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LAS CLAVES DEL SECRETO PARA EL ÉXITO LITERARIO
España es uno de los países donde más concursos se convocan cada año. ¿Por qué
usted no gana uno? A continuación, el camino hacia un premio relevante explicado
en pocos pasos
Artículo de Pablo Martínez Valencia, el 3 de febrero de 2008, en
Lasprovincias.es,
http://www.lasprovincias.es/valencia/20080203/cultura/claves-secreto-para-exito-20080203.html
Se calcula que en España se convocan cada año más de 1.600 concursos literarios.
Ayuntamientos, diputaciones, bancos, fundaciones y editoriales se gastan cada
temporada 10 millones de euros sólo en premios en metálico. La dotación media de
los certámenes es de 6.000 euros. Existen dieciséis convocatorias dotadas con
más de 31.000 euros. En resumen, hay un montón de dinero sobre la mesa esperando
a que alguien se lo lleve. ¿Por qué no lo hacemos nosotros? Resulta un poco
estúpido que sean siempre los demás los que aparezcan en las fotos, saludando a
gerifaltes del mundo editorial y soportando los estallidos de los flashes con un
cheque gigante en las manos. Quizá haya llegado el momento de rescatar del
olvido aquel viejo proyecto de escribir un libro. Sí, no disimule; usted también
lo había pensado alguna vez. En este país, todo el mundo lo hace. Antes de nada,
tenemos que contestar a una pregunta de índole artística: ¿cuánto dinero
queremos ganar? Bien, la respuesta es… mucho.
Vamos a apuntar alto. A lo más alto. Si nuestra idea es escribir un sentido
poemario, habrá que decidir entre el Ciudad de Melilla (18.000 euros) o el
Premio Loewe (16.500 euros). En el caso de que nos apetezca intentarlo con un
libro de relatos, deberemos escoger entre el Premio Paradores (60.000 euros) y
el Hucha de Oro (54.600 euros). Si nuestro gusto se decanta por el ensayo, la
elección tendrá que estar entre el Premio Así Fue de Plaza y Janés (50.000
euros) y el Espasa (30.000 euros). En el caso de que nos sintamos más cómodos en
el género infantil, nuestro objetivo será sin duda el Premio Barco de Vapor
(100.000 euros), que pasa por ser uno de los certámenes de literatura infantil y
juvenil mejor pagados del mundo.
La literatura, como solía repetir Kingsley Amis, es un negocio especializado. Y
como tal vamos a tratarla. Olvídense de la inspiración, la paciencia y la
técnica. Con eso, quizá un día consigamos una estatua póstuma, pero nunca
saldremos de pobres. Hay que ser ambiciosos, así que lo mejor va a ser dejar a
un lado los cuentos, los versos y los ensayos. Nuestro objetivo será un premio
de novela. Uno de los gordos. Escuchen esto: entre los cuatro premios de novela
mejor dotados del país reparten cada año un millón de euros. El póker está
compuesto por el Planeta (601.000 euros), el Ciudad de Torrevieja que organiza
la editorial Plaza y Janés (360.000 euros), el Primavera de Espasa (200.000
euros) y el Alfaguara (175.000 euros). Un montón de ceros, no cabe duda.
Antes de nada, debemos tener claro que ganar un premio de importancia es
sencillo. El problema es que la gente quiere hacerlo escribiendo bien y, en
realidad, hay que hacerlo con mucha premeditación. Lo primero, claro, es el
título de la novela. Desconfíen de quien les diga lo contrario: sin un buen
título no llegaremos lejos. Observando el método científico, la mejor manera de
decidir nuestro título es estudiar los de los libros ganadores de los cuatro
grandes premios durante los últimos diez años. No tardaremos mucho en darnos
cuenta de algunas cosas, por ejemplo de las palabras que más se repiten. Son
tres: 'vida', 'invisible' y 'mujeres'. Bueno, no hay que darle muchas vueltas
más. Ya tenemos título: La vida de las mujeres invisibles.
Argumento
Ahora hay que buscar un argumento. No es imprescindible que la novela tenga uno,
pero suele ayudar. Bien, aquí se abren ante nosotros multitud de opciones
igualmente promisorias. En los últimos años, el botín se lo han llevado novelas
negras, historias de asesinos en serie más o menos satánicos, novelas sobre la
Guerra Civil, 'thrillers' futuristas, novelas históricas, cosas de amor… En fin,
un poco de todo. Como escoger un solo argumento quizá nos lleve mucho tiempo,
los tomaremos todos de golpe. Así no dejaremos fuera nada importante.
Antes de seguir, necesitamos un protagonista. Tendrá un nombre común y un
apellido pintoresco: es la moda. Será escritor, profesor o periodista y llevará
una vida calamitosa: un poco de divorcio, algo de paro, lo suyo de ginebra. ¿Un
nombre? Gabriel Debaux. Ha llegado el momento de fijar el argumento.
Gabriel Debaux es un escritor en horas bajas. Su mujer le ha dejado por su mejor
amigo y acaban de despedirle del trabajo. Su vida cambia la noche en que
descubre por casualidad un misterioso manuscrito persa y conoce a Clara, una
mujer llena de secretos de la que no tarda en caer enamorado. Esa misma noche,
Gabriel se encuentra en el sofá de su casa el cadáver de su mejor amigo
decapitado. Al día siguiente, mientras trata de arreglar el microondas, lo
transforma accidentalmente en una máquina del tiempo que le lleva a la Edad
Media y a la Guerra Civil española, donde conoce la terrible historia de su
abuelo, un miliciano poeta que fue amigo de Lorca y se dedica a construir
catedrales en secreto. A su regreso al presente, Gabriel es avisado de que Clara
ha sido secuestrada por una secta satánica de adoradores del inquisidor
Torquemada. Justo en el momento en que se dispone a utilizar su microondas para
viajar a los tiempos de la Inquisición, recibe una llamada telefónica que le
hace enfrentarse a un terrible episodio de su pasado. La vida de las mujeres
invisibles, una historia de amor, venganza y narcotráfico.
Indudablemente, la cosa va bien. Estamos en el camino del best-seller,
pero no conviene confiarse. Ahora hay que escribir la novela. Es una tarea
secundaria, pero hay que hacerla. Y el libro, no se crean, tiene que ser grueso.
No nos van a dar un montón de dinero por nada. Nuestra novela tiene que pesar lo
que vale. Piensen en un mínimo de trescientas páginas. Los lectores de hoy son
gente rara y les gusta llevar los libros consigo y que la literatura sea una
continuación del 'fitness' del gimnasio.
No se dejen amedrentar por el prestigio de la creación literaria. Es importante
que tengamos claro que escribir es fácil. Como decía Azorín, sólo se trata de ir
poniendo una palabra detrás de otra. Cualquiera puede hacerlo. Aún así,
tendremos que hacernos con un estilo. Escogeremos el del momento, que resulta a
la vez ligero y ampuloso. Ya saben. Frases de extensión mediana. Mucha
adjetivación inocua. Algo de descripción arrebatada, con especial atención a las
distintas fases de la luna. Mucho diálogo, a poder ser de inspiración
cinematográfica. También conviene que, cada cierto tiempo, nuestro protagonista
se detenga en algún sitio -un banco en el parque, un bar, una estación de tren-
y se ponga a pensar con gravedad sobre el mundo y la existencia en general.
En nuestra novela las mujeres serán complejas y los hombres atormentados. Se
visitarán países lejanos que serán invariablemente maravillosos y nuestra
concepción de la realidad -esto es importante- será eminentemente dramática. Por
último, deberemos coger diez o doce libros, veinte cuadros y treinta películas y
distribuirlos a modo de referencias cultas a lo largo de la novela. Hágase con
energía y desgana, como quien aliña una ensalada que se van a comer otros. Que
se note que somos gente instruida y sensible.
Tómense su tiempo para redactar la primera versión del manuscrito. Con calma,
que esto es arte. Diez, quince días, lo que haga falta. Ahora llega la parte más
complicada del proceso. En primer lugar, tenemos que contratar los servicios de
un agente literario. De uno bueno, es decir, influyente. Él será el encargado de
mover nuestro original en los lugares adecuados, de presentarlo a los premios y
guiar su camino por los distintos procesos de selección. Las cosas son así.
Pretender ganar un gran concurso por nuestra cuenta, fotocopiando nuestro
manuscrito en la tienda de debajo de casa y poniéndolo en Correos es todo un
acto de fe. Una pérdida de tiempo. Lo habitual en el negocio es que los agentes
propongan a sus autores a las editoriales. Lo habitual en el negocio, en fin, es
que los del negocio negocien. Así que no queda más remedio que hacer una
inversión en nosotros mismos y contratar a un agente. Es caro, sí, pero no
olvidemos que la recompensa será sustanciosa.
Y ahora llega lo realmente difícil. Mientras nuestro agente hace las gestiones
propias de su oficio y antes de malgastar energía corrigiendo nuestro
manuscrito, tenemos que hacernos famosos. Preferiblemente, debemos lograr
aparecer en la televisión, ya sea como tertulianos políticos, comentaristas
sociales, hombres espectáculo, fakires, meteorólogos o presentadores de
telediarios. Desde hace poco más de una década, este es un requisito muy
importante. Casi fundamental. Fíjense en los ganadores de los últimos premios
gordos y se darán cuenta de que ser una cara popular ayuda mucho a nuestra
empresa. Así que todo es cosa de comenzar a recorrer castings televisivos. No
hay un minuto que perder. En cuanto estemos diciendo cosas raras en un plató ya
faltará manos para que 'La vida de las mujeres invisibles' esté en todas las
librerías y ustedes frente a un periodista, palpándose satisfechos la cartera,
mientras pronuncian por enésima vez la frase mágica, ya saben: "En realidad, el
verdadero premio para un escritor son los lectores".
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