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La palabra “literatura” tiene como origen claro, un concepto referente a las letras y a su lectura; es decir, a los signos representativos del lenguaje, cuyo conocimiento y capacidad de uso es significativamente evidencia de un cierto grado de desarrollo humano, no solamente en cuanto a la posesión de la escritura como instrumento, sino especialmente en cuanto al conocimiento que ella permite registrar y comunicar de manera traslaticia en el espacio y en el tiempo. En las lenguas de origen latino, puede rastrearse que para los antiguos romanos era una expresión equivalente al cúmulo de conocimientos generales poseídos por quienes siendo “letrados”, dominaban el uso del lenguaje escrito y también lo que por su intermedio podía llegar a conocerse. Sin duda, actualmente, la palabra “iletrado” alude principalmente al individuo ignorante, al carente de elementales conocimientos. Todavía en tiempos recientes, en ciertos círculos, la condición de “literato” era asignada a una persona de cultura más amplia que la generalidad; y sobre todo a quien por disponer de esos conocimientos y la consiguiente capacidad de exponer, estaba en condiciones de defender puntos de vista en forma argumental y en contradictorio.
Reflexionar sobre el origen del término “literatura” nos ayuda a reconocer dos procesos lentos y simultáneos. Por un lado, tal como lo ha estudiado el sociólogo Pierre Bourdieu, en el Renacimiento se constituye un espacio especialmente dedicado a la producción de bienes simbólicos. Ese espacio, al que el sociólogo francés nomina “campo intelectual”, nos sirve para identificar de qué modo las producciones intelectuales y sus instituciones, desde el artista hasta el marchant, desde el escritor hasta el editor, desde el mercado hasta la academia, se vinculan con y funcionan en la estructura social. Por otro lado, tal como lo analiza el crítico inglés Raymond Williams, el concepto original de “literatura” también surge durante el Renacimiento. La palabra tiene su raíz en el término latino litera, que significa “letra del alfabeto”. Literatura fue, en un principio, la facultad de leer y el haber leído. De algún modo, esta calificación derivó luego hacia lo que hoy llamamos “letrado” y a mediados del siglo XIX adquirió el significado que tiene en la actualidad.
En el siglo XVII, se designaba lo que hoy denominamos “literatura” por medio de las palabras poesía o elocuencia. Durante el Siglo de Oro español, por poesía se entendía cualquier invención literaria, no necesariamente en verso, perteneciente a cualquier género literario. A comienzos del siglo XVIII, se comenzó a emplear la palabra literatura, para referirse a un conjunto de actividades que utilizaban la escritura como medio de expresión. A mediados del siglo XVIII Lessing, publica Briefe die neueste Literatur betreffend, donde aparece "literatura" como un conjunto de obras literarias. A finales del siglo XVIII, el término literatura se enfoca en la cualidad estética de las obras literarias. Este concepto se puede encontrar en la obra de Marmontel, Eléments de littérature (1787), y en la obra de Mme. De Staël, De la littérature considéré dans se rapports avec les institutions sociales. En Inglaterra, en el siglo XVIII, la palabra literatura no se refería solamente a los escritos de carácter creativo e imaginativo sino que abarcaba el conjunto de escritos producidos por las clases instruidas: cabían en ella desde la filosofía a los ensayos, pasando por las cartas y la poesía. En la Inglaterra del siglo XVIII, la novela tenía mala reputación, y se le cuestionaba si debía pertenecer a la literatura. Por eso Eagleton sugiere que los criterios para definir el corpus literario en la Inglaterra del siglo XVII eran ideológicos, circunscritos a los valores y a los gustos de una clase instruida. No se admitían las baladas callejeras ni los romances, ni las obras dramáticas. En las últimas décadas del siglo XVIII apareció una nueva demarcación del discurso de la sociedad inglesa. Eagleton nos cuenta que surge la palabra poesía como un concepto de la creatividad humana en oposición a la ideología utilitaria del inicio de la era industrial. Tal definición la encontramos en la obra Defensa of poetry (1821) de Shelley. En la Inglaterra romántica, el término literato era una idea sinónima de visionario o inventivo. Pero no dejaba de tener tintes ideológicos, como en el caso de Blake y Shelley, para quienes se transformó en ideario político, cuya misión era transformar la sociedad mediante los valores que se encarnaban en el arte. En cuanto a los escritos en prosa, no tenían la misma fuerza o el arraigo que los de la poesía, más bien tenían un significado peyorativo como vulgar, o carente de inspiración.
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Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |