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LA CRÍTICA LITERARIA EN LA ANTIGUEDAD
Primeras reflexiones Las primeras reflexiones sobre la literatura se encuentran en las obras de varios poetas griegos del siglo VI a. C. que intentaron elaborar lecturas alegóricas de los poemas de Homero y Hesíodo, con el objeto de defenderlos de la creciente oposición a sus respectivas teologías (oposición dirigida por los filósofos, que pretendían sustituir por otros esos textos como medio de formación de la juventud), en las que los dioses protagonizaban constantemente acciones poco edificantes. Se introduce así, por vez primera, la idea de la literatura como un discurso que exige una interpretación especial, pues es deliberadamente hermético, lo que implica que existe una intención del autor que queda oculta por debajo de la superficie de los textos. Superando la perspectiva pedagógica, a finales del siglo V a. C. se inicia la aproximación estética a la literatura; representantes de esta nueva vía crítica son los sofistas y Aristófanes, en su obra Las ranas. Por un lado, Protágoras y Gorgias expresan su valoración positiva de la estructuración armoniosa de las obras literarias, de su coherencia, y lo hacen a través del estudio de los recursos retóricos en ellas empleados. Gorgias, especialmente, descubre el aspecto sensorial del lenguaje y presta atención a la eficacia del discurso sobre el receptor.
Aristófanes Por su parte, Aristófanes, con una idea concreta de la belleza literaria en mente y el conocimiento preciso de la retórica, es el primer autor que expone juicios directos sobre distintas obras literarias, aunque lo hace a través de su propia obra, en concreto en el texto de Las nubes. Muertos ya Sófocles, Eurípides y Esquilo, el dramaturgo utiliza imaginariamente a los dos últimos para, a través de una discusión, criticar analíticamente sus respectivas obras; el resultado es un elogio abierto a Esquilo por el didactismo y la bondad moral de sus tragedias, y una crítica a Eurípides por lo contrario. De forma general, Aristófanes critica en Las ranas el estilo ampuloso, la aparición de personajes sin relevancia y la indadecuación entre lengua y contenido; en cambio, elogia la finalidad educativa en las obras literarias, la economía en el uso del lenguaje y el respeto a la ley del decoro (personaje/lenguaje).
Platón
Las ideas de Platón (427 - 328 a. C.) fueron precedidas por las de los sofistas, que confiaban en la poesía como una fuerza educadora, incorporando el estudio e interpretación de textos literarios a su programa educativo con el objeto de ampliar la competencia lectora del ciudadano, además de prestar alguna atención a los aspectos formales de la literatura. Las ideas de Platón sobre la poesía no se encuentran sistematizadas en ninguna obra en concreto sino que aparecen diseminadas en varios de sus diálogos. La principal asunción del filósofo sobre el tema es la de la idea ya tradicional de que la poesía y el mythos están unidos inseparablemente; la consecuencia es que los dos están alejados de la verdad pues se basan en la imaginación de escritores como Homero y Hesíodo. Pero aunque Platón busca erradicar el mito de la poesía, aquel, paradójicamente, no lo abandona a él, como lo demuestra el hecho de que lo use en más de una ocasión en sus propios diálogos con valor explicativo. Así, Platón, frente a la costumbre de su tiempo, adopta una postura negativa frente a la poesía en tanto que privilegia a la filosofía como responsable de la educación de los ciudadanos. En su obra La República, Platón desarrolla una argumentación metafísica para apartar a los poetas de su posición central en la sociedad de su tiempo. Básicamente, al considerar que el fin último del alma está en el alejamiento progresivo de lo meramente sensorial, la aproximación de la poesía al conocimiento a través de la inspiración es insuficiente, pues es algo pasajero. Platón considera a la inspiración poética como un modo de acceso al conocimiento precientífico, algo incluso fruto de la enajenación mental, aunque estima que es el criterio para distinguir entre la buena y mala poesía; además, como subraya en el Ion, la inspiración es algo que afecta a todo los que tiene que ver con la poesía, y no solo a los autores: intérpretes, recitadores, auditorio, etc. El distanciamiento de la inspiración respecto de lo racional conlleva que el poeta no pueda acceder a la verdad, con lo que queda incapacitado como maestro. Además, esta consideración del autor implica que para Platón el interés en el mismo para el análisis literario es nulo; la intentio auctoris, simplemente, no existe. Además, Platón reniega de la poesía porque es pura imitación de la realidad. Esta idea de la mímesis, que adoptará también Aristóteles, implica que la poesía es un conocimiento de segundo grado, por cuanto las cosas del mundo ya son en sí mismas copias imperfectas de las ideas o verdaderas esencias; nada, pues, más lejos de la verdad. En definitiva, Platón considera a la poesía como un peligro moral e intelectual, por cuanto confunde los valores humanos y aleja al hombre de la verdad. Platón aborda también el estudio de los géneros literarios en el Libro III de la República, siendo el primero que lo hace. Señala tres modalidades poética: la poesía trágica y la cómica (dialogada), el ditirambo (solo se escucha la voz del poeta) y la poesía épica (género mixto). Platón elude el tratamiento de la poesía lírica por no ser este un discurso mimético como los otros. Aristóteles
Aristóteles expuso sus ideas sobre la literatura, fundamentalmente, en dos obras: Retórica y Poética; además, dejó algunas alusiones en Política y en su tratado Sobre la interpretación. El primer punto de distanciamiento respecto de Platón es la concentración de Aristóteles en los aspectos formales de la literatura, alejándose del interés del primero por las implicaciones pedagógicas de esta. En segundo lugar, Aristóteles retoma la idea del escritor como ente consciente, de acuerdo con su interés filosófico por conocer las causas que constituyen la verdadera ciencia; el interés por la causa final o teleológica le lleva a considerar al arte como técnica, sin nada que ver con raptos divinos irracionales. Por lo demás, la técnica implica automáticamente el conocimiento. La Poética es el "texto que puede ser considerado el primer estudio especializado y sistemático sobre el hecho poético"
Autores griegos de la época helenística (III a. C.-III d.C.)
Tras el periodo de esplendor griego, durante el periodo helenístico se abandona la aproximación a la literatura sobre la base de unos determinados principios filosóficos y se adopta una perspectiva puramente práctica basada en la percepción directa de los textos y en la experiencia de los creadores. La cuestión estilística resulta especialmente tratada en cuanto se presta atención a los efectos de las obras sobre los receptores. Los principales teorizadores griegos al respecto son Demetrio, Plutarco, Longino y Plotino. Demetrio escribió el tratado Sobre el estilo, obra en la que sigue las ideas estilísticas de Aristóteles y Teofrasto y donde con numerosos ejemplos estudia técnicamente el estilo. Se centra, sobre todo, en la prosa y en sus unidades rítmicas (los miembros, las frases y los periodos), y la exposición de su teoría de los cuatro estilos, en la que a los ya habituales (llano o sencillo, elevado y elegante) añade el fuerte o vigoroso, adecuado para temas con cierta fuerza y que busca causar un efecto de impresión en el receptor. Plutarco de Queronea es autor de un tratado titulado Cómo debe el joven escuchar la poesía. Muy influenciado por Platón, Plutarco realiza un acercamiento moral a la poesía, como útil al servicio educativo, y elude cualquier aproximación estética a la misma, hasta el punto de llegar a verla como una posible rival de la filosofía en la querencia de la juventud. Plutarco insiste en la idea platónica de entender que la poesía no se ocupa de la verdad, aun cuando en ocasiones pueda contener ciertas dosis de esta, razón por la cual deben los jóvenes ser bien orientados a la hora de su recepción. En este sentido, subraya que la reproducción de comportamientos innobles no significa que el poeta los defienda sino que se trata de algo presente en la vida real; por lo demás, en muchas ocasiones esas acciones vienen acompañadas de consecuencias desastrosas que ponen de relieve su carácter no ejemplar. Por lo demás, Plutarco ve la poesía como un elemento auxiliar de la filosofía, a la que ofrece ejemplos de sus enseñanzas. Longino (nombre convencionalmente asignado a su autor desconocido), seguidor de las ideas de Platón, es el autor del tratado Sobre lo sublime, probablemente la primera muestra histórica de crítica impresionista. Se trata de una aproximación personal y entusiasta a distintos pasajes literarios, con el objeto de explicar el origen del placer estético que le han proporcionado como lector.
Plotino Plotino (240-270 a. C.) es el principal representante del neoplatonismo. De su obra, recogida bajo el nombre de Enéadas (por las nueve partes que la constituyen), destacan en relación con la crítica literaria los tratados "Sobre lo bello" y "Sobre la belleza inteligible". Plotino, convencido de que el arte permite el acercamiento al Uno, valora positivamente la mímesis y el arte en general. Así, aunque conviene con Platón en la idea de los dos mundos, considera favorablemente el arte. Plotino tiene un concepto de la belleza como algo acorporal, situado en un nivel suprasensible y no en lo material; de aquí que la belleza de las obras artísticas devenga de una previa belleza en el alma del artista. Así, concibe la mímesis como un aprovechamiento de la realidad para expresar belleza y no como imitación de la misma, y esto solo puede lograrlo un artista que posea un alma bella: su interior contiene unos arquetipos ideales que le permiten transfigurar la realidad; el concepto de mímesis queda sustituido por el de poiesis, acercándose así Plotino a Aristóteles, pues el artista es ya un crador.
La crítica literaria en la Roma clásica A diferencia de las aproximaciones griegas, las latinas enfocan la literatura desprovistas de intereses metafísicos o trascendentales; el interés es ahora puramente técnico, tanto en la forma como en el estilo, y con especial atención a la cuestión de los géneros y tipos de discurso. Esta perspectiva se refleja también en los propios poetas, que prestan más atención a la belleza formal de sus obras que al aspecto mimético. Consecuentemente, la retórica se aplica a la literatura y se hace a través de la atención a la elocutio, en forma de listas de figuras retóricas bien ejemplificadas. Es en esta época cuando Retórica y Poética se funden en una sola disciplina. Además de la figura capital de Horacio, tanto Cicerón como Quintiliano realizaron aportaciones interesante a la crítica literaria de la época, aunque no dejen de ser tangenciales a la literatura propiamente dicha. Cicerón dedica su obra El orador (46 a. C.) a la elocuencia (a la que dedica también otros dos tratados: De oratore y Brutus), en concreto a definir el mejor estilo para un orador. Cicerón destaca que no solo es necesaria una buena formación filosófica, sino también interdisciplinar y un buen dominio de los tres estilos por parte del orador para no incumplir con el principio del decoro.
Cicerón Por su parte, Quintiliano, en Institutio Oratoria (I d. C.) sistematiza todo el conocimiento acumulado sobre la retórica y, además, ofrece numerosas opiniones sobre diversos textos literarios: tras exponer la teoría que sustenta la labor de un orador, Quintiliano ejemplifica el arte de la elocuencia en autores como Homero, Eurípides, Sófocles, etc., con el objeto de recomendar su imitación (desplazando el concepto de mímesis desde la imitación de la realidad a la imitación de la realidad imitada en las obras literarias). En el futuro, la aportación de Quintiliano más relevante será la del aportar el germen para distintos métodos de exégesis textual medievales, a través de un programa educativo en el que la teoría se complementa con el análisis de textos (explicación, corrección y valoración crítica) y su imitación en los ejercicios de composición literaria. Horacio y su Epístola ad Pisones Carta escrita en verso (480) dirigida a los Pisones, hijos de un cónsul, tiene como objeto aconsejarles sobre el arte de escribir. Se trata de un trabajo asistemático, cuya importancia es, sobre todo, histórica, por cuanto constituye la única poética de la etapa romana. Las orientaciones de Horacio tienen como fin el conseguir captar la atención del receptor. A este respecto, su poética se centra en aquellos aspectos de una obra que ayuden a mantener el interés de aquel: la coherencia interna a través del equilibrio estructural, la correspondencia entre el tema y las emociones que se intentan provocar en el receptor, la imitación de los modelos griegos, a lo que considera los auténticos maestros (por lo demás, su concepto de la mímesis es casi realista, en el sentido de que considera que la reproducción de lo cotidiano es un mecanismo para captar la atención del público), la verosimilitud y el decoro poético (por ejemplo, que cada personaje debe expresarse de acuerdo con su dignidad social).
En su Epístola, Horacio formula bajo la expresión ut pictura poesis una comparación entre la poesía y la pintura: ambas se parecen en la forma en que pueden ser disfrutadas por el público. No obstante, la comparación no va más allá, y en ningún momento se intentan identificar por su modo de representar la realidad. Hacia el final de su epístola, Horacio introduce una reflexión téorica sobre el poeta como artista a través de tres oposiciones o alternativas dialécticas de las que se desprenden dos posturas ya clásicas sobre el arte y su función: privilegio del contenido para enseñar algo provechoso o privilegio de la forma para conseguir un efecto placentero en el receptor. Horacio defiende una postura intermedia, en tanto que parece considerar que las obras deben ser correctas y formativas en lo que respecta a su contenido pero además deben ser formalmente provocadoras de placer estético.
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Actualizado el 25/11/2009 Eres el visitante número ¡En serio! Eres el número |