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FALSIFICACIONES Y FACSÍMILES

 

Las falsificaciones

En el terreno de la bibliofilia se ha ido desarrollando el mismo proceso que en las Bellas Artes: un aumento desmesurado de la demanda, y una paralela disminución de la oferta, que siempre es limitada y tiene que ir reduciéndose cada vez más debido a que se destruyen ejemplares por diversas causas, aparecen pocos nuevos y gran parte de lo que hay en el mercado termina ingresando en museos y bibliotecas institucionales. Cada vez es más difícil conseguir buenos libros, y casi siempre a precios demasiado elevados para la mayoría.

Todo lo caro provoca el deseo de posesión y favorece que aparezcan falsificaciones. En el terreno del arte, estas se han dado siempre. Los libros también se han falsificado desde antiguo (por diversas razones, no solo económicas), incluso se han hecho falsas bibliotecas de madera o cartón. Pero hay que distinguir varios tipos de ediciones ilegales:

- Edición sin licencia: no se ha solicitado o es falsa la que figura en el impreso.

- Edición falsificada: los datos que aparecen en la portada no son auténticos.

- Edición contrahecha: imita a otra anterior legal.

- Edición pirata: realizada por quien no posee privilegio de impresión o no ha pagado los derechos de autor.

- Edición subrepticia: sin indicaciones tipográficas (o con pie falso) y de difusión clandestina, por atacar a personas o instituciones, o ser de carácter erótico.

Los datos de la portada de un libro no siempre son fiables, pues a veces contienen erratas, pero para que exista una falsificación estos datos falsos tienen que  ser deliberados. A veces se han falsificado estos datos con intención festiva, para rejuvenecer ejemplares que no terminan de venderse, o por tratarse de un edición subrepticia o clandestina.

Por ejemplo, el Cancionero Spiritual con colofón de México, 1546 “tiene todas las trazas (según Menéndez Pelayo) de ser una broma de algún bibliófilo maleante”. Por ser una obra satírica, la primera edición del Testamento de España atribuido a Melchor de Macanaz figura estar impresa en Argel, en la inexistente Imprenta Libre y en el imposible año de 87946. De la misma manera, las obras eróticas solían imprimirse sin indicaciones tipográficas o con pie de imprenta falso, como una edición parisina de la obra pornográfica de N. Chorier Le Meursius François…, que lleva el pie de Cythere, 1782.

 

Le Meursius François - CHORIER, Nicholas

 

En el Renacimiento de produjo también el curioso fenómeno de que un humanista escribía una obra  y la publicaba no a su nombre, sino atribuyéndola a un autor de la Antigüedad. Es el caso del sacerdote italiano Andreas Dominicus Floccus (Fiocchi), que escribió De potestatibus Romanis y la publicó a nombre de Fenestella, autor romano que quien no se conserva casi nada.

Entre las muchas ediciones falsificadas por motivos económicos están el Centón epistolario de Fernán Gómez de Cibdad real, con pie 1499, pero escrito en 1600; el Persiles de Cervantes conocido como “de la canastilla”, con pie de Madrid, Juan de la Cuesta, 1617, impreso por Melchor Sánchez en 1660; o la supuesta edición de Lope de Vega del siglo XVII hecha por el conde de la Salceda en el XVIII.

Entre las ediciones contrahechas hay que citar la de los diversos Indices de libros prohibidos y expurgados, reproducidas ilegalmente por los protestantes porque servían a sus fines propagandísticos. Otros ejemplos pueden ser los Diálogos eruditos de Pedro Mexía, de 1570, contrahecha en el siglo XVIII; la edición de los Soliloquios amorosos de un alma a Dios, de Lope de Vega, impresa en Lisboa en 1644, contrahecha después; la de Oliveros de Castilla realizada por Alonso y Padilla en 1735, de la que existen varias contrafacturas.

En todas las épocas, pero especialmente en el siglo XVIII, muchas ediciones de éxito comercial eran seguidas de su correspondiente edición pirata. Sucedió con el Quijote ya en 1605, y con la Quinta parte de las comedias de Calderón, con pie de Barcelona, 1677, pero realmente impresa en Madrid ese mismo año.

Hoy se puede reproducir con gran perfección un libro antiguo, pero es casi imposible hallar papel de los siglos XV o XVI, salvo las hojas de guarda de los ejemplares baratos. No suelen, por tanto, falsificarse libros completos, pero sí autógrafos breves e impresos de pocas hojas y mucho precio. Entre los ejemplos más conocidos están las Bulas de Indulgencias maguntinas de 1454/55 o el Türkenkalender, la Carta de Colón y pequeñas impresiones por el estilo.

También se han manipulados muchas veces ejemplares para hacerlos pasar por incunables, para disimular que están incompletos, o para las dos cosas. Es el caso del único ejemplar conocido de la Celestina impresa en Burgos, pretendidamente en 1499, conservado en la Hispanic Society, con el colofón en facsímil y las signaturas del primer cuadernillo manipuladas para intentar que no se note la falta de hojas. También la Doctrina cristiana que Pedro Vindel descubrió en una tapa de encuadernación: borró la última línea para que no se notara que estaba mútila y se la vendió a Lázaro Galdiano como incunable (en realidad es de hacia 1520 y no es una Doctrina).

Primera edición de La Celestina

 

Original de La Celestina en la Hispanic Society

 

 

En algunos impresos se da cierto tipo de pastiche, que también es un tipo de falsificación. Se reprodujo la rarísima edición valenciana de 1524 del Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandeville, pero componiendo de nuevo el texto con caracteres góticos y una tirada de 250 ejemplares, falsificando, por tanto, el formato original.

Por último, aunque menos grave, está la práctica de retocar los facsímiles para que sean más hermosos, pero perdiendo fidelidad al original y perdiendo utilidad.

 

Los facsímiles

Así como en el mundo de la pintura quien no puede disfrutar de un original, puede hacerse con una litografía o un aguafuerte, en el de los libros, quien no puede comprar un Quijote de 1605 recurre al correspondiente facsímil. El problema es que para un bibliófilo no es lo mismo un original que un facsímil, ya que su placer no es puramente visual, sino que intervienen todos los demás sentidos.

El término facsímile o facsímil se refiere a la perfecta imitación o reproducción de una firma, de un escrito, de un dibujo, de un impreso, etc. Una edición facsímil, facsimilar o fototípica es la que reproduce exactamente, en el texto y las ilustraciones, la edición original.

Antes de la invención de la imprenta, para copiar un manuscrito original había que invertir mucho tiempo y dinero en material y mano de obra, aunque los monjes de los scriptoria medievales trabajaban solo por la manutención. Gutenberg facilitó, uniformó y abarató las copias.. En 1796, el checo Aloys Seneglos inventó la litografía, y ya entrada la segunda mitad del siglo XIX la combinación de esta técnica y la fotografía permitieron la exacta reproducción de un original en tiradas similares a las de la imprenta.

Para obtener una sola reproducción de un original se utilizó durante décadas la fotocopia o copia fotográfica. La fotocopia, tal como hoy la entendemos, se llamó durante años xerocopia, y el procedimiento xerografía por ser la multinacional Rank Xerox quien la comercializó. Paralelamente, se generalizó en las bibliotecas el uso del microfilme para reproducir ejemplares raros, tecnología que ha sido sustituida hoy en día por el CD-ROM.

     

Lector y ficha de microfilm

Los facsímiles hoy no difieren en su aspecto externo de los que realizó Sancho Rayón en 1871-74. Lo que sí ha cambiado son los procesos técnicos, de forma que hoy es más barato imprimir una página de facsímil que una de texto. En la actualidad, con tecnología para facsimilar perfecta y fácilmente, las diferencias de calidad obedecen sobre todo a razones económicas y a la mayor o menor pericia profesional.

Los facsímiles pueden ser totales o parciales. En este último caso, solo se reproduce la portada de la edición original y a veces alguna otra página o grabado.

Existe un tipo de facsímil popular y barato, cuya calidad no se aleja mucho de la de la simple fotocopia, pero que tiene su público y ofrece a veces obras útiles al estudioso.

 

    

 

 

El facsímil artístico o de calidad, para bibliófilos, debe presentar una serie de características:

- rareza, interés o belleza del original (si reúne dos o las tres cualidades, mejor)

- estudio introductorio redactado por un especialista

- el estudio debe imprimirse con tipos bellos y limpios, y evitando cuidadosamente la menor errata

- buen papel de hilo

- márgenes amplios

- reproducción perfecta del original, sin retoques y manipulaciones (ni siquiera en cuanto a formato, foliación, etc.)

- tirada numerada de pocos cientos de ejemplares

- encuadernación editorial digna (no a la americana) o bien cubiertas provisionales para que cada bibliófilo mande encuadernar el volumen a su gusto

- precio razonable

 

Puede admitirse alguna excepción, como la del facsímil del Exemplario contra los engaños y peligros del mundo [Calila y Dimna] (Zaragoza, Jorge Coci, 1531) realizado en 1934 por la Cámara del Libro de Madrid, que decía Palau que en 1951 era apreciado pese a una tirada de 2000 ejemplares.

Ilustración del Exemplario contra los engaños y peligros del mundo [Calila y Dimna]

 

En el escalón superior estaría el facsímil de lujo, que reproduce manuscritos o impresos muy bien ilustrados, a menudo de gran tamaño. La calidad de la reproducción es alta, se presenta bien encuadernado (muchas veces en lujoso estuche), y su precio suele ser muy elevado. Este facsímil puede gustar al bibliófilo autentico, pero normalmente no lo adquirirá porque tiene como prioridad los originales. Algunos consideran a los compradores de tales facsímiles como neobibliófilos, facsibibliófilos o bibliófilos a la violeta, personas adineradas a las que el bibliófilo de raza, el pata negra, no reconocerá como sus semejantes.

    

El facsímil permite un gran ahorro de tiempo, dinero y molestias, evita engorrosas gestiones burocráticas, pesados viajes y aburridas esperas, ya que es más cómodo, rápido y barato consultar un facsímil en casa que acudir a la biblioteca donde se encuentra el original, localizar la signatura, pedir pupitre, rellenar la ficha, obtener autorización, esperar… y darse a veces la circunstancia de que la signatura sea errónea, el libro se encuentre en el laboratorio, o lo esté consultando otra persona.

El invento del facsímil significó la reinvención de la imprenta, así como el CD-ROM supone el segundo nacimiento del facsímil. En la Biblioteca Nacional los facsímiles ocupan una sección especial dentro de la de Raros (signaturas a partir del nº 100.000) sustituyendo en muchos casos a los ejemplares raros perdidos o ilocalizables.

También son muy útiles los facsímiles para proteger del deterioro determinados ejemplares únicos de extraordinario valor.

Sirven también para suplir las hojas perdidas de un impreso mútilo y completar así el volumen trunco, pero siempre que se sea honrado y se indique claramente lo original y lo facsímil, para evitar casos como el mencionado de La celestina de la Hispanic Society.

 

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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