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CARACTERIZACIÓN DE LA LITERATURA
1. Literariedad o literaturidad. En la búsqueda de definir qué es literatura y qué es lo literario, surgieron movimientos de teoría literaria para estudiar y delimitar su objeto de Estudio: La literatura. A comienzos del siglo XX, el formalismo ruso se interesa por el fenómeno literario, e indaga qué hace que un texto sea literario, o sobre la literaturidad de la obra. Roman Jakobson plantea que la literatura tiene particularidades en la forma, que la hacen diferente a otros discursos; una que llama función poética, que hace al lenguaje llamar la atención sobre sí mismo. En efecto, en la lengua de uso hay determinadas expresiones que se producen sólo porque producen un placer, un placer de naturaleza estética, en línea con lo que pensaba Aristóteles. El lenguaje combinaría recurrencias (repeticiones) y desvíos de la norma para enrarecerse, impresionar la imaginación y la memoria y llamar la atención sobre su forma expresiva. El lenguaje literario sería un lenguaje estilizado y trascendente, destinado a la perduración, muy diferente de la lengua de uso normal, destinada a su consumo inmediato.
2. Intertextualidad Se entiende por intertextualidad, en sentido amplio, el conjunto de relaciones que acercan un texto determinado a otros textos de varia procedencia: del mismo autor o más comúnmente de otros, de la misma época o de épocas anteriores, con una referencia explícita (literal o alusiva o no) o la apelación a un género, a un arquetipo textual o a una fórmula imprecisa o anónima. Sin duda la intertextualidad tiene mucho que ver con lo que la historia literaria y la literatura comparada conocían desde antiguo como estudio de "fuentes" o de "influencias". La definición actual desborda y, diríamos, convierte en relativos los resultados de aquellas tendencias positivistas, para proponer una idea de texto preñado con intuiciones exegéticas y hermenéuticas. Algunos llegan más allá e identifican la intertextualidad con la tan buscada literariedad de los estudiosos de la Poética, lo que viene a ser bastante discutible, si bien es un elemento fundamental en la configuración histórica de una literatura, ya que todo texto es consecuencia de otros, y precedente para otros con los cuales se encadena en una trayectoria diacrónica que representa al cabo toda una tradición literaria y una cultura. ¿Habría podido escribirse Don Quijote si no hubieran existido libros de caballerías? No en todo caso ese Quijote; y, si fuéramos quitando precedentes a la tradición literaria que representa y de la que en cierto modo es culminación, Don Quijote terminaría quedando reducido a un chisme de aldea. El germen del concepto de intertextualidad lo hallamos en la teoría literaria de Mijail Bajtín, formulada en los años treinta del siglo XX, la cual concibe la novela, en particular las de François Rabelais, Jonathan Swift y Fedor Dostoievski, como polifonías textuales donde resuenan, además de la propia, otras voces, como una heterología o heteroglosia, es decir, como una apropiación y recreación de lenguajes ajenos. Según Bajtín la conciencia es esencialmente dialógica, y la idea, de hecho, no empieza a vivir sino cuando establece relaciones dialógicas esenciales con ideas ajenas. En el caso de la novela, que es el que le ocupa, el escritor sabe que el mundo está saturado de palabras ajenas, en medio de las cuales él se orienta. Fue Julia Kristeva quien, a partir de las intuiciones bajtinianas sobre el dialogismo literario, acuñó en 1967 el término intertextualidad. Para esta autora "todo texto es la absorción o transformación de otro texto". Por su parte, Michel Riffaterre considera la intertextualidad como la percepción por parte del lector de la relación entre una obra y otras que la preceden. Lucien Dällenbach, por su parte, citando trabajos de Jean Ricardou, propone establecer la diferencia entre una interetextualidad general o entre varios autores, una intertextualidad restringida entre los textos de un solo autor, y una intertextualidad autárquica de una texto consigo mismo. Conceptos afines serían la diseminación y el injerto de Derrida, la architextualidad y la transtextualidad de Genette, la influencia de Harold Bloom, etcétera. Por otra parte, pronto se ha visto la utilidad y pertinencia de la aplicación del concepto a otros dominios semióticos, en primera instancia a la semiótica estética (Mukarovski, Yuri M. Lotman, Ernst Gombrich, Schapiro), y más tarde a toda la semiótica de la comunicación de masas (Umberto Eco, Lamberto Pignotti, el propio Roland Barthes). Cesare Segre ha llamado a la relación de un texto literario o que utiliza el lenguaje humano de la palabra con otros lenguajes humanos de naturaleza artística interdiscursividad, ya que no sólo hay textos - y por lo tanto intertextos- escritos, sino que en el contexto más amplio de la semiología existe también transtextualidad y la textualidad se hace coextensiva a toda la trama comunicativa humana; a este tipo de relación Heinrich F. Plett prefiere denominarla más bien intermedialidad. Tambien es cuando el interior del texto se excluye en otro. Reuniendo diversas tipologías de transtextualidad, puede establecerse la siguiente clasificación:
3. En el lenguaje literario el contexto extraverbal (o contexto “real”) y la situación dependen del lenguaje mismo, pues el lector no conoce nada acerca de ése contexto ni de ésa situación antes de leer el texto literario.
4. El lenguaje literario es semánticamente autónomo, “porque tiene poder suficiente para organizar y estructurar mundos expresivos enteros”. Por eso, precisamente el lenguaje literario puede ser explicado pero no verificado: éste lenguaje constituye un discurso de contexto cerrado y semánticamente orgánico, que impone una verdad propia.
5. Entre el mundo imaginario creado por el lenguaje literario y el mundo real, hay siempre vínculos, pues la ficción literaria no se puede desprender jamás de la realidad empírica, que es propia, de estructura y dimensiones específicas. No se trata de una deformación del mundo real, pero sí de la creación de una realidad nueva, que madure siempre una relación de significado con la realidad objetiva. 6. Connotación. La literatura es fuertemente connotativa, es decir, se basa en reglas del mundo real, pero sin denotarlo. El verbo en literatura no se agota intelectualmente, ampliándose, connotándose por emociones o sentimientos del autor. El lenguaje connotativo se opone al denotativo, el cual es predominantemente intelectual o lógico y característico de la ciencia, la filosofía, el derecho, etc. Aunque la connotación no es exclusiva del lenguaje literario, pues se verifica en muchos dominios y niveles lingüísticos (la “ironía” de Mafalda, ése gran personaje de Quino, por ejemplo).
7. Ambigüedad. Aunque el término puede sonar un tanto despectivo a los amantes de la literatura, cuando William Empson lo utilizó para definirla, se refería a ambigüedad en sentido de oposición a la literalidad.
8. Plurisignificación William Watson caracterizó al lenguaje literario también con el término de “plurisignificación”, para referirnos a su característica de portador de múltiples dimensiones semánticas, en contraposición a los lenguajes monosignificativos: utilizados por la matemática, la física, la lógica, etc., donde la palabra tiene un solo significado). Ésta plurisignificación literaria se constituye a base de los valores literales (literalidad = significado real de una palabra. El significado “del diccionario”), es decir, el lenguaje literario conserva y trasciende simultáneamente la literalidad de las palabras.
La plurisignificación del lenguaje literario se manifiesta en dos planos: - un plano vertical o diacrónico (por la vida histórica de las palabras, la riqueza que el curso de los tiempos ha depositado en ellas) - un plano horizontal o sincrónico (donde la palabra se compara con las obras de su misma especie, tenor: las relaciones conceptuales que las palabras contraen con los demás elementos de su contexto verbal). La obra literaria es una estructura y la palabra sólo cobra valor al integrarse a ésta unidad estructural.
La plurisignificación puede realizarse tanto en una parte como en la totalidad de la composición. La multisignificación se registra sólo en ciertas palabras, aunque contribuye al significado global del tema. Un poema, una novela, un drama nunca presentan un significado rígido y unilineal, porque encierran siempre múltiples implicaciones significativas. “La lengua simbólica, a la que pertenecen las obras literarias, es por su estructura una lengua plural, y su código está constituido de forma que cualquier palabra, cualquier obra por él engendrada, posee significados múltiples” (Roland Barthes, de Crítica y verdad, representante de la nueva crítica francesa, la cual atribuye importancia capital a la pluralidad de significados de la obra literaria).
9. Originalidad El lenguaje literario es un acto de creación consciente de un emisor con voluntad de originalidad. El lenguaje común está gastado, es repetitivo; el literario debe ser inédito, extraño, siempre original.
El lenguaje literario siempre busca transgredir la regla. La actividad del hombre tiende inevitablemente al hábito y a la rutina. Ésta tendencia se refleja en la actividad lingüística, y por eso el lenguaje coloquial, como otras formas de lenguaje, se caracteriza por una acentuada estereotipación. El lenguaje literario, en cambio, se define por la recusación intencionada de los hábitos lingüísticos y por la exploración inhabitual de las posibilidades significativas de una lengua. Recientemente, el formalismo ruso ha visto la esencia de la literatura en la lucha contra ésa rutina. (Recuérdese que el formalismo ruso critica ferozmente la función poética de las obras literarias).
10. Voluntad artística. Se usa el lenguaje con una voluntad artística, es decir, intentando crear una obra de arte. No existe, pues, una finalidad práctica, sino estética.
11. Especial intención comunicativa. Este lenguaje tiene una singular intención comunicativa, y nunca una finalidad práctica sino estética.
12. Desviación Llamamos así a la "recurrencia" o repetición en un texto breve de unidades lingüísticas de cualquiera de los niveles, es decir, aparición estadísticamente superior de una unidad determinada si la comparamos con su frecuencia de aparición en el lenguaje "normal".
13. Importancia del significante. A pesar de Saussure, podemos afirmar que, en un mensaje literario, el significante puede estar motivado: musicalidad, aliteraciones, simbolismos fónicos... En general, podemos hablar de la importancia de la forma: la literatura usa como materia prima el lenguaje, que se toma de una lengua, con su forma, con su "contextura" propia. Además, hay quien opina que la lengua conforma el pensamiento. Por estos motivos algunos autores han negado la posibilidad de la traducción.
14. La función poética. Recordemos el estudio de las funciones del lenguaje (Jakobson): el lenguaje desempeña una función estética o poética cuando llama la atención sobre sí mismo, sobre la manera de decir las cosas. El texto literario se caracteriza por la especial atención que recibe el mensaje. Si bien puede aparecer en textos no literarios, su presencia en los mensajes literarios es obligada, se da sistemáticamente y se puede considerar un fin en sí mismo.
Después de lo expuesto, entonces, quedarán excluidas de la literatura las obras despojadas de intenciones y cualidades estéticas: obras jurídicas, históricas, científicas, filosóficas, reportajes periodísticos, etcétera. Según Warren y Wellek, “el núcleo central del arte literario ha de buscarse en los géneros tradicionales: lírico, épico y dramático, ya que se remite a un mundo de fantasía, de ficción”. Algunas obras ocupan una posición ambigua, participando en la existencia literaria: biografías, ensayos, memorias. No basta con que una obra esté escrita con elegancia o en estilo puro para que, ipso facto (“en el momento”), ascienda a la categoría de literatura, aunque en ella puedan existir accidentalmente elementos estéticos. Por tal, no consideraremos literatura a las obras jurídicas, históricas, pedagógicas, etc. Lo que verdaderamente ha cambiado no ha sido el concepto ni la naturaleza del objeto literario, sino el concepto de sermón, de historia, etc. “La historia no crea literatura”, dice Fernão Lopes, - casualmente historiador -, quien fundamenta que la historia escrita se convierte a literatura cuando el cronista recrea imaginariamente acontecimientos y personajes históricos.
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Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |