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LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA
Se entiende por Literatura medieval española la producida en las lenguas románicas peninsulares entre la aparición de las primeras muestras de dichas lenguas, en forma de glosas o acotaciones a escritos en latín, hasta la primera publicación de La Celestina (1499), obra ya de transición hacia el Renacimiento.
La épica: los cantares de gesta Historia y didáctica en el siglo XIII: Alfonso X el Sabio Poesía medieval de cancioneros
Primeras manifestaciones Glosas emilianenses
Ampliación “Glosas emilianenses”
Página 72 del Códice Emilianense 60. Se aprecia la glosa al margen.
Las glosas emilianenses constituyen el primer testimonio escrito en una lengua romance peninsular. Escritas a finales del siglo X o comienzos del siglo XI, se trata de breves anotaciones en protorromance al margen de textos en latín. Su finalidad es aclarar pasajes que resultan oscuros. Así, el estudiante de latín, o el copista, traduce a su lengua arromanzada los pasajes latinos que le presentan alguna dificultad. Dámaso Alonso, quizá exagerando su valor literario, afirma que: «hay un trozo que se puede decir que casi tiene ya estructura literaria» (se refiere al reproducido más abajo), y que se trata del primer vagido de nuestra lengua. La más extensa de las glosas dice así:
Las jarchas
La lírica española es la más antigua de la Europa románica, desde que Samuel Miklos Stern en colaboración con el arabista español Emilio García Gómez, descubriera las jarchas (1948) en moaxajas hebreas y publicaran un trabajo que descubre la existencia de las jarchas: 20 jarchas, o jaryas, encontradas en manuscritos semidestruidos en la Guenizá de la Sinagoga de Fostat, en El Cairo, lo que dio argumentos suficientes para apoyar la tesis del origen árabigo-andaluz de la lírica románica, desbancando otras teorías anteriores que situaban su origen en la lírica provenzal. Las jarchas eran el cierre de las moaxajas y solían escribirse en dialecto mozárabe -romance- aunque con caracteres árabes o en árabe dialectal. Son composiciones de dos a cuatro versos, generalmente en boca de mujeres que llaman a sus amantes, o confían su pena amorosa a la madre o hermanas. Ejemplo de jarcha típica:
La lírica popular Llamamos así a una variada tradición de canciones que eran cantadas por la población humilde, predominantemente rural, durante el trabajo y en las fiestas. A menudo eran canciones de baile. Muchas de ellas se pusieron por escrito tardíamente, desde fines del siglo XV. Por ello, uno de los principales problemas para su estudio consiste en averiguar hasta qué punto lo conservado refleja lo que realmente cantó el pueblo y hasta dónde intervinieron los poetas cultos al transmitirlo. En cada zona de la Península la poesía de tema amoroso presenta sus particularidades, aunque comparten las siguientes características: 1. Contenido: la enamorada se lamenta por la pérdida, ausencia o tardanza del amado. 2. Confidente: la muchacha expresa sus lamentos de amor a algo o a alguien: la madre, la hermana, la amiga, las olas del mar, las flores del campo, etc. 3. Motivos comunes: Suelen aparecer situaciones o motivos relacionados con el amor o el encuentro amoroso: el río y las fiestas, como lugar o momento para el encuentro amoroso; la cinta, como símbolo de virginidad, etc. 4. Estructura métrica: Las canciones se suelen adaptar a la estructura paralelística. Ésta consiste en la repetición de los versos, cambiando sólo la palabra de la rima. La lírica galaico-portuguesa
Enlace a “Lírica galaicoportuguesa”
Las cantigas galaico-portuguesas se desarrollaron al Noroeste de la península, en el territorio que hoy es Galicia y Norte de Portugal. Se conservan en el Cancionero de Ajuda, de finales del siglo XIII, y en los cancioneros Colocci-Brancuti o de la Biblioteca Nacional de Lisboa y en el de la Biblioteca Vaticana. El prólogo del Cancionero Colocci-Brancuti establece cuatro tipos de cantiga: de amigo, de amor, de escarnio y de maldecir. Las cantigas de amigo presentan rasgos comunes con las jarchas: son canciones de mujer que añora a su amante. Destacan las composiciones de romerías o mayos y las que tratan del mar. Los villancicos La lírica castellana vive en un estado latente, al menos, hasta mediados del siglo XIV. A partir del siglo XV es más frecuente registrar estribillos o villancicos castellanos. Éstos han llegado hasta nosotros porque fueron incluidos en los grandes Cancioneros de los siglos XV y XVI. El amor y la naturaleza, con sus muchas variaciones, son los temas más frecuentes de estas canciones castellanas. Aparecen como cantares de dos a cuatro versos, que oscilan entre cuatro y diez sílabas, con predominio de hexasílabos, heptasílabos y octosílabos. La épica. Los cantares de gesta
Ampliación de “Epica medieval”
Manuscrito de las Mocedades de Rodrigo
Entendemos por cantares de gesta una serie de obras en verso que cuentan las hazañas de un héroe nacional. El género tiene mucha influencia occitana y francesa.
Cantar de Roncesvalles, f. 1v.º
La poesía épica se encuadra dentro del mester de juglaría. Los cantares de gesta eran recitados de memoria por los juglares que actuaban en las plazas de los pueblos y ciudades, en los castillos o en las estancias de la corte, a cambio de un pago por sus servicios. Sabían danzar, tocar instrumentos, recitar y realizar ejercicios acrobáticos y circenses.
Mester de juglaría Se denomina Mester de juglaría al conjunto de la poesía —épica o lírica— de carácter popular difundida durante la Edad Media por los juglares, que eran quienes las cantaban o recitaban para recreo de nobles, reyes y público en general. En castellano se menciona por primera vez la palabra juglar en 1116, época en que aparecen los juglares en León. Según Ramón Menéndez Pidal en su estudio Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, Madrid, 1957, la palabra juglar viene del latín jocularis, joculator, que significa 'bromista u hombre de chanzas'. Por su parte, la palabra mester viene de la palabra menester que procede del latín ministerium que significa ministerio que a su vez significa 'oficio'. Había dos tipos: los juglares épicos: que recitaban poesía narrativa, y los juglares líricos, que se dedicaban a cultivar la poesía sentimental y a difundir composiciones poéticas como serranillas, coplas, poemas compuestos por trovadores etc... En la primera Edad Media (X,XI,XII y XIII) eran más numerosos los primeros; a partir de la segunda mitad del siglo XIII y en el XIV dominan más los líricos. Según Menéndez Pidal existían distintas especializaciones en el oficio, cada una de ellas con su nombre: el remedador, que se dedicaba a imitar; el cazurro, el que ejercía artes plebeyas; el juglar de gesta, el goliardo, mezcla de estudiante y vagabundo, conocedor de instrumentos y compositor. La palabra incluye también el concepto de músico y sus tipos son muy diversos, desde el cantor de tabernas o el que adornado con paños costosos subía a los palacios y acompañaba los viajes de los nobles hasta el que salmodiaba o histrionaba en las iglesias con toda suerte de instrumentos (la flauta, el salterio, el tambor, el albogón, la vihuela o el rabel). Aunque algunos componían sus propias letras, por lo general repetían textos ajenos. Los juglares eran unos personajes de humilde origen, cómicos ambulantes que se dedicaban, además, a ejercicios circenses, haciendo juegos malabares, actuando como volatines y saltimbanquis o como bufones que cuentan chistes o tañen instrumentos sencillos, o bailan y cantan representando piezas sencillas de mimo o títeres y, es lo que importa para la historia de la literatura, recitando versos que componían otros autores, llamados trovadores, bien en los lugares públicos (las plazas de los pueblos, sobre todo), bien en castillos de señores feudales por los cuales eran alojados; muchas veces se ayudaban con dibujos. El verso juglaresco se caracterizaba por su anisosilabismo, es decir, era un verso irregular que oscilaba entre las diez y las dieciséis sílabas, con predominio de los versos de catorce o alejandrinos, y usaban como rima la asonante, que proporcionaba más libertad para improvisar y recordar fórmulas fraseológicas que, repetidas habitualmente, servían para rellenar versos mientras los juglares recordaban, como han mostrado los estudios sobre los juglares yugoeslavos. Este descuido diferenció a este mester de juglaría del llamado Mester de clerecía, caracterizado por lo opuesto; tal y como dice su texto fundador, el llamado Libro de Alexandre, "Mester traigo fermoso / non es de juglaría / mester es sin pecado, ca es de clerecía / fablar curso rimado / por la cuaderna vía / a sílabas contadas, ca es grant maestría": palabras desdeñosas que indican a las claras el desprecio de los hombres cultos o clérigos por el estilo de esta literatura más popular, la del mester de juglaría. El repertorio de los juglares solía estar formado por escenas selectas de cantar de gesta cuyo recitado era semirrepresentado ante el público, quien, al oírlas continuamente cada vez que iba a comprar a la plaza iba memorizando las que más le gustaban de forma que algunas todavía perviven en la tradición oral recordadas como romances integrando el llamado Romancero viejo. Estos cantares de gesta estaban protagonizados por héroes y caballeros que realizaban hazañas legendarias y personificaban los valores más apreciados por la sociedad medieval. A veces también se adaptaban a las particularidades de cada lugar, introduciendo localismos y noticias. La mayoría de autores de las obras son anónimos, pues se trataba de largos cantos que iban cambiando a medida que se difundían. Los poemas también se denominan cantares de gesta y uno de los más famosos en España fue Cantar de Mío Cid, o las versiones del Cantar de Roldán que triunfó en toda Europa.
Manuscrito de las Mocedades de Rodrigo
Los cantares de gesta surgieron entre los siglos XII y XIII. Se han conservado muy pocos debido a que su transmisión era oral y no escrita. Además del Cantar de mio Cid, que se conserva casi completo, nos han llegado fragmentos del Cantar de Roncesvalles y del Cantar de las Mocedades de Rodrigo. De otros cantares de gesta nos han llegado noticias gracias a las crónicas históricas, que los utilizaron como fuente. Características de los cantares de gesta de nuestra literatura son: 1. Su carácter anónimo. 2. Su gran vitalidad, pues sus temas pervivieron en la literatura posterior (romancero, comedia nacional, drama neoclásico, romántico y moderno, en la lírica, en la novela, etc.) 3. Su realismo, pues se compusieron en fechas cercanas a los hechos que cuentan y apenas aparecen elementos fantásticos. Cantar de mio Cid
La obra española más importante (y única completa) de este género es el Cantar de mio Cid, que se conserva en una copia manuscrita del siglo XIV de un códice de 1207 copiado por Per Abbat de un original fechado entre 1195 y 1207. La fecha de redacción del original se sitúa, por tanto cerca de 1200.
Página inicial del Cantar de mio Cid.
La obra ha sido dividida por los editores modernos en tres cantares: 1. El primer cantar trata el destierro del Cid por Alfonso VI, a causa de ciertas intrigas cortesanas. Martín Antolínez logra de dos judíos un préstamo de seiscientos marcos para el Cid, para sus fieles y para mantener a su mujer e hijas en el monasterio de San Pedro de Cardeña. El Campeador conquista Castejón y Alcocer, poblaciones que devuelve a los moros a cambio de un rescate. Cierra el cantar un enfrentamiento con el conde de Barcelona. 2. El segundo cantar se inicia con el asedio y conquista de Valencia. Álvar Fáñez lleva presentes al rey y le pide que consienta a doña Ximena y a sus hijas salir del monasterio para instalarse en Valencia. El rey Alfonso propone casar las hijas del Cid con Fernán y Diego, infantes de Carrión, a lo que éste accede. Se celebran vistas a orillas del Tajo y bodas con sus fiestas en Valencia. 3. El cantar tercero se abre con el episodio del león, de carácter novelesco: mientras duerme el Cid, escapa de la red su león, causando el pánico entre los infantes de Carrión, que, tras confirmar su cobardía en la batalla contra el rey Búcar de Marruecos, deciden volver con sus mujeres a sus tierras palentinas. En el robledal de Corpes las golpean y abandonan, por considerarlas impropias de su condición social. El Cid recuerda al rey que, siendo él quien las casó, es suya la afrenta. Alfonso convoca Cortes en Toledo, donde el Cid recobra sus haberes y deja que Pero Bermúdez, Martín Antolínez y Muño Gustioz derroten, respectivamente, a los infantes Fernán y Diego y a su hermano, Asur González. Sus hijas recuperan la honra casándose con los infantes de Navarra y Aragón. Los hemistiquios oscilan entre las tres y las once sílabas, con claro predominio, en este orden, de heptasílabos, octosílabos y hexasílabos, lo que da versos de longitud variable que se cifra entre 14 y 16 sílabas métricas, y estos se organizan en series o tiradas de un número indefinido de versos asonantes entre sí. Aparecen sistemáticamente a lo largo del poema fórmulas -grupos de palabras que se repiten con ligeras variaciones-. Esto apunta al carácter oral de este género, ya que en el origen de la poesía épica, facilitaría la improvisación y la memorización de los versos. De entre estas fórmulas destacan la omisión de verbos de decir -dijo, preguntó, respondió...- y los epítetos, adjetivos generalmente aplicados a personas o lugares caracterizados positivamente.
Mester de Clerecía
Juan Ruiz “Arcipreste de Hita”
Se llama mester de clerecía a la literatura medieval compuesta por clérigos, es decir, hombres instruidos y no necesariamente sacerdotes (podían ser nobles, como Pedro López de Ayala, judíos, como Sem Tob, o musulmanes, como el anónimo autor del Poema de Yusuf) que poseían unos conocimientos superiores a los del trivium o triviales, la enseñanza elemental de la época. Estos clérigos habían cursado en cambio los altos estudios de entonces, la educación superior derivada del quadrivium, de donde viene la expresión cuaderna vía, que sirvió para denominar su estrofa característica, el tetrástrofo monorrimo. Literatura eclesiástica
Un escribano realizando una copia.
El scriptorium era el lugar de trabajo de los monjes copistas: los libros eran copiados, decorados, encuadernados y conservados. El Armorius dirigía el trabajo haciendo las funciones de un bibliotecario. El trabajo del copista tenía muchas secuelas: por ejemplo, gracias a su trabajo las obras circulaban de un monasterio a otro; las copias permitían que los monjes entendieran las obras y pudieran perfeccionar su aprendizaje religioso. Era un trabajo laborioso: se leía un libro al mismo tiempo que se hacía una escritura apropiada para el servicio de Dios. Además de hacer las copias de sus propios libros, los monjes también hacían copias por encargo.
Folio 3r.º del manuscrito T (Toledo) del Libro de buen amor del siglo XIV conservado en la Biblioteca Nacional de España, Vitr. 6/1.
La conservación de los libros no tenía siempre, como finalidad, la preservación de la antigua cultura, sino la de entender los textos religiosos con la ayuda de la antigua sabiduría. Algunas obras no fueron copiadas porque los monjes consideraron que eran muy peligrosas. Por otra parte, y por necesidades de uso, los monjes reutilizaban raspando los viejos manuscritos, destruyendo así obras muy antiguas. La transmisión del conocimiento estaba centrada, sobre todo, en los textos sagrados.
Raimundo de Peñafort
Algunos autores destacados son: X Raimundo de Peñafort Dominico fundador del Orden de los Caballeros de la Merced. X Per Abbat responsable al parecer del manuscrito del Cantar de Mio Cid, obra importantísima en la literatura de España. X Beato de Liébana famoso por sus miniaturas y libros ilustrados. X San Isidoro de Sevilla por sus trabajos eclesiásticos y enciclopédicos: Etimologías. X Juan Ruiz autor del Libro de buen amor. X San Martín de Braga escritor hispano-romano. X Leandro de Sevilla escritor, hermano de San Isidoro de Sevilla.
Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Beato de la Universidad de Valladolid-siglo X. Los tres mesteres
Mester viene del latín ministerium, (oficio); la Edad Media, rigurosamente jerarquizada en tres estamentos o estados, plebe, clero y nobleza, se vio representada en el ámbito literario por tres mesteres que emanaban de esos sectores de la sociedad, laboratores o trabajadores siervos y vasallos del señor, oratores o clérigos y defensores o militares. El mester de juglaría era el más popular, aunque no tanto que sus autores no hubieran recibido una formación bastante superior a la normal: la verdadera literatura tradicional del pueblo iletrado y analfabeto era entonces oral y principalmente lírica, mientras que los juglares divulgaban poemas narrativos de tema guerrero compuestos por gente letrada, verdaderos autores de cantares de gesta, destinando este producto a un público muy vario y poco escogido en las plazas de los pueblos o de los castillos, con un estilo de verso irregular y anisosilábico de rima asonante en largas tiradas monorrimas, con habitual esticomitia y una retórica sencilla, de forma semirrepresentada. El mester de clerecía se engendró, por el contrario, en ámbitos escolásticos y religiosos más cultos, como los estudios generales o las escuelas catedralicias o monacales, y utilizaba un vocabulario amplio, preñado de cultismos y colores retóricos, estrofismo y no tiradas, verso regular e isosilábico y una rima más exigente, la consonante, con temas no guerreros sino religiosos y morales y una conciencia clara de querer hacer "otra cosa" que los juglares, aunque con frecuencia tomaron algunos procedimientos estilísticos de los juglares, que ya habían configurado una cierta tradición literaria que contribuyeron a enriquecer, civilizando la lengua vulgar. El mester de cortesía, menos articulado que los otros, nació, por el contrario, en el seno de la Corte, en las chancillerías regias, y utilizó siempre la forma de la prosa para ámbitos legales y cortesanos, con la intención educativa de formar nobles y políticos que pudiesen prosperar en las difíciles condiciones de la revuelta Edad Media española; a esta intención responden las numerosas compilaciones de cuentos, las obras históricas y los diversos escritos de Don Juan Manuel y otros escritores en castellano y latín. El Mester de clerecía, sin embargo, es una denominación que posee dos sentidos, uno restringido y más homogéneo y otro amplio más heterogéneo. En sentido restringido, señala sólo a un grupo de obras de características muy definidas que siguen la estela del Libro de Aleixandre: el Libro de Apolonio y las hagiografías de Gonzalo de Berceo, solamente. En sentido más lato, tiene que ver con todas las derivaciones ulteriores que adaptaron este modelo a otras condiciones sociales y mentalidades: el Libro de Buen Amor, el Rimado de Palacio, el Poema de Fernán González, los Proverbios morales, el Poema de Yusuf etcétera. Esta segunda agrupación es más extensa y heterogénea. Cronología El Mester de Clerecía es propio de los siglos XIII y XIV, aunque en el siglo XV todavía aparecen obras epigonales inspiradas en esta escuela. Las primeras producciones de este movimiento fueron el Libro de Apolonio y el Libro de Alexandre, en cuya segunda estrofa se explicita el manifiesto de esta nueva escuela poética:
Mester traigo fermoso non es de juglaría mester es sin pecado, ca es de clerecía, fablar curso rimado por la cuaderna vía a sílabas cunctadas, ca es grant maestría
Busto ideal de Gonzalo de Berceo
Gonzalo de Berceo, principal autor de esta escuela, siguió principalmente el modelo propuesto por la obra maestra del género, el Libro de Aleixandre, que incluso pudo componer él mismo o un tal Juan Lorenzo de Astorga. Se educó en los estudios generales (antecedente de las modernas universidades) de Palencia, donde adquirió una sólida cultura. No fue fraile, como se suele creer, sino clérigo y notario eclesiástico de los monasterios de Santo Domingo de Silos y San Millán de la Cogolla, y compuso sus poemas hagiográficos con la intención, más práctica que piadosa, de fomentar las peregrinaciones a las reliquias que se veneraban en ambos lugares. Los autores de la cuaderna vía (quadrivium) quisieron desmarcarse de la métrica irregular del mester de juglaría, pero recurrieron a veces a sus recursos de estilo para poder ser entendidos, ya que la elevada materia que trataban les exigía civilizar el lenguaje e introducir numerosos cultismos enrareciendo la lengua popular. El mester de Clerecía es, pues, una de las tres grandes escuelas literarias de entre los siglos XIII y XIV, además del Mester de Juglaría y el Mester de Cortesía. Una evolución ulterior del mester de clerecía en el siglo XIV procuró renovar algo la monótona estrofa de la cuaderna vía con ocasionales versos de quince o dieciséis sílabas, en los que aparecen hemistiguios de ocho, o incluso estrofas enteras de dieciséis sílabas; por otra parte se intercalan además composiciones en zéjel, o se utilizan, siempre con la intención de aliviar la monotonía métrica, a las rimas internas en los hemistiquios, lo que fue una contribución de Sem Tob; por otra parte se renovaron también los temas añadiéndose los profanos a los religiosos y morales. Se alcanzó una mayor individualidad artística recurriéndose, al contrario que en el siglo anterior, a algunas fuentes propias y a la experiencia del autor, que empieza a ser artista en vez de artesano. Las fuentes se manejan con mayor libertad y ya no se traducen y amplifican servilmente. Es más, se añadió cierta crítica social consecuente con las tensiones que estaban disolviendo la Edad Media y que provenían en última instancia del desarrollo de la burguesía; así se deja ver en la sátiras contra el poder igualador del dinero que permite quebrar las barreras entre estamentos que hace Juan Ruiz en su Libro de buen amor, o la invectiva contra los mercaderes que engañan para enriquecerse que se contiene en el Rimado de Palacio del canciller Pero López de Ayala. Por último, en el siglo XV se generaliza la cuaderna via de versos de dieciséis sílabas, se abandonan las innovaciones métricas y se vuelve a los temas morales y religiosos de la primera época.
Características - Son obras elaboradas por hombres instruidos y clérigos que utilizan colores de la retórica y un vocabulario con frecuentes cultismos (palabras extraídas directamente del latín sin cambio). - Tratan temas religiosos e historiográficos con fin moralizador, tomados de otras fuentes (obras latino-medievales casi siempre). - Se crean para entretener (delectare) y enseñar (docere) a la gente (ver estrofa 3 del Libro de Alexandre) e impulsarla (movere) a la virtud y a la piedad. - Están escritas en verso regular, preferentemente alejandrino o de catorce sílabas dividido en dos hemistiquios isométricos de siete sílabas cada uno y separados por una pausa fuerte o cesura, al contrario que el mester de juglaría, que utiliza versos irregulares y anisosilábicos y hemistiquios heterométricos. - Utilizan la rima más difícil y exigente, la consonante, frente al mester de juglaría, que utiliza la rima asonante, y el mester de cortesía, que utiliza preferentemente la prosa. - Usan como esquema métrico preferente el tetrástrofo monorrimo, y ya en el siglo XIV otros metros para dar variedad a la monotonía estrófica, principalmente zéjeles o variantes de la cuaderna vía, como Sem Tob. Evolución
La evolución temática y formal del Mester de Clerecía refleja la evolución de la sociedad de su tiempo: de un seguimiento estricto, traducción o amplificación de las fuentes, monometría y temas predominantemente religiosos y morales en el siglo XIII, se pasa a una creación más original y libre, a la polimetría y a la apertura a los temas profanos en el siglo XIV (buen ejemplo es el Arcipreste de Hita). Posteriormente, en el siglo XV, tras la Peste negra, el Cisma de Occidente y el nacimiento de la Devotio moderna, se vuelve a una religiosidad lúgubre y a la monometría, pero ahora en cuadernas vías con versos de dieciséis sílabas (ya usadas en la centuria anterior). Obras en cuaderna vía Libro de Alexandre, atribuido a Juan Lorenzo de Astorga o a Gonzalo de Berceo. Poema de Fernán González, refundición en cuaderna vía de un cantar de gesta. Proverbios morales de Sem Tob (o Santob) Proverbios del rey Salomón Rimado de Palacio de Pero López de Ayala, canciller de Castilla e historiador. Obras de Gonzalo de Berceo: Milagros de Nuestra Señora, Vida de San Millán, Vida de Santa Oria, Vida de Santo Domingo de Silos, Martirio de San Lorenzo, Signos que aparescerán antes del Juicio, Loores de Nuestra Señora, Del sacrificio de la Misa, Duelo que fizo la Virgen María. Libro de buen amor de Juan Ruiz. Obras en otros metros
Por otra parte, existe un cierto número de obras que no utilizan la cuaderna vía y pueden considerarse también dentro del mester: Razón de amor con los denuestos del agua y del vino, ¡Ay Jherusalem!, Vida de Santa María Egipcíaca, Elena y María, Libro de los tres Reyes de Oriente y la Historia troyana polimétrica entre otros. Obras fragmentarias Sólo se han conservado fragmentos de varias obras: un Cantar del rey don Alonso, sobre el rey sabio y sus conflictos con Sancho IV, unos himnos al Oficio de la Pasión, unas Horas del Espíritu Santo, unos Gozos de la Virgen y una Oración a Santa Magdalena, de los siglos XIII o XIV. Obras perdidas Se ha perdido un cierto número de obras que pueden clasificarse dentro de la escuela; así, por ejemplo, una continuación de la vida de Alejandro Magno titulada Los votos del Pavón, que conoció y leyó don Íñigo López de Mendoza y cuyo rastro se pierde en sus manos; una Vida de Santo Toribio de Liébana, de la que sólo podemos imaginarnos cómo era por algunas de sus escenas que al parecer están representadas en los capiteles del ábside central de la iglesia de dicho monasterio, así como por distintas vidas que han quedado del santo en prosa; y una Vida de Santo Domingo de Guzmán. Más dudosa es la existencia de una Traslación de los mártires de Arlanza por Gonzalo de Berceo. Historia y Didáctica en el siglo XIII: Alfonso X el Sabio
Alfonso X el Sabio
Ampliación de “Literatura de Alfonso X el Sabio”
Bajo este nombre se agrupan las obras que, como rey de Castilla y León, promoviera Alfonso X el Sabio. Éstas son muchas y pertenencen a muy diversos géneros. Las más importantes son:
Obras históricas A ellas le debe su mayor prestigio. Su producción historiográfica está compuesta por dos títulos: la Estoria de España y la Grande e General Estoria. 1. La Estoria de España se divide en cuatro grandes partes. La primera incluye una historia de Roma (los reyes medievales europeos se consideraban herederos del Imperio Romano); la segunda cuenta la historia de los reyes bárbaros y góticos (sus antecedentes en los reinos hispanos); la tercera es una historia del reino asturiano (desde donde comenzó la Reconquista), y la cuarta, del leonés y también castellano. Para su composición se usaron obras muy diversas. 2. La Grande e general estoria fue la gran obra de Alfonso X, ambicioso intento de una historia universal. Para su elaboración, toma como modelo los Cánones de Eusebio de Cesarea. Esto quiere decir que usó como eje la historia bíblica, en la que intercaló los sucesos históricos más importantes de las restantes culturas entonces documentadas. Para la confección de esta obra Alfonso X se valió de las fuentes más heterogéneas tanto cristianas como paganas. La obra no está completa ya que se interrumpe en la sexta parte (genealogía de la Virgen María, victoria de Julio César sobre Pompeyo, etc.). Obras jurídicas En este grupo destacan las Siete Partidas. Esta obra refleja el interés del rey por imponerse en sus territorios. Su fracaso (no fue operativa hasta varios decenios después de la muerte de Alfonso X) no quita validez a este trabajo, pues recoge aspectos interesantísimos de la vida cotidiana. La Primera Partida trata la vida de los religiosos. La Segunda Partida, acerca de los caballeros, fue muy influyente sobre la literatura posterior y sobre los tratados de caballerías hasta finales del siglo XV. La Tercera Partida se dedica al derecho procesal, y la cuarta, a los matrimonios. La vida de los comerciantes se regula en la Quinta Partida y, en la Sexta Partida, los testamentos. Finalmente, la Séptima Partida trata el derecho penal. Obras científicas El concepto de científico es muy amplio en la Edad Media e incluye astronomía, astrología, tratados sobre las propiedades de las piedras (El lapidario), las plantas o la magia.
El juego de tablas astronómicas, del Libro de los juegos
El interés de Alfonso X por la astrología le puso en contacto con sabios judíos y árabes, de quienes aprovechó sus traducciones latinas o encargó nuevas versiones romanceadas. Con ellas elabora textos como el Libro del saber de astrología, colección de tratados sobre temas astronómicos, el Libro complido en los judizios de las estrellas, adapatación del tratado de Ali ibn ar-Rigal (Ali ben Ragel), o el Libro de la ochava esfera. También escribió tratados sobre instrumentos de medición o unas tablas astronómicas, pues su objetivo era descubrir el porvenir (astrología judiciaria). Por ello consultaba a sus estrelleros al tomar decisiones, lo que le valió el recelo y desconfianza de clérigos e intrigantes cortesanos. Se acercó a temas relacionados con la magia, en su Libro de las formas et de las imágenes o en su versión, parcialmente conservada, del Picatrix árabe. Obras de entretenimiento No todo era estudio en la corte del rey Alfonso. El ocio encuentra tratamiento literario en el Libro de ajedrez, dados e tablas. El teatro medieval
El teatro medieval castellano cuenta con testimonios confusos, escasos e irregulares, hasta el punto de haberse puesto en duda su existencia hasta finales del siglo XV. 1. De la segunda mitad del siglo XII consideramos el primer ejemplo de teatro castellano. Es el Auto de los Reyes Magos, procedente de la Catedral de Toledo. La lengua del fragmento desconcierta y apunta a una posible fuente francesa. 2. Es probable que en la Península se hayan perdido más textos de representaciones teatrales que de otros géneros literarios. Algunas leyes de Alfonso X o normas de sínodos eclesiásticos apuntan a manifestaciones dramáticas imprecisas, realizadas por juglares de diversa formación. 3. Hasta finales del siglo XV, no publicará sus representaciones quien se considera padre del teatro castellano: Juan del Encina (1469-1529). La estructura de sus obras se irá complicando a medida que va adquiriendo una mayor maestría en el género. Fundamental –por lo que respecta al aprendizaje de nuevas técnicas- es su viaje a Roma en 1499. Su última obra es la más ambiciosa fue la Égloga de Plácida y Vitoriano. Compañero, rival y admirador suyo sería el también salmantino Lucas Fernández (1474-1542), cuya obra resulta difícil de fechar, aunque se supone realizada hacia 1500. La edición de sus Farsas y églogas aparece en 1514 en Salamanca. Este autor parte de presupuestos próximos a los de Juan del Encina, pero prolonga la extensión y el número de personajes. Posiblemente se hayan perdido muchos de los autos que se debieron representar a lo largo del siglo XV. Un códice de la segunda mitad del siglo XVI, llamado Códice de Autos Viejos conserva numerosas obras, representadas en muy diversos lugares de la Península, que podrían ser reelaboraciones de estos textos medievales. Los siglos XIV y XV Siglo XIV
La llegada de Sancho IV (hijo menor de Alfonso X) al trono estuvo motivada, en parte, por el rechazo de un sector de la alta sociedad castellana a la política de Alfonso X y a su admiración por la cultura árabe y judía. Por ello, Sancho IV reaccionará contra estas tendencias, apoyado por su mujer, María de Molina. Esta actitud ortodoxa, acorde con el cristianismo y la moral conservadora se conoce como molinismo. La época de Sancho IV fue casi tan activa en la composición de libros como la de su padre. Así, además del libro Castigos y documentos del rey don Sancho (colección de sentencias e historias para la educación del príncipe heredero), promueve la traducción de dos grandes enciclopedias: el Libro del Tesoro, versión casi literal de Li livres dou tresor, de Brunetto Latini y el Lucidario, traducción muy libre del Elucidarius de Honorio de Autun. Otras muy importantes de este período son la Gran conquista de Ultramar (historia novelesca de las Cruzadas) y, sobre todo, el Libro del cavallero Çifar, primer libro de caballerías hispánico. Su elaboración se inicia en tiempo de Sancho IV y su estructura se enriquece a lo largo del siglo XIV. Comienza como una adaptación de la vida de san Eustaquio, sobre la que se ensamblan diversos elementos. La redacción que nos ha llegado se compone de dos prólogos y cuatro partes. Las dos primeras partes –“El caballero de Dios” y “El rey de Mentón”- siguen una historia de separación y encuentro de los miembros de una familia. En ellas se entretejen colecciones de ejemplos y sentencias. La tercera parte, titulada “Castigos del rey de Mentón”, recoge los consejos que Zifar –ya rey de Mentón- da a sus hijos Garfin y Roboán. La cuarta narra la historia de Roboán desde que abandona el reino de Mentón hasta que consigue ser coronado emperador.
Retrato de don Juan Manuel
El infante don Juan Manuel (1282-1348), sobrino de Alonso X, es el prosista de más personalidad en este siglo. Su primer libro debió escribirlo entre 1320 y 1324: es la Crónica abreviada, resumen de una de las derivadas de las de Alfonso X. El Libro de los estados, escrito entre 1327 y 1332, es un desahogo de sus preocupaciones y amarguras. En él expone la realidad política y social de su tiempo. Su obra más conocida es el Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor e de Patronio, compuesto en 1335. Consta de dos prólogos y cinco partes, la primera de las cuales es la más célebre por sus cincuenta y un ejemplos o cuentos, tomados de fuentes diversas: árabes, latinas o de crónicas castellanas. Todas las narraciones de esta primera parte tienen la misma estructura: X Introducción: El Conde Lucanor tiene un problema y le pide consejo a Patronio. X Núcleo: Patronio cuenta un cuento que se asemeja al problema planteado. X Aplicación: Patronio aconseja la manera adecuada de solucionar el problema, en relación con el cuento narrado. X Moraleja: Se termina con dos versos en los que el autor resume la enseñanza de la narración. Al canciller de Castilla, Pero López de Ayala (1332-1407), debemos la Crónica del rey don Pedro, a la que siguieron las de Enrique II, Juan I y Enrique III. Son unas narraciones que presentan personajes y situaciones vividas por él, con puntos de vista y justificaciones de su actitud no siempre clara. El siglo XV
Alfonso Martínez de Toledo “Arcipreste de Talavera”
El esplendor de la primera mitad de esta centuria se centra en Enrique de Villena (1384-1434). Su texto más importante es Los doce trabajos de Hércules (1417), previamente escrito en catalán. Se trata de una obra compleja en la que, partiendo de la mitología clásica y a través de un método interpretativo, expone su visión de la sociedad de su época. El libro se compone de una Carta (en la que cuenta el origen del tratado), un Prohemio (en el que da la estructura e intencionalidad del libro) y doce capítulos, cada uno de ellos dividido en cuatro partes: Hystoria nuda (cuenta el trabajo de Hércules tal y como lo narran los antiguos), Declaraçión (interpreta moralmente la historia), Verdad (explica la narración desde un punto de vista histórico o, al menos, lógico) y Aplicaçión (adjudica el trabajo a un estado social y deduce unos modelos de comportamiento.) Desde 1420 compone una serie de tratados, generalmente epístolas, a diversos personajes, como son el Tratado de la lepra (h.1422), el Arte cisoria (1423), sobre el corte y presentación de manjares, el Tratado de la consolación (1424) y el Tratado de la fascinación o del aojamiento (1425). La producción de Enrique de Villena supuso una innovación en la prosa española, por su erudición y restauración de la sintaxis latinizante -imitadora de la latina-.
Portada de El Victorial, manuscrito BNM Ms. 17648 f.1r
Dentro de lo que es el género historiográfico, sobresalen: X El Victorial o Crónica de Pero Niño, escrita por su alférez, Gutierre Díez de Games. Narra las hazañas de este personaje, que encarga su propia historia. X Fernán Pérez de Guzmán (1378-1460), sobrino de Pero López de Ayala y señor de Batres. Es el primer autor de retratos en la literatura castellana, titulados Generaciones y semblanzas (1450). Recoge biografías de personajes ilustres contemporáneos o próximos en el tiempo. X Hernando del Pulgar (h.1430-1492), cronista de Enrique IV y de los Reyes Católicos, quien escribe otro libro de retratos: Claros varones de Castilla, a imitación de las Generaciones y Semblanzas. A la prosa doctrinal pertenece un tratado de Alfonso Martínez de Toledo (1398-1468), capellán de Juan II y de Enrique IV, titulado Arcipreste de Talavera o Corbacho. Presenta cuatro partes: la primera se centra en una reprobación del amor mundano. La segunda ofrece como exempla estampas que imitan la realidad cotidiana y atraen por su frescura y costumbrismo. La tercera parte expone los tipos de hombres y prueba su tendencia a la lujuria, para concluir en una cuarta parte, que combate las creencias en hados y fortunas. El gallego Juan Rodríguez del Padrón nace a finales del siglo XIV y viaja por Europa, antes de tomar el hábito franciscano en 1441 en Jerusalén. La primera de sus obras es la más importante, por inaugurar el nuevo género de la ficción sentimental, que culminará con el fin de siglo: se trata del Siervo libre de amor (1439). Con estilo latinizante narra, en su primera parte, cómo la amada desprecia al amante por confiar a un falso amigo su pasión. El Entendimiento, personaje alegórico, disuade en la segunda parte al protagonista de la idea del suicidio e introduce la Estoria de dos amadores -amor trágico de Ardanlier y Liesa, que termina con la muerte de ambos-. Se establece una tercera parte en que el autor, solo y desesperado de amor, encuentra una extraña nave que lo aguarda. La ficción sentimental alcanza su mayor éxito con Diego de San Pedro y su Cárcel de amor. El argumento es el siguiente: Leriano consigue del Autor que la princesa Laureola corresponda a su amor, respondiendo una carta suya. Denunciada a su padre, el rey, Laureola es condenada a muerte y salvada por Leriano, que, al ver su amor rechazado, se quita la vida bebiendo las cartas de Laureola disueltas en veneno. Paralelo al género sentimental se desarrolla el de los libros de caballerías, cuya cima es el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo. A imitación de los libros artúricos, presenta una serie de aventuras caballerescas con magos, brujos, monstruos, islas desiertas y amoríos. El Romancero Viejo
Romancero viejo es el conjunto de romances anómimos medievales, cuyo máximo esplendor acontece en el siglo XV, para diferenciarlo del Romancero nuevo, que componen los poetas de los siglos XVI y XVII, como Lope de Vega, Cervantes o Góngora. Está compuesto por centenares de romances, que eran cantados por los juglares y el pueblo a mediados del siglo XIV y a lo largo del siglo XV, sustituyendo a los extensos cantares de gesta que se desarrollaron las dos centurias anteriores. Orígenes Según la hipótesis de Ramón Menéndez Pidal, los romances surgen de la fragmentación de los grandes poemas épicos, tales como "El poema de mío Cid," "Los siete Infantes de Lara," y "El cerco de Zamora.' En este proceso, los cantares de gesta, cantados por los juglares, circulaban no sólo en las cortes aristocráticas sino también en las plazas plebeyas. Les gustaban a las masas, que a su vez repetían entre sí los sucesos más memorables, que se transmitían según su interés episódico. De esta manera los épicos se sometieron a cierta descomposición. Al mismo tiempo, había juglares cuyo propósito y alcance eran más humildes, y quienes se dedicaban a cantar en público y por separado sólo los pasajes épicos que encerraban una acción o suceso completo. El proceso creativo que produjo esta separación lo describe Menéndez Pidal así: "unos cuantos versos felices más o menos fielmente recordados y repetidos por los oyentes de las gestas, al rodar en la memoria, en la fantasía y en la recitación de muchos individuos y generaciones, aflojaban su trabazón interna, propia de un relato circunstanciado y ligado a un conjunto …" A medida que estos pasajes se popularizaban los versos extráneos fueron abandonados, hasta que las gestas se redujeron a fragmentos independientes, con su propio tema y unidad de estructura, luego pasando por varias refundiciones. Llamaron los románticos del siglo XIX a su autor "el pueblo poeta," nombre modificado por Menéndez Pidal, quien lo designó "autor-legión," o sea la línea de cantores y oyentes anónimos a través de los siglos XI, XII, y XIII. Otros investigadores han rechazado esta hipótesis, tales como R. Foulché-Delbosc H. R. Lang, y Pío Rajna. Lang avanzó la teoría de la cantilena, cuya narrativa menos extensiva se fragmentó. Rajna sostuvo la prioridad de los romances, rechazando la idea de que la gesta se descompuso en canciones breves. S. G. Morley demostró que la hipótesis es válida para sólo 5 de los 35 romances del Cid, y para 8 de los 45 romances históricos, y que sólo 8 de los 80 romances examinados tienen una relación íntima con los cantares restaurados encontrados en las crónicas. Un ejemplo que apoya la tesis de Menéndez Pidal es el romance "Pártese el moro Alicante," que consiste de versos muy similares a los que se encuentran en la "Crónica" de 1344. Para demonstrar su tesis, el gran investigador reconstruyó una parte del épico a base de esta crónica y de la refundición de la "Tercera crónica general." En cuanto al estilo del romance, se destaca el análisis de R. H. Webber sobre la dicción formulística. Ya que los romances se transmitían por una tradición oral, dependían de recursos mnemónicos que son las fórmulas de expresión características del género. Así, las repeticiones ("Rey don Sancho, rey don Sancho"; "Fonte-frida, fonte-frida"), el epiteto ("flor de la caballería"), y la exclamación ("Ay Dios, qué buen caballero") son muletas en que se apoya la memoria del juglar. Entre otros recursos formularios, hay la introducción al diálogo ("bien oreis lo que dirá"), la introducción a la acción ("Ya se parte. Ya se sale"), y el paralelismo ("Todos visten un vestido. Todos visten un calzar").
Clases de romances viejos X Romances históricos: Tratan temas históricos o legendarios pertenecientes a la historia nacional, como el rey don Rodrigo, el Cid, Bernardo del Carpio, etc. X Romances carolingios: Están basados en los cantares de gesta franceses: batalla de Roncesvalles, Carlomagno, etc. X Romances fronterizos: Narran los acontecimientos ocurridos en el frente o frontera con los moros durante la Reconquista. X Romances novelescos: Con gran variedad de temas, aunque frecuentemente están inspirados en el folclore español y europeo. X Romances líricos: Son una función de la libre imaginación y el gusto personal. Menéndez Pidal señala los rasgos subjetivos y sentimentales que reemplazan los detalles menos dramáticos del cantar de gesta original. Se eliminan los elementos narrativos considerados secundarios, y el romance abandona el contexto, enfatizando la acción inmediata. El poeta anónimo puede expresar sus sentimientos amorosos o favorecer temas folclóricos, personajes mitológicos, y sucesos fantásticos. La Celestina
La Celestina
La Celestina es el título por el que se conoce la Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea, la cual fue publicada en dos versiones diferentes: una en 1499, que constaba de 16 actos; y otra, en 1508, que tiene 21. Pertenece al género de la comedia humanística, género inspirado en la comedia latina, que estaba destinado a ser leído y no representado. El autor es Fernando de Rojas, nacido en La Puebla de Montalbán (Toledo), hacia 1475, de familia conversa (judíos convertidos al cristianismo), que estudió leyes en Salamanca y fue alcalde de Talavera de la Reina. Murió en 1541. La obra cuenta cómo Calisto, joven noble, entra en un jardín para recobrar su halcón perdido, y allí conoce a Melibea, de la que se enamora y que le rechaza inicialmente. Calisto, por consejo de su criado Sempronio, contrata los servicios de Celestina para alcanzar los favores de la muchacha. Aquélla consigue con sus trucos concertar una cita entre Calisto y Melibea y, como premio, recibe del enamorado una cadena de oro. Sempronio y Pármeno, criados de Calisto y socios de Celestina en el negocio, reclaman su parte. La anciana se niega al reparto y ambos la asesinan, crimen por el que son ajusticiados. Sus compañeras, Elicia y Areúsa, deciden vengarse por lo sucedido en las personas de los amantes contratando a Centurio. Una noche, estando Calisto con Melibea, al oír los ruidos provocados por Centurio y sus acompañantes, el amante resbala de una escala y muere. Melibea, desesperada, se arroja al vacío desde una torre de la casa de su padre, Pleberio, quien cierra la obra con un lamento por su hija muerta. El rasgo más llamativo de la obra es su realismo, al retratar el ambiente burgués y la crisis de los ideales heroicos y religiosos frente a la importancia que adquiere el dinero. Como declara Fernando de Rojas en los dos prólogos de la obra, el tema de la misma es advertir contra la corrupción que ocasionan los malos y lisonjeros sirvientes y contra los males que provoca el amor profano; por otra parte, en un plano superior, el tema es la concepción de la vida como una lucha a la manera de Heráclito: "Todas las cosas son criadas a manera de contienda o batalla". De ahí que se enfrenten siempre los estamentos sociales de los señores y los siervos, los sexos y aun el mismo lenguaje, que por un lado abunda en rasgos populares (exclamaciones, palabras patrimoniales, refranes, frases cortas, diminutivos, sintaxis suelta) y por otro en rasgos cultos y cortesanos (expresiones engoladas y latinizantes, cultismos, sentencias y apotegmas de autor conocido, periodos largos, hipérbaton). Los personajes celestinescos también muestran una perfecta caracterización y el autor los suele agrupar en parejas para construir mejor por contraste su psicología: los criados Pármeno (joven y aún idealista) y Sempronio (más viejo y cínico); Tristán y Sosia, los criados que les sustituyen; las prostitutas Elicia y Areusa, una más idependiente que la otra; los privilegiados Calisto y Melibea, Pleberio y Alisa... Solamente dos personajes aparecen más o menos aislados: Celestina, que representa la subversión del placer sexual, y la criada de Melibea, Lucrecia, que encarna la represión y el resentimiento. Melibea es una mujer enérgica y que toma sus propias decisiones. Es arrogante, apasionada, hábil para improvisar y con un carácter fuerte. Calisto se muestra débil de carácter, que olvida sus obligaciones y sólo piensa en sí mismo y en el interés sexual por Melibea. Celestina se presenta como una persona vital, movida fundamentalmente por la codicia. Los criados no guardan fidelidad a su amo y buscan su propio beneficio también. Esta actitud la muestra Sempronio desde el principio y Pármeno una vez que sus advertencias sobre Celestina son despreciadas por Calisto y Celestina lo corrompe con ayuda de una pupila suya. El lenguaje se muestra también con total realismo. Así, se utiliza el lenguaje culto (lleno de figuras retóricas, especialmene antítesis y germinaciones, hipérbaton, homoteleuton, cultismos, etc.) y el lenguaje vulgar (repleto de obscenidades, palabras malsonantes, amenazas, refranes, etc.). Cada personaje utiliza el nivel del lenguaje que le es propio. Celestina utilizará el que más le interese en función del personaje con el que hable.
Poesía medieval de Cancioneros (siglos XIV y XV)
Juan de Mena, a partir de un grabado de la edición de Zaragoza (Jorge Coci, 1509) del Laberinto de Fortuna.
Hacia 1350 se constata un cambio importante en la lírica española: la lengua de los autores pasa de ser el gallego-portugués al castellano. Las estrofas comienzan a definirse y a centrarse en diferentes formas, tomando, como base el verso de ocho sílabas y el de doce. Los temas de esta poesía derivan, básicamente, de la poesía provenzal de los trovadores occitanos: el amor y sus variaciones. En la Península se añaden algunas características, como las alegorías -personajes basados en ideas abstractas-, los juegos de palabras complejos, la falta de paisaje y de descripción física, la aceptación de la desgracia por parte del amante, etc. Esta poesía suele recogerse en libros de poemas llamados habitualmente Cancioneros. Destacan tres: 1. El Cancionero de Baena, recopilado hacia mediados del siglo XV para el rey Juan II de Castilla. 2. El Cancionero de Estúñiga, copiado en Italia, en la Corte de Nápoles. Incluye poemas de Juan de Mena o Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. 3. El Cancionero General, recopilado por Hernando del Castillo en Valencia, 1511, donde hay poesías de Fernán Pérez de Guzmán, Jorge Manrique, Florencia Pinar, acaso la primera poetisa española, y los citados más arriba, Juan de Mena e Íñigo López de Mendoza.
Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana
Para completar el panorama de la poesía de esta época, podríamos añadir otras obras muy diversas en su forma: desde las Danzas de la muerte hasta la poesía satírica, como las Coplas de Mingo Revulgo o las Coplas de la panadera.
Retrato (perteneciente a la colección Lorenzana, pintado en el siglo XVIII, y por tanto imaginario) de Jorge Manrique, poeta y soldado que militó en el bando de la reina Isabel.
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Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |