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LITERATURA DEL S.XVII EN ESPAÑA
El Barroco se produce en España en medio de los llamados Siglos de Oro de nuestra literatura. España estuvo gobernada en ese lapso por Felipe II, Felipe III y Felipe IV, gobernando este último hasta 1665. Felipe II, hijo y sucesor del Emperador Carlos V de Alemania y I de España, por abdicación de éste, tomó posesión del trono español en 1556. Durante la centuria anterior a ésta, España había alcanzado su mayor unidad y extensión territorial. Por herencias, conquistas, convenios diplomáticos o matrimonios reales, llegaron a estar sometidas al cetro de Carlos V, Nápoles y Sicilia; Flandes, Alemania, Hungría y Portugal, aparte de las nuevas y ricas tierras de América. Pues bien, a los Felipes les tocó perder una a una todas las tierras europeas. Esto ocasionó graves problemas, religiosos, políticos, internos e internacionales.
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CULTERANISMO |
CONCEPTISMO |
Corriente literaria que cultiva la forma de las palabras dejando en un segundo plano su contenido y pretende crear un mundo de belleza, impresionando para ello los sentidos con los más variados estímulos de luz, color, sonido y con un lenguaje ampuloso y culto. |
Corriente literaria que profundiza en el sentido o concepto de las palabras; se puede definir como una agudeza mental que da preferencia a las ideas con el fin de impresionar la inteligencia o el deseo de decir mucho con pocas palabras. |
Recursos |
Recursos |
- Abuso de la metáfora con el fin de crear un mundo de belleza absoluta:
Puertas de rubíes en lugar de labios. |
- Frecuentes metáforas, no con el fin de embellecer, como el culteranismo,
sino para impresionar la inteligencia: Lumbre por pecado. |
Máximo representante |
Máximo representante |
Luis de Góngora y Argote |
Francisco de Quevedo y Villegas |
La narrativa del XVII se abre con la figura de Miguel de Cervantes, quien en 1580 vuelve a España tras diez años de ausencia.
Su primera obra impresa fue La Galatea, (Alcalá de Henares, 1585). Es una novela pastoril (véase lo dicho sobre ella en el Renacimiento) en seis libros de verso y prosa, según el modelo de la Diana de Montemayor; si bien se rompe con la tradición al introducir elementos realistas, como el asesinato de un pastor, o la agilidad de ciertos diálogos.
En 1605 publica El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, con éxito inmediato.
En 1613 aparecen las Novelas ejemplares, colección de doce novelas cortas que buscan una ejemplaridad, aunque ésta no siempre quede clara.
La siguiente prosa cervantina fue El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615), segunda parte del Quijote.
En 1617, un año después de morir Cervantes, aparecen Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Se trata de una novela bizantina o novela griega, a imitación de Heliodoro (s. III d. C.) y su Historia etiópica de Teágenes y Cariclea, que relata, en cuatro libros, cómo Periandro y Auristela viajan desde las tierras septentrionales de Noruega o Finlandia hasta Roma para recibir cristiano matrimonio. Como es típico de este subgénero, a lo largo del periplo sufrirán peripecias o trabajos: la cautividad entre bárbaros, los celos de pretendientes de ambos amantes... La obra aprovecha recursos de las Novelas ejemplares, especialmente de las italianizantes, como el enredo, las confusiones, disfraces, etc.
Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo redacta hacia 1604 su primera obra en prosa de ficción: la novela picaresca titulada Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos, exemplo de vagamundos y espejo de tacaños.
Además, Quevedo cultivó la prosa satírica, política y moral en obras en que domina una moral estoica, de raigambre senequista y tratan asuntos como la crítica de arquetipos de la sociedad del barroco, la presencia constante de la muerte en la vida del hombre y el celo cristiano con que ha de conducirse la política
De 1605 data el primero de sus Sueños: El Sueño del Juicio narra la resurrección de los muertos, que responden de su vida. Es una sátira contra profesiones o estados sociales: juristas, médicos, carniceros...
En 1619 escribe la Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás, tratado político en el que expone una doctrina de buen gobierno o espejo de príncipes para un rey justo, que debe tener como modelo de conducta a Jesucristo. Es un tratado que se encuadra en la línea del antimaquiavelismo español, y propone una política exenta de intrigas y ajena a las malas influencias.
Hacia 1636 concluye Quevedo su última gran prosa satírica, quizá de 1632: La hora de todos y la Fortuna con seso, inédita hasta 1650. En ella Júpiter le pide a la Fortuna que adjudique por una hora a cada uno lo que verdaderamente merece. Ello conduce a ver las falsas apariencias, la otra cara de la realidad y la verdad oculta tras los velos de la hipocresía, operando por antítesis. Así se da la paradoja de que los médicos son en realidad verdugos, los ricos, pobres pero ladrones, y, en definitiva, se presencia una galería de tipos sociales, oficios y estados que es satirizada implacablemente.
El Marco Bruto (1644) surge de glosas o comentarios a la biografía que sobre este estadista latino escribió Plutarco en sus Vidas paralelas.
La obra más importante de la segunda mitad de siglo es El Criticón (1651-1657) del jesuita aragonés Baltasar Gracián (1601-1658). Con ella, la novela española se resuelve en conceptos o abstracciones. La idea se impone sobre la figura concreta. Se trata de una novela filosófica escrita en forma de alegoría de la vida humana.
Baltasar Gracián
Gracián cultivó la prosa didáctica en tratados de intención moral y de finalidad práctica, como El Héroe (1637), El Político don Fernando el Católico (1640) o El Discreto (1646). En ellos crea toda una serie que ejemplifica el varón modélico, prudente y sagaz, y las cualidades y virtudes que le deben adornar.
El Oráculo manual y arte de prudencia es un conjunto de trescientos aforismos para triunfar en el complejo mundo en crisis del siglo XVII. Ha conseguido un reciente éxito editorial, al vender una versión de este denso tratadito al inglés más de ciento cincuenta mil ejemplares, como manual de autoayuda para ejecutivos.
También escribió una retórica de la literatura barroca, que partía de los textos para replantear los tropos de la época, al no ajustarse ya a modelos consabidos. Es un tratado sobre el concepto, que define como "un acto del entendimiento que expresa la correspondencia que se halla entre los objetos". Es decir, concepto es toda asociación entre ideas u objetos. A su clasificación y disección dedica Gracián su Arte de ingenio, tratado de la agudeza (1642), ampliado y revisado en el posterior Agudeza y arte de ingenio (1648).
El estilo de Gracián es denso y polisémico. Está construido a partir de sentencias breves, que contienen abundantes juegos de palabras y asociaciones ingeniosas de conceptos.
Su actitud ante la vida es desengañada, como corresponde a la decadencia de la sociedad española. El mundo se configura como un espacio hostil y lleno de engaños y apariencias, que imperan sobre la virtud y la verdad. El hombre es un ser interesado y malicioso. Muchos de sus libros son manuales de comportamiento que permitan al lector salir airoso pese a la malicia de sus semejantes. Para ello debe ser prudente y sabio, aprender de la experiencia vital y conocer las intenciones de los demás, hasta el punto de comportarse "a la ocasión" y "jugar del" disimulo.
Gracián es reconocido como precursor del existencialismo. Influyó también en los moralistas franceses, como La Rochefoucauld, y en el siglo XIX en la filosofía de Schopenhauer.
Lope de Vega, del que destacaremos las conocidas como Novelas a Marcia Leonarda (colección de novelas misceláneas, obras breves, de temática amorosa y técnica de enredo, que mezclan verso y prosa, ambientes exóticos -moriscos, judíos, etc.-, con erudición recargada y digresiones frecuentes y prolijas).
Mateo Alemán
Mateo Alemán (Sevilla, 1547 - México, ¿1615?), autor de la novela picaresca "Vida del pícaro Guzmán de Alfarache", editada en 1599, esta obra estableció el canon del género, alcanzó un éxito formidable en España y Europa, y fue conocida por antonomasia como "El pícaro de Alemán", en 1604 publicó en Lisboa, y la segunda parte del Guzmán de Alfarache. El éxito europeo de su obra fue formidable; se tradujo casi de inmediato al italiano en las prensas venecianas de Barezzi en 1606; en alemán se publicó en Munich en 1615; J. Chapelain tradujo las dos partes de la novela al francés y las publicó en París en 1620; dos años después se estampaba en Londres la versión inglesa de James Mabbe que, en un prólogo extraordinario, dice del pícaro Guzmán que era «semejante al navío, que anda dando bordes en la ribera, y nunca acaba de tomar puerto».
Alonso de Castillo Solórzano (1584- antes de 1648), natural de Tordesillas (Valladolid), fue un novelista muy popular, autor de La niña de los embustes Teresa de Manzanares (1632), Aventuras del Bachiller Trapaza (1637) y La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642). Obras de corte picaresco en las que se mezclan novelas, poemas y algún entremés, como ya hemos visto en Lope de Vega.
No sin razón se considera a la madrileña María de Zayas y Sotomayor (1590-1661) segunda novelista del siglo, después de Cervantes. En 1637 aparecen sus Novelas amorosas y ejemplares, colección de diez relatos en que la temática erótica crea situaciones conflictivas y sorprendentes.
Seguidor de Francisco de Quevedo y sevillano fue Luis Vélez de Guevara (1579-1644), autor de El diablo cojuelo (1641), sátira social acompañada de figuras alegóricas.
La mitad del siglo se cierra con la Vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor (Amberes, 1646). Narra su vida (1608-1646) como criado de muchos amos y soldado en varias ocasiones. Presenta rasgos de la picaresca: estafas, peleas, engaños, borracheras, robos y prostitución.
La prosa religiosa brilla con el turolense Miguel de Molinos (1628-1696), iluminado establecido en Roma. Su doctrina quietista late en la Guía espiritual (1675), manual de mística contemplativa que desprecia la acción.
LA POESÍA
Si bien en líneas generales durante el Barroco se siguen cultivando las mismas
formas poéticas y los mismos temas que durante el siglo anterior renacentista,
pueden constatarse ciertos cambios que harán que podamos considerar esta nueva
etapa como algo realmente diferente. Ante todo, aparece una nueva visión del
mundo mucho más
pesimista,
desilusionada e inestable, que a su vez hace que se conciba la existencia humana
como algo sumamente efímero: la imagen de la
fugacidad del tiempo será
muy recurrente en los poetas de esta época. Siguiendo esta línea, y siendo
además la cultura barroca una cultura de
contrastes,
el interés por la vida llevará aparejado el tema de la muerte, así como el
interés por los temas profanos irá unido al interés por lo sagrado. El
desengaño,
en fin, dará lugar también a la sátira política y a la parodia de los temas
renacentistas.
En su renovación de la estética clásica renacentista, los poetas del Barroco
perseguirán una “aristocratización” de la literatura, fundamentalmente
conseguida a través de dos tendencias, el
culteranismo
y el
conceptismo, que propiciarán a su manera un alejamiento del “vulgo”,
entendido en sentido intelectual (la gente ignorante).
–
Por un lado los “cultos” (el término “culterano” será creado despectivamente por
sus detractores) propondrán un
esteticismo
de iniciados, basado en: la intensificación de los elementos
expresivos del lenguaje (que se condensan y reducen al máximo); un vocabulario
original y nuevo obtenido a través de términos derivados directamente del latín
(lengua de la que también copian su particular sintaxis); la armonía y
musicalidad del verso; y un uso brillante de la metáfora y la imagen.
–
Por otro lado, los “conceptistas” (que tacharán de “oscuros” a los culteranos),
buscarán su originalidad a través de la
dificultad
del concepto, la sutileza de la idea, el rebuscamiento de la
expresión a través del juego con los significados.
Debe aclararse, no obstante, que en los distintos autores no habrá una división
radical entre partidarios de una u otra tendencia: éstas se nutren entre sí, y
los poetas por lo general cultivarán ambas.
Góngora
Considerado el mejor poeta barroco español junto con Quevedo, Luis de Góngora
mostrará ya desde sus inicios en el mundo de las Letras, allá por 1580, una
marcada inclinación hacia la erudición. De formación plenamente renacentista,
recibirá influencias del
petrarquismo
(Garcilaso), de la
lírica
tradicional del Romancero y la
lírica culta
de los cancioneros, e incluso también del
mundo
pastoril (con obras como la
Diana
de Montemayor). En su obra, reaccionará ya como hombre típico del Barroco: tras
la muerte de Fernando de Herrera, la lírica se había estancado en las formas
italianizantes con lo que conocemos como “Manierismo”, y Góngora sabrá acercarse
a los orígenes mismos de la poesía y extraer nuevas experiencias estéticas
vivificando temas y formas expresivas ya existentes mediante un original
procedimiento de transformación artística: el “gongorismo”,
la expresión más pura del culteranismo, que producirá una nueva poesía cuya
dificultad la haga especialmente minoritaria, con entusiastas defensores y
furibundos detractores. Esta dificultad estará causada por un uso peculiar de la
lengua,
con la introducción de abundantes cultismos (las palabras nuevas derivadas
directamente del latín), la búsqueda de significados cultos en palabras vulgares
y metáforas comunes, el empleo de perífrasis o rodeos al escribir, la
utilización de giros no usuales en la lengua común, el hipérbaton (desorden en
las palabras producido por la imitación de la sintaxis latina) y la ausencia de
nexos relacionantes entre palabras y oraciones, un vocabulario sonoro y de gran
belleza sensorial, y el uso indiscriminado de metáforas e imágenes de
significado frecuentemente oscuro; también estará causada por el tratamiento de
los temas,
recreando poéticamente los mitos clásicos (incluso los más desconocidos) a
menudo de forma velada. Todo ello, sin embargo, complementado con un uso
conjunto de
elementos
populares con alto sentido poético.
Obra
Salvo antologías, no se publicaron de forma conjunta sus poemas, aunque sí nos
han llegado como tal en el llamado
Manuscrito
Chacón, que recoge un corpus de 94 romances auténticos (más otros
atribuibles), 121 letrillas, 167 sonetos, 33 composiciones de arte mayor (con
versos largos) y 3 poemas extensos (Panegírico
al duque de Lerma,
Fábula de Polifemo y Galatea y las
Soledades, su obra más
característica, donde el “gongorismo” alcanza su máximo esplendor).
La crítica tradicional ha querido ver una doble vertiente poética en su obra:
por un lado el “Góngora de la luz” de las letrillas y el “Góngora de la
oscuridad” del
Polifemo
y las
Soledades. Dámaso Alonso afirma que no es acertado atribuirlo a dos
etapas “cronológicas”, pues sería en realidad algo característico del dualismo
barroco en general, que no se corresponde con periodos cronológicos separados;
sin embargo Lázaro Carreter concluye que sí puede verse una cierta evolución
artística producida por la intensificación de los elementos y la reelaboración
de los temas conocidos, existiendo por ello, efectivamente, un cierto cambio de
rumbo en su poesía; algo que por otro lado atestiguaron sus contemporáneos.
Quevedo
Francisco de Quevedo será el otro gran poeta del Barroco español. Testigo
excepcional de su época, en él se hallan representados los sentimientos más
contradictorios del ser humano, lo que otorga una modernidad y un valor
universal a su obra. Supo, asimismo, asimilar la cultura de su tiempo como
problema personal, y esto hará que a su vez la característica más destacada de
su poesía consista en la fusión de las corrientes más opuestas: realismo e
idealismo, delicadeza y chabacanería grosera, vulgaridad y aristocraticismo.
Su lírica resulta hondamente sincera, con un lenguaje propio, y variadísima en
sus temas. Laín Entralgo distingue cinco líneas maestras: el amor a la vida, la
fragilidad de los bienes que el hombre consigue en este mundo, la filosofía
estoica, el problema del hundimiento de España y la preocupación por la vida
después de la muerte; unidos al gran tema del amor, conformarán la base de su
poesía.
Obra
No se publicará hasta después de su muerte, aunque ya en vida fue un poeta
famoso y sus poesías circularon de mil maneras.
Su producción poética se puede agrupar en cuatro grandes bloques:
1) Poesía
metafísica: con temas como la continua amenaza de la muerte, el
tiempo y su acción devastadora o el deseo de recuperación del sentido ético de
España. Aunque más importante que los temas será el tratamiento que éstos
reciben: es una poesía con densidad expresiva y de significado.
2) Poesía
amorosa: más de trescientas composiciones atestiguan la importancia
del tema en Quevedo, pues representará un modo de trascender la realidad
(gracias al amor, la vida se enriquece definitivamente). Reelaborará el código
amoroso renacentista incorporando elementos personales, y aportando un
sentimiento existencialista en muchos de sus poemas (el amor entendido como
única arma eficaz para luchar frente a las devastadoras consecuencias del
tiempo).
3) Poesía
satírico-burlesca: entre las sátiras, muy conocidas, destacan las de
temática política y moralizadora, y las sátiras literarias (muy célebres, las
dirigidas contra Góngora); entre las poesías burlescas, los temas preferentes
serán la mitología y el mundo caballeresco, y las “jácaras”, composiciones
burlescas sobre el mundo del hampa y la delincuencia.
4) Poesía
de contenido político: a modo de aviso a los poderes públicos y
cortesanos de la postración de España. Más que ataques directos a personas, se
tratará de evidenciar la falta de moralidad y la ausencia de espiritualidad en
los hombres públicos.
Las representaciones teatrales de esta época se efectuaban en sitios abiertos, plazas o corrales fijos: los corrales de comedias. Comenzaban alrededor de las dos de la tarde y duraban hasta el anochecer. No había, por lo común, asientos y los espectadores permanecían de pie toda la representación. La nobleza ocupaba los balcones y ventanas de las casas que rodeaban la plaza o daban al corral, y las damas asistían al espectáculo con la cara cubierta con máscaras o tras las celosías. La función comenzaba con la ejecución en guitarra de una pieza popular; en seguida se cantaban canciones acompañadas con diversos instrumentos. Venía luego, la loa, especie de explicación de los méritos de la obra y síntesis de su argumento. Daba comienzo la comedia u obra principal, y en los entreactos se ejecutaban bailes o se representaban entremeses.
El escenario era un simple tablado y la decoración una cortina. Los cambios de escena eran anunciados por uno de los actores.
Lope de Vega
Escribía la comedia el poeta, bien pagado por el autor -actual director- a quien cedía todos los derechos sobre la obra representada o impresa para modificar el texto. Las obras duranban en cartel tres o cuatro días, o (con excepciones) quince para una comedia de éxito.
Juan de la Cueva, en la segunda mitad del siglo XVI, introduce dos elementos de gran importancia para el auge de esta producción artística: la ética popular, que dio origen a las comedias de carácter histórico nacional, y la libertad de componer obras dramáticas teniendo en cuenta el gusto del público. Lope de Vega y Tirso de Molina llevaron a su plena realización estas características.
A finales del siglo XVI crea Lope de Vega la comedia nueva: a una acción de tema amoroso se superpone otra histórica o legendaria, morisca, de cautivos, o religiosa. Concluía con un final feliz. Construida sobre tres jornadas, la redondilla o la décima se usan en diálogos, el romance en narraciones, el soneto en monólogos y el terceto en situaciones graves.
Tirso de Molina
De 1609 es el Arte nuevo de hacer comedias, defensa jocosa de su teatro. Muestra desprecio por la rígida interpretación que los preceptistas -sobre todo italianos- del Renacimiento habían hecho de las ideas aristotélicas sobre el teatro y propone como valores la naturalidad frente al artificio, la variedad frente a las unidades y el tomar en consideración el gusto del público.
De entre su prolífica producción dramática destacaremos:
Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1604-12) es una tragicomedia desarrollada en 1406, en Toledo: Peribáñez comprende que el Comendador de Ocaña le ha colmado de honores para acosar a su mujer. Tras matarlo gana el perdón real.
Hacia 1614 compondría Lope una de sus mejores tragicomedias: Fuenteovejuna. Siguiendo la Crónica de las tres órdenes... (Toledo, 1572) de Francisco de Rades, muestra los abusos del Comendador Fernán Gómez de Guzmán sobre los vecinos de Fuenteovejuna y sobre Laurencia, recién casada con Frondoso. El asesinato del Comendador por el pueblo y el perdón de los Reyes Católicos ante la evidencia rematan su acción. Se ve en ella una sublevación popular ante el abuso del poder, pero sólo refleja una injusticia puntual y subraya la sumisión al rey.
El Caballero de Olmedo (h. 1620-25), tragedia de raíz celestinesca, basada en un cantar popular: Don Alonso muere a manos de don Rodrigo, celoso de perder a doña Inés.
El mejor alcalde, el Rey vuelve sobre la dignidad campesina: Don Tello, soberbio noble, abusa de Elvira, prometida del campesino Sancho. Alfonso VII restaura su honra, casándola con don Tello, a quien ajusticia, para desposar a la ya noble viuda, con Sancho.
Calderón
El otro gran dramaturgo del XVII fue Pedro Calderón de la Barca (1600-1681). Su obra más famosa es La vida es sueño (1635), drama filosófico que presenta a Segismundo, hijo del rey de Polonia, encadenado en una torre, por los fatídicos pronósticos de los astrólogos reales. Mientras, Rosaura reclama en la Corte su honor robado por el duque Astolfo. Éste corteja a Estrella para ser rey. La agresividad de Segismundo estalla al liberarlo de su torre, adonde vuelve, encadenado, creyendo haber soñado su experiencia de libertad. Cuando un motín lo rescata otra vez, su albedrío vence las predicciones: domina su condición, casa a Rosaura con Astolfo y acepta la mano de Estrella. El orden queda establecido. El drama acaba con el final esperado para un público de mentalidad y cultura barroca.
El garrote más bien dado pudo estrenarse en 1636 o 37. Se imprime en 1651. Desde 1683 recibe el título de El alcalde de Zalamea. Presenta la violación de Isabel, hija de Pedro Crespo, por el capitán Álvaro de Ataide. Nombrado alcalde Pedro Crespo, lo ajusticia. El rey escucha su defensa y le da la razón. Este drama costumbrista o de honor sigue el tema tan lopesco de la honra del villano.
Además de estas obras, Pedro Calderón de la Barca, ha contribuido a la literatura española con un gran número de Autos Sacramentales.
Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |