PRINCIPAL

MAPA WEB

VENATOR LIBRIS

FAVORITOS DE 10 EN 10

IMAGENES

ENLACES

BLOG

                  

 

 

Buscar en:

Google

Wikipedia

Real Academia

 

 

 

 

Logo de letraherido.com:

 

 

 

 

EL LIBRO DIGITAL

 

UN EJEMPLO DE LIBRO DIGITAL

DIEZ OBSERVACIONES SOBRE EL ESPACIO DIGITAL

HISTORIA Y FUTURO DEL LIBRO DIGITAL

EL FUTURO DEL LIBRO: ENTRE EL PAPEL Y LA RED

PROYECTO “EL LIBRO DE ARENA”

UNA NOVELA MULTIMEDIA: “TIERRA DE EXTRACCIÓN”

El libro sin hojas

Literatura y lenguaje multimedia

 

 

 

Un e-book, eBook- ecolibro, o libro-e es una versión electrónica o digital de un libro. El término es ambiguo, ya que se refiere tanto a una obra individual en formato digital, como a un dispositivo utilizado para leer libros en formato digital. La mayoría de los usuarios no utiliza el término eBook en el segundo sentido, y emplean, en cambio, el término más preciso de dispositivo de eBook.

Por otra parte, algunos autores defienden que se debe hacer una distinción entre los libros electrónicos y el hipertexto. El hipertexto, está destinado a la estructuración de la información a través de enlaces, mientras que un eBook no es más que la digitalización de un libro originariamente editado en papel. Un ejemplo de hipertexto sería WikiSource y uno de eBook cualquier libro en formato digital que pueda encontrarse en Internet o CD-ROM.

Evolución

Diversos dispositivos pueden ser utilizados como eBook: un PC, una PDA, un portátil, y en general cualquier dispositivo que posea una pantalla y memoria.

Sin embargo, a finales de la primera década del siglo XXI, comenzaron a aparecer dispositivos cuya función era servir exclusivamente de eBook. Estos dispositivos se caracterizan por un diseño que permite emular la versatilidad del libro de papel tradicional. Así se buscó: movilidad y autonomía (dispositivos móviles con bajo consumo de energía para permitir lecturas prolongadas sin necesidad de recargas), pantallas con unas dimensiones suficientes para mostrar documentos tradicionales (un A4 o un A5) y alto nivel de contraste incluso a plena luz del día.

En este contexto aparece la tinta electrónica, que tiene un "efecto papel' (debido a la ausencia de iluminación propia y alto contraste obtenido) y su bajo consumo (pues esta tecnología no necesita alimentación más que en los cambios de pantalla).

Ejemplos de estos dispositivos son el iLiad (fabricado por iRex, una filial de Philips), el Reader (PRS-500 y PRS-505) de Sony, el HanLin eBook, el Papyre (es la versión española del Hanlin v3),el STAReBOOK STK-101, el Bookeen Cybook y ahora el nuevo Kindle, producto de Amazon. Actualmente compañías como HP, Iriver y Philips están trabajando en nuevos prototipos.

En el caso de ser cómic o similares los digitalizados, éstos se denominan e-comic.

Si los libros están en formato de audio, estos se denominan audiolibros.

La Agencia Internacional del International Standard Book Number (ISBN) a través del Manual de Usuario del ISBN en su última actualización del 5 de febrero de 2002, reconoce los eBooks como sujetos de código ISBN en el acápite 6 (página 15).

 

Formatos

Entre los formatos comúnmente utilizados para los ebooks se encuentran: el DOC, el LIT y el PDF. Estos formatos, al no ser triviales, se visualizan mediante programas específicos.

El formato más usado es el PDF (legible utilizando principalmente el programa propietario Adobe Reader). Entre sus ventajas se puede citar su portabilidad y su estandarización ISO.

Seguridad

Para paliar el miedo del mundo editorial frente a la posible pérdida de derechos sobre el contenido de sus obras Adobe ha creado un complejo sistema de seguridad llamado DRM (Digital Right Management). La seguridad de este sistema está permitiendo a editores como Pearson, Dykinson o Editorial MAD la edición de títulos técnicos que difícilmente podrían encontrarse en Internet de otra forma.

Ventajas

Para el lector

Para la editorial digital

Para el autor

 

·         Puedes bajar tu libro electrónico de Internet en el momento que quieras y desde cualquier parte del mundo.

·         Puedes tener y llevar una biblioteca en tu computadora personal o en tu eBook.

·         Ahorras entre un 30 o 50 por ciento con respecto a una edición impresa.

·         Cuentas con opciones de lectura gratuita.

·         Tienes la posibilidad de descarga en Internet sin límite de horario.

Desventajas

  • La edición electrónica no puede copiarse ni imprimirse.
  • La oferta no es tan amplia como en los libros tradicionales.
 

·         La distribución y alcance de una obra abarca un nivel mundial.

·         Enorme ahorro en materiales, impresión, almacenamiento y distribución.

·         No existen los excedentes de "stock", es decir, si no es vendida una obra, no hay riesgos.

·         El lector decide el éxito de una obra, y no la publicidad.

 

·         Hay editoras electrónicas dispuestas a publicar obras sin que éstas pasen por el Consejo Editorial.

·         La distribución y alcance de una obra abarca un nivel mundial.

·         Se garantiza el Derecho de Autor con los formatos establecidos, pues no pueden copiarse ni imprimirse.

·         El editor no alterará el contenido del libro bajo ninguna forma, excepto expresa autorización del autor.

·         Un autor novel puede tener acceso a publicar su obra sin pasar por el análisis comercial.

 

 

 

 

DIEZ OBSERVACIONES SOBRE EL ESPACIO DIGITAL

Antonio Rodríguez de las Heras, tomado de http://www.uoc.edu/humfil/digithum/digithum2/catala/Art_Heras/


El tema Tecnologías de la información y Humanidades posiblemente habría parecido intratable hace unos años. En los años setenta se pensaba que el desarrollo de las tecnologías de la información iría por un camino totalmente divergente de la línea humanística, y que progresivamente la sociedad bascularía hacia una sociedad tecnológica cada vez más dominante. Nadie podía pensar en los años setenta, y digo setenta por ser cuando comencé, desde las humanidades, a estudiar estas tecnologías, que escasamente en quince o veinte años ya no solamente esas dos líneas, la humanística y la tecnológica, no iban a ser divergentes sino, todo lo contrario, que se daría una convergencia. Y en ese encuentro entre tecnología y humanidades hay un campo apasionante, o al menos así me lo parece, y quizá eso haga que trate sobre este tema con una cierta pasión y emoción. Creo que el encuentro es muy interesante por la cantidad de sugerencias y capacidades que abre a un nuevo humanismo en una sociedad tecnológica.

Dentro de este encuentro, que me parece tan interesante, he querido centrar mi atención en una mirada al libro. Creo que el libro es el objeto que mejor representa lo que es el humanismo de siglos. El libro en estos momentos se encuentra frente a un campo nuevo, el del mundo digital, que lo perturba y, a la vez, esta reciente emergencia abre una incertidumbre sobre cuál va a ser el papel de ese libro que nos ha acompañado, como objeto cultural, durante tantos siglos. La página del libro en una sociedad en la que domina la pantalla; una pantalla por la que está brotando una buena parte de ese mundo digital. Este sería el motivo principal de mi intervención: discurrir sobre el futuro inmediato que espera al libro en el espacio digital.

Primero querría hacer una observación sobre qué entiendo por espacio digital. Porque me gustaría que durante toda esta intervención nos libráramos de quedar enredados en la parte más superficial del fenómeno: el utillaje. El bosque de aparatos y siglas obstaculizan y desaniman la pretensión de alcanzar unas ideas claras y generales.

El mundo digital, tal como desearía que lo entendiéramos a lo largo de mi intervención, es una emergencia muy reciente que ha provenido de algo aparentemente sorprendente. Veamos: puedo coger en la mano un disco magnético, óptico, pero si comienzo a reunir más discos -a conectar unos con otros- el resultado no será una pila de discos, del mismo modo que si reúno libros tendría una estantería o una librería, sino que esos discos comienzan a desaparecer. Ya no los veo y, sin embargo, ha emergido un nuevo espacio al que sólo me puedo aproximar a través de ese ventanillo, de ese brocal, que es la pantalla electrónica. Una emergencia que se ha producido, una vez más en la historia de la evolución, por conexión de partes más simples. Y lo que ha nacido detrás de esa pantalla es un espacio con propiedades nuevas respecto al espacio tridimensional en el que estamos inmersos.

El espacio digital es un fuerte "atractor". Es decir, que ese espacio, que está empezando a formarse, tiene una gran capacidad de atraer todo lo que hay al otro lado, en nuestro espacio tridimensional. Y así, cantidad de objetos, sucesos y actividades que se dan  en el espacio tridimensional pasan al espacio digital. Cada vez más cosas, operaciones y sucesos de nuestro mundo —cartas, papeleras, juegos, comunicación, dinero, mercadeo...— están ya en el espacio digital. Y esto es sólo el comienzo, porque, sin caer en visiones futuristas exageradas, las posibilidades de absorción son ilimitadas.

Pues bien, si se está produciendo esa atracción tan generalizada, no podía librarse de ella un objeto tan importante para nuestra cultura como es el libro: el libro también sufre esa atracción y pasa al otro lado de la pantalla. Ahora lo interesante, y lo que querría desarrollar, es ver qué sucede con esa transferencia: ¿se pierde el libro tal y como lo entendemos? ¿Adquiere otras propiedades? Pues yo les voy a descubrir desde el primer momento mi tesis: creo que la transferencia, fruto de ese espacio atractor que es el espacio digital, del libro objeto que hoy tenemos —el códice, el texto en tinta, el papel, la página— al otro lado de la pantalla   va a reforzar las características, las aspiraciones que secularmente el hombre había depositado en ese gran invento que consiste en plegar el papel y sujetar los pliegos. Las propiedades del libro se van a potenciar. Esta es mi tesis, y quiero manifestarla desde el primer momento.

Con este punto de partida es obligado que a continuación pase a justificar por qué tengo esas esperanzas en el futuro del libro en el mundo digital. A través de diez observaciones vamos a ver que las aspiraciones, como decía antes, depositadas en las distintas formas materiales que hemos dado al libro se van a potenciar en el espacio digital. Por consiguiente, el paso del libro códice al libro digital no será más que un reforzamiento de lo que ya existe. No una perturbación.

Densidad, accesibilidad y actualización

(1) Veamos la primera de estas observaciones: la densidad del espacio digital. El espacio digital ofrece una ilimitada capacidad de almacenamiento; una altísima densidad. No hace falta insistir mucho en explicar esta propiedad porque la podemos tener al alcance de nuestra mano; no es, por tanto, algo muy abstracto. Nos maravillamos cuando abarcamos con la mano un disco de doce centímetros de diámetro y nos decimos :¡que ya no es un CDRom, que es un DVD; que ya no son "megas", que son "gigas"! Y sin embargo es la misma superficie discoidal para contener cada vez más cantidad de información.  De la misma manera que asomándonos a ese brocal de la pantalla y mirando ese pozo sin fondo que es el mundo de la red, vemos que sigue recibiendo cada vez más y más información sin que dé en ningún momento sensación de colapso. Por tanto, las capacidades de almacenamiento del mundo digital son espectaculares.

Pues bien, ¿daña eso de alguna manera las aspiraciones librescas? Todo lo contrario. El hombre ha venido soñando con el libro-mundo, con ese libro en donde se pudiera contener todo, en ese libro único que pudiera guardar  todo el saber. Es un sueño cultural que se ha manifestado en múltiples autores. Flaubert, por ejemplo, intentó en sus últimos diez años una novela enciclopédica -"Bouvard et Pécuchet"- que recogiera todos los saberes. Goethe proyectó una novela sobre el universo y Novalis un "libro absoluto". El "Libro de Arena" es, en descripción de Borges, un libro con infinitas páginas en donde ninguna es la primera y ninguna es la última. Y para Mallarmé el mundo existe para concluir en un libro. Y en  las culturas o religiones del libro está el empeño en que toda la verdad la guarde un libro. Estoy pensado ahora en otro autor, Italo Calvino en sus "Seis propuestas para el próximo milenio", conferencias escritas para pronunciar en  Estados Unidos, pero que impidió su muerte; en una de ellas, "Multiplicidad",  también muestra esta aspiración de poder conseguir un libro que recogiera todo. Una aspiración que sobre el soporte material del papel no se puede cumplir.  En todo caso, acercarnos a su expresión plástica como hace el  escultor argentino Vanarsky en su escultura móvil, el "Libro-mundo". Pero, realmente, esto no es posible con los materiales que tenemos en este lado del espejo, en este lado de la pantalla.

Este sueño no encontraría obstáculo material en el mundo digital. Tendremos otros problemas para realizar el libro-mundo, pero no el de la capacidad de acoger en uno -en un libro- todo -todo lo que queramos-.El espacio digital  puede absorber texto sin resistirse, sin que aparezca el límite de páginas, sin que se hinche hasta hacerse inabarcable el volumen de ellas.  Por tanto, la densidad es una propiedad interesante, que, como ven, no perturba los sueños que tenemos depositados en el libro.

(2) La segunda propiedad es aparentemente contradictoria con la primera en el mundo de tres dimensiones, pero no en el digital. El espacio digital nos ofrece también una gran accesibilidad  a cualquier punto de él y, por consiguiente, a ese libro que queremos construir al otro lado del espejo. Desde aquí esto nos parece difícil,  porque si, por ejemplo, hacemos cada vez más densa esta sala instalando más gente, más sillas y objetos, una persona que entrase por aquella puerta y quisiera alcanzar este micrófono tendría cada vez más dificultades de moverse debido a la gran cantidad de cosas aquí almacenadas. Pero esto no es así en el mundo digital.

En el mundo digital, a medida que crece su capacidad de contener aumenta también su conductividad. Es más rápida y precisa la accesibilidad en ese espacio y, por tanto, lo será también en un libro que allí se instale. Empeño que se muestra a lo largo de toda  la evolución del libro; desde las tabletas de arcilla.   Ya no sólo en una caja de tablillas, sino con el rollo de papiro o de pergamino la accesibilidad era difícil porque obligaba a enrollar y desenrollar el volumen para alcanzar una columna. El gran invento del códice permite, hojeando, alcanzar  con facilidad cualquier lugar del texto. Y esto trae consecuencias tan interesantes como la de poder hacer los autores citas exactas, ya que desaparece el tedio de la consulta en el volumen -desenrollando y enrollando- que movía a la tentación de hacer citas de memoria. Por la accesibilidad que proporciona el códice, el diccionario adquiere su utilidad.   La accesibilidad es, por tanto, otra propiedad interesante que se potencia en el nuevo espacio, como ya comprobamos con un simple procesador de textos, en el que conseguimos llegar a cualquier parte de un escrito con sólo señalar una palabra. Así pues, podemos soñar con grandes libros, podemos soñar con gran densidad de información contenida en un libro, porque no por eso reducimos la facilidad de acceso.

(3) La tercera propiedad es la actualización. El retoque que se hace a un objeto digital no deja rastro, no deja ninguna cicatriz. Por el contrario, si pretendo reformar esta mesa ante la que hablo y llamo a un carpintero para la tarea, aunque sea un pequeño ajuste dejará un resto de serrín y virutas. En cambio, en el mundo digital cualquier alteración que se haga no dejará ninguna señal. Esto nos lleva a fijarnos en otro afán que mantenemos con respecto al libro: que el libro sea blando; que se pueda actualizar. De esta búsqueda viene el palimpsesto: aprovechar la resistencia del pergamino (a diferencia del papiro) para raspar con una hojilla, ya no sólo los errores, sino en ocasiones  todo el contenido de un libro a fin de que sus páginas queden   libres para otro texto. Luego la imprenta facilita progresivamente la consideración provisional del libro, que puede reimprimirse o tener una vida corta para dejar paso a otro que amplie, complete o corrija el primero.

Pero estas posibilidades son bien reducidas ante la capacidad que ofrece el ordenador. ¿Cómo ha llegado el ordenador personal a los hogares y a las oficinas a partir de los años 80? Es un proceso sorprendente por veloz y contundente; aunque en principio podría parecer que todo iría en su contra:  un aparato carísimo, que necesita un punto de electricidad para que funcione y un manual para saber usarlo, y que, sin embargo, va a dejar fulminada en unos años la máquina de escribir, la mítica máquina de escribir (hasta los periodistas se desprenden de ella,  cuando les era tan inseparable como el cigarrillo). La máquina de escribir es, a excepción del disco de vinilo, el aparato de nuestra época con más rápida obsolescencia. El disco de vinilo tardó cinco años y la máquina de escribir poco más.

¿Cómo rompió las resistencias hasta en nuestro mundo de las letras, que ya es decir? Cuando incluso los más reacios comprobaron que en un artículo o un libro podían realizar correcciones en el texto hasta el momento de enviarlo a la imprenta, y que los cortes y añadidos en el texto no dejaban ninguna cicatriz. Y así entró el ordenador personal en el gran consumo, utilizando el procesador de textos como caballo de Troya,  encandilando al usuario, a pesar del coste del aparato y de las dificultades de uso, con  la presentación de una propiedad: el texto se hace blando en el ordenador. La información es como arcilla mojada hasta que se pasa a la impresora —que es el horno, que es el sol—.

¿Adónde van las palabras cuando dejo de verlas?

(4) La cuarta propiedad es también muy interesante. Para presentarla siempre recurro a un momento de la película de Fellini, "Ensayo de orquesta": es cuando una componente de la orquesta recuerda la pregunta que un día le hizo una niña: "¿adónde va la música cuando deja de sonar?". Esta frase nos va a servir para aproximarnos a la siguiente propiedad que nos espera. Para ello, imaginemos que estamos ante una pantalla electrónica (Bueno, corrijo lo que he dicho en la conferencia, porque ahora hay un lector que está leyendo DIGIT·HVM y, por tanto, se encuentra ya ante una pantalla electrónica). Con un clic hace desaparecer las palabras que tiene en pantalla, y es entonces cuando hay que hacer uso de la frase de la película de Fellini, pero no ya para preguntarse "adónde va la música cuando deja de sonar", sino "¿adónde van las palabras cuando dejo de verlas?". Durante siglos, y hasta ahora, cuando se dejaba de ver las palabras, es que habíamos pasado la página y éstas se encontraban en el reverso. En la pantalla, el destino de las palabras es distinto: cuando dejamos de verlas se diluyen en los interminables surcos de un disco. Y ahí no hay palabras escritas, sino ristras inacabables de finísimas incisiones o de partículas imantadas. 

Esto es un cambio muy sugerente porque hasta ahora nuestras palabras, retenidas en soportes distintos —la cera, la arcilla, la piedra, el papel, el pergamino—, al dejarlas de ver estaban en el reverso o en otro lugar. Pero estaban ahí. Ahora no están, vuelven a un pentagrama que son los surcos de un disco. Y eso es interesante para entender el libro futuro. Las palabras, aunque nos empeñemos con las metáforas —de las páginas en pantalla, como la página Web, por ejemplo— no están impresas en la pantalla electrónica. La palabra está sostenida. Y la pantalla no es una superficie de 14 o 17 pulgadas. La pantalla es un espacio de tiempo. Un espacio de tiempo, entre un clic y el siguiente, durante el cual las palabras están sostenidas. Entre una acción y otra del lector las palabras se sostienen en la pantalla; antes y después están diluidas en el disco.

Lo mismo que sucede a las letras, la imagen y el sonido también se diluyen en los surcos de la superficie discoidal. Aquí está el concepto de multimedia, en la disolución del texto, la imagen y el sonido, que se mezclan bajo el mismo código en los cauces del disco. Otro sueño del hombre con respecto al libro se ve respondido desde el libro digital: la buena conjunción de la imagen, el texto y el sonido en el espacio de lectura.

A lo largo de la historia del libro, la lucha ha sido constante entre el texto y la imagen. Cuando llega el códice se salva la dificultad del volumen o rollo para contener la imagen, ya que que al doblar el soporte se saltaba una pintura de capas espesas. Liberada la imagen de esta restricción, aparece con todo su esplendor en los libros iluminados. Pero se manifestará entonces más claramente la lucha del texto y de la imagen por el espacio de la página: unas veces la imagen domina el texto y lo pone a sus pies —pie de imagen, pie de foto— y en otras obras el texto encierra la imagen y la confina dentro de los rasgos de una letra majestuosa. Hasta la música, a través de la notación musical, encontrará la forma de conseguir un lugar en la página de un libro.

El libro instalado en el espacio digital se hace multimedia; no hay impedimento material para que congenien texto, imagen y sonido, aunque sí queda la tarea de autor para saber dosificar y distribuir la presencia de cada uno de ellos.

Interacción, ubicuidad y deslocalización

(5) La quinta propiedad proporciona una nueva relación del lector con el texto. Es la interacción. Mucha gente, cuando hablamos del libro digital, plantea que no va a dar al lector las sensaciones que proporciona el códice en nuestras manos. Y hay razón en esta desconfianza. Aun contando con los incipientes libros electrónicos que están saliendo al mercado (pequeños, ligeros, con alta calidad de pantalla) la frialdad de una pantalla es marcada,  para lo que nos tiene acostumbrados la hoja de papel (en sus comienzos despreciado, como también lo fue el pergamino ante la calidad y precio del papiro). Sin embargo, una observación más detallada de la nueva relación con el texto en pantalla suaviza la visión negativa que la costumbre y la sublimación de lo establecido imponen ante lo nuevo. Fíjense, cuando teníamos el libro sobre un volumen o rollo, el lector tocaba el reverso del rollo -que no estaba escrito- o los ejes sobre los que se enrollaba la tira para avanzar en la lectura.  En el libro códice se avanza en la lectura pinzando con los dedos la hoja escrita. ¿Y en el libro digital?

En el futuro libro digital el lector tiene todavía un contacto más directo con la escritura, porque lo que toca el lector para moverse por el texto (por el hipertexto) es la propia palabra. Se toca las palabras para que esas palabras desplieguen más texto. El lector ya no entra en contacto con el soporte (¿en qué lugar del espacio digital está la superficie discoidal conteniendo, diluidas, las palabras?), sino con las palabras sostenidas en la pantalla. No hay, por tanto, alejamiento, sino mayor relación. Y, además, con la organización hipertextual, que luego veremos, la intervención del lector sobre el libro no consiste en pasar sus páginas sino en desplegar su texto.

(6) La sexta propiedad la disfruta el libro desde hace siglos con la invención de la imprenta, pero en el espacio digital se potencia: es la ubicuidad. Hasta la imprenta, el libro residía en un espacio concreto —biblioteca de universidad, de monasterio, de palacio— y había que desplazarse a ese punto para llegar a la información. La imprenta proporciona la ubicuidad al libro, produciendo unas consecuencias culturales trascendentales. Esta posibilidad de que un libro pueda abrirse a la vez en muchos lugares se potencia en el espacio digital,  ya que se libera de todas las servidumbres del material del soporte, que en el libro de papel hay que transportar a cada lugar.

(7) Y otra propiedad, la séptima, es la deslocalización. Nos daremos cuenta enseguida de lo que me voy a referir si les hago mención de una experiencia que todos tenemos con sólo asomarnos a Internet. Si fijamos la atención y miramos la barrita que el navegador tiene en la parte baja de la pantalla, observaremos que muestra el sitio desde el que se nos está mandando la información. Comprobaremos al cabo de un rato que, a medida que vamos tocando las palabras activas y avanzando en la lectura, estamos pasando de un sitio a otro, de un servidor a otro, sin darnos cuenta. De manera que al final de una consulta hemos pasado probablemente por varios servidores alejados quizá muchos kilómetros, sin que en ningún momento hayamos percibido más que el retardo que aún Internet impone a la navegación. Con nuestra lectura hemos encuadernado unas páginas que residen en lugares distintos.  La información, por tanto, ya no reside en un único lugar y, sin embargo, el lector tiene la percepción de que  toda la información está tan próxima como las páginas de un libro.

El sueño de poder acceder a una información que no resida en un solo punto ya lo encontramos en el  siglo XVI con un ingeniero humanista, Agostino Ramelli. Ramelli nos describe en un libro muy bello sobre artefactos e invenciones de la época, que no todas se llegaron a materializar, una "rueda de libros". Se trata de una especie de noria, en la que en cada cangilón estaría depositado un libro abierto; el lector, sentado tangencialmente a la noria,  y ayudado por un ingenioso juego de palancas, movería la noria de manera que con rapidez se pusieran al alcance de sus ojos los libros que de otra manera habrían estado depositados en un armario o en los estantes de una biblioteca.

El sueño, por tanto, de tener en un invento —en este caso, una noria— la información al alcance de la mano; con el que se pudiera decir: "¡Sólo tengo un libro!". La rueda de libros se sueña en el siglo XVI, pero en el siglo XX, en 1945, Vannevar Bush diseña el "Memex", ya no con cangilones y palancas, sino con microfichas, motores eléctricos y pantallas, pero con la misma intención de tener próxima una información muy abundante. Las máquinas de Ramelli y de Bush terminan realizándose, al final del siglo XX, con Internet. Así pues, la aspiración de hacer asequible mucha información sin tener que someterse a la servidumbre de las distancias está presente a lo largo de la historia del libro.

Amorfia y asincronía

(8) Pasemos a la octava propiedad.  Para algunos no es muy adecuada la palabra que uso para etiquetarla: la amorfia. Pero, a la espera de otra más afortunada, sigo recurriendo a ella para nombrar esta propiedad del espacio digital. Si los objetos en este espacio son ubicuos y las partes que lo componen no coinciden necesariamente en un lugar, los objetos digitales no tienen forma. Esto último me lo discuten los filósofos, pero tal reserva no impide que lleguemos a lo que en esta conferencia nos interesa: y es que con amorfia quiero también señalar las formas nuevas que pueden surgir en el espacio digital, sin correspondencia alguna con las existentes de este lado.

Cuidado con reducir el espacio digital, y en consecuencia la pantalla electrónica, a un espejo en el que sólo refleja, más o menos fielmente, lo que hay de este nuestro lado. Lo inquietante y sugerente del espacio digital es que tiene capacidad para crear cosas radicalmente nuevas que no se pueden realizar en el espacio tridimensional. Ya la inteligencia artificial, y más aún las incipientes experimentaciones sobre vida artificial, apuntan esta rica posibilidad. Lo más sugerente de las aportaciones de la vida artificial no es la simulación virtual de la vida tal como se manifiesta en nuestro mundo natural, sino la sorpresa con que se han encontrado los investigadores ante la emergencia de formas de vidas que no tienen su correspondencia original con las llamadas naturales.

Y el libro, y ya entramos  en lo que nos interesa, ante esta propiedad, ¿cómo se va a comportar? Pues el libro puede participar de tres maneras, y las tres ya se están dando en estos momentos.

(a) La primera sería una relación, con respecto a esta propiedad, que llamo resonante. Se introducel libro en el espacio digital, adquiere las propiedades que acabamos de ver — por ejemplo, el libro se hace blando— y luego se devuelve a nuestro espacio de tres dimensiones. Operaciones parecidas viene el hombre haciendo desde que controla el fuego. Al calentar, por ejemplo, el metal, éste adquiere una maleabilidad que posibilita imponerle formas a voluntad; luego se retira y se enfría. Se ha conseguido trabajar el metal con una facilidad que no se hubiera podido hacer en frío. O bien, el hombre mete la arcilla en agua, adquiere así plasticidad, le da forma, la saca, la pone al sol y ha conseguido unas formas imposibles sin esta operación.

Ahora, con esta nueva hoguera que es el espacio digital, el hombre se pone delante, introduce el texto, para que adquiera propiedades tan interesantes como la de hacerse blando, por lo que puede corregir el texto en pantalla, formatearlo…Y cuando está listo, se saca al sol, se introduce en el agua para que se enfríe...   se imprime… y el libro está de nuevo sobre papel. En la actualidad, las editoriales, a excepción quizá de algunas artesanales, utilizan este sistema. Lo mismo sucede con la generación de imágenes por ordenador, y que una vez logradas pasan a una cinta analógica. También hay ya editoriales que imprimen y encuadernan los ejemplares bajo demanda de los compradores particulares; no producen una tirada previa a la demanda.

(b) La segunda forma de relación del libro ante esta octava propiedad del espacio digital es la que llamo especular. Es cuando se trasladan los objetos, sucesos o acciones, y en concreto el libro, al otro lado no con la intención de que terminen retornando sino de que permanezcan definitivamente allí, pareciéndose todo lo posible al original correspondiente. En el caso del libro, es intentar reproducirlo en el otro lado, como si fuera un espejo, pero no para luego imprimirlo. Y este libro, definitivamente sin páginas de papel, recibe el nombre de libro electrónico.

Hay ya una oferta discreta, pero variada, de libros electrónicos. La mayoría de ellos es más una tableta electrónica http://www.rocket-ebook.com/, con una superficie de lectura, que un códice que ofrece, abierto, dos superficies de lectura (¿para qué dos, si no hay hojas con anverso y reverso?) http://www.everybook.net/. Con una buena calidad de pantalla y autonomía, se cargan directamente de la red o a partir de un ordenador con varios libros comprados a la editorial. Leídos éstos, pueden ser borrados o pasar a la librería de un disco de almacenamiento. En algunos casos, hay también la posibilidad de simular el libro electrónico en la pantalla de un ordenador personal http://www.glassbook.com/.  

La aparición de los primeros libros electrónicos nos indica además la forma en que el espacio digital va a estar presente, a materializarse, en el espacio que habitamos: con un creciente número de aparatos distintos y específicos para usos concretos de lo que guarda el mundo digital. El ordenador personal ha dejado de monopolizar la ventana de acceso al espacio digital. El televisor, conectado a la red, ha rejuvenecido, cuando hace muy pocos años se le veía ya como un viejo aparato electrónico sin posibilidades ante el rampante ordenador multimedia. Ahora la pantalla de un televisor está empezando a ser una atractiva interficie para actividades diversas y no sólo marco del flujo audiovisual. La nueva generación de teléfonos móviles se presentan como miniventanas para asomarse a Internet. Ya están las recientes consolas de videojuegos conectadas a la red. Y el gran negocio potencial de las empresas discográficas virando hacia pequeños aparatos reproductores de la música que se "baje" de la red... Esta es la satelización de aparatos diversos que produce el invisible espacio digital.

(c) Y, por último, hay una  tercera posibilidad para el libro de aprovecharse de la octava propiedad que hemos atribuido al espacio digital: es la emergencia. Se trata de apostar por crear cosas que no tengan su original en el otro lado del espejo, que sean completamente distintas.

Es decir, pensar en un libro que no tuviera páginas, en un libro que rompiera definitivamente con el concepto de página y de hoja de papel. Y esto supone un gran esfuerzo. Es más, por el momento vamos en sentido contrario: reforzando la percepción de la pantalla como si fuera una página de papel. Les he hablado hace unos minutos sobre cómo ha influido la estrategia del caballo de Troya, en forma de procesador de textos,  para introducir el ordenador personal, presentándolo como una máquina de escribir. Apoyándose en la metáfora que crea la ilusión de estar sentado ante una pantalla como si se estuviera ante una máquina de escribir, con la hoja incrustada en el carro de la máquina. Metáfora muy eficaz para pasar sin trauma de la máquina de escribir al ordenador.

Esta inclinación se acrecienta con la llegada de Internet y la utilización de la interfaz de la página web. Se sigue insistiendo en la pantalla como página. Sin embargo, la facilidad que proporciona la metáfora para que el lector se vaya habituando al nuevo espacio de lectura de la pantalla frena la creatividad y la búsqueda de nuevas formas. ¿Es que no se puede aprovechar de otra manera ese espacio en donde quedan sostenidas las palabras?

Hay que explorar la distribución de las palabras en la pantalla, así como su aparición y desaparición en ella. Al no ser una hoja de papel, no hay necesidad de aprovechar su superficie llenándola de texto; al no estar impresas las palabras, sino sostenidas durante un espacio de tiempo, pueden aparecer y desaparecer a los ojos del lector con unos efectos y ritmo que no se limiten a simples pantallazos. El texto sostenido en pantalla se puede dosificar, la medida no tiene por qué ser la de la caja de una página impresa. Y estas palabras en pantalla, pocas, pueden ser colocadas con mucha más libertad que la ofrecida por la página de un libro, y encadenarse y fundirse con otras, tras un clic, o desaparecer sólo parte del texto para dejar su lugar a nuevas palabras. Muchas posibilidades de aprovechar la "cinestesia", que es la propiedad que adquiere el texto en pantalla y a la que no puede aspirar sobre el papel.

Cuando comenzó a difundirse el códice, el lector de volúmenes enrollados se resistía con el fundamento de que la lectura se le fracturaba al pasar la hoja, acostumbrado como estaba al suave desplazamiento de las columnas de texto en el rollo. ¿Por qué seguimos empeñados, una vez que nos hemos acostumbrado a leer con esa brusca fractura, a que también se fracture nuestra lectura en la pantalla? ¿Por qué no pueden diluirse lentamente esas palabras blancas en el negro de la pantalla, y quizá no todas a la vez, para que otras nuevas encajen en la parte del texto que ha quedado aún pendiente?¿Por qué no incitar con estos recursos de la cinestesia a percibir -y explotar- la profundidad de la pantalla? Aparecerían entonces unas capacidades expresivas que no son alcanzables sobre el papel, pero que pertenecen al libro digital. El resultado sería que emergería un libro en la pantalla que no es la imagen virtual del códice de papel. Ya no hay papel, ni tampoco página.

(9) Paso muy rápido por la novena propiedad. La asincronía en el espacio digital amplifica la capacidad que la imprenta proporcionó al libro facilitando la lectura individual  y, por tanto, en el momento en que deseara el lector. Así pues, con la imprenta el libro se puede abrir desde múltiples lugares y en momentos distintos. El sueño de un libro permanentemente abierto (por estar en muchas manos) y en el que incesamente se inicie una nueva lectura se cumple todavía mejor en un libro del espacio digital, accesible desde cualquier punto  y en cualquier momento.

Hipertextualidad

(10) Y, para terminar, tenemos la décima propiedad. Propiedad muy importante de tener en cuenta para concebir cómo puede ser el futuro libro digital.

Esta propiedad permite continuar con una operación de trascendencia en la historia del libro: en vez de enrollar el soporte, se pliega el soporte. Pues bien, ahora en el mundo digital lo que hay que plegar ya no es el soporte sino el texto. Y cuando se pliega un texto estamos hablando de un hipertexto. No podríamos concebir un libro digital sin una estructura hipertextual. Y paso enseguida a explicárselo; pero como será difícil en poco tiempo, procuraré con una metáfora aclarar la idea de hipertexto como una forma de plegar el texto, como una nueva geometría del texto.

En la sociedad en la que vivimos los conceptos, las ideas se difunden tan rápidamente que, como si de una brusca expansión en el mundo físico se tratara, se enfrían igual de rápido y pierden fuerza.  Uno de los conceptos que ha perdido fuerza ha sido el concepto expansivo de hipertexto. Con Internet, en concreto con la Web, se ha empezado a utilizar en su sentido débil, en su sentido menos exigente. Hasta el punto de que se denomina hipertextualidad al hecho de vincular documentos con el concurso de unas herramientas informáticas. Pero esto es marcadamente insuficiente. Para ello, voy a recurrir a la metáfora anunciada.

Imaginemos que tenemos una gran hoja de papel, que representaría la generosidad de la tecnología en cuanto a posibilidad de registrar información en los nuevos soportes. Podemos empezar a escribir sobre ella, hasta llegar a llenarla. Pero una vez escrita, se nos dice que para leer lo escrito hay que hacerlo a través de una ventana reducida como es la pantalla electrónica. La superficie de la hoja escrita es muy superior a la de la pantalla  Este es el contraste entre un mundo digital extraordinariamente denso y su acceso mediante una pantalla electrónica. La tecnología te ofrece todos los metros de profundidad que se desee en el pozo, pero hay que asomarse a un estrecho brocal. ¿Cómo resolver esta discrepancia?

Hay dos soluciones. Una, si no cabe la hoja, troceémosla en partes que sí concuerden con el tamaño de la pantalla. Además, la tecnología nos ofrece aguja e hilo para hilvanar a nuestro gusto los trozos: son los "links" o enlaces.

Todos hemos experimentado que, cuando, aburridos en una reunión, comenzamos a trocear una hoja, el montón de fragmentos adquiere un volumen considerable, superior al del punto de partida. Y el intento de ligarlos con la ayuda de hilos amenaza con convertirlos en una maraña. No es, por tanto, un buen camino esta consideración del hipertexto basada sólo en enlaces.

¿Otra solución que podría haber? Ciertamente que la gran hoja no cabe en las dimensiones de la pantalla, pero en vez de fragmentarla comenzamos a plegarla.  A medida que avanzan los pliegues, lo escrito va desapareciendo bajo los dobleces y emergiendo una forma, una papirola, una interfaz, que sí ya cabe en la pantalla y que luego el lector tocando el texto irá desplegando, haciendo que vayan brotando las palabras tras los pliegues.  El trabajo hipertextual es un trabajo de papiroflexia, aunque lo que se pliegue no sea papel, sino el texto. La hipertextualidad es una geometría del texto en el espacio digital.

Para que el libro digital emerja hay que concebir unas organizaciones hipertextuales mucho más potentes que las que en estos momentos tenemos. Un conjunto de páginas web es muy poco exigente en este sentido, y puede, en general, resolverse con aguja e hilo, pero no sucede lo mismo con la escritura de un libro. Aquí se necesita mucha más creatividad e insistente experimentación. Sólo asi irá tomando forma un libro sin páginas, un libro blando, poliédrico, navegable, con emociones nuevas de lectura y frustración por otras irremediablemente perdidas.

Nos espera mucho trabajo, pero es un reto irrenunciable que nos llega al humanismo desde unas tecnologías que están conformando el mundo. La responsabilidad es nuestra.

 

HISTORIA Y FUTURO DEL LIBRO DIGITAL

tomado de http://www.isftic.mepsyd.es/w3/novedades/dossiers/libro/enlaces4.htm

 

1455

Johannes Gutenberg desarrolla la prensa de tipos móviles. La tecnología permite el desarrollo de libros de alta calidad en una fracción del costo del copiado de la mano. El primer libro impreso por la prensa de Gutenberg es "La Biblia".

1490

Aldus Manutius funda la Imprenta Aldine en Venecia.

1570

Abraham Ortelius produce el primer atlas moderno, Theatrum Orbis Terrarum . Recientemente, el atlas se convirtió en un libro digital cuando el Library of Congress American Memory Project digitalizó los 70 mapas y los publicó en la Web.

1840

El papel de pulpa de madera se produce comercialmente por primera vez.

1883

Tolbert Lanston crea la primera máquina de componer mecánica, llamada monotipo. Antes de su invención, el componer tipos era hecho a mano con una velocidad cerca de 2.000 letras por hora. Con el monotipo, las letras eran fijadas a 6.000 por hora.

1938

H.G. Wells escribe El cerebro del mundo . El cerebro del mundo es una visión de Wells acerca de una vasta enciclopedia impresa de todo el conocimiento humano.

1945

Vannevar Bush escribe el ensayo, Como podemos pensar , donde describe un dispositivo llamado el ' memex '. El memex tendría el tamaño de un escritorio, almacenaría los libros y otros materiales en microfilm, y tendría la capacidad de vincular documentos.

1965

Ted Nelson acuña el término ' hipertexto'. Escribe más adelante su proyecto utópico Xanadu en el cual todos los textos del mundo se almacenarían permanentemente en un depósito universalmente accesible.

1965

El profeta de los medios de comunicación Marshall McLuhan predice el impacto que viene y los beneficio potenciales de la combinación de la electrónica y de los libros.

1968

Alan Kay crea el modelo del Dynabook, un ordenador con una pantalla de un millón de pixels. Kay llama al dispositivo  visionario "algo como superpapel."

1971

Michael Hart escribe la Declaración de Independencia en la Universidad de Illinois. Comienza Proyecto Gutenberg, una biblioteca gratis de las obras clásicas en computadora. Hoy el total de la colección de Gutenberg es de 2.000 libros.

1979

Doug Adams escribe la popular novela de la ciencia ficción, La Guía del Conductor en la Galaxia , en la cual el protagonista Ford Prefect explora la galaxia buscando un vasto libro electrónico llamado La Guía del Conductor.

1981

El Diccionario Electrónico Random House es probablemente el primer "libro electrónico" disponible comercialmente del mundo.

1986

Los editores Franklin Electronic agregan un diccionario electrónico en un dispositivo del handheld, produciendo el primer libro digital portátil.

1991

Los Discman de datos Sony permiten visualizar libros en CD-ROM en una pantalla 8 cm.

1993

Aparece Bibliobytes, un proyecto de libros digitales gratuitos en Internet.

1995

Amazon.com comienza a vender libros impresos en la Web.

1996

El Proyecto Gutenberg alcanza los 1000 libros digitalizados. La meta es de un millón.

1998

Son lanzados dos lectores de e-books, Rocket eBook y SoftBook.

1999

Surgen sitios en Internet que venden e-books, como eReaders.com y eReads.com

2000

Se extienden los programas de lectura Microsoft Reader, Glassbook y equipos portátiles para leer libros digitales como Rocket eBook y SoftBook. Stephen King lanza su novela "Riding Bullet" en formato digital. Sólo puede ser leída en ordenadores.

2001

Los libros de textos electrónicos aparecen y ayudan a reducir el peso de la mochila en estudiantes.

2002

Las PC y los dispositivos de eBook ofrecen pantallas casi tan nítidas como el papel: la resolución de 200 dpi es incluso superada con ClearType™. Las editoriales Random House y HarperCollins comienzan a vender versiones electrónicas de sus títulos en Internet.

2003

Los dispositivos de eBook pesan menos de un kg, tienen una  autonomía de ocho horas y cuestan $99.

2004

Llegan las Tablet PC con la lectura de libros electrónicos, entrada de información manuscrita y aplicaciones informáticas de gran alcance.

2005

Las ventas de libros electrónicos, eMagazines, y eNewspapers llegan a $1 mil millones.

2006

Los soportes de libros electrónicos proliferan, ofreciendo libros y periódicos en las librerías tradicionales y kioscos. Sony lanza su lector Sony Reader que cuenta con la tecnología de la tinta electrónica

2007

Amazon lanza Kindle.

2009

Los libros electrónicos comienzan a venderse más que los impresos en papel en muchas categorías. Los precios son más bajos, pero las ventas son más altas.

2010

Los dispositivos de eBook pesan menos de medio kg, tienen autonomía de 24 horas, y capacidad para un millón de libros.

2012

Los libros electrónicos y de papel compiten vigorosamente. La industria de la pulpa promueve "libros verdaderos de árboles verdaderos para gente verdadera."

2015

Las bibliotecas digitalizan todos sus libros.

2018

Los periódicos importantes publican sus útlimas ediciones de papel y empiezan a distribuirlas solo digitalmente.

2019

Los libros de papel siguen siendo populares como regalos, para los coleccionistas, para los libros del arte y de fotografía de alto nivel, y para los que prefieren la experiencia de la lectura impresa.

2020

Noventa por ciento de todos los títulos se venden solamente en formato digital. Los diccionarios alteran la definición de la palabra "libro" para incluír a los libros digitales. La nueva definición para "libro" es: "una pieza substancial de escritura visualizada comúnmente en una computadora u otro dispositivo personal"

 

 

EL FUTURO DEL LIBRO: ENTRE EL PAPEL Y LA RED

Gabriel Zaid, tomado de Formarse, en http://www.formarse.com.ar/libros_gratis/porque%20libros_gratis.htm

 

Aunque el sueño de la biblioteca total parece cada día más cercano, la realidad demuestra que la tecnología, lejos de condenar al libro impreso a la extinción, lo potencia y deja en claro que siempre serán necesarios los mediadores para darle sentido al caos

Para la industria en general, los japoneses inventaron los sistemas de sincronización just-in-time (que reducen los inventarios al mínimo) y los sistemas de producción en el camino (producir en la bodega del barco que viaja al mercado). La nueva utopía industrial es volver en cierta forma a la producción artesanal: atender individualmente cada pedido eliminando locales, distribuidores e inventarios de productos terminados. El ejemplo más notable ha sido el éxito de las computadoras Dell, armadas en la fábrica a pedido (dentro de un menú muy amplio) y enviadas directamente al domicilio del cliente. El futuro del libro participa de esta utopía y tiene las suyas propias, en particular el sueño de una biblioteca total.

Los antiguos vieron el universo como un libro y soñaron recrearlo en el espejo de una biblioteca. En 1941, Borges llevó esta fantasía al extremo: "La Biblioteca de Babel" incluiría hasta los libros todavía no escritos. Unos años después, Vannebar Bush propuso lo que hoy llamamos hipertexto: la vinculación electrónica de todos los textos. "Una biblioteca de un millón de volúmenes podría estar comprimida en un rincón del escritorio". Todo lo impreso por la humanidad podría cargarse en una camioneta. Un mecanismo llamado Memex ( memory extension ) haría automáticamente lo mismo que la memoria: conectar lo significativo, olvidando lo demás.

Una primera forma de este proyecto apareció en la Biblia medieval: un espejo del universo que reúne todos los libros sagrados y los conecta hipertextualmente con referencias, concordancias, comentarios. Lograr algo semejante en la red, para el texto completo de todos los libros, de todas las épocas, en todos los idiomas: la biblioteca universal digital. Es difícil y costosa, pero técnicamente ya es posible.

En su forma radical, esta fantasía elimina, no sólo los inventarios, sino todos los mediadores. Teóricamente, el acceso al texto en una pantalla puede ser más fácil, barato y atractivo que en papel encuadernado, sin necesidad de depósitos, librerías, ni bibliotecas. Teóricamente, no harían falta los mediadores: el autor puede buscar directamente al lector, como ya lo hacen muchos autores que ponen sus textos en la red. Sin embargo, considerando los detalles prácticos, la tecnología digital parece destinada a reforzar, más que a sustituir, el libro impreso y sus mediadores.

Los sistemas de impresión por ejemplar POD ( Printing On Demand ) eliminan los inventarios en proceso y permiten reducir el depósito de libros terminados. En vez de producir mil ejemplares de cada pliego, doblarlos, compaginarlos con los demás y encuadernar mil ejemplares del libro, como hacen las imprentas y encuadernadoras tradicionales; o en vez de fotocopiar mil veces una página, luego otra, y así sucesivamente, para encuadernar mil ejemplares; las nuevas máquinas, como los antiguos copistas, pueden fotocopiar o imprimir electrónicamente un solo ejemplar completo, desde la primera página hasta la última. De esta manera, el impresor ya no tiene argumentos para decirle al editor: te cobro menos por ejemplar, si imprimes más. Por la naturaleza misma del proceso, tiene que cobrar lo mismo.

Las grandes rotativas para la producción masiva de libros de bolsillo también trabajan sin inventarios en proceso, pero aumentan el de libros terminados y son incosteables para producir unos cuantos miles de ejemplares. Las imprentas tradicionales son incosteables para producir unos cuantos cientos de ejemplares. Los sistemas POD pueden producir tranquilamente decenas de ejemplares y hasta un solo ejemplar. Son competitivos para tirajes mínimos, de tamaño y calidad estándar. Su aportación más notable consistirá en ampliar la vida de los títulos que ahora es incosteable reimprimir.

Con pequeñas reimpresiones, todo el fondo antiguo de un editor puede seguir en venta, aunque la demanda de algunos títulos baje a diez ejemplares por año. (El caso extremo, según The Guinness Book of Records , ha sido el de una traducción del copto al latín, que la Oxford University Press vendió al ritmo de 2,6 ejemplares por año entre 1716 y 1907.) Con la solución tradicional (reimprimir cuanto menos mil ejemplares), muchos títulos dejan de imprimirse, aunque hayan sido best sellers o tengan mucho sentido en el catálogo. Pero cuando se pueden reimprimir cantidades muy pequeñas, la inversión y el riesgo para el editor se reducen al mínimo.

Esto se puede tomar en cuenta desde la primera edición. Si un editor está seguro de vender dos mil ejemplares, pero no tan seguro de vender tres mil, puede imprimir dos mil de manera tradicional y esperar a ver qué pasa, con la tranquilidad de imprimir después los ejemplares que hagan falta, según la demanda. Supongamos que el millar adicional (para guardarlo, por si llega a hacer falta) le cueste 3000 dólares, mientras que la impresión POD le cuesta seis dólares por ejemplar. Aparentemente, la primera opción cuesta la mitad (tres dólares por ejemplar). Pero calcular de esta manera es dar por vendido el millar adicional, cosa por demás incierta. Supongamos que, de hecho, no venda más que trescientos ejemplares más. En este caso, con POD habrá invertido mil ochocientos dólares completamente seguros, en pequeños pagos a lo largo del tiempo; lo cual es mucho menos que tres mil dólares en un solo pago previo, para imprimir setecientos ejemplares invendibles y trescientos vendibles (que, por lo tanto, costaron realmente diez dólares por ejemplar). Aunque el costo unitario POD sea (aparentemente) el doble , la diferencia se justifica ampliamente como una prima de seguro. Naturalmente, una traducción del copto al latín debe imprimirse ejemplar por ejemplar, desde la primera edición.

La elección del lector

Las nuevas máquinas pueden estar en varios puntos del circuito, ya sea con el impresor, el editor, el distribuidor o un servicio especializado, con implicaciones comerciales distintas, según el caso. Si llegara a ser práctico que cada librería tuviese una, se acabarían las devoluciones y mejoraría enormemente el servicio a los lectores. Si se volvieran tan compactas y baratas como la impresora de una computadora de escritorio, podrían estar en la casa del lector. Esta sería la culminación de la biblioteca universal digital, donde cualquier lector puede bajar de la red cualquier libro a su pantalla o su impresora, como ya es posible (sin encuadernación) para miles de clásicos digitalizados por los voluntarios de la Project Gutenberg Association.

Sin embargo, no deja de ser sorprendente que, aunque ya existen los servicios de este tipo, tanta gente prefiera pagar una edición tradicional en vez de leer gratuitamente el libro en pantalla o impreso en hojas sueltas (a un costo de impresión por hoja no siempre menor que el costo por página de un libro tradicional). Y se explica. No es lo mismo consultar en pantalla o imprimir algunas hojas de interés que leer en pantalla o imprimir el libro completo. Aunque el contenido sea idéntico, la experiencia visual, táctil y hasta olfativa puede ser determinante para el lector. Aunque la capacidad hipertextual de la versión electrónica sea, en principio, superior a los índices tradicionales (que no todo libro incluye; desgraciadamente, el subdesarrollo intelectual en este punto es impresionante), hay muchas circunstancias prácticas en las cuales el libro tradicional es superior, empezando por lo más elemental: no tener a la mano la máquina encendida, con el texto instalado. Estos detalles prácticos y muchos otros ( el menor interés de los ladrones por robarse un libro que una lap top , la imposibilidad de prestar un ebook sin el aparato lector, los derechos de autor) suelen ignorarse en las fantasías futuristas, pero pesan en las decisiones del lector. La falta de entusiasmo por los ebooks no puede atribuirse a la tecnofobia de los lectores comunes. También se da entre los jóvenes estudiantes de libros de texto, y hasta en los usuarios de tecnología de vanguardia, según dos encuestas ( Publishers Weekly , 9 de septiembre de 2002).

Los detalles prácticos son decisivos y tienen consecuencias imprevistas, a veces favorables para un propósito distinto. Los ebooks no se inventaron para los lectores con problemas visuales que necesitan letra grande, pero resultaron ideales para eso. De igual manera, cuando McGraw-Hill lanzó versiones electrónicas de sus libros científicos, pensó que los lectores apreciarían sobre todo el contenido, la hipertextualidad y la ventaja de obtener el texto en línea tres meses antes de que apareciera la versión impresa (que en el futuro, supuestamente, se volvería innecesaria). Sorprendentemente, aunque sí se vendieron ebooks , la demanda de esos mismos libros impresos aumentó. La promoción de la versión electrónica sirvió para que más lectores conocieran el texto, lo hojearan en pantalla y se interesaran por comprarlo impreso.

Una experiencia convergente fue la de Seth Godin, autor del best seller Permission marketing . Después de regalar 125.000 copias de Unleashing the ideavirus en http://www.ideavirus.com/ , recibió suficientes pedidos para que su editor vendiera 28.000 ejemplares impresos ( Publishers Weekly , 18 de septiembre del 2000). Godin compara la difusión gratuita en la web con la difusión gratuita de la música por radio: "Por un tiempo, las empresas discográficas combatieron a las estaciones de radio, para obligarlas a pagar regalías. Hasta que en los años cincuenta comprendieron que les convenía. Tanto que algunas empezaron a pagar para que se pasaran sus discos."

Amazon, que en 1995 empezó a vender libros en línea, amplió también su oferta a los ebooks y libros usados.

Considerando la afinidad tecnológica entre el comprador en línea, el vendedor en línea y el editor de ebooks , hubiera parecido normal que los ebooks fueran el mayor éxito. Sin embargo, el mayor éxito fue la venta de libros usados. La tecnología digital, admirablemente aprovechada por Amazon, llama tanto la atención que distrae de las virtudes tradicionales, sin las cuales Amazon sería un fracaso: el espíritu de servicio, la credibilidad, la rápida incorporación de nuevos títulos, el surtido y la permanencia del acervo. Todas éstas han sido virtudes de los buenos libreros, y muchos ya aprovechan la tecnología digital en proyectos propios o colectivos. En particular, las librerías independientes, que habían perdido participación en el mercado frente a las grandes cadenas, no parecen encaminadas a extinguirse.

Los mediadores no hacen falta para que dos amigos hablen por teléfono. Muchos poemas renacentistas y barrocos circularon copiados a mano entre los amigos del autor, aunque ya existía la imprenta. Hoy, las copiadoras, el fax, el correo electrónico, reproducen y distribuyen textos inéditos entre amigos. Los mediadores hacen falta para que el texto (bien presentado) llegue al lector anónimo: el amigo desconocido.

El texto mismo es una invitación al amigo desconocido. Idealmente, bastaría con dejarlo abandonado en un parque o ponerlo en la red para que su público natural lo fuera encontrando. Pero la intervención de los ángeles o los mediadores humanos introduce una extraordinaria diferencia entre la conversación y el caos. Los mediadores filtran el ruido para sintonizar las constelaciones con sentido, facilitan el encuentro con el lector.

Hasta la utopía de una biblioteca virtual universal, que incluya todos los libros, requiere mediadores que los escojan (no cualquier secuencia de palabras es un libro), revisen (la crítica textual, iniciada en la Biblioteca de Alejandría para Homero, usa hoy computadoras para Joyce, pero nunca será puramente mecánica), editen (presenten el libro de una manera más legible), cataloguen, difundan, critiquen, recomienden. Naturalmente, todas estas mediaciones pueden realizarse en la red, y quizá es lo razonable para una traducción del copto al latín.

Independientemente de las circunstancias tecnológicas y económicas, los editores, distribuidores, libreros, bibliotecarios, críticos maestros seguirán diferenciando entre el caos que inhibe y la diversidad que dialoga. La cultura es conversación, y el papel de los mediadores es organizar la conversación, hacer que la vida del lector tenga más sentido, por el simple hecho de encontrar lo que necesitaba leer.

 

EL LIBRO DE ARENA

Antonio Rodríguez de la Heras en CampusRed, espacio TELOS, http://www.campusred.net/intercampus/rod1.htm

 

INTERNET ES UN LIBRO DE ARENA que estamos comenzando a escribir con dificultad e inevitable torpeza. “El número de sus páginas es exactamente infinito, ninguna la primera, ninguna la última”. Todo el libro está hecho de granos de arena: ceros y unos distribuidos en surcos incontables de partículas imantadas o microincisiones trazados sobre millones de superficies discoidales que están desperdigadas por todos los lugares del planeta: un libro, por tanto, descuadernado, pero que -maravilla de este libro de arena- el lector encuaderna con su acto de lectura.

Confundidos aún por este libro de arena que no se deja coger –por el momento- entre nuestras manos, nos empeñamos en buscarle las hojas, como los libros hechos con papel y tinta. No tiene hojas; y de tenerlas, nos veríamos obligados a aceptar el absurdo de que serían hojas sin reverso. Y si el libro de arena no está formado de hojas, ¿por qué seguir hablando de páginas y tratando el texto como si tuviera la horma de una página? El espacio de escritura y lectura en el libro de arena es la pantalla electrónica, con otras posibilidades y otras exigencias distintas a la página de una hoja de papel. Hay que explorar y explotar las propiedades tan atrayentes que consigue la escritura en un libro de arena y, a la vez, superar con creatividad las dificultades que provoca el paso de la página a la pantalla. Estamos aprendiendo a escribir en este libro único, pero ya se nota el afán de pasar a él todo lo que tenemos: si un día llegamos a saber aprovechar todas sus capacidades, quizá consigamos cumplir el sueño de Mallarmé: “Le monde est fait pour aboutir à un beau livre”. El sueño del libro-mundo, que es un anhelo constantemente recreado en nuestra cultura libresca, podría realizarse en un libro sin hojas, en un libro de arena.

 

 

Un libro digital a estudio: “Los estilitas de la sociedad tecnológica”, de Antonio Rodríguez de las Heras

Se puede descargar el libro aquí

El libro es un ensayo sobre la sociedad tecnológica que está emergiendo. Bajo la metáfora de una ciudad imaginaria (cuyo nombre, Moriana, he tomado de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino), señalo un conjunto de características de la sociedad que se está conformando por efecto de una tecnología cada vez más influyente en nuestras vidas y en la marcha del mundo. El lector recorre la ciudad de Moriana, y sus detalles son la clave para ir obteniendo los rasgos de la sociedad tecnológica.

Pero este ensayo no se ha escrito para que termine en el papel, sino para experimentar una forma de entender la escritura en el soporte digital y en el espacio de la pantalla electrónica.

Cuando decidí escribir este libro digital, me propuse que su realización siguiera unos principios teóricos que había que probar sobre una obra concreta y con la participación de los lectores.

Estos principios los puedo agrupar en tres:

  • La inmersión en la lectura
  • La cinestesia del texto
  • El plegado del texto

Inmersión en la lectura

La pantalla de un ordenador personal se mantiene a una distancia del lector inadecuada para una lectura duradera. La lectura, una vez que prescindimos de los oídos, y la hicimos silenciosa, necesita tanto de los ojos como de las manos. Las palabras las contienen las manos y las beben los ojos: se necesita, por tanto, proximidad a ellos para que no se viertan, es decir, que la lectura no se distraiga.

Todos sentimos que la lectura distante resiste poco texto, y que si éste se presenta extenso, nosotros lo fracturamos. La lectura de un texto que no esté en nuestras manos nos fatiga, y seguirlo con atención y sin fracturas exige mucha mayor voluntad y esfuerzo.

Con un libro entre las manos, las posturas del cuerpo y las posiciones del libro con respecto a los ojos son variadísimas, y el cambio por ellas mientras se lee desentumece y alivia.

Un paso muy influyente que va a tener la lectura en pantalla será debido al avance tecnológico: al desarrollo y difusión de pantallas ligeras, de muy buena calidad, específicas para la lectura de libros o generales para acceso a cualquier tipo de información, con capacidad para ser autónomas y cargar gran cantidad de texto (un número de libros) o dependientes de una unidad central, pero de la que se pueden alejar, sin cables, unos metros (las hay ya que alcanzan cien metros).

[Si quieren conocer algunos modelos de estas tabletas pueden experimentar el funcionamiento de cybook o leer información de la tabletPC. Las agendas electrónicas o PocketPC son ya una muestra bien difundida de pantallas para tener entre las manos.]

Por tanto, este avance tecnológico va a facilitar la lectura. De todos modos, además de esta sustancial ayuda a la lectura, la concepción de otras formas de escribir en pantalla que no reproduzcan lo que venimos haciendo sobre el papel puede hacer más cómoda la lectura y, también, conseguir capacidades expresivas nuevas que el papel y la página no permiten. Una de las primeras comprobaciones que agradecería al lector que realizara en Los estilitas… es si, a pesar de leer el libro en una pantalla de un ordenador personal, la forma de tratar el texto suaviza el cansancio que provoca la lectura en pantalla y, además, estimula la atención y, por tanto, no hay que hacer un esfuerzo mayor que sobre el papel para mantener la continuidad de la lectura.

La cinestesia del texto

Me propuse escribir el libro sin distribuir el texto en la pantalla electrónica como se hace en una página de papel. Creo que es fundamental para la escritura en pantalla procurar abandonar la equivalencia de ésta a una página. En principio es cómodo verla como si fuera una hoja de papel, pues estamos acostumbrados, por nuestra práctica personal y la de siglos, a colocar las palabras en el espacio de una página; pero en seguida comprobamos que los resultados no son tan gratificantes y que las dificultades para leer un texto en pantalla tratado como si lo hubiéramos escrito sobre una hoja son serias.

Liberados de la horma de la página, aparecen unas posibilidades de trabajar con las palabras en la pantalla inalcanzables sobre papel. A estas posibilidades del texto en la pantalla electrónica le he dado el nombre de cinestesia del texto.

La primera con la que se encontrará el lector, nada más entrar en el libro, es la de la dosificación del texto en pantalla. No hay página, no hay papel, no hay necesidad de empaquetar un buen número de palabras en la caja o mancha de una hoja. Mi hipótesis es que para el espacio de lectura de la pantalla el ojo agradece la descarga de la cantidad de palabras que se ofrecen para ser leídas.

A partir de la reducción del texto en pantalla, brotan otras posibilidades que exploro en el libro. Por ejemplo, la libertad de colocación del texto en la pantalla, ya que hay más espacio disponible. El tamaño de la letra. E incluso -observe el lector- no es obligado llenar los renglones de lado a lado: de esta manera, el comienzo o final de cada renglón puede ser discrecional y crearse así relaciones de proximidad entre palabras situadas en renglones distintos.

Las palabras no están impresas, están sostenidas en la pantalla: las sostiene el lector mientras las lee, entre un clic y el siguiente. Cuando las ha leído no pasan al reverso, sino que se desvanecen y vuelven a ser ristras de ceros y unos por los surcos del soporte digital. Creo que es bueno no sólo que el autor se dé cuenta de que no está ante una hoja de papel, sino también el lector, de ahí que en el libro he procurado alejar al lector de la inclinación a seguir viendo la pantalla como una página: por eso utilizo palabras en blanco sobre fondo negro y efectos visuales (fundidos y, en algunos casos, desplazamientos). De esta manera, las palabras llegan del fondo de la pantalla (y no por un lado de la pantalla), permanecen sostenidas el tiempo que marque el lector y se desvanecen en el negro profundo en el que han brillado unos instantes, los suficientes para pasar al lector. La pantalla deja de ser una superficie y adquiere tres dimensiones.

Pero es más, las palabras que el lector tiene ante sus ojos no están condenadas a desaparecer todas ellas para que lleguen otras, como cuando se pasa una hoja de un libro códice. A la acción de un clic, unas se mantienen sostenidas en la pantalla mientras otras desaparecen para dejar lugar a nuevas palabras que encajan en las que permanecen; el texto se va así encadenando y sucediendo con una cadencia que el paso de la página no permite (y que tanto molestaba a los primeros lectores de los libros códice, acostumbrados al deslizamiento de la vista por las columnas del rollo).

Observe también el lector que, desaparecida la horma de la página, me he permitido en este libro que el punto de arranque del texto no sea ya el ángulo superior izquierdo, sino el centro de la pantalla: a un lado y a otro, arriba y abajo de este punto se irán distribuyendo las palabras.

Los estilitas… es un experimento, y llevo estos principios de concepción de la escritura en pantalla a su realización más radical. Dentro del propio libro indico otras posibilidades de escribir en pantalla, siguiendo estos principios, pero sin alcanzar estos extremos. Así el lector verá que para una parte del libro se simula una tableta electrónica y escribo en ella sin aplicar todas estas fórmulas indicadas, aunque, eso sí, bajo la inspiración de los principios aquí defendidos. Quiero así dejar claro que entre ambos extremos hay muchas posibilidades de ensayos y de utilización de estas propuestas de tratamiento de las palabras en la pantalla de acuerdo a la naturaleza del texto, a quien va dirigido, intención del autor… Si en vez de escribir un ensayo, hubiera escrito una narración infantil o una novela, habría utilizado de otra forma y con otra intensidad estos recursos que he denominado cinestesia del texto.

Me propuse escribir el libro sin recurrir a la imagen (sólo hay una en todo el libro). Y lo decidí porque considero que la dificultad mayor está  en componer con estos principios un texto sin la apoyatura de la imagen, que se deja tratar en la pantalla electrónica mucho mejor que el texto. Pero, naturalmente, los planteamientos que defiendo no son incompatibles con un libro que contenga también imagen y sonido.

Por último, he escrito el libro con la intención de que la lectura sea lenta: la concisión de la escritura, la dosificación del texto que aparece en pantalla, los efectos visuales, inducen a leer sin la precipitación a la que tendemos ante una pantalla-página llena de texto.

Plegado del texto

Para exponer en pocas palabras mi concepción de la hipertextualidad recurro con mucha frecuencia a la papiroflexia. Imaginemos una página en blanco sobre la que escribimos hasta llenarla con un texto. Si a continuación comenzamos a plegarla, las palabras van desapareciendo bajo los pliegues… a la vez que emerge una figura de papel, una papirola. Y si ahora abrimos los pliegues, las palabras van apareciendo. El texto está contenido bajo los múltiples dobleces que han construido la pajarita: basta ir abriendo los pliegues para que broten las palabras.

Si lo que se pliega ya no es el papel sino el texto, obtenemos un hipertexto. El hipertexto es un texto plegado. Sólo en el soporte digital es posible plegar el texto y mantener intacto su soporte. Es una propiedad que no se puede dejar de aprovechar en la escritura digital, pues abre muchas posibilidades a la construcción del texto y a la lectura.

¿Cómo percibirá el lector que el libro de Los estilitas… es un texto plegado? Verá que todo el texto está distribuido en bucles. Cada bucle está formado por un número variable de pantallas (recordemos que ya no tenemos páginas). Una pantalla es el espacio de tiempo en que el lector mantiene las palabras sostenidas ante sus ojos, es decir, entre un clic que hace aparecer las palabras y el siguiente clic que da paso a otras. Una sucesión de pantallas termina cerrándose; por tanto, se vuelve a la primera.

El lector se encontrará que comienza a leer el libro dentro de un primer bucle; si lo sigue hasta el final llegará a la pantalla que leyó al principio: el bucle se ha cerrado, y puede releerlo. ¿Qué ha leído, entonces, del libro? Pues el libro. Una versión del libro equivalente a unas cuantas páginas sobre papel; pero en ella le he contado de una determinada forma Los estilitas… ¿De qué forma? A través de la metáfora de la ciudad de Moriana. Describo en este bucle inicial el paisaje de esta ciudad imaginaria que es la expresión metafórica de la sociedad tecnológica que está emergiendo. Con una metáfora consigo contener el libro en un bucle. La metáfora, Moriana, es la figura resultante de haber plegado el texto, como una papirola es el resultado de plegar una hoja de papel.

Ahora queda al lector desplegar la metáfora. ¿Cómo están insinuados los pliegues en el texto? De una forma muy discreta: un asterisco acompaña a una palabra; tocando la palabra, se abre un pliegue, se puede recorrer otro bucle. Verá el lector que el bucle inicial tiene algunas palabras con asterisco. Cuando toque una de ellas entrará en otro bucle, y tras recorrerlo lo devolverá al punto de partida, al punto en que decidió tocar una palabra con asterisco, es decir, al bucle inicial. De este segundo bucle pueden salir otros bucles y de éstos, otros.

¿Y qué transición nota el lector cuando despliega un bucle, cuando pasa, por tanto, de un bucle a otro? ¿Acaso un salto parecido al que se percibe cuando por medio de un enlace o link se pasa de una página web a otra? No, se da una transición sin solución de continuidad: las primeras palabras del nuevo bucle encajan con la marcada con asterisco del otro bucle.

El plegado de un texto supone una cuidadosa tarea de previsión y  elaboración del texto, es un recurso que cada autor explotará de muy diferentes maneras y con resultados desiguales según la habilidad y el acierto; del mismo modo que la posibilidad de plegar un texto se aplicará de manera diferente si es para una narración, un ensayo, un libro de texto… Pero siempre será un reto a la creatividad, a la capacidad de saber aprovechar esta nueva forma de trabajar con las palabras en la pantalla.

Observará también el lector desde el primer momento que el libro no tiene prótesis: es decir, que no aparecen en la pantalla flechas o cualquier otro tipo de iconos para ayudar a moverse por el libro. Bastará con saber que la pantalla está dividida en tres bandas verticales invisibles, y que si toca la banda derecha avanza en la lectura; en la izquierda, retrocede; y en la central: cerrar el libro, ir al índice, tomar notas al margen (¿cómo puede haber márgenes si no hay páginas? Lo descubrirá el lector), o entrar en el foro en donde autor y lectores comentan el libro.

La organización en bucles o pliegues es la que hace posible la lectura del libro sin necesidad de estas prótesis y que el lector, sin más que tocar los lados de la pantalla o las palabras marcadas con asterisco, llegue a  todos los rincones de Los estilitas…

 

Un mayor desarrollo de los fundamentos de esta escritura se puede encontrar en

  • La lectura en pantalla, La lectura en España. Informe 2002. Madrid, Federación de Gremios de Editores de España, 2002.
  • El futuro del libro. El libro del futuro, en Litterae. Cuadernos sobre Cultura Escrita, I, 2001,  Calambur Editorial, Madrid.

Dentro del mismo libro de Los estilitas… hay una parte dedicada a exponer esta concepción del libro digital, pues recojo como uno de los rasgos interesantes de la sociedad tecnológica las transformaciones que van a tener el libro y los lectores.

Y en el foro que está asociado al libro se irán detallando más estos planteamientos.

 

UNA NOVELA MULTIMEDIA: TIERRA DE EXTRACCIÓN

 

Autores: Doménico Chiappe y Andreas Meier

Una parte de la novela la puede descargar a su ordenador (Windows)

Y, también, participar en el foro alrededor de esta obra.

 

Sus autores presentan y reflexionan sobre su obra en dos textos:
El libro sin hojas (Doménico Chiappe)
Literatura y lenguaje multimedia (Andreas Meier)
 

 

EL LIBRO SIN HOJAS

Doménico Chiappe  www.trama.org.ve/chiappe , tomado    de  CampusRed, espacio TELOS,   http://www.campusred.net/intercampus/rod12.htm

 

La literatura ha encontrado otro espacio donde intervenir: las nuevas tecnologías.

Sin embargo, su conquista no ha sido sencilla. La obra no sólo necesita una nueva manera de presentarse al lector, sino otra forma de narrar y de crear. No basta con sustituir el papel por la pantalla y las librerías por internet.

La nueva plataforma exige innovación para aprovechar dos cualidades que no han abundado en el formato impreso, aunque sí han existido: lo multimedia, que consiste en utilizar dos o más artes para contar una misma historia desde enfoques distintos, y lo interactivo, que debe obligar a que el lector se involucre y participe. La cualidad multimedia requiere la conjunción de artes, para que cada una a su manera narre con independencia una historia, pero, al mismo tiempo, debe servir para complementar lo que cuentan las demás artes involucradas.

En la literatura hay ejemplos de literatura multimedia: desde las technopaegnia griega y carminas figuratas romanas hasta los poemas pintados del chileno Vicente Huidobro, los caligramas del francés Guillaume Apollinaire y otros exponentes posteriores de la poesía visual. En la novela multimedia Tierra de Extracción emplea la literatura, la música, las artes plásticas, la fotografía y la programación. Aquí la obra pictórica y la música no son accesorios de lo textual, sino otro plano narrativo que cuenta sus propias historias y, a la vez, enriquecen la visión que de los personajes y sus circunstancias tiene el lector.

La segunda cualidad que necesita una obra creada para la pantalla es la interacción del lector. Un ejemplo de narrativa interactiva es el libro Rayuela de Julio Cortázar que sentó las bases modernas de la hipertextualidad, a pesar de haber sido publicado en papel en 1963. La interacción del lector puede ser de dos tipos. La "pasiva", en donde el lector establece relaciones entre su propia experiencia y lo que lee, observa y escucha. Y la "activa" en la que se le induce a convertirse en "usuario" de la obra.

Para hacer que ambas cualidades comulguen sin protagonismos se trabaja en encontrar una "retórica multimedia", que requiere cumplir tres condiciones fundamentales. La primera, la economía, que dota de rapidez la exploración de los contenidos. En Tierra de Extracción, la escritura es concisa y contundente.

Cada pieza es un relato breve, que podría ser leído de manera aislada, que cuenta algo en sí mismo, que no necesita capítulos previos de referencia, ni futuros de desenlace para contar una historia. Algunos son relatos hiperbreves, otros cortos y aquellos donde se cruzan las historias, más largos.

En esta novela se pueden diferenciar cinco historias: Una sinopsis breve de cada una sería. 1) Chico conoce chica. 2) Hombre enamora a distancia a una mujer que sale buscarle pero nunca le encuentra y el hijo del hombre debe encontrar a esa mujer cuando el padre agoniza. 3) Hermanas intentan escapar de una vida aburrida y caen en una trampa. 4) Hombre luchador social se corrompe. 5) Mujer engaña a su marido que quiere vengarse pero comete un error que finalmente le distancia de su hijo. Hay una sexta historia que tiene como protagonista el pueblo donde transcurren las otras cinco.

Por otra parte, la economía influye también en la interfaz, que ha sido diseñada para simplificar la interacción hasta el punto que puede prescindirse de las instrucciones. La novela multimedia necesita un lector curioso y ávido de explorar todas las posibilidades de la narración. Y para que no se pierda en este laberinto, la mejor herramienta es una interfaz exacta.

La segunda, la compartimentación de la información que se logra a través de los hipervínculos que pueden ser textuales, musicales, hemerográficos, narrativos, fotográficos y plásticos, y que a su vez suponen un plano narrativo distinto al que utiliza en ese instante el usuario. En el musical la historia que cuenta es introspectiva. Diferencia el estado anímico del personaje del ambiente que le rodea: Fiesta / depresión.

En el lírico, insertado como letra de las canciones, cambia la voz del narrador. La voz que canta descubre su propia historia. Una voz inexistente en el relato escrito.

El plástico aporta un narrador en segunda persona, el artista que también ha sido lector y que aporta historias que no están relacionadas con el texto (por ejemplo, un hombre que alza el puño al cielo junto a su casa destruida) pero que se concatenan con la trama novelesca al transmitir la sensación del personaje del texto: impotencia, rabia. El hipervínculo plástico aporta a la economía, al reemplazar descripciones, tanto de aspectos físicos de elementos o personas como de costumbres y tradiciones. Y constituye, en ocasiones, una metáfora: Una puerta tapiada a medias por bloques de barro: una mujer que calla un amor.

El hemerográfico es el nexo de dos territorios en medio de los que se alza la novela, realidad y ficción. Para contextualizar, universalizar o, por el contrario, localizar, se sirve de la referencia directa e indirecta, irónica o soterrada.

El textual, que se relaciona con la novela, ahonda en la trama principal, proporciona detalles, aunque no resulta determinante para la comprensión de la historia. No se utiliza para relatar historias paralelas, como los otros hipervínculos, para ahorrar lectura en pantalla.

Además, la novela está diseñada para ser armada como un rompecabezas.

Utilicemos una imagen para ilustrar cómo es la estructura de cada capítulo: Un termómetro se hace añicos, el mercurio escapa y se convierte en brillantes pelotitas de diferentes tamaños, que pueden ser unidas y separadas a voluntad y sin dificultad. De la misma manera, cada capítulo se presenta de manera independiente aunque al mismo tiempo es pieza de un todo. La redacción y edición de los textos se inspira en un redondel que pertenece a otro y que se anilla a varios círculos más.

Por último, el carácter lúdico para que la navegación de la obra divierta y proporcione gozo estético. La lectura de estas historias, y la manera en que se relacionan, dependen de la interacción activa del usuario. Para navegar Tierra de Extracción se presenta un "mapa", que vendría a ser una versión moderna del infantil mapa de tesoros, donde un eslabón conduce a otro, donde cada parada ofrece pistas para alcanzar el ansiado cofre enterrado.

Una vez que las "hojas se pasan", el lector se encuentra con que también puede avanzar sin necesidad de la orientación del mapa. La navegación horizontal, o sincrónica, semeja una secuencia fotográfica de la historia general. La navegación vertical, o diacrónica, guía al lector a través de la evolución de las historias particulares, de los arcos de transformación de los personajes. Con moverse de una línea a otra, el lector podrá encajar las historias entre sí.

En resumen, una obra literaria para la pantalla, un libro digital, debe brindar gozo estético a través de múltiples voces y distintas artes con las que el lector debe interactuar para obtener el placer que proporciona toda buena obra de ficción.

 

LITERATURA Y LENGUAJE MULTIMEDIA

Andreas Meier, meier@usb.ve , tomado de CampusRed, espacio TELOS, http://www.campusred.net/intercampus/rod13.htm

 

El presente texto acompaña la presentación de la novela multimedia "Tierra de extracción" de Doménico Chiappe y Andreas Meier. El interés aquí es hablar de la lengua, del lenguaje multimedia y de la literatura confrontadas con las nuevas formas electrónicas de expresión.

¿Cuál lengua? ¿Cuál signo?

¿Cuál debería ser la lengua del escritor digital? La posición que se quiere debatir aquí es que se trata de la lengua perfecta que toda la humanidad siempre ha buscado y probablemente nunca podrá encontrar. Se admite que eso es solamente una concepción sobre lo que es la literatura,  pero se especula que un gran número de los escritores menos inclinados hacia las extravagancias formales podrían identificarse con este ideal.

Dante Alighieri escribe uno de los primeros textos en donde se debate el tema de la lengua perfecta:De vulgari eloquentia  publicado entre 1303-1305. "Hay una pluralidad de lenguas vulgares y lo vulgar se opone como la lengua natural al latín, tomado como modelo de gramática universal pero artificial" 1). Es conocido que a él le interesaba la expresión natural, que no es precisamente la expresión popular si no el lenguaje poético, el lenguaje del escritor. Posterior al pequeño tratado erudito elaborado en latín -utilizaba el idioma de su público-, Dante escribirá su Divina Comedia consecuentemente en italiano. ¿Por qué? Este es una de las preguntas que Humberto Ecco se hace en su libro: "La búsqueda de la lengua perfecta" 2). La respuesta es muy probablemente la forma locutionis:   el don divino de la lengua, compartido por todos los habitantes de la tierra que Dante quiere reconquistar. Esta facultad es el mismo fenómeno que la lingüística describe a partir de Ferdinand de Saussure con el nombre de La Langue . La forma contemporánea del mismo concepto es afirmar la existencia de un fundamento genético de la facultad lingüística 3).

Si se prefiere utilizar aquí la manera medieval de ver el problema, cabe destacar que la problemática no es reciente y que la reducción científica usual del don al azar del relojero ciego, evolutivo, es solamente una expresión de lo mismo: la pasión por la lengua, por nuestra capacidad lingüística, causante del discurso imparable.

Es preciso en este momento rescatar otra problemática medieval: Los conceptos modistas en donde se concibe la lengua como la cooperación de los modi  intelligendi  y de los modi significandi, dos formas de los modi essendi. La lengua perfecta se definiría en este contexto como la expresión que logre fundir al modus significandi  e intelligendi con el modus essendi  en una sola unidad. Simplificando: La unión casi mística, tan venerada por los artistas, de forma y contenido. Para alcanzar esa unidad en la literatura se necesita la maestría del gran escritor que nos hace creer que alguna vez hubo una unidad perfecta que en el momento preciso de la lectura se alcanza por un instante. ¿Por qué Dante pensó que lograría celebrar esa unidad más fácilmente con el vulgo que con el sabio latín? ¿Acaso las palabras y el signo erudito ya no podían lograr la comunicación más completa?

La concepción del signo lingüístico de Charles Sanders Pierce, fundador de la semiótica, es muy interesante y otra vez muy actual como veremos.  "En todo razonamiento tenemos que utilizar una mezcla de semejanzas, índices y símbolos. No podemos dispensar ninguno de ellos. La totalidad compleja se puede llamar un símbolo; porque su carácter simbólico, vivo, es el preponderante" 4). Esta visión de un signo triple con la preponderancia del símbolo se opone al mundo binario de la informática, en donde los binomios significante/significado y símbolo/valor parecieran haberlo inspirado todo. Sin embargo, los modi   arriba mencionados y el signo pierciano aparecen como en sintonía para responder a un ancestro común, más amplio y más poderoso en donde el modus significandi  correspondería a la semejanza y el significandi   a los índices que construyen con sus relaciones entre todas las cosas inteligencia y significado racional. Siguiendo esta lógica, sería entonces con la unión del aspecto de semejanza y de índice con el aspecto de símbolo en una sola expresión que logra la lengua y la comunicación más perfecta.

Que en la informática, hija de la matemática y de la lógica, hubo inicialmente una tendencia natural de preferir la forma binaria del símbolo es entendible. Paulatinamente eso ha cambiado considerablemente. Nunca antes se ha visto una proliferación tan grande de las formas más diversas de expresión. Todos los medios se han puesto a la hora digital y ofrecen sus servicios a los proveedores de contenido, enfatizando así el carácter de semejanza del signo. Los hipertextos desbordados, enlazando todos los textos habidos y por haber, son la encarnación más prolífica de la faceta de índice del signo pierciano. El contexto infinito, la indexación total soñada por el inventor del hipertexto global, Ted Nelson se ven realizados de una manera prodigiosa en la red. Que Nelson ahora rechaza totalmente este medio, dirigido por "Webmasters" ignorantes y repleto de "decoraciones" inútiles, es una curiosidad digna de su personalidad enigmática 5).  En fin, se quiere postular aquí que los medios electrónicos constituyen una realización prodigiosa de la naturaleza trinitaria del signo.

El lenguaje multimedia en red reúne como ninguna otra expresión los tres aspectos del signo, que siempre se reducen a lo simbólico puro cuando una misma forma se ha instalado por demasiado tiempo. Además, los mayores desarrollos lingüísticos actuales suceden en la informática y en la red en donde está floreciendo un idioma popular que corresponde al vulgo de Dante mejor que ningún otro idioma, en particular mejor que la lingua franca  del mundo moderno, el inglés. Los multimedia instalados en la red son el mejor candidato para reiniciar la peregrinación hacia el idioma perfecto. Desde luego, se trata de una remodelación profunda que tomará su tiempo para realizar una expresión que merece el calificativo de hito en este viaje. Siguiendo Dante, el papel del escritor consiste en ilustrar la expresión popular para darle nobleza y mejor capacidad expresiva y de comunicación. ¿Cómo la literatura ha respondido a este reto?

La literatura electrónica

Bajo el concepto de literatura electrónica corren muchas maneras de utilizar la informática por parte del escritor. Una buena sinopsis, aunque un poco anticuada, se puede encontrar en "Literatura por ordenador" de Jean-Pierre Balpe 6).  Ampliando los conceptos de Balpe podemos mencionar cinco de los usos más importantes del ordenador en el oficio literario:

- Agilizar la confección, empaquetamiento (el libro)  y distribución de las obras.

- Integrar los medios tradicionales en un nuevo lenguaje.

- Crear la literatura de las máquinas que transforman y componen textos.

- Elaborar obras colectivas en red.

- Construir hipertextos interactivos que se revelan y se adaptan al gusto y azar de la exploración del lector.

Los multimedia toman ventaja de todos estos usos y no se pueden reducir sólo a alguno de ellos. Muchas de estas formas se encuentran en diferentes grados en las obras electrónicas más recientes. Sin embargo, pensamos que nada ha cambiado fundamentalmente en cuanto a literatura se refiere, solamente el lenguaje utilizado es adaptado a su tiempo, ajustado a su soporte informático y aprovecha la difusión electrónica que permite la red. En eso no hay nada extraordinario. El mundo del ordenador es sencillamente el material y el soporte predilecto de su tiempo en una extraordinariamente amplia gama de las actividades humanas. ¿Por qué no sería así para la escritura? Si se quiere una muestra bastante completa de lo que es la literatura electrónica, visite "The Electronic Literature Directory".  También vale la pena ver periódicamente el portal de la Electronic Literature Organization.

Del procesamiento de palabras al libro procesado

El ordenador servil ofrece desde el inicio sus inmensas facultades para mantener y hacer cumplir reglas preestablecidas y para replicar infinita y fielmente lo mismo. Esas capacidades no han escapado a los fundadores de la informática que lo aplicaron de manera casi inmediata a la confección de textos. Los procesadores de palabras son hoy el compañero indispensable de los escritores. Aunque hay grandes de la literatura que se resisten. Pero, sin duda, eso es solamente una cuestión generacional y los excéntricos que todavía utilizan una pluma de cisne para caligrafiar sus textos pasarán a ser una minoría venerable.

Los últimos desarrollos tecnológicos han ampliado considerablemente la ingerencia de la informática en el oficio del escritor. En particular el empaquetamiento de los textos en unidades manejables y prácticas, los libros, que ya no son los mismos a partir del momento en que se digitalizan y exponen a la intemperie del mar informático mundial. Una vez hundido en la corriente de la red, el libro se transforma y reaparece aumentado, como lo explica Joseph J. Esposito en su artículo "El libro procesado" 7).  Cada libro en su forma electrónica contará muy probablemente, además de su contenido, con uno o todos los cinco aspectos siguientes: un texto auto-referenciado (el aparato crítico y estadístico del texto), un portal (el hipertexto), una plataforma (facilitación del rol de ser referenciado por otros), un componente de máquina (disponer de agentes inteligentes que pueden responder a otros agentes, motores de búsqueda y lectores humanos) y constituir un nodo de la red (la intertextualidad, la localización del texto en la red como una obra distribuida de uno o varios autores). Un ejemplo reciente que se acerca bastante a lo arriba expuesto es el libro Writing machines  (máquinas para escribir) de N.Katherine Hayles. Ese libro viene aumentado con un suplemento en la red y una breve interpretación multimedia por otro autor 8).

Combinaciones infinitas

El ordenador es la mejor herramienta para desorganizar, esconder y confundir que el hombre haya inventado jamás. Mejor sería llamarlo "desordenador". En una fracción de segundo un texto perfectamente sensato se puede transformar en uno  ininteligible mediante una serie de transformaciones, una más sofisticada que otra. De la misma manera, dotando la máquina de un conjunto de reglas de composición y de un vocabulario cuidadosamente escogido se pueden crear textos de la nada, eso sí, en tan grandes cantidades que provocan hastío. Quizás hay que buscar el motivo de este tipo de producciones en un ejercicio cabalístico de ocultamiento de la clara e inequívoca imagen divina 9).

La literatura electrónica no debería aumentar alegremente el diluvio de obras producidas abusando del sumiso y colosalmente eficaz ordenador. La única forma para este modo de producción de poder alcanzar al estatus de poema o novela es por accidente. Este tipo de literatura automatizada, en cierta forma anunciada por Jorge Luis Borges con su idea de la biblioteca infinita, no luce muy atractiva. La capacidad expresiva principal de esta literatura pareciera ser la de significar el caos textual vislumbrado hoy por muchos. El escritor que utiliza este proceder para su creación es algo como un pintor que se venda los ojos y se ata su mano más diestra en la espalda para así evitar el automatismo de las formas naturales, comunes y predilectas de sus órganos. Esta metodología creativa parece un poco drástica y torpe.

Motivaciones del hipertexto incesante

Los dos tropos de la retórica, la metonimia y la metáfora son considerados como mecanismos fundamentales para la evolución de la lengua y han sido adoptados por la informática en el mismo momento que ésta se dio cuenta de su propio potencial y destino como lenguaje y medio de comunicación. Son por todos conocidos las metáforas del escritorio, de la ventana, del botón, del menú y tantas otras transposiciones del mundo real al digital. Los desplazamientos dinámicos incesantes de un significante a otro, realizados por el hipertexto, constituyen una cadena de sustituciones metonímicas. Es la teoría lingüística sicoanalítica, introducida por Jacques Lacan, la que puede aportarnos una explicación de la tan diligente y masiva incorporación de estas figuras al mundo informático. Citemos dos fórmulas ingeniosas del autor francés: "La condensación es una metáfora en donde se dice para el sujeto la naturaleza reprimida de su deseo" y "el desplazamiento es una metonimia en donde se traza lo que es el deseo, o sea el deseo de otra cosa que siempre falta" 10).   Recordemos también que para Lacan el rol central del signo ha sido reemplazado por la cadena significante. "La cadena significante es el substrato topológico de las leyes del significante" y "Es en la cadena significante que el sentido insiste"11).  Esta concepción del signo se adapta maravillosamente al signo multifacético y dinámico de la expresión electrónica.

Sin entrar demasiado al universo un tanto hermético de Lacan, se puede argumentar que las metáforas de la informática representan el deseo inconsciente de un mundo ideal, realizado como una abstracción matemática eficiente y la metonimia encuentra una encarnación perfecta en el hipertexto, motor utilizado por la cadena significante que se desarrolla en anillos infinitos. Ambas figuras son producidas por el deseo del otro, que siguiendo la naturaleza de este, siempre falta. Y de la falta resulta la obsesión. Lo que se podría extraer de todo esto es que la causa del desplazamiento incesante (el hipertexto) y de la producción metafórica compulsiva (los multimedia) es el deseo, lugar constitutivo del Yo. Agregamos otra cita del ilustre sicoanalista:  "Pienso en donde no estoy, ergo soy en donde no pienso" que, aparte de ser un juego de palabras pícaro acerca del ergo sum de Descartes, nos indica otro dogma lacaniano, que el inconsciente se estructura como una lengua. En fin, y para ser breve, se quiere postular que la literatura multimedia en red es una imagen fiel de los mecanismos íntimos de la lengua humana que puede llegar de manera mas directa en donde el otro se piensa y existe.

Resumiendo

La literatura electrónica apenas está asomando su nariz y es muy prematuro desarrollar una teoría de ella. Se vaticina que el objeto de ésta son los mismos deseos, frustraciones y alegrías de siempre. Es en la medida que esta forma de expresión logre atraer su público, a través de una experiencia de lectura cautivante, que se podrá aspirar a un lugar significativo en el escenario cultural mundial. Los multimedia y el hipertexto, las metáforas y la metonímica garantizaran la adaptación continua del medio y ayudarán a forjar un lenguaje efectivo. El papel del escritor en este momento es crucial porque debe cumplir con el rol más noble de esta profesión, la de crear el lenguaje del cuál vivimos y a través del cual nos constituimos.

Referencias

1) Alighieri, Dante,  De l’éloquence en langue vulgaire, in Oeuvres complètes, traducción y commentarios de André Pézard, Paris, Gallimard, La Pléiade, 1965. para mayor información sobre Dante y un buen número de sus obras en línea, visite a: http://www.greatdante.net/

2) Eco, Umberto, La recherche de la langue parfaite. Editions du seuil, Paris, 1994

3) Pinker, Steven (1994), The Language Instinct: The New Science of Language and Mind, Penguin Books

4) Pierce, Charles Sanders, Esta cita, en: What is a sign?

5) Nelson, Ted, Vieja y nueva homepage. Ted Nelson reniega a la red en so actual forma y cambio su home page de manera radical.

6) Balpe, Jean Pierre (1992), Literatura por ordenador, Telos, No. 31, Madrid.

7) Esposito, Joseph J. (2003) The processed book, First Monday, Volume 8, No 3,  Marzo  2003.

8) Hayles, N.Katherine, Writing Machines, MIT Press, 2003.

9) Català Doménech, Josep María, Imágenes proféticas. Anunciar el futuro para impedirlo, Telos No. 38, Agosto 1994.

10) Lacan, Jacques, Écrits, Paris, 1966.

11) Lacan, Jacques, L’instance de la lettre dans l’inconscient, ou la raison depuis Freud, in Écrits, Paris, 1966, p. 502

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

ip-location