidas de incunables (menos de 1000 las españolas), y el número de ejemplares conservados podría a ascender a 550.000 (más de 17000 de ellos en España) de los 20 millones de ejemplares impresos. Más del 65% estaban escritos en latín, un 7% en toscano, un 6% en alemán, un 5% en francés, y un 1% en flamenco.  Cerca de la mitad de los incunables fueron textos religiosos; la otra mitad, obras literarias, científicas o jurídicas.  En el siglo XV, la Biblia alcanzó más de 110 ediciones latinas, 11 ediciones alemanas, 4 italianas y 1 francesa.  El autor latino más publicado fue Cicerón, con 316 ediciones.  Se conocen 15 ediciones incunables de la Divina Comedia, de Dante.

Muchos impresos de finales del siglo XV y principios del XVI no están fechados, e incluso los que tienen colofón pueden plantear problemas, ya que algunos impresores cuentan el año ab Incarnatione Domini (desde la Encarnación del Señor), por loo que los impresos entre el 1 de enero y el 25 de marzo corresponden al año siguiente.

 

Los libros antiguos

No hay acuerdo sobre lo que hay que entender como libro antiguo. Unos ponen el límite en 1800, otros en 1900, y muchos se conformarían con los 100 años de antigüedad. Marsá recuerda que la imprenta deja de ser artesana hacia 1800-1820, y este año o el de 1830 podría ser la frontera razonable.

Un bibliófilo,  si distingue entre un protoincunable y un post-incunable, no valorará igual un volumen del siglo XVI que uno del XVIII, como haría un no bibliófilo, y dentro de los quinientistas establecerá una gradación como mínimo por décadas (posterior a la fundamental entre góticos y no góticos). Los post-incunables suelen llamarse veinteañeros por haber sido impresos en las dos primeras décadas del XVI, y también nortonianos por haberles dedicado Norton dos excelentes estudios.

Aparte de la antigüedad absoluta, conviene tener en cuenta la relativa, pues la imprenta llega a cada sitio en una fecha diferente. Por ejemplo, un impreso veneciano del XVI es comparativamente más moderno que uno albacetense de 1825, recién establecida la imprenta en la capital.

Además, se valoran determinadas épocas de esplendor en el arte de la imprenta (así como determinados talleres) y se aprecian menos otras: es preferible un Sancha o un Ibarra de hacia 1770 que un libro madrileño de mediados del siglo XVII, por ejemplo.

Por tanto, no hay que caer en el fetichismo de la antigüedad, sino que antes hay que valorar otros factores como el tema de la obra, la calidad de la impresión, las ilustraciones, la rareza, la conservación, las marcas de propiedad, la encuadernación, etc.

 

Los libros curiosos

Se llama curioso al libro cuyo tema es poco corriente o presenta peculiaridades de composición, encuadernación, impresión, materiales, etc.

Hay libros curiosos por el tema, por la lengua en que está escrito, por contener receptáculos secretos, por estar encuadernados en piel humana, por su forma, por encuadernaciones curiosas o con materiales especiales, por ser ejemplares expurgados por la censura, por ser escatológicos, por ostentar superlibros, por sus dimensiones (atlánticos o miniatura), por el color del papel o la tinta, por el tacto o el olor, etc.

Libro encuadernado en piel humana (Norte de Inglaterra, siglo XVI)

 

Los impresos menores

Hay bibliófilos que coleccionan ejemplares de los que se ha llamado de distintas formas: publicaciones, impresos menores, literatura de cordel, pliegos sueltos, romances en ciego, subliteratura, etc.

Si los libros de los siglos XV y XVI se ha conservado mal, mucho más difícil es encontrar estos impresos menores (bulas, calendarios, cartillas, pliegos poéticos, relaciones de sucesos, historias caballerescas, etc), y hoy alcanzan altas cotas de rareza, siendo piezas codiciadísimas por los bibliófilos.

Los hay de diversos tipos. Pueden diferenciarse por su extensión: hojas volantes, pliegos sueltos, folletos de cordel y libros de cordel.

Puede también distinguirse entre impresos utilitarios y literarios, entre los que llama la atención un tipo especial de hojas volantes: las aleluyas. Los de contenido literario pueden ser poéticos, teatrales y en prosa.

Entre los poéticos se diferencian los pliegos cultos de los populares, estos con apartados como los literarios, los debates, los relacionados con la tradición oral, los noticieros o de tema histórico, los de cautivos o renegados, los líricos de tema amoroso, los de aventuras amorosas, los protagonizados por mujeres vengadoras, los de guapos, contrabandistas y bandidos, los de crímenes, los de maravillas, monstruos y prodigios, los humorísticos y burlescos y los de temas religiosos.

El teatro de cordel se difundió en folletos o en pliegos que dieron a conocer resúmenes de dramas o comedias, relaciones, loas y monólogos, diálogos, entremeses, sainetes y pasillos.

En la prosa de cordel cabe distinguir entre pliegos y folletos o libros, que difunden las mismas obras: de tema bíblico, de inspiración oriental, de fondo legendario, de ciclo carolingio, arreglos de obras literarias cultas, diálogos ingeniosos, de historia y leyenda nacional, de astrología y esoterismo, pronósticos y profecías, medicina popular, etc.

Los no literarios tienen también una gran variedad: bulas, calendarios, almanaques y pronósticos, cartillas, silabarios, catecismos y doctrinas, carteles, edictos, pragmáticas, gacetas, formularios de venta o alquiler, cartas de poder y procuración, memoriales, porcones, instancias, certificados, etc.

Por último existe multitud de variedades de impresos de formato pequeño en los que el texto se ha reducido a la mínima expresión o no existe: sellos de correos, vitolas, estampas, etiquetas, secantes, exlibris, cajas de cerillas, paipáis, calcomanías, recortables, tarjetas de visita, librillos de papel de fumar, recordatorios de primera comunión, invitaciones de boda, esquelas mortuorias, christmas, peticiones de aguinaldo, décimos de lotería, estuches de azucarillos, envases comerciales, tarjetas de crédito o telefónicas, carteles de películas, marcapáginas, entradas de cine, toros, teatro, etc.

 

Los princeps o primeras ediciones

Se entiende por primera edición, príncipe o princeps, la primera edición absoluta de una obra, sea legal o ilegal. Algunos reservan el término para los incunables y llaman edición original a las demás, y hay libreros franceses que consideran original toda edición impresa en vida del autor.

Constituyen una de las preferencias de los bibliófilos: el deseo de autenticidad. Tiene el mismo fundamento psicológico que la obsesión por la intonsura: una especie de ansia de pureza primigenia y virginal. Bastantes bibliófilos coleccionan primeras ediciones de una época o generación, o de un autor. Las de mayor cotización son las de autores norteamericanos como Hemingway, Faulkner, Fitzgerald, o bien Joyce y hasta Ian Fleming.

Sin embargo, las primeras ediciones no siempre son las mejores, ni material ni formalmente. La segunda y sucesivas suelen presentar un texto más depurado, pueden tener más grabados, etc.

La primera edición de un autor es la más rara, ya que nadie sabe a priori si se va a hacer famoso, y no se puede comprar todo.

A veces resulta difícil determinar cuál es la princeps, hay ediciones contrahechas anteriores a la original, ha habido obras que ha salido antes por entregas, etc.

 

Las ediciones de bibliófilo

Según Lasso, tras la Primera Guerra Mundial se fabricaron libros de lujo sin tino y al por mayor. Connolly también señala que a finales de los años veinte, se afianzó la afectación y los autores empezaron a producir rarezas artificiales. Es decir, existen ediciones de bibliófilo auténticas o naturales y otras artificiales.

En España fue a mediados del siglo XIX cuando surgieron las ediciones de bibliófilo. Normalmente, se exige de estas ediciones que sean en un buen papel de hilo, con tipos limpios, exquisita maquetación, impresión cuidada, grandes márgenes, tiradas cortas, etc. De ello se encargaron las sociedades de bibliófilos que florecen en el XIX. La primera en nuestro país fue la Sociedad de Bibliófilos Españoles (1866), presidida por Juan Eugenio Hartzenbusch. Gayangos preparó la primera publicación (Cartas, de Eugenio Salazar) ese mismo año, seguida de otros 33 volúmenes en el siglo XIX, y su publicación siguió hasta el XX. Muy poco después se fundó la Sociedad de Bibliófilos Andaluces, que produjo 40 volúmenes en tiradas de 500 ejemplares.

Aparte de estas sociedades, Feliciano Ramírez de Arellano, marqués de la Fuensanta del Valle, y José Rayón iniciaron en 1871 su Colección de libros españoles raros y curiosos con la reedición de La lozana andaluza de Francisco Delicado. Se inicia el camino de lo que será uno de los tipos de ediciones de bibliófilo; la reproducción facsímil completa del original, con un estudio introductorio en el mismo volumen o en capítulo aparte, incluidos los dos en un estuche. Publicaron 24 volúmenes. Por su parte José Rayón publicó sus burlas bibliográficas, y en 1873 salieron sus rarísimos Ensayos foto litográficos, en muy corta edición de ejemplares numerados y nominados.

Había demanda de ediciones de bibliófilo, ya que en 1872 el librero madrileño Alfonso Durán inicia la colección Libros de antaño, nuevamente dados a luz por varios aficionados, de la que salieron 15 volúmenes hasta 1898. Tiró cuatro ejemplares en vitela del primero de ellos, los Entremeses, loas y jácaras de Quiñones de Benavente. Aguiló y Fuster dirigió la Biblioteca Catalana (1872-1905, 13 volúmenes). La Sociedad Valenciana de Bibliófilos, entre 1878 y 1884 realizó varias publicaciones entre las que destaca Crónica de Valencia, de Martín de Viciana, en dos tomos, una de las mejores ediciones de la época.

Pero existen otros tipos de ediciones de bibliófilo. Uno es la publicación de obras de tema bibliofílico o afín, en primera edición o reimpresas, de calidad y en tiraje limitado. Pertenecen a este tipo Bibliofilia las obras de Miquel y Planas  Recull d´Estudis (1911-1921), La novela d´un bibliófil (1918), Els cent aforismes del bibliófil (1924), La llegenda del llibreter assasí de Barcelona (1928), Ensayos de Bibliofilia (1929), los 14 volúmenes de la Pequeña Colección de Bibliófilo (1921-1928, en tiradas de 250 a 600 ejemplares), y las versiones catalana (1924) y castellana (1951) de Cuentos de bibliófilo de Nodier y otros. Bajo su influencia también se publicaron otras bellas ediciones en Barcelona como la de Juan Prats Tomás: Algunos usos de los libros.

También fueron limitadas y numeradas las ediciones de posguerra de Francisco Vindel, así como las Memorias de libreros, de Palau.

También fueron siempre limitadas las ediciones de Rodríguez-Moñino. De La imprenta xerezana en los siglos XVI y XVII tiró 109 ejemplares en papel de hilo, y 8 en papel del siglo XVII, lujo hoy impensable.  Participó en Bibliofilia (Anuario del Bibliófilo), y dirigió dos colecciones de 10 volúmenes cada una: Gallardo (1947-48) e Ibarra (1948-51), de las que se tiraron 500 y 400 ejemplares de cada una por título.

En esta misma línea fueron las cuidadas ediciones de Antonio Pérez Gómez, y las tiradas de los bibliófilos marqués de Jerez de los Caballeros y el duque de T´Serclaes de Tilly, de 100, 60 e incluso menos ejemplares, como la Relación verdadera de la invención de la devota imagen (1889).

Fueron asimismo muy limitadas las publicaciones de Víctor Infantes y de Pedro M. Cátedra. De este último  es Descartes bibliográficos y de bibliofilia, en edición de 99 ejemplares en grandes papeles.

Un tercer tipo de edición de bibliófilo son los volúmenes de lujo, ilustrados por artistas. En nuestro país la ilustración del libro comienza con el Fasciculus temporum de Werner Rolevinck (1480) y Los doce trabajos de Hércules de Enrique de Villena (1483).

 

Los doce trabajos de Hércules, de Enrique de Villena

 

Desde muy pronto, grandes pintores se encargan de diseñar portadas, frontis, grabados, orlas, capiteles, cabeceras, remates o culs-de-lamp, etc. Algunos de ellos son Durero, Hans Holbein, Rubens, Francisco Pacheco, Goya, Rafaél Mengs, Federico Madrazo, Picasso, Dalí, Miró o Eduardo Arroyo. Normalmente suele tratarse de ediciones de lujo, con buen papel y tiraje numerado. Una labor ejemplar fue la del editor parisino Guy Lévis Mano, resumida en su precioso catálogo Poesie 1926-1957, que contiene textos de Juan Ramón Jiménez, Lorca y Alberti, y entre los ilustradores están Max Ernst, el propio Lorca, Giacometti, Picasso, Miró, etc.

Miró, por ejemplo, firma un aguafuerte que sirve de frontis al libro de poemas de Léna Leclercq Midi, le trèfle blanc, del que se tiraron 88 + XV ejemplares con el aguafuerte y 485 sin él, todos numerados.

 

Las bellas encuadernaciones

El bibliófilo suele amar también las bellas encuadernaciones. En el pasado se despojó a muchos libros de su encuadernación original solo por moda. Esto hace que sean más raros y apreciados los que mantienen su primera ligadura (lo que implica más amplios márgenes), por lo que Chistrian Galantaris ha establecido una gradación de 8 categorías de encuadernaciones.

Se han cometido todo tipo de excentricidades, como las encuadernaciones macabras de Enrique III o la piel humana (se llegó a encuadernar con la piel de un asesino el atestado que lo condenó a muerte). Sade poseía uno de sus libros, Justine, encuadernado en piel de mujer, habiendo hecho coincidir en el centro de las tapas los rosetones del pecho. Cierta admiradora del astrónomo Flammarion legó a este la piel de su espalda para que encuadernara con esta un libro. Por esos motivos, llama poco la atención encuadernaciones de piel de cocodrilo, raya, tiburón o serpiente.

“Cuando la encuadernación está bien hecha, el volumen se puede dejar abierto por cualquier página sin que se cierre, y permite la lectura cómoda de las dos planas por igual, suficientemente separadas por el margen interno”, afirma Huarte. Y afirma “… a un libro bien encuadernado se le deben poder volver las tapas hasta juntar sus cantos por la parte exterior y levantarlo en vilo dejando caer las hojas, sin que estas se extiendan mucho en abanico”.

Un bibliófilo tiene que conocer la terminología sobre encuadernación más habitual, diferenciar los principales estilos ligatorios, los nombres de los principales encuadernadores, y saber que más vale una encuadernación de época deteriorada que una nueva más lujosa.

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

ip-location